La llegada de población de origen extranjero a las áreas rurales forma parte de un cambio en los ciclos migratorios que convierte a España, en un periodo muy corto de tiempo, en un “país de inmigración” (Arango, 2012), y que afecta tanto a áreas urbanas como rurales. En relación al medio rural, a diferencia de la población extranjera que desde hacía décadas se asentaba en municipios costeros o de gran atractivo turístico —una migración de retiro con origen en los países ricos del centro y norte de Europa— nos encontramos ahora con una migración de tipo laboral procedente de países empobrecidos del norte de África, Latinoamérica y del antiguo bloque del Este de Europa.
Para muchas áreas rurales de nuestro país, especialmente en el interior peninsular, estos flujos migratorios han supuesto una oportunidad para detener, e incluso revertir, un despoblamiento que duraba décadas (Roquer y Blay, 2008; Collantes et al., 2014). Puesto que para las áreas rurales despobladas la inmigración puede ser un importante factor de revitalización demográfica y de sostenibilidad social, su capacidad para arraigar a esta población a medio y largo plazo es un tema clave. Este texto analiza el asentamiento y arraigo de población inmigrante en estos entornos rurales, teniendo en cuenta el impacto de la crisis económica de 2008. Se presentan los resultados de una investigación cualitativa realizada en tres comarcas de Castilla y León, que forma parte de un proyecto financiado más amplio sobre los efectos de la crisis de 2008 en la población inmigrante rural en dicha comunidad.
Las preguntas de investigación que guían esta indagación tienen que ver básicamente con el papel que el medio rural juega en las trayectorias y proyectos migratorios y con el impacto que la crisis económica de 2008 ha tenido en esas trayectorias y proyectos. Nuestra hipótesis de partida es que las personas inmigrantes que han permanecido en el medio rural tras la crisis pueden ser proclives al arraigo rural, por tres tipos de razones: la menor competencia laboral con la población autóctona que existe en áreas rurales despobladas; la re-familiarización de la población inmigrante que ha producido a la postre la recesión económica (Camarero y Sampedro, 2019) y la autoselección negativa que rige la salida/retorno de los inmigrantes, esto es, el hecho de que la probabilidad de retorno sea mayor entre los inmigrantes que presentan peores resultados laborales y menos recursos educativos, quedándose por el contrario en España aquéllos con mayores niveles formativos y mejores condiciones laborales (Miyar Busto y Muñoz Comet, 2015).
En los apartados que siguen presentamos, en primer lugar, nuestro marco teórico, basado en las principales perspectivas de análisis y hallazgos de la literatura académica; en segundo lugar, la descripción de la metodología utilizada y del trabajo de campo; en tercer lugar, el análisis de los discursos de las personas inmigrantes, y, en cuarto y último lugar, las conclusiones y discusión de los resultados de la investigación.
Los flujos migratorios transnacionales hacia áreas rurales no son exclusivos de España, sino que afectan a muchos países del norte y del sur de Europa. Son movimientos alimentados por la despoblación y envejecimiento que experimentan las áreas rurales en todo el continente y por una transformación de las economías locales que genera importantes demandas de trabajo asalariado temporal en sectores como la agricultura, la agroindustria, la construcción, el turismo o la hostelería. Los mercados de trabajo rurales presentan ciertas características que a la postre han estimulado la emigración de la población autóctona, sobre todo juvenil y femenina, favoreciendo la incorporación de mano de obra inmigrante: un mayor peso relativo del empleo en pequeñas y medianas empresas, en trabajos manuales o de escasa cualificación, con altos niveles de temporalidad e informalidad y salarios reducidos. La fuerte estacionalidad a la que están sometidos ciertos sectores productivos genera, además, necesidades puntuales de mano de obra que no pueden ser satisfechas con población autóctona. Las áreas rurales se convierten así en nuevos destinos migratorios (NID) (McAreavey y Argent, 2018).
La migración transnacional constituye un elemento fundamental de unas ruralidades que, en las sociedades postindustriales, se definen ya como ruralidades híbridas (Camarero y Oliva, 2016). Las categorías de rural y urbano, global y local, residencia y movilidad, están convirtiéndose en categorías fluidas. Estos procesos de hibridación son producto de una cada vez mayor diversidad interna, del impacto de la globalización y de la creciente movilidad que caracteriza la vida social. La llegada de inmigrantes con una gran diversidad de procedencias y tradiciones culturales quiebra la tradicional homogeneidad cultural de las áreas rurales: conceptos como global villages (Cid Aguayo, 2008), melting pots (Oliva, 2010) o translocal ruralities (Hedberg y Carmo, 2012) intentan recoger esta superdiversidad que traen consigo los flujos migratorios (McAreavey y Argent, 2018).
