La movilidad académica se ha entendido como parte de la carrera científica, de tal forma que se considera una oportunidad para mejorar el currículum académico, establecer nuevas redes de cooperación o realizar investigación en medios académicos diferentes (Pellens, 2012; Appelt, van Beuzekom, Galindo-Rueda y Pinho, 2015). De hecho, las carreras académicas están, de forma creciente, asociadas a la movilidad internacional (Beaverstock, 2010), hasta el punto de que una experiencia internacional es necesaria para obtener ciertos puestos en algunas universidades o centros de investigación (Ackers, 2005; Morano-Foadi, 2005). Sin embargo, a diferencia del gran número de estudios que abordan la movilidad internacional de estudiantes (por ejemplo, King, 2012; Van Mol y Timmerman, 2014), la literatura ha prestado relativamente poca atención a la movilidad internacional de profesores universitarios e investigadores (Pásztor, 2015; Czaika y Toma, 2017). En este sentido, este artículo cubre una temática poco trabajada en la literatura científica y analiza estos movimientos que, en algunos casos, comienzan como una movilidad académica temporal de duración determinada y finalmente se traducen en migración permanente (King y Conti, 2013; Mendoza, Staniscia y Ortiz, 2019). En concreto, desde una perspectiva comparativa, se analiza los motivos de migración y las trayectorias laborales de dos grupos de académicos: los latinoamericanos que trabajan en universidades y centros de investigación españoles, y los nacionales de España e Italia que trabajan en México.
Los países más atractivos para los académicos y científicos son aquellos que se caracterizan por una alta inversión en I+D+I y, en consecuencia, con mejores recursos para investigación (Williams y Baláž, 2008). Durante las últimas décadas del siglo pasado, las áreas más atractivas fueron Estados Unidos y algunos países de la Europa central (Gran Bretaña, Alemania, Francia), que recibían dos tercios del conjunto de académicos migrantes (Czaika y Orazbayev, 2018). Estas zonas han reducido su importancia relativa, a nivel global, en cuanto a recepción de “talento académico”, dada la emergencia de nuevos destinos en el considerado Sur Global (por ejemplo, algunos países de Asia meridional o América Latina), cuyas academias han aumentado su capacidad de atracción (Czaika y Orazbayev, 2018). De hecho, se espera que, al aumentar el peso de las economías emergentes en el futuro, se den nuevas demandas en el sector académico (Lee y Kuzhabekova, 2018).
A pesar de la creciente internacionalización de currículos e itinerarios formativos a nivel mundial (Ackers, 2005), la migración académica se mueve dentro de canales institucionales bien establecidos, que, a su vez, se rigen por normativas de carácter nacional, local o incluso de las propias universidades. En este sentido, la academia del sur de Europa se caracteriza, en gran medida, por estructuras de corte funcionarial, condiciones de trabajo difíciles, bajos salarios, déficits crónicos en inversión pública en investigación, así como por una competencia desleal a la hora de acceder a puestos de trabajo en universidades o centros de investigación. Todo ello afecta negativamente a las perspectivas de empleo, especialmente en el caso de las personas que se encuentran en las primeras etapas de su carrera académica (Galan y Agasisti, 2014; Ganga et al., 2016).
En el caso de México, las universidades cuentan con gran autonomía para definir los perfiles académicos necesarios para sus respectivos departamentos, aunque dependan, en última instancia, del presupuesto federal o estatal. El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) gestiona directamente una vasta red de centros públicos de investigación en todo el país y es responsable de la promoción de la investigación a través de programas específicos (Izquierdo, 2015; Pedone e Izquierdo, 2018).
En términos conceptuales, el artículo introduce algunos matices en el debate sobre la “fuga de cerebros” que subyace a la discusión sobre la movilidad académica. El modelo de fuga de cerebros se ha utilizado generalmente para analizar el flujo de trabajadores cualificados de países menos desarrollados a aquellos con un mejor nivel de vida (Favell, Feldblum y Smith, 2006; Chiswick, 2011), de modo que implica la pérdida permanente de profesionales altamente cualificados y comporta un impacto negativo en los países de origen (Cervantes y Guellec, 2002). Sin embargo, en lo que respecta al sector académico, algunos autores sostienen que el flujo unidireccional sugerido en este modelo no es adecuado para la naturaleza inherente de la actividad académica (por ejemplo, Ackers y Gill, 2008). Como se verá posteriormente, la literatura ha propuesto una amplia variedad de conceptos alternativos, como “circulación de cerebros/talentos”, que hacen referencia a flujos frecuentes de movilidad multidireccionales entre los académicos en un mundo cada vez más integrado (Fratesi, 2014; Jöns, 2015).
Teniendo en cuenta la discusión anterior, este artículo, en primer lugar, explora las razones de migración de dos grupos de académicos (españoles e italianos en México y latinoamericanos en España), con el fin de analizar el papel de las razones profesionales y personales en la toma de decisiones migratorias por parte de los dos colectivos de estudio. De esta manera, se cuestiona el presupuesto de que la movilidad académica se realiza exclusivamente de cara a progresar en la carrera universitaria, dado que posiblemente los motivos para migrar puedan estar relacionados con la falta de perspectivas laborales en sus lugares de origen. En segundo lugar, el artículo analiza las trayectorias laborales de estos dos grupos de académicos en la academia española y mexicana, respectivamente. También, al realizar este análisis, se cuestiona otro de los supuestos de la literatura científica que mayormente relaciona la movilidad académica de investigadores y profesores con estancias de corta duración y no con migración permanente (Dervin, 2011). Este último es el perfil de nuestros entrevistados, ya que, tanto en México como en España, los dos colectivos de estudio han decidido continuar su carrera académica en otro país de forma permanente. No obstante, en el caso de muchos latinoamericanos entrevistados en España, dada las dificultades por obtener una plaza permanente, es más un deseo de permanencia que una realidad. Además, el hecho de que se haya escogido estos dos países (España y México) amplía la perspectiva de análisis, en el sentido que la literatura se ha centrado mayormente en los desplazamientos a los países considerados punteros en ciencia e investigación (Estados Unidos y países de Europa central) y no en países que podríamos considerar “periféricos”, desde el punto del avance científico. Como argumento de fondo, se encuentra la discusión sobre si los grupos estudiados responden a una “migración del conocimiento”, a partir de canales institucionales diseñados para ello, o son más bien “migrantes cualificados” que abandonan su país de origen ante la falta de perspectivas laborales o los bajos salarios.
