Migraciones | nº 54 [ 2022] [ISSN 2341-0833]
DOI: https://doi.org/10.14422/mig.i54y2022.001
Entre «seguir siendo» y «ser alguien en la vida». Bolivianos y bolivianos de segunda generación en Argentina

Between «Keep Being» and «Becoming Someone». Bolivians and Second-Generation Bolivians in Argentina
Autor
Gabriela Novaro
Universidad de Buenos Aires. CONICET
E-mail: gabriela.novaro@gmail.com

ORCID: https://orcid.org/0000-0002-9044-8057

Resumen

En este artículo expongo resultados del trabajo en una localidad de la provincia de Buenos Aires habitada por migrantes procedentes de Bolivia y por sus hijos y nietos, muchos de ellos nacidos y criados en Argentina. Presento desarrollos de la teoría socioantropológica y de los estudios migratorios sobre la descendencia y la transmisión generacional. A la luz de las categorías y debates expuestos analizo situaciones registradas en el trabajo de campo. Me detengo en las expectativas adultas sobre las identificaciones de sus hijos/as, en la proyección de que los y las jóvenes sigan siendo (bolivianos) y a la vez sean alguien en la vida y se incluyan en Argentina. Advierto la necesidad de asociar la noción bolivianos de segunda generación (en uso en la localidad) tanto a procesos de estigmatización, como a proyectos colectivos de continuidad en situaciones de movilidad y desposesión que desafían las posibilidades de transmisión generacional.

In this article I expose the results of a work in a location of the Buenos Aires province, inhabited by immigrants from Bolivia and their children and grandchildren, many of them born and raised in Argentina. I present the development of the social-anthropological theory and the migratory studies on descendants and generational transmission. In the light of the categories and debates exposed I analyze situations registered in the fieldwork. I focus on the adult expectations about the identifications of their children, to continue being (bolivians), while being somebody in life and include themselves in Argentina. I underline the need to associate the notion second generation bolivians (in use in the location) both, to stigmatization processes and to collective projects of continuity in situations of mobility and dispossession that challenge the possibilities of generational transmission.

Key words

Descendencia; segunda generación; transnacionalismo; teoría antropológica, estudios migratorios

Descendants; second generation; transnationalism; anthropological theory; migration studies

Fechas
Recibido: 18/09/2020. Aceptado: 02/06/2021

Escribir sobre migración y generaciones en el 2020

Escribir en el 2020 tiene, inevitablemente la marca de la pandemia y el aislamiento social. Este contexto nos impone hoy repensar situaciones previas con nuevas dimensiones y preguntas: la movilidad, las fronteras y las regulaciones estatales que sin duda se darán en los próximos años en un mundo que todavía no comprendemos y escenarios que por ahora apenas podemos vislumbrar. Lo insólito de la situación hace difícil anticipar cómo será la situación para las generaciones jóvenes. Podemos buscar claves en los procesos pasados y presentes para proyectar en un mundo de gran incertidumbre que queremos imaginar más inclusivo. Desde estas tensiones y proyecciones expongo registros y reflexiones sobre la población boliviana que vive en Buenos Aires y el modo en que, hasta que muchas cuestiones sean reformuladas en la pospandemia, experimentan sus proyectos colectivos y viven las relaciones entre las distintas generaciones. En un contexto de inflexión, muestro un panorama que no sabemos en qué medida tendrá continuidad, convencida de que comprenderlo mejor ayudará a imaginar y construir lo que vendrá.

1. Introducción

Hace diez años, en el 2010, inicié mi trabajo de campo en un barrio de la localidad de Escobar (50 km al norte de la Ciudad de Buenos Aires), habitado en una proporción significativa por migrantes procedentes de Bolivia y por sus descendientes.

Advertí tempranamente en los recorridos con madres (y algunos padres) y con referentes de las organizaciones de migrantes la centralidad de la preocupación por la identificación nacional de sus hijos/as1, por si permanecerán acá, pero mantendrán un fuerte vínculo con el allá, si lograrán incluirse en Argentina al tiempo que seguirán referenciándose en Bolivia. La frase “ellos llevan a Bolivia en la sangre” me impactó desde los primeros años e hizo que me planteara numerosas preguntas; asimismo, diversas prácticas registradas en el interior de los hogares y también en quintas, mercados y fiestas bolivianas me llevaron a pensar en la fuerza de una apuesta colectiva porque sus hijos/as (en muchos casos nacidos y criados en Argentina) ”sepan de donde vienen”, “no pierdan las raíces”.

Los procesos de identificación de las jóvenes generaciones de migrantes, y sobre todo de las llamadas segundas generaciones, permiten aproximarse a los dilemas de la población migrante y de la sociedad nacional en torno a la definición de adscripciones sociales, y más concretamente nacionales. También permiten abordar las concepciones de descendencia y las relaciones generacionales en contextos de movilidad. Se registra una dimensión política indudable en la cuestión: la interpelación como bolivianos a los y las jóvenes y niños/as nacidos y criados en Argentina da cuenta de concepciones sobre la transmisión de la identidad que parecen tener cierto grado de autonomía con el modo en que tanto el Estado argentino como el boliviano definen las pertenencias nacionales.

Para comprender estos procesos, algunas cuestiones deben considerarse desde el inicio.

Por un lado, que gran parte de la población proveniente de Bolivia se ha desplazado hacia Argentina buscando mejorar condiciones de vida que estaban al límite de la reproducción en sus territorios de origen. En segundo lugar, que esta población constituye el segundo colectivo migrante. Por otro, que en la mayoría de los casos (tal como el resto de la población proveniente de países limítrofes), se inserta en Argentina en condiciones de subalternidad, segregación territorial y sufre recurrentes situaciones de discriminación. Por último, es necesario atender al amplio significado de Bolivia; tanto en este país como en la población boliviana que vive en el exterior lo nacional articula sentidos estatales, sentimientos de identidad colectivos y referencias étnicas (manifiestas en las formas de organización y agrupamiento, la lengua, las festividades, etc).

Con estas situaciones siempre en vistas el foco del texto está puesto en la mirada de los adultos migrantes sobre los que consideran sus descendientes, aunque introduzco también testimonios de jóvenes.

Comienzo recuperando planteamientos clásicos y recientes de la teoría socioantropológica en torno a la descendencia, la transmisión cultural y las generaciones. Considero también aportes de la sociología en torno a la cuestión generacional A continuación expongo brevemente los posicionamientos de especialistas europeos, norteamericanos y latinoamericanos en la temática migratoria acerca de la llamada “segunda generación”.

