La devoción mariana y la renovación interior

Del Vaticano II a la encíclica «Redemtoris Mater»

Resumen

El artículo presenta un recorrido sobre las principales afirmaciones marianas desde el Concilio Vaticano II a Juan Pablo II, concluyendo con la relación que debe establecerse entre la devoción mariana y la renovación interior.

El Concilio Vaticano II no pretendió aumentar las verdades marianas ni hacer una exposición completa de las mismas, sino, más bien, marcar unas pautas nuevas referidas a tres coordenadas de la espiritualidad: María en el misterio de Cristo, María en el misterio de la Iglesia y la imitación como consecuencia de la verdadera devoción a María.

El autor constata que los años inmediatamente posteriores al Concilio no responden a las directrices marcadas por este. Algunas formas obsoletas de piedad mariana desaparecieron, pero sin ser sustituidas por otras más acomodadas a las enseñanzas del Vaticano II. Se llegó al punto de sospechar de la devoción mariana. Es en este contexto en el que se nos presenta la labor de Pablo VI que está en plena sintonía con la declaración conciliar y es una mayor profundización en la misma. Los ejes de la enseñanza de Pablo VI son: imitar a María es imitar a Jesús, María es modelo de la Iglesia, esperanza de los anhelos humanos, María representa, en palabras de Pablo VI, la intervención de la mujer en la obra de la salvación. Por último, Pablo VI no duda en afirmar la eficacia renovadora de la devoción mariana en la vida cristiana.

Finalmente, Martínez Sierra muestra la devoción tierna y, al mismo tiempo, profunda, de Juan Pablo II que ha llevado a una riquísima doctrina marina reafirmando las líneas del Concilio: María conduce a Cristo, es la personificación del verdadero discípulo, María es la mujer nueva (como virgen madre y esposa), María es figura de la Iglesia en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo. Por último, la devoción a María es, sobre todo, imitación.