Con esos objetivos, en el próximo apartado, el artículo realiza una revisión teórica de las principales líneas de discusión en la literatura con relación a la movilidad y migración de científicos y académicos. Posteriormente, se detalla una sección metodológica que es de especial relevancia para este artículo, dado el carácter comparativo del mismo. Aquí se especifica que la metodología y el grupo de investigación son comunes en México y en España, y se describe brevemente los colectivos de estudio. A continuación, el artículo cuenta con dos secciones de análisis de resultados. En el primer apartado, se analiza la carrera académica de los entrevistados en el momento de migración. Se observa que, a pesar de migrar a edades parecidas, los entrevistados latinoamericanos se encuentran en momentos anteriores de su carrera académica, siendo la migración a España motivada, en un amplio número, por la realización de estudios de doctorado. No es el caso de los españoles e italianos que se desplazan a México, en su amplia mayoría, para incorporarse al mercado académico del país americano. En el segundo apartado de resultados, se examina las trayectorias académicas de los entrevistados en su país de destino, y se compara la progresión laboral de ambos colectivos en la academia mexicana y española respectivamente. A diferencia de los europeos del sur que tienen una opinión muy positiva de su entorno de trabajo y sobre las oportunidades de investigación que brindan las universidades y centros de investigación mexicanos, los latinoamericanos en España se encuentran, en su gran mayoría, en puestos de trabajos temporales y con opciones limitadas de investigación. El documento termina con algunas observaciones finales.
La movilidad de profesores e investigadores universitarios ha sido relativamente poco estudiada, especialmente comparada con la abundante literatura sobre movilidad de estudiantes (Pásztor, 2015; Czaika y Toma, 2017). La migración permanente de académicos, incluso, ha sido incluso menos abordada (Jöns, 2007; Dervin, 2011). La realidad es que la división entre movilidad y migración académicas es, en algunos casos, difusa y que muchas movilidades temporales acaban en migraciones permanentes (King y Conti, 2013; Czaika y Toma, 2017). Aunque las motivaciones para la migración académica son variadas, desde la búsqueda de mejores oportunidades profesionales hasta el deseo de una experiencia académica en el extranjero, se podría delimitar dos líneas principales de investigación en la literatura sobre los factores que más impulsan la movilidad y la migración de académicos, una centrada en causas socioeconómicas y otra en factores más intangibles.
Los principales enfoques teóricos que subrayan las causas socioeconómicas en la movilidad de los investigadores científicos se han agrupado en aquellos que hacen hincapié en el papel de los factores macroeconómicos vinculados a los contextos de origen y destino (por ejemplo, diferencias en las condiciones económicas o estructuras organizativas de las academias de los países de origen/destino; Labrianidis, 2014; Lee y Kuzhabekova, 2018) y los que ponen el énfasis en aspectos “micro”, relacionados con la decisión personal del investigador o científico (por ejemplo, mejoras salariales o disponibilidad de promoción académica a medio plazo; Auriol, Misu y Freeman, 2013; Børing, Flanagan, Gagliardi, Kaloudis y Karakasidou, 2015). En las economías avanzadas, además, hay un excedente de doctores que crea un entorno académico muy competitivo, pudiendo ser que ello se traduzca en precariedad laboral e insatisfacción en el puesto académico, por ejemplo, debido a altas cargas docentes o mucha competencia para los recursos (escasos) de investigación (Galan y Agasisti, 2014; Ganga et al., 2016).
Entre los factores menos tangibles a la hora de entender la movilidad académica, la literatura ha destacado, entre otros, la posibilidad de mejorar la carrera académica y su visibilidad, a través de la movilidad (Pellens, 2012; Fernández-Zubieta, Geuna y Lawson, 2015); una tendencia mayor entre los académicos a realizar un cambio de vida, relacionado con un supuesto anhelo de mayores conocimientos de otros pueblos y culturas (Lee y Kuzhabekova, 2018); la oportunidad de adquirir capital social, cultural y simbólico a través de la adquisición de nuevas habilidades y competencias, así como la creación de redes y mejoras en términos de reputación (también conocido como “capital de movilidad”; Bauder, Hannan y Lujan, 2017); mayor acceso a redes y financiación internacionales de investigación (Cañibano, Otamendi y Andújar, 2008; Pellens, 2012); así como un marco institucional que facilita el acceso a visados, permisos de residencia e incluso a la adquisición de una nueva ciudadanía (Bauder, Lujan y Hannan, 2018).
Desde otra perspectiva de análisis, la migración de los profesores e investigadores universitarios se podría también entender desde el enfoque de la migración calificada y, particularmente, a partir de la discusión de la “fuga de cerebros” (Aupetit y Gérard, 2009; Børing et al., 2015; Montanari y Staniscia, 2016). El debate académico sobre la fuga de cerebros se ha centrado en los riesgos que conlleva la migración de profesionales cualificados en términos de pérdida de capital humano en los países de origen y la disponibilidad de oportunidades en los países de destino (Koser y Salt, 1997; Czaika y Orazbayev, 2018). Estos supuestos se podrían aplicar, sin duda, a la pérdida de capital humano que representa la migración académica. Sin embargo, más recientemente, se ha postulado el concepto de “intercambio o circulación de cerebros”, para explicar un intercambio más equitativo de personal cualificado, especialmente entre países con mayores niveles de desarrollo (Thorn y Holm-Nielsen, 2008; Pellegrino, 2001). La circulación de cerebros subraya que los flujos de movilidad altamente cualificados no son unidireccionales ni permanentes, y también se prevé la posibilidad de regresar al origen, de tal manera que se genere y favorezca la circulación de ideas, conocimientos y experiencias (Lowell y Findlay, 2002; Appelt et al., 2015).