Me centro luego en la situación de la localidad donde trabajo atendiendo a las proyecciones de los adultos sobre la pertenencia nacional de sus hijos, el lugar dado a la sangre y las prácticas para garantizar la continuidad de Bolivia. Expongo las tensiones de los adultos entre el proyecto de que sus hijos/as sigan siendo (bolivianos) y a la vez sean alguien en la vida y se incluyan en Argentina; repongo, por último, testimonios de jóvenes que hablan de la forma en que viven las tensiones identitarias en el presente y proyectan su futuro.

Desde la reflexión sobre los sentidos de seguir siendo en la localidad pongo en debate el modo en que la categoría segunda generación se ha asociado frecuentemente en los estudios sobre migración a una forma de marcación definida y sostenida por el Estado. Sin negar aspectos de esta marcación, advierto la posibilidad de que la noción de bolivianos de segunda generación incluya también elementos reivindicatorios por el derecho a sostenerse a lo largo de las generaciones en una identificación colectiva.

2. Marco teórico

2.1. Descendencia y herencia en la teoría socioantropológica y los estudios sobre migración

2.1.1. La identidad entre la sangre y las prácticas en los debates socioantropológicos

La preocupación por la descendencia puede rastrearse en los primeros clásicos de la teoría social y antropológica. Diversos autores sostuvieron que en “las sociedades primitivas” (o antiguas) las posiciones resultan fijadas en gran medida por el nacimiento (“sociedades de status” en términos de Maine, 1893). Este presupuesto postulado a mediados del siglo XIX organizó la forma en que los estudios clásicos abordaron las relaciones de parentesco y también la descendencia y la filiación.

En las perspectivas funcionalistas posteriores, la filiación fue concebida por algunos autores como relación fundamental en la conformación de grupos sociales en tanto que organiza la sucesión y transmisión de derechos. En este sentido Radcliffe Brown (1969/1986) señala la centralidad de la pregunta “a quién pertenece un niño” en las “sociedades primitivas” (p. 52). Las continuidades y rupturas en la transmisión generacional son abordadas también desde la perspectiva culturalista de Mead y su preocupación por la configuración de personalidad del niño (Mead, 1970). Su clasificación en sociedades de acuerdo a la relación que definen con el pasado, el presente y el futuro toma como un elemento central la distinción de las relaciones generacionales. Mead refiere incluso al modo en que la movilidad y la migración impacta en las rupturas generacionales con reflexiones muy pertinentes al contexto donde trabajo.

El peso de la procreación en la definición de los vínculos de descendencia y el sentido de los lazos parentales fueron temas debatidos desde los primeros abordajes de la teoría social y puestos en cuestión por las perspectivas más recientes (Strathern, 1992; Schneider, 2005).

El modo en que, tal como veremos en Escobar, se expresa simultáneamente la importancia de la sangre y de ciertas prácticas en la transmisión de la pertenencia me ha llevado a recuperar desarrollos de las investigaciones transculturales sobre el aprendizaje. Resulta interesante por ello atender a planteamientos como los de Makihara (2005), Lave y Wenger (2007) y Sautchuk (2015) que investigan en diversos contextos los procesos de reproducción de conocimientos y prácticas asociadas a las identificaciones colectivas y transmitidas por los antecesores. A partir de las descripciones de estos autores sobre diversas situaciones de enseñanza (la lengua, la costura, la pesca), es posible tener más elementos para comprender los sentidos que en Escobar se asocian a la incorporación de niños/as y jóvenes en prácticas como el trabajo en emprendimientos productivos familiares, la participación en las organizaciones, el habla en quechua y los bailes asociados al folklore boliviano.

2.1.2. Las generaciones y las edades

Para comprender el modo en que los adultos proyectan la pertenencia de sus hijos/as y caracterizar las relaciones entre generaciones en Escobar resulta sugerente el trabajo clásico de Mannheim (1993) y sus reflexiones en torno al modo en que “[…] las nuevas generaciones crezcan en el seno de los comportamientos vitales, de los contenidos sentimentales y de las disposiciones que han heredado” (p. 218). En la perspectiva de este sociólogo alemán, la noción de generación permite entender las prácticas y conciencias distintivas de sujetos con experiencias históricas comunes y considerar las dimensiones subjetivas de la temporalidad. Por ello es importante identificar los acontecimientos que marcan la sucesión de una a otra generación.

Junto con la idea de sucesión resulta sugerente la de contemporaneidad. En este punto aportan los desarrollos filosóficos y sociológicos de Schutz. Este autor plantea que la noción de contemporaneidad permite pensar la simultaneidad e integración con que en la vida social se enlaza el pasado, el presente y el futuro (Schutz, 1985). Es posible vincular este planteamiento a los vínculos entre tres generaciones que comparten un presente histórico: predecesores, contemporáneos y sucesores. Desde la investigación antropológica sobre juventudes, Feixa afirma que la noción de generación agrupa a los individuos según las relaciones que mantienen con sus ascendientes y sus descendientes (Feixa, 1996). En un trabajo posterior con Lecardi, recuperando a Ortega y Gassett, sostienen que más que la idea de sucesión, resulta fundamental la noción de contemporaneidad, coexistencia y superposición entre las generaciones (Lecardi y Feixas, 2011).

En Argentina una amplia producción sostenida en la obra de Mannheim viene advirtiendo la necesidad de incluir la edad como productora de diferencia y considerarla en el análisis de los procesos sociales (Chavez, Vommaro y Gentile, 2018; Kropff, 2010).

Si bien en este trabajo me centro en la perspectiva de los adultos, no presupongo la imposición lineal de sus mandatos sobre los jóvenes, cuyas voces también incluyo. Vale la pena por eso considerar la discusión que diversos especialistas dan con las perspectivas adultocéntricas que tienden a construir a los jóvenes como receptores pasivos de valores y atributos del mundo adulto (Toren, 2004; Moscoso, 2015).

2.1.3. Descendencia y herencia en contextos de migración

La movilidad a través de las fronteras plantea la pregunta acerca de la continuidad de la pertenencia marcada por el lugar de nacimiento, cuando no se vive en el territorio de origen (Filho, 2010). Los debates sobre el transnacionalismo y la multiterritorialidad avanzan en este sentido. Resulta útil la noción de simultaneidad con la que Levitt y Schiller invitan a comprender que los migrantes se encuentran situados en múltiples lugares, lo que hace necesario superar los binarismos asimilación-transnacionalismo (Levitt y Schiller, 2004). En un sentido complementario Haesbaert sostiene que las poblaciones migrantes experimentan simultáneamente distintos territorios (Haesbaert, 2013). Asimismo, las referencias permanentes de la población al allá y el acá hacen necesario atender a los procesos de reterritorialización a partir de los cuales los colectivos en situación de movilidad se apropian de nuevos espacios manteniendo la referencia al país de origen.