En este contexto, los procesos de asentamiento y arraigo de la población inmigrante en áreas rurales despobladas se han convertido en objeto de una interesante línea de investigación que pone el foco en varias cuestiones claves.
Una primera cuestión es el papel que juegan las zonas rurales en las trayectorias y proyectos migratorios. Hasta el momento los análisis realizados sugieren que las áreas rurales y los empleos agrícolas podrían ser solo una estación de paso en un camino hacia mejores empleos en entornos urbanos (Camarero, Sampedro y Oliva, 2012). El abandono de la agricultura y el medio rural se asociaría con el deseo de movilidad y progreso social que acompaña a todo proyecto migratorio (Miguélez et al., 2011). En sentido contrario, otros trabajos señalan que los inmigrantes tienen un importante papel no solo como trabajadores temporeros en la agricultura sino en muchos otros empleos vinculados a la agroindustria, el comercio o los servicios de proximidad y son protagonistas de iniciativas empresariales que revitalizan la vida de los pueblos (Mancilla, Viladomiou y Guallarte, 2010; Sánchez Flores et al., 2014).
Respecto al tipo de núcleos rurales en los que se asientan los inmigrantes, parece que solo un reducido número de pequeños municipios, cercanos a áreas urbanas o enclavados en zonas turísticas, se benefician claramente de estos flujos migratorios (Bayona y Gil, 2013). Los inmigrantes tenderían a concentrarse en municipios de tamaño medio, centros comarcales con unas economías más diversificadas, mayor oferta de viviendas, buenas comunicaciones y mejores servicios públicos. Los diferentes grupos nacionales presentan, sin embargo, una gran diversidad en sus pautas de asentamiento territorial, diversidad relacionada con sus diferentes niveles educativos, modelos de inserción laboral y estrategias familiares de migración (Sampedro y Camarero, 2016; Camarero y Sampedro, 2019).
Otro tema importante es la experiencia que las personas inmigrantes tienen de su vida en el medio rural, sus expectativas de arraigo a medio y largo plazo y los factores que favorecen o dificultan su integración social (Morén-Alegret, 2008; De Lima, 2012; De Lima, Parra y Pfeffer, 2012; Flynn y Kay, 2017). Algunos estudios han subrayado el carácter complejo y multidimensional de la integración (Morén-Alegret, 2008). Trabajos recientes señalan también la relación de la integración con el grado de segregación ocupacional en el mercado de trabajo y la existencia o no de comunidades coétnicas numerosas en el entorno local (Stachowski, 2020). Flynn y Kay subrayan la importancia de la dimensión material y emocional de la integración y cómo la sensación de seguridad material y emocional juega un papel clave en las decisiones de establecerse a largo plazo en áreas rurales (Flynn y Kay, 2017).
En relación con las actitudes de la población autóctona, la llegada de población inmigrante al medio rural se experimenta de forma ambivalente: por un lado, es una oportunidad para revitalizar la vida social y económica; por otro, puede considerarse una amenaza a las identidades locales tradicionales y una fuente potencial de conflicto social (Sampedro y Camarero, 2018). La relación entre nuevos y viejos residentes adquiere aquí matices especiales. La reflexión teórica sobre la “condición inmigrante” nos muestra que ser inmigrante no tiene que ver con la nacionalidad o el estatus jurídico administrativo de una persona, sino con procesos de desigualdad social que se materializan en la falta de reconocimiento como miembros de pleno derecho de la comunidad, la inclusión subordinada en el mercado de trabajo y el acceso limitado a derechos civiles y políticos (Pedreño, 2005). El reconocimiento del aporte demográfico y económico que la inmigración representa para el medio rural puede convivir así, paradójicamente, con la percepción de la población inmigrante como “el mal menor” frente a la despoblación, o con su ausencia del imaginario del desarrollo rural (Sampedro y Camarero, 2020). La integración social no es un proceso espontáneo, sino que precisa del fomento de un emergente, pero todavía precario, cosmopolitismo rural (Cid Aguayo, 2008; Woods, 2018) y de la construcción de comunidades acogedoras (welcoming communities) (Depner y Teixeira, 2012).