Los patrones de migración internacional de académicos no han sido ampliamente estudiados en México, aunque se dan algunas investigaciones relevantes. Así, Castaños Rodríguez (2011) e Izquierdo (2015), en sus estudios sobre extranjeros en universidades mexicanas, concluyen que la academia mexicana está relativamente abierta a las personas procedentes de otros países. Por su parte, Pedone e Izquierdo (2018), quienes analizan el impacto de dos programas de movilidad diseñados para atraer académicos a México y Ecuador, concluyen que la movilidad académica responde principalmente a las difíciles condiciones de trabajo en los países de origen, más que al atractivo de los programas específicos establecidos en América Latina para promover la internacionalización de la educación superior. De forma parecida, Mendoza et al. (2019), en su estudio sobre movilidad y migración de profesores e investigadores universitarios a México, concluyeron que el desplazamiento fue motivado por las faltas de perspectivas en la academia en los países de origen.
En el caso del sur de Europa, no existen trabajos sobre inmigración de académicos, más bien, ha habido investigaciones que han puesto el énfasis en la emigración de este colectivo. De hecho, la literatura ha puesto de manifiesto que los países del sur de Europa, en general, cuentan con una oferta de trabajadores con altos niveles de educación superior, pero con mercados de trabajo incapaces de crear puestos de trabajo suficientes para esa oferta. Como consecuencia, los universitarios son “expulsados” de sus países de origen y “atraídos” por los países que tienen unas mejores perspectivas laborales (Labrianidis, 2014; Domínguez-Mújica, Díaz-Hernández y Parreño-Castellano, 2016). En este contexto, se ha acuñado el concepto de “exceso de cerebros” (brain overflow), para subrayar que muchos países no pueden absorber los trabajadores cualificados que generan, los cuales se ven obligados a emigrar a otros países (Baldwin, 1970; Baláž y Williams, 2002). La academia no es una excepción y se ha observado una gran dificultad para obtener posiciones permanentes en la misma, lo cual se ha visto como una razón para emigrar de los países del sur de Europa (Brandi, Avveduto y Cerbara, 2011; Labrianidis, 2014). Esta emigración se ha entendido por condiciones sistémicas, como la gerontocracia o la ausencia de meritocracia en las instituciones académicas (Hadjimichalis, 2011; King y Conti, 2013), que impulsan a los académicos a “huir” a países donde sus capacidades son mejor reconocidas y valoradas (Morano-Foadi, 2005; King et al., 2014).
De esta manera, es posible que la migración académica responda menos a condiciones específicas del sector y más a tendencias amplias en las condiciones laborales de los países del sur de Europa que se traducen en una gran precariedad laboral (Domínguez-Mújica et al., 2016; Montanari y Staniscia, 2017). Sin embargo, en lugar de “migrantes económicos”, las personas que se mueven dentro de la academia han sido generalmente consideradas como “migrantes del conocimiento” o “migrantes de talento” (Ackers y Gill, 2008; Ganga et al., 2016), ya que la literatura rara vez adopta una perspectiva del mercado laboral al analizar la movilidad académica (Bauder, 2015). Bajo esta última perspectiva de análisis, la teoría del capital humano que postula que la migración es motivada por la maximización de los rendimientos invertidos en capital humano (Graves y Mueser, 1993; Chiswick, 2011) podría ser de interés para entender los flujos de académicos. Los europeos del sur, en este sentido, ante el panorama de precarización laboral para los graduados universitarios, podrían buscar condiciones laborales más estables en la academia mexicana. Los latinoamericanos, por su parte, podrían anhelar mejores salarios o la disponibilidad de mayores recursos para investigación en España. Para ambos colectivos, quizá la movilidad es también una oportunidad para adquirir capital social, cultural o simbólico, por ejemplo, a través de la creación de redes o en términos de reputación académica (Bahna, 2018; Prazeres, 2018). El próximo apartado especifica la metodología del proyecto de investigación y detalla las características de los dos grupos de estudio.
Este artículo se basa en dos trabajos de campo con inmigrantes de alta cualificación, entendidas como personas que cuentan con estudios superiores, que residían de forma permanente en México y España respectivamente. La metodología de ambos trabajos de campo, que fue común y realizada por el mismo equipo de investigación1, consistió en entrevistas semiestructuradas con dichos inmigrantes. Las entrevistas, por tanto, tuvieron la misma estructura, siendo igualmente la forma de contactar a los entrevistados a través de la técnica de bola de nieve. El guion de entrevista se estructuró a partir de tres líneas temáticas: trabajo, inserción social y perspectiva geográfica. Las entrevistas, que duraron en promedio una hora, propiciaron el debate sobre las razones de la migración, los mercados laborales, las intenciones de permanecer en el país de destino, las experiencias cotidianas (por ejemplo, calidad de vida, espacios cotidianos) y sobre los vínculos con los países de origen de los entrevistados. Se aseguró a los participantes que la información facilitada sería tratada confidencialmente, por lo que, en este artículo, se usan pseudónimos.
El trabajo de campo en ambos países no se centró exclusivamente en los académicos. En el caso de México, se realizaron un total de 129 entrevistas con inmigrantes españoles e italianos altamente cualificados en cuatro ciudades mexicanas (Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey y Puebla) entre junio 2014 y septiembre 2015. De estos, 25 se desempeñaban como profesores e investigadores académicos (un 20% aproximadamente). Se trató de una muestra no representativa, en la que no obstante se buscó que hubiera diferentes tipos de inmigrantes cualificados (académicos, expatriados de transnacionales, empresarios y trabajadores por cuenta propia, y personal técnico y directivo de empresas privadas no expatriados) y que se diera una paridad por género. La mayoría de las entrevistas se llevaron a cabo en los lugares de trabajo de los entrevistados, aunque algunas se llevaron a cabo en sus casas o en cafés. Con respecto a los académicos, la mayoría de los entrevistados que procedía de España contaba con un doctorado (16 de los 25) antes de la migración a México; unos estudios que se reflejan en la posición permanente conseguida en la academia mexicana (20 de 25 tenían contratos indefinidos; cuadro 1). Finalmente, una parte significativa de este grupo (14 de 25) había tenido una experiencia de movilidad internacional previa a la migración a México, lo que sugiere que, en general, los participantes entrevistados contaban con carreras académicas sólidas.