Todo esto plantea la necesidad de repensar las asociaciones lineales entre nación y territorio que los discursos de Estado suelen instalar. Al respecto es interesante considerar las precisiones de Balibar sobre el carácter mutilsituado de las fronteras, y su insistencia en que las mismas han cambiado de lugar (Balibar, 2005).

Cuando el territorio con el que el colectivo se identifica se asocia a una nación que, como en el caso de Bolivia, se vincula con un fuerte sentido de identificación étnica (Grimson, 1999), la pregunta por la asociación territorio-pertenencia adquiere tonos particulares. Las dudas se profundizan aún más si pensamos en las identificaciones de los descendientes de quienes migraron.

Algunos autores han reparado en que la noción de “segunda generación” refiere a situaciones distintas: los hijos de los migrantes nacidos en el lugar de destino (la segunda generación propiamente dicha); los nacidos en la sociedad de origen, pero llegados durante su infancia o adolescencia socializados en la sociedad de acogida, la llamada generación 1.5 (Feixa, 1996).

Diversos especialistas en EE. UU. (Portes y Rumbault, 2001/2010; Hamman y Zúñiga, 2011; Orellana, 2009) muestran las complejas experiencias de los hijos de inmigrantes posicionados entre la orientación de los padres y las demandas de “asimilación” de la sociedad receptora, junto con las dificultades y potencialidades de una “alianza intergeneracional” en estos contextos. Esto se correlaciona con formas de pensar las identificaciones de las nuevas generaciones en un lugar estratégico entre la sociedad de origen de sus familias y la sociedad de destino.

En los estudios migratorios en Europa la situación de los descendientes viene siendo objeto de creciente atención. El trabajo de Sayad resulta un antecedente ineludible sobre este tema. Interesa recuperar la tensión que este autor registra entre la nacionalidad francesa atribuida por el Estado y el sentimiento de pertenencia al colectivo de sus padres en los jóvenes de familias argelinas que nacieron en Francia (Sayad, 2010); la situación de los jóvenes franceses descendientes de argelinos (los “migrantes que nunca migraron”) lo invita a advertir los riesgos de biologización implícitos en la categoría “generación”. Sus reflexiones sobre la doble conciencia, la escisión entre vivir en un lugar y pertenecer a otro, resuenan en los comentarios de adultos y jóvenes de Escobar.

Investigaciones españolas en contextos migratorios advierten el contenido extranjerizante de la utilización de categorías como “segunda generación”, “hijos de…”, en tanto que definen a los hijos por una acción de los padres (migrar) (Borrego, 2003; Gil Araujo y Pedone, 2013) y asocian estas categorías a una forma de clasificación estigmatizante que refuerza su condición fronteriza, “a medio camino” entre migrantes y nativos y tiende a naturalizar la herencia cultural de una generación a otra (García Borrego, 2003, p. 12).

En un sentido semejante se despliega el trabajo de Gavazzo con hijos de migrantes bolivianos y paraguayos en Buenos Aires; Gavazzo señala que los jóvenes migrantes comparten con sus padres el ser definidos como “otros” y, por eso, cargan con el estigma de sus progenitores. Sugiere atender a los sentidos de imposición adulta que en ocasiones se juegan en la transmisión de la pertenencia. Registra el modo en que “los hijos” usan estratégicamente el capital social de sus familias y también su sensación de ser parte de mundos irreconciliables. Advierte asimismo la reflexividad de los jóvenes en torno al origen migratorio de sus familias y su agencia y creatividad para “transformar el estigma en emblema” a través de la movilización política y las prácticas artísticas (Gavazzo, 2019, p. 65).

Sin negar los efectos de extranjerización de nociones como “segunda generación” o “descendientes” que estos autores señalan, las reflexiones sobre Escobar me llevan a advertir el peligro de que la definición de las mismas como una clasificación estigmatizante implique omitir los sentidos que para los propios colectivos migrantes tienen estas categorías. Veremos como la situación registrada lleva a pensar en estos términos tanto en su componente de identidades naturalizadas, como en su sentido de resistencia a identidades impuestas desde la nueva sociedad y el nuevo Estado.

3. Presentación de la localidad y la metodología

3.1. El barrio Lambertuchi de Escobar

El barrio donde desarrollo la investigación está habitado en una proporción significativa por migrantes procedentes de zonas rurales de Potosí-Bolivia y por sus descendientes2. Es uno de los tantos territorios de la provincia de Buenos Aires que se conformaron con una fuerte asociación con la población migrante.

Las y los bolivianos llegan a la localidad fundamentalmente a partir de la década de los 80. En la decisión migratoria las condiciones de vida en Bolivia parecen haber sido determinantes en la mayoría de los casos. El núcleo en Escobar responde a la presencia de paisanos y parientes que propiciaron la llegada, facilitaron el asentamiento de sus connacionales y el acceso a vivienda y trabajo.

Procesamientos estadísticos propios dan cuenta de que un alto porcentaje de población migrante del barrio (uno de cada cuatro) vive en hogares con NBI (necesidades básicas insatisfechas) y en condiciones de hacinamiento. En los primeros años, las quintas fueron uno de los espacios de mayor inserción laboral de los migrantes, pero tendieron a ser reemplazadas por las actividades de comercialización en mercados comunitarios de venta. Este movimiento se asoció al ascenso económico de algunas familias.

La población boliviana genera un fuerte proceso asociativo, conformando a principios del 90 la Colectividad Boliviana de Escobar (CBE o la Colectividad). Esta institución nuclea hoy cerca de 1.400 socios, mantiene fuertes vinculaciones con organismos del Estado argentino y boliviano y sostiene actividades productivas y de comercialización hortícola y textil. Estas actividades permiten que la tasa de desocupación de la población migrante sea inferior a la de la población nativa3. Dentro de la Colectividad se advierten tanto proyectos que convocan a “todos los bolivianos”, como diferenciaciones internas marcadas por la situación económica, los alineamientos políticos y las lealtades regionales.

Los jóvenes de familias migrantes se incluyen en la CBE sobre todo en el trabajo en puestos familiares de venta de verduras y vestimenta, en actividades festivas y recreativas y en el sostenimiento de una radio comunitaria.

3.2. El trabajo de campo: precisiones metodológicas

A lo largo de estos 10 años recorrí espacios familiares y profundicé los intercambios, sobre todo con muchas mujeres mayores del barrio, conversé en situaciones formales e informales con referentes de la Colectividad, colaboré con el proyecto educativo de una asociación de mujeres migrantes y, recientemente, con un programa de radio de la CBE, asistí regularmente a festividades cívicas y religiosas. En contextos familiares registré situaciones de interacción cotidiana y conversé con adultos y jóvenes. A partir del año 2013, manteniendo el contacto con espacios familiares y comunitarios comencé a realizar actividades en las escuelas primarias y secundarias4.