En el caso de España, y a partir de la experiencia anterior, el trabajo de campo se centró concretamente en dos grupos concretos de inmigrantes de alta cualificación: técnicos y gerentes de empresas transnacionales y académicos de origen latinoamericano. El trabajo de campo se desarrolló entre diciembre 2020 y febrero 2021. Debido a las restricciones impuestas por la crisis sanitaria del COVID-19, la mayoría de las entrevistas se realizaron a través de Skype o Zoom, salvo algunas excepciones que se llevaron a cabo en las universidades o centros de investigación de los entrevistados. Se realizó un total de 45 entrevistas (25 a técnicos y gerentes y 20 a académicos) en Madrid y Barcelona. Se buscó que hubiera paridad de género, pero no tanto de ciudad de residencia, puesto que la comparativa no era tanto entre ciudades en el destino, sino entre académicos en México y en España, aunque finalmente no se vieron diferencias sustanciales por género, en cuanto a inserción laboral, ni en España ni en México, quizá por el hecho de que se trata de una muestra no representativa. A diferencia de sus pares en México, los académicos latinoamericanos que proceden de varios países del subcontinente (cuadro 1) no contaban con un doctorado al llegar a España, lo cual no se debe interpretar como que se encontraban en un momento anterior a su carrera, sino relacionarse con el hecho que el sistema universitario de estos países es más dilatado en el tiempo y no existe una separación tan brusca entre períodos de formación e inserción laboral entre los académicos en América Latina. Como veremos posteriormente, la mayoría de los entrevistados nacidos en América Latina contaban con experiencia de investigación o laboral, previa a la migración. De esta forma, la edad media a la migración de ambos colectivos es parecida: 32 años. En este artículo, se incluye además de los académicos en activo, tres personas que, en el momento de la entrevista, habían abandonado la universidad española para incorporarse al mundo de la empresa, pero cuya trayectoria laboral había transcurrido mayormente en la academia (véase cuadro 1).
Españoles/italianos en México | Latinoamericanos en España | |
---|---|---|
Sexo | ||
Mujeres | 10 | 12 |
Hombres | 15 | 8 |
Edad (entrevista) | ||
30 y menos | 2 | 1 |
31-40 | 12 | 10 |
41-50 | 9 | 6 |
Más de 50 | 2 | 3 |
País de nacimiento | España, 21 Italia, 4 | Colombia, 6 Argentina, 4 Ecuador, 3 Chile, 2 México, 2 Cuba, 1 Uruguay, 1 El Salvador, 1 |
Lugar de residencia | Ciudad de México, 7 Guadalajara, 9 Monterrey, 7 Puebla, 2 | Barcelona, 17 Madrid, 3 |
Año de llegada a México/España | ||
Antes 2000 | 5 | 2 |
2000-08 (pre-crisis) | 11 | 12 |
2009-15 (MX) / 2009-20 (E) | 9 | 6 |
Posición actual | ||
Contrato permanente | 20 | 4 |
Contrato temporal | 5 | 13 |
Trabajo fuera de la academia | 3 | |
Universidad/centro investigación | ||
Público | 13 | 12 |
Privado | 12 | 4 |
Fuera academia | 3 | |
N | 25 | 20 |
Los datos se analizaron mediante un método de análisis de contenido que consistió en varias fases. En primer lugar, se definieron los códigos. Dado que las entrevistas fueron realizadas por el mismo equipo de investigación, fue relativamente fácil definir y clasificar códigos de acuerdo con las secciones de entrevistas. En segundo lugar, se etiquetaron las entrevistas y se agruparon los extractos en diferentes temas. Por último, una lectura y un análisis sistemáticos de esta información permitieron la abstracción y la selección de citas pertinentes para ilustrar las principales líneas de análisis y argumentación.
La principal diferencia entre los dos grupos analizados radica en el momento de la carrera académica en el que se encontraban los entrevistados a la hora de decidir la migración internacional. En el caso de los latinoamericanos, el proceso migratorio está relacionado con la continuación de los estudios en España. De esta manera, con la excepción de una persona que realizó estudios de doctorado en Francia, 19 de 20 entrevistados realizaron estudios de posgrado en España. Cabe destacar, sin embargo, que la migración a España “solo” fue por estudios en el caso de 17, puesto que dos más, en realidad, migraron por cuestiones personales y la decisión de estudiar un posgrado fue posterior a su llegada. Esta situación es diametralmente opuesta al grupo entrevistado en México, donde solo tres de los entrevistados realizaron estudios de posgrado en el país azteca y el motivo de migración fue mayoritariamente la inserción laboral en una universidad o centro de investigación en el país, ya sea a través de programas de intercambio o directamente gracias a un contrato laboral.
Con otras palabras, para los latinoamericanos en España, la migración se relaciona, en general, con un período formativo y para los europeos del sur de Europa en México, la migración está relacionada con la inserción laboral en el mundo académico del país americano. Se podría pensar que la razón de ello es la diferencia de edad entre los dos grupos y que, por tanto, se encuentran en momentos vitales distintos, lo cual, como se puede observar en el cuadro 1, no es así: ambos grupos tienen perfiles etarios similares en el momento de la entrevista y el tiempo de estancia en los países de destino no difiere de forma notable entre los dos colectivos de estudio. La razón de que se encuentren en dos momentos distintos en las carreras académicas en el momento de migración responde a factores relacionados con las características institucionales de las propias academias mexicana/española y con los proyectos de vida de los entrevistados.
Con respecto a las características institucionales, los procesos formativos en América Latina son más extendidos, siendo normal que los alumnos de licenciatura se incorporen en tareas de apoyo académico o de investigación durante sus estudios. Así, no existe una separación brusca entre formación e inserción laboral, que sí se observa mayormente entre los europeos del sur, cuya actividad de investigación y docencia es más limitada durante la carrera y, en todo caso, se desarrolla en momentos más avanzados de la carrera académica, particularmente, cuando están realizando el doctorado. Esta opinión la resume de forma muy gráfica la siguiente entrevistada, una persona de nacionalidad ecuatoriana que se sorprendió del bajo nivel de discusión en su programa de doctorado en España:
Mi experiencia en España fue muy mala. Venía de años muy intensos en mi universidad. Éramos un grupo de estudiantes becados de toda el área andina. Era un momento de ebullición política e ideológica en Latinoamérica. Fueron años muy interesantes de leer muy profundamente, de discutir, de estar todo el día apasionados trabajando colectivamente construyendo ideas, proyectos políticos […] Espacios académicos de mucho rigor y, al mismo tiempo, mucho vínculo entre profesores, entre estudiantes, de reciprocidad y de aprendizaje mutuo [...]. Y entonces mi aterrizaje en España fue en un departamento de antropología relativamente nuevo, donde la mayoría de mis compañeros que empezaban el doctorado venían de derecho y de enfermería y solo querían obtener el doctorado porque les venía bien, como un trámite ¿me explico? (Marisa, 45, Ecuador, 16 años en Europa, Barcelona)2
En cambio, los entrevistados del sur de Europa fueron básicamente alumnos que transitaron, desde el grado al doctorado, en una carrera lineal y aparentemente bien diseñada, antes de su llegada a México, de tal forma que, a los treinta años, la mayoría de ellos ya eran doctores. Esta situación no se da en ninguno de los latinoamericanos académicos en España. El caso de Christian sintetiza perfectamente este tipo de carrera académica. Aunque en algún momento colaboró en algún proyecto de investigación en España, tenía concluido el doctorado a los treinta años.
Llegué a México, a un centro de investigación, una vez acabé el doctorado en Inglaterra. La verdad es que, durante cuatro años, me dediqué exclusivamente al doctorado. Cuando faltaban unos seis meses para acabar, me empecé a plantear qué sería de mi vida. La idea de regresar a España no la vi muy factible, en parte, porque me había desconectado de la academia española en mis años en Londres. Así que empecé a buscar, y gracias a contactos, supe de una oferta laboral en México y para allí me fui. En principio, pensé que estaría unos seis meses, que publicaría mi tesis y me volvería a Europa, pero ya llevo más de 20 años en México. (Christian, 51, España, 21 años en México, Ciudad de México)
La formación de familia y la emancipación del hogar se da a edades más tempranas entre los entrevistados latinoamericanos, de modo que la migración a España en muchos casos se produce en pareja. Esta situación no es tan frecuente entre los españoles e italianos entrevistados en México. De nuevo, estamos ante dos perfiles vitales diferenciados, dado que los europeos inician el proceso de formación de familia a edades más tardías. Para este último colectivo, la adolescencia, en cierta manera, se alarga hasta los 30 años, cuando se considera finalizado el proceso formativo y se inicia la entrada en el mercado laboral. Las estadísticas, en este sentido, avalan que la edad de emancipación de los europeos del sur se ubica entre las más elevadas de la Unión Europea (30,1 años en el caso de Italia; y 29,5 en el de España para el año 2019, Eurostat, 2021), superior a la de cualquier país latinoamericano (por ejemplo, comparada con los 25 años de Brasil o los 27 de Colombia). A modo de ilustración, Miguel que vivía en pareja en Bogotá nos explica cómo fue su proceso migratorio:
Me gradué en el 2009 de la licenciatura y empecé a hacer un máster en Colombia. Mi pareja tuvo la oportunidad de venir a España, le salió una beca en Barcelona y, un poco por estar con ella, y también viendo que en Colombia el máster que estaba haciendo en verdad era bastante costoso y no me estaba aportando mucho, decidí, en vez de gastarme el dinero allí, traérmelo para aquí y arriesgarme un poco a probar suerte. Y… nada, me vine así a estudiar, sin beca ni nada, teniendo pues la garantía de que mi pareja tenía la beca esta y… digamos que podía mantenerme un poco ahí mientras buscaba, y entonces empecé hacer un máster aquí en química avanzada y luego lo empalmé con el doctorado. (Miguel, 37, Colombia, 11 años en Barcelona)
Un tema no menor que surge de modo reiterativo en las entrevistas es la valoración de los estudios realizados anteriormente a la migración por parte de las respectivas academias. Así, para los europeos del sur, el hecho de contar con doctorados cursados en Europa es muy valorado por las universidades y centros de investigación en México y, en general, se observa una inserción laboral en el país exenta de conflictos. El caso de Daniela, una italiana que trabaja en una universidad privada en Guadalajara ejemplifica este punto:
Mi director de tesis, en Italia, me comentó que buscaban profesores en Guadalajara. La verdad es que siempre he tenido mucha confianza en ese profesor y mandé mi CV. Tuve varias entrevistas por Skype y después me pagaron un viaje para una última entrevista y que conociera Guadalajara y viera si me gustaba la ciudad [...]. Vine y dije OK. La verdad es que quería trabajar en otro país [...]. Para ser honesta, estaba viendo ir a Australia. México no estaba en mis planes. Pero, una vez aquí, valoro mucho, cómo decirlo, el “human touch”. Es un país muy bonito [...]. Me ofrecieron un contrato de un año como profesora visitante y empecé a trabajar. Después, vino un segundo contrato y ya decidí quedarme. Ahora mi contrato es indefinido. (Isabella, 36, Italia, tres años en Guadalajara)
De igual modo, Pepe llegó a una universidad pública de la Ciudad de México donde ha trabajado durante más de 17 años. En este caso, la movilidad fue impulsada por un programa específico para movilidad de doctores que impulsó el Ministerio de Educación español. También aquí, una vez finalizada la beca, la universidad le ofreció una plaza de profesor/investigador: Esta persona también pone de manifiesto la dificultad para obtener algún tipo de vinculación en la universidad española, donde los procesos de selección, según su opinión, son poco objetivos.