La asistencia al barrio no tuvo la misma intensidad a lo largo de los años. En 2010 realicé los primeros contactos; estos se intensificaron en el 2011. Por lo general asistí entre los meses de marzo y noviembre en forma semanal, pero hubo periodos en que esta asistencia fue menos frecuente y en algunos momentos puntuales se intensificó. A la fecha cuento con más de 200 registros de campo. Gran parte de ellos se realizó en los años en que la presencia en la localidad fue más asidua: 2012, 2013, 2016, 2018 y 2019. En el 2020 el trabajo se sostuvo en gran medida a través de intervenciones quincenales en un programa de radio de la CBE, para el cual se realizaron entrevistas telefónicas con referentes comunitarios, autoridades educativas, docentes, padres y jóvenes del barrio.

El trabajo implicó la complementación de herramientas típicas de la etnografía (observación, observación participante, charlas informales, entrevistas) con la reconstrucción de trayectorias biográficas y el análisis de documentación de las organizaciones y escuelas.

En este texto tengo en cuenta este largo recorrido, pero recupero sobre todo las entrevistas con referentes de las organizaciones y con mujeres bolivianas adultas, los registros observacionales de diversas situaciones de interacción y las charlas con jóvenes en contextos comunitarios y escolares. Las entrevistas y observaciones entre los adultos buscaron reconstruir la forma de aludir a procesos pasados, los sentidos asociados a Bolivia y a Argentina, imágenes de niñez y juventud, interpelaciones a sus hijos e hijas. Entre los y las jóvenes las charlas y registros se orientaron a caracterizar recuerdos de su infancia, imágenes de sus padres, vínculos con la CBE, sus proyectos de vida, las representaciones de sí mismos, del presente y el futuro.

El proceso de análisis implicó la atención a los sentidos locales de las categorías (en particular descendiente, seguir siendo, ser alguien, boliviano de segunda generación) y un ejercicio espiralado de recolección de información y afinamiento de las categorías.

4. Resultados

4.1. Migración, generaciones y procesos de identificación en un barrio de Buenos Aires. Análisis, debates y preguntas pendientes

4.1.1. La temporalidad en el territorio: continuidades y cambios en clave generacional

Sostener el trabajo en la localidad me ha permitido registrar transformaciones significativas: el avance de construcciones sobre terrenos que eran quintas, la potencia económica y política de la CBE, la transformación de las relaciones con las autoridades del municipio, el creciente peso de las actividades de comercialización. Advertí también importantes transformaciones de otro orden: adultos que comienzan a envejecer, jóvenes que van asumiendo distintas responsabilidades como trabajadores y padres, niños transformados en jóvenes. En la Colectividad la articulación entre los cambios más estructurales y los más personales se hizo evidente en el creciente debate en torno a la renovación generacional de las autoridades.

En definitiva, un trabajo de campo extendido en el tiempo que inevitablemente está atravesado por experiencias de la temporalidad propia y de los sujetos con los que trabajo.

La experiencia de esta temporalidad permitió advertir la articulación entre la lógica generacional y el modo de vivir la migración: un acontecimiento fundamental que parece diferenciar generaciones es justamente la distinción entre una generación que migró y otra nacida o criada en el nuevo territorio y definida como descendiente, para la cual la migración (y en muchos casos también Bolivia) es un relato de los adultos; en esta clave se despliegan situaciones donde los discursos y prácticas escenifican un origen haciendo vivida la experiencia de un pasado que las distintas generaciones experimentan de manera diferencial.

La creciente importancia de la tercera generación y la dinámica socioeducativa de la localidad permite diferenciar al menos tres grupos generacionales. Como toda diferenciación, esta es arbitraria, simplificadora y provisoria; se sostiene (en términos a los que aludí páginas atrás) en los vínculos entre tres generaciones que comparten un presente histórico: antecesores, contemporáneos y sucesores. En la población boliviana de Escobar estos tres grupos corresponden con distintas inserciones laborales (que casi siempre se organizan alrededor de las actividades de la CBE) y nivel de acceso a la escolaridad que se incrementa en los más jóvenes5.

  1. Un primer grupo de adultos mayores que migró desde Bolivia en la década de los 80 siendo jóvenes o adultos jóvenes. Enfrentaron situaciones de pobreza, discriminación y una compleja inserción en el mercado de trabajo, sobre todo como trabajadores hortícolas y comerciantes informales, aunque posteriormente muchos de ellos comenzaron a capitalizarse. Conforman el grupo fundador de la CBE.

  2. Un grupo de adultos jóvenes conformado tanto por migrantes nacidos en Bolivia y criados entre Bolivia y Argentina, como por los llamados bolivianos de segunda generación que nacieron en Argentina en años próximos a la migración de los 80. Muchos de ellos mantienen fuertes lazos políticos y vínculos de parentesco con Bolivia, viajes y emprendimientos productivos acá y allá. Colaboran con la generación anterior en el mantenimiento de la organización colectiva. Muchos de ellos van dedicándose crecientemente a la comercialización y dejan el trabajo en las quintas.

  3. Un tercer grupo refiere a los niños y adolescentes que en muchos casos son segunda y cada vez más tercera generación. Se trata de niños/as que comienzan a ser jóvenes, y jóvenes que de a poco asumen responsabilidades adultas atravesados por múltiples interpelaciones como argentinos descendientes de bolivianos. Alternan la inclusión en actividades laborales y festivas organizadas por la Colectividad y en actividades y espacios desmarcados de lo boliviano. Se encuentran masivamente incluidos en la escolaridad primaria y secundaria.

Este texto, como decía, se focaliza fundamentalmente en las expectativas y proyectos de los adultos en torno a las identificaciones de los niños/as y jóvenes, en muchos casos segundas, y cada vez más terceras generaciones. En los puntos siguientes me centro en los posicionamientos y proyecciones del primer y segundo grupo y antes de concluir adelanto algunas precisiones sobre los jóvenes.

4.1.2. La sangre y las prácticas en la tensión entre ser y seguir siendo bolivianos

Las condiciones en que la población se movilizó desde Bolivia, los procesos de estigmatización de los migrantes latinoamericanos en Argentina, la forma en que se insertan en Escobar atraviesa los proyectos colectivos. La permanencia de la referencia a Bolivia, más que asociada a una posición nostálgica, debe entenderse en este contexto como una condición de reproducción social, de acceso a posibilidades de trabajo, residencia y fortalecimiento colectivo en situaciones de gran vulnerabilidad; desde allí es posible comenzar a comprender la preocupación por la continuidad de Bolivia como referencia de las jóvenes generaciones.

Una situación inicial que considerar es que, si bien muchas actividades organizadas por la CBE convocan a todo el barrio, para participar en ciertos eventos dirigidos a los jóvenes (algunos torneos de fútbol, concurso de la reina de la belleza, entre otros) se debe probar ascendencia boliviana. En numerosas conversaciones los representantes de la CBE fueron elocuentes en los sentidos de continuidad y la atención a los descendientes:

En el 2016 el presidente (un hombre de unos 60 años) y el fiscal de la CBE, (un hombre bastante más joven) hicieron comentarios que escuché recurrentemente en los referentes de las organizaciones:

La colectividad es la casa de todos los bolivianos [...] nosotros trabajamos para la continuidad…, los valores que tengan nuestros hijos para llevar adelante la Colectividad […]. Ellos van a continuar, va a seguir, no se va a acabar […] Este año hicimos una afiliación, se incorporó a casi todos los hijos (presidente de la CBE). (El fiscal agregó) La Colectividad trabaja para los hijos y los hijos de sus hijos. Yo soy nacido acá, pero tengo sangre boliviana en las venas. Lo dijo muy claro el presidente Evo […] el boliviano es boliviano en la sangre, haya nacido afuera o acá. (Registro Diez y Novaro, 21/11/16)

La continuidad de las referencias colectivas en las jóvenes generaciones es sin duda una apuesta, pero es también una pregunta que preocupa a las organizaciones. Entre los referentes comunitarios además de las visiones taxativas de la cita anterior, me encontré con múltiples situaciones donde se plantean hasta cuándo sus hijos y nietos nacidos en Argentina seguirán siendo bolivianos, cuánto tiempo la sangre continuará operando como garantía de la continuidad identitaria del colectivo.

Además de la sangre, la pertenencia se sostiene y refuerza en innumerables saberes y prácticas asociadas a Bolivia.

En la Colectividad se explicita la expectativa de participación de los jóvenes en emprendimientos productivos y en actividades recreativas de la organización. También se registra la intención de mantener a Bolivia como referencia de los jóvenes en una iniciativa discutida hace años y que no logra concretarse en la Colectividad: la creación de una escuela boliviana en el barrio. La apuesta por la continuidad se expresa particularmente en las celebraciones, con gran evidencia en las fiestas nacionales (el Día de la Independencia de Bolivia) que se festejan año a año. El 6 de agosto en el barrio la población migrante despliega símbolos del espacio dejado que señalan la continuidad de Bolivia, pero también marca el nuevo territorio como propio y proyecta la permanencia en él (Novaro, 2019).

Estas fiestas son un momento privilegiado para registrar lo que se espera de los niños/as y los jóvenes. Las palabras del cónsul boliviano presentes en la fiesta del 2019 ilustran la intensidad con que en las celebraciones se muestra la cuestión generacional:

Muchas veces he comparado la organización con una siembra […] Tantos han sembrado en Escobar que hoy se tiene esta gran cosecha […] Pero hay que seguir sembrando y tiene que haber nuevos sembradores [...] Las nuevas generaciones tienen que valorar esta gran lucha […] Para tener una organización hay que saber elegir una buena semilla, una buena tierra, pero sobre todo hay que saber cuidar, eso es una organización […] Las autoridades pasamos, los líderes pasamos, lo que no tiene que pasar es la organización […] Nosotros somos administradores ocasionales, y tienen que venir otros, y tienen que venir otras […] En Bolivia nuevas generaciones, jóvenes […] tienen que hacerse cargo de la revolución, otros soldados que han combatido tienen que poquito a poco reiterase. (Cónsul de Bolivia, 3/8/19)

Los proyectos de continuidad están también presentes en la dinámica familiar. En principio, la fuerza de la sangre para definir la pertenencia de los sucesores se corresponde con pautas de matrimonio y procreación donde el casamiento entre paisanos parece una pauta instalada. En los diez años de trabajo de campo registré recurrentemente el casamiento entre migrantes o descendientes (concebidos estos últimos también como casamientos “entre bolivianos”); los enlaces de bolivianos y argentinos son ciertamente la excepción.

En conversaciones con la secretaria de comunicación de la Colectividad cuando le preguntamos hasta que generación se consideran bolivianos nos contestó:

En realidad, rige lo mismo que para la nacionalidad, hasta la tercera generación, la nacionalidad corre hasta los nietos […] Lo que pasa es que, si se va a Bolivia, se casa con una boliviana, y empieza de vuelta […] Se renueva siempre, porque se buscan entre ellos, se casan entre ellos. (Entrevista Diez y Novaro, 22/6/2017)

En las familias la pertenencia también busca sostenerse en la transmisión de prácticas asociadas a Bolivia. La expectativa de continuidad se advierte fuertemente en los proyectos de involucramiento de los jóvenes en el trabajo en puestos familiares en las ferias y mercados comunitarios. Se advierte también en otras prácticas; algunas, como la lengua, en forma más o menos discontinua, otras, que requieren apoyos y acompañamientos a los niños, sostenidas más regularmente (danzas, fútbol en equipos de la CBE). Se registra además en la planificación familiar de viajes a Bolivia que en el barrio son una práctica constante. Los viajes incluyen a los niños/as y jóvenes para presentarlos a los parientes o simplemente para que “conozcan de dónde vienen”. Registré también la proyección de que alguno de los hijos/as retorne a Bolivia. La dimensión generacional atraviesa el modo de experimentar y dar sentido a la movilidad entre Bolivia y Argentina. Los adultos migrantes expresan en muchos casos que desean volver, pero deciden quedarse porque sus hijos “ya están arraigados acá, a pasear no más van”. Esto se expresa en el significado de los viajes para los jóvenes, generalmente como un tránsito y un deseo de conocer, más que como un proyecto de retorno definitivo al territorio de origen familiar. Entre ellos son recurrentes expresiones como, “[…] conocer sí, pero a vivir no, para qué, todos estamos acá, allá no quedó nadie”.

En contextos familiares se registra también la preocupación porque en sus formas expresivas y comunicativas sus hijos/as mantengan la imagen de niños/as educados, asociada a Bolivia. Esto se refuerza en discursos de la Colectividad. En una de las paredes del comedor de la CBE hay un gran cartel escrito en quechua y en castellano, expresión de los mandatos morales a las jóvenes generaciones: “A nuestros hijos para sus hijos” (en castellano), “Ama sua, Ama llulla, Ama qhella” (en quechua) que en español se traduce: No seas ladrón, No seas mentiroso, No sea flojo. La preocupación por la transmisión de una forma de ser asociada a lo boliviano con atributos como ser respetuoso, trabajador, obediente, en ocasiones se fortalece en la representación del contacto con argentinos como contaminante y potencial fuente de contagio de prácticas como el robo, las drogas, el alcohol: “Mi hija se quiere ir a Bolivia de vacaciones, no sé, quizás estudie allá, acá se echan a perder los chicos” (miembro de la Colectividad, padre de una niña boliviana de once años, 2012).