Sinceramente, dejé España porque no veía futuro en la universidad española y te hablo de mucho tiempo antes de la crisis económica. Cualquier contrato, ya no te digo plaza, que sale en una universidad española está dado. Tiene nombres y apellidos. Surgió en ese momento un programa de movilidad para doctores del Ministerio de Educación y me pareció una buena salida, de conocer a otro país, otra academia, salir de mi zona de confort. En principio, era una beca de un año, renovable a un segundo, y yo no me imaginaba viviendo en México, pero, ya ves, llevo más de 15 años y mi carrera académica está aquí. (Pepe, 45, España, 17 años en Ciudad de México)
Lo contrario, no obstante, no ocurre para los latinoamericanos en España, cuya formación e inserción laboral previa como investigador o docente en sus países de origen no es ampliamente valorada en España, de acuerdo a los entrevistados. Además, a diferencia de los españoles e italianos entrevistados en México, los latinoamericanos, en su amplia mayoría, estaban incorporados, de una forma u otra, en sus respectivas academias antes de la migración. No se trata, por tanto, de una migración, en cierta manera, forzada por las adversas condiciones de origen, sino guiada por el deseo de ampliar estudios y de obtener una experiencia internacional. De hecho, en muchos casos, tras años de estudio en España, experimentan una inserción totalmente nueva, diferente a la previa en sus países de origen más precaria. El argumento de fondo que se desprende es que la experiencia previa (los estudios realizados anteriormente) son considerados de una calidad inferior y, por tanto, “inservibles” en la academia española. Danilo, una persona ecuatoriana lo explica en su campo concreto de docencia, e incluso lo enmarca en una relación postcolonial. Aunque la mayoría de los otros entrevistados no entran a teorizar las causas de esa falta de reconocimiento, se apunta una falta de reconocimiento académico de los currículums previos a la llegada a España por parte de los latinoamericanos en España. En palabras de Danilo:
Mi inserción ha sido tortuosa. El campo de investigación que a mí me interesa, que es América Latina, no está apreciado en la academia española, porque existe una relación colonial, que justamente hace que el trabajo en América Latina no sea importante. Piensa que, en mi caso que doy literatura hispanoamericana, de todo el currículum que existe en mi universidad, en la carrera de filología hispánica, solamente hay tres asignaturas de literatura hispanoamericana, de un total de 60, a pesar de la importancia que ha tenido y tiene en Barcelona la producción editorial, por el boom latinoamericano, por todos los libros que se vendieron en esa época. A pesar de esto, de la importancia simbólica y académica, y por la relación colonial no resuelta, se ve a la académica latinoamericana como una academia inferior [...]. Nada más hay que ver la cantidad de profesores titulares latinoamericanos en toda España, que es mínima. (Danilo, 41, Ecuador, 13 años en Barcelona)
En el apartado anterior, analizamos el momento en que se produce la migración internacional y cómo se relaciona dicha migración con el proceso formativo o de inserción laboral de los entrevistados. Vimos, en este sentido, las diferencias subrayables entre los dos grupos comparados. En este apartado, analizamos la situación en la que se encuentran en el momento de entrevista. De hecho, las diferencias entre los dos grupos investigados no solo se refieren al momento de migración, sino a las posiciones académicas alcanzadas a lo largo de la trayectoria laboral en los países de destino. Los académicos en México han obtenido posiciones mucho más estables que sus homólogos en España. Así, en el momento de la entrevista, 17 de los 24 entrevistados en México eran profesores investigadores con contratos permanentes a tiempo completo, a diferencia de los entrevistados en España, cuya situación es mucho más inestable, dado que solo cuatro de los 20 disponían de un contrato permanente (cuadro 1).
Así, en el caso de los procedentes del sur de Europa en México, observamos que una parte de los entrevistados ya llega a México con posiciones permanentes en la academia mexicana; un total de seis de los 24. Es más, aquellos que tienen un contrato laboral temporal a su llegada (un total de nueve de 24) se transforma en permanente, como hemos visto anteriormente en los casos de Pepe y Daniella, después de un tiempo. A estos nueve, habría que añadirles los tres que llegan como estudiantes de doctorado y que finalmente se incorporan a la academia mexicana, a la finalización de sus estudios. Finalmente, en el caso de aquéllos que tienen contratos temporales en el momento de la entrevista (seis de 24), encontramos a personas que se dedican solo parcialmente a la docencia universitaria, siendo su actividad principal diferente. Es el caso de Alberto, arquitecto de Valencia que vive en Guadalajara desde hace dos años, trabaja con su novia en un estudio de arquitectura y que manifiesta que la docencia es una satisfacción personal, que no lo hace por dinero.
El hecho de dar clases en la universidad bajo contratos temporales para personas ajenas al mundo académico, como le ocurre al entrevistado anterior, tiene un nombre en la academia española: profesor asociado. De los 20 entrevistados en España, 10 cuentan con esa categoría que, en principio, está reservada a personas que disponen de un trabajo fuera de la universidad y su actividad está restringida a la docencia. Sin embargo, los latinoamericanos que son profesores asociados, en realidad, desempeñan labores de profesor a tiempo completo, haciendo incluso, en algunos casos, tareas de gestión o investigación. Este colectivo, además, debe pagar una cuota de autónomos, dado que este tipo de contratación está pensada para personas que ya están insertas en el mercado laboral, lo cual no siempre ocurre, debido a que el contrato de profesor asociado puede ser el único que poseen. De esta forma, el salario que depende del número de clases que puedan llegar a realizar se ve reducido por el pago de cuotas a la seguridad social. Esta situación no es exclusiva de los latinoamericanos entrevistados, ni tampoco de los extranjeros, sino que es un problema estructural de la universidad española, reconocido por el propio Ministerio de Universidades3. De hecho, esta figura académica representa porcentajes elevados del conjunto del personal docente e investigador. El caso más extremo, del conjunto de España, es el de Cataluña que contaba con prácticamente uno de cada dos (44,2%) de su profesorado bajo este tipo de contratación en el curso académico 2018-19 (Herranz y Sacristán, 2020).
Aparte de la cuestión salarial, la situación laboral del profesorado asociado es inestable, dependiendo de las necesidades de docencia de cada facultad o departamento y se traduce en una falta de expectativas de futuro para los entrevistados. Tendríamos, por ejemplo, el caso de Carmelo, un nacional argentino que ha trabajado aproximadamente durante 20 años en una universidad catalana como profesor asociado, o sea, concatenando contratos temporales dependiendo de las necesidades docentes de dos facultades (en este caso, Educación y Letras) de una universidad catalana, y que se estaba planteando en la entrevista dejar de manera definitiva la docencia universitaria, para dedicarse a la enseñanza en secundaria. “Si he podido sobrevivir todos estos años es por el apoyo de mi pareja, pero he hecho de todo, porque el sueldo no daba. Estoy cansado”. Del mismo modo, Teresa, una salvadoreña con más de más 15 años de docencia, decidió renunciar a las clases en una universidad catalana. El hecho de contar con el apoyo de su pareja, en este caso, ha sido decisivo para emprender una carrera diferente centrada en la edición de textos científicos y puntualmente en la investigación. El caso de Sara es quizá el más relevante en este sentido, dado que, a pesar de poseer un doctorado en sociología en Barcelona, contar con dos estancias en Holanda e Inglaterra, haber colaborado en proyectos de investigación e impartido docencia, decidió dar un cambio radical a su carrera y realizar un máster en gestión de empresas, con vistas a incorporarse a la empresa privada. Sara es uno de los tres entrevistados que, a pesar de contar con dilatadas carreras académicas, decidió incorporarse a la empresa privada y renunciar a todo vínculo con la academia. En sus propias palabras
Mi licenciatura fue en trabajo social. Ya, desde que estudiaba, estuve metida en proyectos sociales en Argentina. Sentí que me hacía falta formación como socióloga y empecé a ver opciones, y me decanté por Barcelona [...]. Hice el máster y después ya empecé a colaborar en proyectos, me metí en el doctorado. Fueron un total de ocho años, entre máster y doctorado, en los que hice muchas cosas, clases, proyectos. Realicé un par de estancias cortas en Holanda e Inglaterra. Pero, acabé el doctorado y la verdad es que tenía pocas publicaciones. Vi que lo tenía muy complicado en la universidad española, y que iba a seguir con contratitos y sueldos de miseria, y opté por hacer un máster en gestión en una universidad privada. Le dije “chau” a la universidad. No me arrepiento, para nada. (Sara, 37, Argentina, 13 años en Barcelona)
Por otro lado, algunos entrevistados que son profesores asociados cuentan también con contratos de investigación. La realidad es que nos encontramos con jornadas laborales extenuantes, de docencia e investigación, con una doble intención de conseguir un sueldo considerado digno y la posibilidad de encontrar una posición estable a futuro. Esta posición estable, como el caso de Francisco, parece ubicarse más en el país de origen, que en España:
Acabé el doctorado en 2018 en [universidad pública catalana] y empecé con un contrato postdoctoral en [universidad pública catalana diferente a la anterior]. Colaboraba en un proyecto de investigación de un profesor, que tenía recursos de [fundación privada]. El contrato fue de un año y después se extendió seis meses más, a tiempo parcial [...]. Tuve la oportunidad de dar clase y te las pagaban adicional, era como un complemento. Acabó el contrato y empecé a dar clases como profesor asociado [...]. Salió una convocatoria del ministerio de ciencia colombiano para realizar estancias postdoctorales, como un modo de vincular a la gente con doctorado con el país. Lo gané y en julio de este año empecé ese trabajo en Colombia de forma remota por todos los problemas del COVID. De momento, sigo en España, como profesor asociado aquí y como becario, por decirlo así, allá. Veremos qué pasa más adelante. (Francisco, 37, Colombia, seis años en Barcelona)
La realidad es que la investigación está solo garantizada para aquellos que han alcanzado puestos permanentes en España que, en el caso de los entrevistados, se desempeñan mayormente en universidades privadas (tres de los cuatro que están contratados permanentemente trabajan en estas universidades). Se podría deducir que es más fácil conseguir un contrato permanente en una universidad privada que en una pública en España, aunque estas posiciones se traduzcan en muchas horas de gestión y docencia, como afirma Celsa, una mexicana de 41 años con un contrato permanente en una universidad privada madrileña. En este sentido, Ana, profesora titular, ilustra las dificultades para conseguir una posición permanente en la universidad pública:
Una vez acabado el doctorado, fui a Marsella a realizar un postdoctorado [...] Como mi pareja estaba en Madrid, empecé a mirar y surgió un puesto de ayudante en un proyecto de investigación en [universidad pública madrileña]. Es el escalafón más bajo. Fui un poco osada, porque se presentaron 22 personas y gané el concurso de una de las dos plazas [...] Ahí me enfrenté a los problemas legales, porque tenía un visado de estudiante y, al ganar la plaza, me tuve que casar con mi pareja por los papeles [...] Estuve cuatro años como ayudante, el tiempo límite. No sacaron una plaza con mi perfil, y me tuve que presentar a un concurso de ayudante doctor que, en principio, no estaba pensado para mí [...] De ayudante doctor estuve cinco años, luego cuatro años de contratada-doctor, y de titular llevo desde el año pasado. Es un largo proceso hasta la titularidad y además, para la plaza de ayudante doctor, tuve que ir a juicio [...] Las plazas de ayudante doctor son las más peleadas, porque es como poner un pie en la universidad, porque las universidades suelen tener planes de promoción interna [...] El tribunal de examen me dio una puntuación baja. Tenía artículos muy buenos y me los calificó con la mitad de puntuación. Recurrí tres veces la plaza, y al final la comisión de reclamaciones me dio la razón. Firmé el contrato y me llegó la notificación del contencioso-administrativo que había puesto otra aspirante. Al final gané, pero fue más de un año de pleitos legales. (Ana, 46, México, 24 años en Europa, Madrid)
Este extracto de entrevista ilustra los pasos que llevan a la titularidad en la carrera académica española (contrato postdoctoral, ayudante doctor, contratado doctor, titular de universidad); un proceso plagado de dificultades e incluso de arbitrariedades. En este caso concreto, además, Ana tuvo que enfrentar cuestiones administrativas derivadas del cambio de permiso migratorio y a recursos dentro y fuera de la universidad por cuestiones relativas al proceso de evaluación. Es un proceso que implica desgaste personal y que no todos los académicos entrevistados están dispuestos a soportar, como demuestran las tres personas que han dejado la academia, entre los entrevistados, y otros que se están planteando dejarla, como Carmelo, o que vislumbran el regreso a sus países de origen, como Francisco.
Al ser titular de universidad, Ana cuenta con un grupo de investigación, con diferentes estudiantes de doctorado, que le permite compaginar docencia e investigación. Esta situación extraordinaria entre los entrevistados en España es la normal entre los académicos con plaza permanente en México, la mayoría de los contactados para este proyecto. Aquí la investigación constituye un motivo de satisfacción personal y justifica el hecho de haber abandonado sus países de origen. Caín que trabaja en una universidad pública de Monterrey, en entrevista, explica su situación laboral en México y la contextualiza en un eventual retorno a España.