El grupo de los adultos jóvenes me ha interesado especialmente, en particular de aquellos participantes activos de la CBE. He reconstruido la trayectoria biográfica de varios hombres y mujeres hijos de socios de la generación de los fundadores que ya han formado una familia propia. En ellos Bolivia es el pasado familiar, un territorio en el que algunos vivieron y otros no, pero que con distinta intensidad todos evocan. Su definición como bolivianos (hayan nacido o no en Bolivia) es recurrente. Bolivia es también referencia de sus proyectos económicos y sus prácticas culturales actuales. Expresan también reiteradas alusiones a la estabilidad o mejora de la situación económica y aspiraciones de ascenso económico en Argentina. Son desde hace algunos años el grupo que protagoniza un recambio generacional en las autoridades de la CBE, que se va haciendo cargo de los puestos de venta y de organizar festejos cívicos y religiosos. Proyectan para sus hijos (en general aún pequeños) la pertenencia a la CBE como un reaseguro económico, la transmisión de pautas de conducta e interacción asociadas a Bolivia, pero también la posibilidad de buscar otras opciones. En la charla con una de las referentes jóvenes de la CBE nos comentaba a propósito de la renovación de autoridades:

Como todo ciclo, se va acabando […] La gente si bien no reniegan de las comisiones anteriores, porque si no hubiesen estado no hubiéramos tenido nunca lo que se tuvo. Pero en la Colectividad hay gente joven que ya piensa de otra manera, van cambiando […] La gente que estaba antes era gente grande, acostumbrada a hacer las cosas de una manera. Somos otra generación. [… ellos] empezaron con lo que es la colectividad, y vos ves que dieron hasta lo último y […] después hubo un corte importante […] Hay otra que es…, la joven… creo que somos nosotros. Después de eso están nuestros hijos, pero a diferencia nuestra, nuestros hijos […] son muy contaditos los que quieran participar, […] son solamente aquellos que conocen el mercado, la actividad […] ya piensan de otra manera, o sea, van cambiando ¿viste? Hasta la forma de hablar, de expresarse, todo. Entonces es como que van buscando otros cambios nuestros hijos. (Entrevista a la misma Secretaria de Comunicación de la CBE, Diez y Novaro, 22/6/17)

Junto con el reconocimiento del legado de los fundadores de la CBE6, se registra en los adultos jóvenes la alusión a los cambios en sus hijos, pero también el interés por transmitirles la memoria de los territorios de origen, relatar la historia de donde vinieron sus familias, mantener pautas de disciplina y cuidado, sostener su inclusión en las actividades de la CBE. Los adultos jóvenes de la CBE se ubican así entre los mandatos de sus antecesores, sus experiencias y posicionamientos actuales y las proyecciones hacia sus descendientes. Sus antecesores son memoria y marcan pertenencia, su presente recupera trayectorias familiares, pero también iniciativas para incluirse aquí. Las proyecciones para sus hijos alternan en general la valoración de ese pasado con la expectativa de un futuro que comprende los cambios que experimentan.

Con matices se registra en los adultos (mayores y jóvenes), la alternancia de referencias a ser boliviano (categoría de uso social que se asocia al nacimiento, a la tradición boliviana como raíz) y alusiones a lo que provisoriamente podríamos entender a partir de la idea de seguir siendo (vinculada al nacimiento y también a numerosas prácticas). Interactúan así ideologías de herencia que refuerzan la noción de pertenencia al colectivo por ser hijo de bolivianos, y aquellas que ponen el acento en la transmisión de saberes y reproducción de prácticas asociadas a Bolivia en las nuevas generaciones.

El peso de la sangre resulta significativo en las imágenes locales. Se supone que Bolivia será en los descendientes algo significativo a partir de imágenes naturalizadas de los sujetos y la crianza: “ellos llevan a Bolivia en la sangre, son nuestros retoños” (términos reiterados en las festividades). La sangre como metáfora de relaciones sociales y pertenencia y las imágenes botánicas como retoño (de profunda significación en un colectivo que procede de zonas rurales) me han hecho pensar en percepciones biologizadas asociadas al nacimiento, el parentesco, la crianza y las identificaciones abordadas desde distintos autores en la primera parte del texto.

Para reflexionar sobre el sentido dado a las prácticas en la definición de la pertenencia recupero los trabajos centrados en el aprendizaje y la incorporación de prácticas que permiten que las nuevas generaciones se definan como participantes plenos y miembros del grupo (Lave y Wenger, 2007; Makihara, 2005; Sautchuk, 2015). Desde estos aportes es posible tener más elementos para comprender los sentidos que en Escobar se asocian al trabajo de niños y jóvenes en emprendimientos familiares, la participación en las organizaciones, los viajes, los bailes asociados al folklore boliviano, la presencia en las fiestas.

Los sentidos con que en Escobar se piensa la continuidad del colectivo a través de la sangre y las prácticas de las distintas generaciones, la adscripción a Bolivia como condición de pertenencia al grupo de parentesco y a la Colectividad me llevan a una última reflexión de este punto.

La identidad de los descendientes, con matices de acuerdo a las distintas trayectorias, aparece asociada en general a un supuesto origen familiar y colectivo en Bolivia, a la transmisión de una memoria sobre Bolivia con fuertes rasgos de idealización y esencialización. Esto parece constituir en gran medida la herencia.

Sostengo por eso que la categoría bolivianos de segunda generación, registrada reiteradas veces entre referentes de las organizaciones y padres, condensando una referencia espacial —Bolivia— y una temporal —generación—, resulta reveladora de los dilemas con los que esta población proyecta las pertenencias nacionales de los niños/as y jóvenes en relación con un territorio (Novaro, 2015).

Estos sentidos desafían las definiciones estatales de la nacionalidad, dando cuenta del modo de pensar las identificaciones de las jóvenes generaciones con cierta autonomía de las pertenencias indicadas por el Estado7. Entiendo por eso que es necesario revisar las características que en la producción europea (sobre todo en los autores citados de Francia y España) se da a la noción de segunda generación, entendida como una atribución estigmatizante y externa. Sin negar sentidos de estigmatización en ciertos contextos, entre los mismos migrantes (al menos en Escobar) la categoría Bolivianos de segunda generación se asocia a la preocupación de los adultos por la pertenencia de las nuevas generaciones y la reproducción del colectivo. Advierto por eso la necesidad de diferenciar la noción de “migrante de segunda generación” (registrada en Europa) y Boliviano de segunda generación que registro en Escobar (para aludir a aquellos nacidos en Argentina pero que se suponen parte del colectivo boliviano).