Aquí tienes mucho campo para la creación y la innovación. Un colega español que vino a una conferencia me preguntó si volvería. Y mi respuesta fue que si una universidad española me diera las facilidades para tener un grupo de investigación, poder presentarme a proyectos competitivos de investigación, tener tres estudiantes de doctorado, claro, me volvería. Pero eso es imposible a mi edad. La capacidad de crecimiento personal y académico en México es exponencial, comparada con España. (Caín, 39, España, siete años en Monterrey)
Esta opinión también es compartida por Hortensia, española que trabaja en una universidad privada en Guadalajara, que opina que “la academia mexicana es más creativa, más abierta que la española, sin duda”. Esta persona, además, afirma que se ve obligada a decir que no a muchas iniciativas que surgen a partir de la academia, como cursos o presentaciones. “No me da el tiempo”. Esta entrevistada pone en valor una serie de cuestiones intangibles, como el reconocimiento institucional de la universidad o la capacidad creativa, que son relevantes para permanecer en México.
De forma cada vez más frecuente, las universidades y centros de investigación optan por canales internacionales para anunciar sus vacantes y también los académicos migran en busca de mejores opciones para el desarrollo profesional (Bauder et al., 2017). La literatura ha optado, en general, por analizar la movilidad y migración de este colectivo desde una perspectiva idealizada, relacionado con la adquisición de conocimientos y una experiencia internacional, más que plantear una perspectiva laboral (por ejemplo, analizando los desajustes entre oferta y demanda académica; Bauder, 2015).
En el caso de los europeos del sur en México, de hecho, las razones para migrar están directamente relacionados con la falta de empleos de calidad en la academia de sus países de origen. El sector académico del sur de Europa no es capaz de crear suficientes puestos de trabajo para los nuevos graduados, dado que el mercado laboral académico de la región está saturado (Labrianidis, 2014; Mendoza et al., 2019). Además, este se caracteriza por bajos salarios, unas condiciones precarias y falta de transparencia en los procesos de contratación y promoción laborales (King y Conti, 2013; Ganda et al., 2016). En este sentido, los académicos entrevistados en México no parecen ser muy diferentes de otros grupos de migrantes cualificados, para quienes el reconocimiento del capital humano (por ejemplo, conocimientos, competencias o experiencia) y su traducción en salarios y prestigio social es un factor determinante a la hora de decidir una migración internacional. Los latinoamericanos entrevistados en España, sin embargo, se desplazan, en su amplia mayoría, para realizar estudios de doctorado, de tal modo que el motivo de la migración está relacionado con el desarrollo académico y el deseo de realizar una experiencia académica en el extranjero (véase también Pellens, 2012; Fernández-Zubieta et al., 2015; Lee y Kuzhabekova, 2018). A diferencia de los europeos del sur, este colectivo, en su práctica totalidad, ya se había incorporado a las academias de sus países de origen y, en algunos casos, contaban con posiciones académicas permanentes antes de la migración internacional.
Una vez en el país de destino, también observamos diferencias entre ambos grupos de estudio. Según nuestros entrevistados, la academia mexicana considera positivamente los títulos extranjeros y la experiencia académica previa. Estos inmigrantes también sienten que sus puestos de trabajo son valorados en la sociedad en general, lo cual comporta algún tipo de capital simbólico que abre opciones laborales fuera de la academia. De hecho, México es un buen ejemplo del creciente atractivo de las economías emergentes para académicos, como destacaron recientemente Czaika y Orazbayev (2018) o Lee y Kuzhabekova (2018). Lo contrario no ocurre: las trayectorias previas a la migración de los latinoamericanos entrevistados en España no son tenidas en cuenta y, de hecho, la carrera académica “empieza” prácticamente de cero desde la llegada al país europeo. Sin entrar a discernir si ello se debe a una relación poscolonial no resuelta, como propone uno de los entrevistados, la literatura apunta que existe una jerarquía entre las academias en el mundo y la preferencia de unos países sobre otros a la hora de decidir una migración académica (Bauder et al., 2018). Sin embargo, la realidad es que las universidades españolas no se ubican forzosamente en posiciones mejores que las latinoamericanas en estos ránquines internacionales.
Desde una perspectiva micro, nuestros resultados muestran, al igual que Van Mol y Timmerman (2014), que las decisiones de movilidad y migración están insertas en los ciclos vitales de los entrevistados. Así, los europeos eran jóvenes graduados cuando decidieron ir a México y los latinoamericanos también jóvenes que emprendían un doctorado al migrar a España. El hecho de haberse incorporado al mercado laboral antes de la migración o la formación de familia, circunstancias más frecuentes entre los latinoamericanos, no son factores que detengan el proceso migratorio. Los factores intangibles, de prestigio o de obtener una experiencia internacional, son más relevantes en el caso de los latinoamericanos que no parten de condiciones materiales tan negativas como los españoles e italianos que sufren procesos de precarización y falta de perspectivas laborales en la academia del sur de Europa antes de su migración (véase también Børing et al., 2015).
Por último, es complejo entender los flujos migratorios de académicos en los términos planteados por el debate de la fuga de cerebros. Podría parecer que la migración académica de Italia y España a México constituye una nueva fuga de cerebros de los países del sur de Europa, como han concluido algunos estudios (Labrianidis y Vogiatzis, 2013; Galan y Agasisti, 2014), pero se podría entender, más bien, como una expulsión de una oferta no canalizada de académicos en sus países de origen; “brain overflow” (Labrianidis, 2014). En el caso de los latinoamericanos en España, estaríamos observamos, por un lado, un proceso de formación de cerebros (Appelt et al., 2015), ya que la mayoría se desplaza para ampliar estudios, que posteriormente sería desaprovechado en España (“brain waste”; Baláž y Williams, 2002), dada las dificultades para conseguir posiciones científicas permanentes. Esta situación no es exclusiva de los académicos latinoamericanos, ni de los inmigrantes en general, sino que parece una condición estructural de la academia española.
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