4.1.3. «Que mis hijos sean alguien en la vida»: sentidos de igualdad y diferenciación

Para ahondar aún más en la complejidad de las apuestas identitarias de la localidad es necesario advertir que la preocupación de los referentes de la CBE y familiares por que sus hijos y nietos sigan siendo bolivianos, coexiste con la apuesta familiar y colectiva por que sean alguien en la vida. Esta expresión asume significados diversos.

En la situación local es posible que los sentidos de ser alguien se vinculen al creciente desplazamiento del trabajo en la producción hortícola por las actividades comerciales y la asociación de estas actividades a la mejora de la situación económica del grupo familiar. Al respecto algunos autores hablan de una “escalera boliviana” en alusión al sistema estratificado y dinámico, de movilidad social ascendente dentro de los horticultores bolivianos (Benencia y Quaranta, 2006; Pizarro, 2007)8.

En espacios familiares, reiterados testimonios dan cuenta de la articulación de la idea de ser alguien con la expectativa de que los jóvenes se distancien de las trayectorias familiares de pobreza:

Si vos de chico le empezás a decir mirá tenés que estudiar, el día de mañana no quiero que seas como yo, que estés en una quinta. […] Aunque sea una carrera corta, pero algo que tengan [...] Yo siempre le digo (a mi hija) vos vas a estudiar y a trabajar en una empresa. (Entrevista con trabajadores quinteros, 10/5/2011)

La idea de ser alguien en la vida en contextos migratorios parece aglutinar tanto el deseo de igualdad, como de ascenso social, prestigio e integración en Argentina. Pareciera asociarse tanto a situaciones de fragmentación interna, como a proyectos conjuntos por reposicionar al colectivo boliviano frente a la subalternidad y discriminación en la nueva sociedad nacional.

Los proyectos de integración se traducen entre otras cosas en la expectativa de una escolaridad más larga que la de los antecesores (finalización de la primaria y la secundaria e inclusión en el nivel terciario-universitario).

En el mismo diálogo del 2016 con autoridades de la CBE (del que reproduje partes más arriba) su presidente expresaba:

Es diferente a vivir en Bolivia, se nota el cambio en el estilo de vida [...] yo quiero ser diferente de lo que vivió mi papá […] La diferencia se nota. El que no estudió no es lo mismo que el que estudió […] (el fiscal comenta) La educación ha abierto las puertas a la integración. (Entrevista Diez y Novaro 21/11/2016)

En sentidos semejantes se expresaron madres valorando el aliento que parientes o vecinos dieron a sus hijos/as para continuar los estudios para “que no sean como nosotros”.

4.1.4. Seguir siendo bolivianos y vivir en Argentina desde las perspectivas de los jóvenes

En las páginas anteriores me he centrado sobre todo en los testimonios y proyectos de los adultos; aquí la referencia será fundamentalmente a los jóvenes. Recupero charlas con ellos y registros de su forma de ser parte del colectivo al que son convocados desde las organizaciones y familias y, a la vez, construir y sostener otras referencias de identificación.

Los testimonios corresponden a adolescentes que cursan la escuela secundaria o la finalizaron en años recientes, generalmente viven con sus padres. Una situación a considerar es que los contextos de interacción que establecí con ellos (en la escuela o en espacios familiares y comunitarios) parecieran condicionar los posicionamientos expresados.

En espacios escolares fue claramente distinta la posición que asumían en situaciones formales de aprendizaje y en otros momentos. En las clases con frecuencia silenciaban sus referencias, o afirmaban haberse “olvidado” de sus historias familiares. En contextos más reservados de interacción en las mismas escuelas, entrevistas en grupos pequeños o individuales, diálogos con sus afines, se sentían habilitados para hablar de recuerdos, referencias familiares, sentimientos de nostalgia (sobre todo aquellos que habían vivido en Bolivia). Aludían con detalles a viajes, paisajes, parientes que viven en Bolivia, una vida más tranquila y segura allá, aunque también hablaban del “atraso de Bolivia”. Advertí que en estos espacios alternaban entre enunciarse parte y fuera del colectivo, entre hablar en términos de “nosotros los bolivianos” y de ellos (sus fiestas). En definitiva, registré momentos y situaciones diferenciales para callarse y para hablar de un pasado familiar y alternancias en sus valoraciones (Novaro, 2019).

Aquellos a quienes conocí en espacios comunitarios (reuniones en las organizaciones, fiestas, programas de radio de la CBE) expresaron posiciones ambivalentes, pero aludieron recurrentemente a su interés por mantener tradiciones familiares.

En particular me interesa el testimonio de dos chicas y un muchacho, todos integrantes de grupos de danza asociados a Bolivia (fraternidades). Las prácticas artísticas parecen representar para ellos un espacio de sociabilidad y, a su manera, posiblemente de seguir siendo parte del colectivo. Sus testimonios dan cuenta de que en las danzas recuperan prácticas sostenidas por sus familias de las que participaron en la infancia y, siendo ya jóvenes, se incluyeron por su propia cuenta en nuevos estilos y géneros dancísticos asociados a Bolivia; sus familias por lo general apoyan y acompañan estas decisiones.

En un texto reciente he trabajado como en la localidad la cuestión generacional distingue las llamadas danzas de comunidad de las danzas folklóricas. Las primeras se originan en zonas rurales andinas fuertemente asociadas al culto a la tierra y rituales propiciatorios de la siembra; en las fiestas locales son ejecutadas, en general, por adultos mayores, incluyendo en ocasiones algunos niños. Los grupos folklóricos en particular los Caporales, los Tinkus, y el Salay son muy populares entre la juventud, requieren una gran resistencia; además de mostrarse en las fiestas del barrio se bailan en reiteradas ocasiones fuera del colectivo de migrantes, por ejemplo, en fiestas patrias argentinas (Novaro, 2020).

Se advierte así que la continuidad de lo boliviano se da junto con innovaciones que el colectivo considera legítimas. También que el haber participado de experiencias artísticas en su primera infancia es recuperado en los testimonios de los jóvenes como un hito que los impulsó a no perder las raíces, no olvidar de donde vienen sus familias.

En definitiva, las charlas y el registro de interacciones de los jóvenes en contextos comunitarios y escolares dan cuenta de un uso selectivo y contextual de sus identificaciones. El registro de sus olvidos y silencios de las trayectorias familiares, de la omisión a Bolivia sobre todo en situaciones escolares formales hace necesario plantear una pregunta en torno a la cual debemos seguir indagando: ¿estos silencios y omisiones pueden interpretarse como resistencias al mandato adulto de seguir siendo? Por otro lado, se registra su involucramiento en proyectos productivos familiares, su alta participación en contextos recreativos y festivos, la fortaleza de los lazos de amistad entre bolivianos e hijos de bolivianos. En referencia a esto la pregunta es si el tránsito por estos espacios y el despliegue de estas prácticas y relaciones es vivido o no como una señal de pertenencia al colectivo boliviano. En cualquier caso, es evidente que en ellos se registra en general la simultaneidad de la recuperación de las raíces, de un pasado familiar (el origen puesto en lo que los mayores les quieren transmitir) y el deseo de inclusión y permanencia en Argentina. En este sentido puede resultar interesante recurrir a autores que destacan el carácter variado y polivalente de las experiencias juveniles en contextos de migración (Franzé, Jociles y Poveda, 2011).

La puesta en relación de discursos y prácticas de adultos mayores, adultos jóvenes y jóvenes nos invita a pensar en la pertinencia de la noción de contemporaneidad, en la simultaneidad (en términos de Lecardi y Feixas, 2011) y el carácter relacional de las posiciones que asumen jóvenes y adultos y las pertenencias con las que se identifican; también habla de la riqueza y heterogeneidad de los mandatos de los antecesores y las posiciones de cercanía y distancia que los sucesores asumen con respecto a ellos.

5. Reflexiones finales

Se advierte en Escobar que Bolivia está presente en los proyectos pasados y presentes de los adultos y los jóvenes. Esta presencia de Bolivia como referencia de origen e interpelación actual se experimenta de modo diferencial en las distintas generaciones. En los adultos está presente como referencia con la que se identifican claramente, pero que además proyectan hacia sus descendientes. En los y las jóvenes se registra tanto el peso de los mandatos adultos, como su lugar activo y creativo frente a ellos.

La continuidad del colectivo boliviano se afirma entre los adultos en los sentidos dados a la sangre (ser hijo o nieto de bolivianos) y un tipo particular de crianza que implica la reproducción en los niños y jóvenes de ciertas prácticas.

Las trayectorias y testimonios de adultos y jóvenes muestran de qué modo coexisten mandatos por seguir siendo y ser alguien. De este modo la proyección de identificaciones incluye aspectos que a primera vista parecen contrastantes: entre los mismos términos seguir siendo y ser alguien, entre la adscripción y valoración alternada a Bolivia y a Argentina. Pero en muchas situaciones más que contrastes parece tratarse de la expresión de múltiples referencias que coexisten en simultaneidad y complementación. Seguir siendo refiere a imágenes pasadas y presentes de una tradición cultural y formas de ser y comunicarse que se proyecta en los niños y jóvenes. Ser alguien a expectativas de distanciarse y romper un pasado (y en muchos casos también un presente) de pobreza y subalternidad e incluirse en condiciones de mayor igualdad en Argentina.

Me interesa detenerme brevemente en los sentidos de seguir siendo. En los adultos de la CBE advierto cómo la categoría Bolivianos de segunda generación aparece asociada a la preocupación porque las nuevas generaciones crezcan en las disposiciones que han heredado (en términos de Manheim, 1993), porque aprendan y se incorporen a prácticas que los definan como participantes plenos y miembros del grupo (Lave y Wenger, 2007), por garantizar los procesos de sucesión y regeneración en el amplio sentido de la palabra. La atención a los usos que la población boliviana da a esta categoría plantea la necesidad de pensar la noción de segunda generación tanto en su componente de identidades naturalizadas, como en su sentido de resistencia a identidades impuestas.

La fuerza del proyecto familiar y colectivo por seguir siendo y porque sus hijos y los hijos de sus hijos se sigan referenciando en Bolivia invita a discutir con la asociación que algunos autores plantean entre la noción de segunda generación, procesos de marcación y clasificación desde lógicas estatales y discriminatorias.

Discutir no implica negar la pertinencia de esta asociación, sino señalar la necesidad de incluir otras significaciones que permitan comprender esta noción como parte de un proyecto conjunto de continuidad. Ser boliviano habiendo o no nacido en Bolivia aparece como condición de pertenencia a la familia y la Colectividad y en este punto desborda ampliamente la significación estatal del término y se asocia a sentidos de reproducción conjunta.

En definitiva, la crítica sociológica a la noción de segunda generación desde estudios europeos que ponen énfasis en su contenido de marcación sin duda señala aspectos presentes en Escobar. Sin embargo a partir de la reconstrucción de su uso social afirmo la necesidad de reparar en su riqueza para atender a la creatividad del colectivo en un contexto de movilidad, subalternidad y discriminación que desafía las posibilidades de transmisión generacional.

Si bien las reflexiones del texto se centran en las proyecciones de los adultos sobre los descendientes he incluido también testimonios y experiencias de los jóvenes. Resulta necesario atender a la simultaneidad con que en ellos se expresan distintas adscripciones nacionales y su agencia para ubicarse entre distintos mandatos y generar nuevos posicionamientos y relaciones. Numerosas situaciones de interacción permiten pensar en un uso selectivo y contextual de sus identificaciones, la alternancia de momentos donde se suman y se distancian del proyecto de los adultos.

En los jóvenes las tensiones y complementaciones entre seguir siendo y ser alguien parecieran estar presentes en su involucramiento en actividades generadas por sus padres entre allá y acá, en el modo en que, en contextos escolares, recuerdan y olvidan. En ellos lo boliviano parece ser uno más de los múltiples aspectos que configuran sus identificaciones. Sus testimonios invitan a pensar su posicionamiento atravesado por los mandatos adultos, pero también por la resignificación de sus herencias para construir sus propias formas de representar el pasado, vivir el presente y proyectar su futuro.

Es importante tener en cuenta el contexto general donde estos procesos se despliegan. En la Argentina, el marco legal migratorio y educativo que se instala en los primeros años del 2000, parece alentar cierta continuidad en las identificaciones, o al menos no propiciar la ruptura de los jóvenes con la historia familiar.

Casi veinte años después, el reforzamiento de la imagen de la movilidad como peligrosa y el cierre de fronteras que la pandemia impuso seguramente impactará en los que hoy son jóvenes y se definen simultáneamente como bolivianos y como argentinos. Impactará sin duda en tanto situación que permite u obtura que encuentren y habiten un territorio propicio para sostener y resignificar prácticas familiares y comunitarias; en definitiva, para expresar y visibilizar quienes están condicionados a ser por los adultos, quienes sienten que son y quienes desean ser.

Como investigadores y como educadores estamos frente al desafío de construir espacios que cuiden su derecho a construir y sostener sus propias identificaciones, tomando el mandato de quienes los antecedieron, afirmando un presente distinto del que aquellos han vivido y proyectando un futuro que, como adultos (con nuestras incertidumbres de siempre, pero acrecentadas en el contexto mundial del 2020), nosotros apenas podemos imaginar.

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