La Gran Recesión de 2008 provoca un cambio de ciclo migratorio en España (Reher, Requena y Sanz, 2011). En el caso del medio rural, los saldos migratorios positivos se reducen drásticamente a partir de 2008, y en 2012 se convierten en negativos. Los efectos que la crisis económica ha tenido en la redistribución territorial rural-urbana de la población inmigrante son complejos. Algunos trabajos muestran que la crisis provoca salidas desde las grandes áreas metropolitanas españolas hacia el extranjero o hacia el resto del país, en búsqueda de empleos (Gil Alonso y Thiers Quintana, 2019). Sin embargo, otros estudios de ámbito regional señalan cómo un porcentaje importante de los inmigrantes que abandonan el medio rural se dirigen a núcleos urbanos en España (Camarero y Sampedro, 2019), lo que indicaría que la crisis incrementa los costes relativos de vivir en el medio rural, con una lógica similar a la que se produce entre las periferias y los centros metropolitanos. A partir de 2016 encontramos indicios de recuperación del pulso migratorio en las áreas rurales, y en 2018 los municipios rurales vuelven a tener saldos migratorios positivos, debido, fundamentalmente de nuevo, a la población extranjera (Camarero y Sampedro, 2019). En este escenario postcrisis la cuestión del papel que la población inmigrante puede jugar en la revitalización del medio rural sigue por tanto abierta.
La investigación que presentamos es una investigación cualitativa realizada en Castilla y León, comunidad autónoma de la España interior con un peso importante de la población rural y que sufre un secular proceso de despoblación. El trabajo de campo se realizó entre el mes de junio de 2017 y diciembre de 2018 en tres comarcas que, a fin de preservar en lo posible el anonimato de las personas entrevistadas, vamos a denominar Comarca 1, Comarca 2 y Comarca 3. La Comarca 1 está situada en una zona montañosa y aislada, y presenta los niveles más elevados de envejecimiento y pérdida de población. Su economía gira en torno a la ganadería, los aprovechamientos forestales y alguna industria agroalimentaria vinculada a la transformación de productos cárnicos. La Comarca 2, con una población también envejecida y en declive, tiene una economía muy ligada a la agricultura extensiva y a la ganadería. Relativamente alejada de los grandes ejes de comunicación, su paisaje de amplias llanuras de cereal es el más prototípico de la región. La Comarca 3 presenta rasgos bien diferentes: tiene una floreciente economía vinculada a la horticultura y la ganadería intensiva y está situada en un eje de comunicación que une dos importantes centros urbanos de la región. Los principales grupos de inmigrantes residentes en estas comarcas proceden de Rumanía, Bulgaria, Marruecos y diferentes países de Latinoamérica.
Se realizaron un total de 22 entrevistas en profundidad a personas inmigrantes, 12 varones y 10 mujeres, procedentes de Marruecos, Bulgaria, Ecuador, Rumanía, Bolivia, Honduras, Paraguay, Lituania y Senegal. Con edades comprendidas entre los 20 y los 69 años, habían llegado a España entre 1990 y 2016, algunas como pioneras y otras reagrupadas por sus familiares. Como corresponde a una investigación cualitativa, la muestra seleccionada no tiene una representatividad estadística sino estructural, en la medida en que refleja posiciones en la estructura social que en este caso se corresponden con el género, la procedencia geográfica y la comarca de residencia.
Las personas entrevistadas fueron contactadas a través de organizaciones no gubernamentales, Grupos de Acción Local, y Centros de Servicios Sociales y de Salud municipales. En las entrevistas, realizadas por los miembros del equipo de investigación, se les invitó a compartir su historia migratoria y a expresar libremente su percepción del medio rural como ámbito de vida, trabajo y relación social, así como sus expectativas y sueños de cara al futuro. Las entrevistas fueron grabadas y analizadas posteriormente según los grandes ejes temáticos planteados previamente.
En los verbatim se ha respetado en lo posible las expresiones literales de las personas entrevistadas, que en ocasiones tienen un precario nivel de español, eliminándose, además, las referencias que pudieran comprometer su anonimato.
Presentamos a continuación, a partir de los relatos de las personas entrevistadas, el análisis de: a) el papel que el medio rural juega en sus trayectorias y sus proyectos migratorios; b) el impacto que la crisis económica de 2008 ha tenido en esas trayectorias y proyectos; c) su percepción del hábitat rural como ámbito de vida y trabajo; d) las lógicas que subyacen a sus planes de permanencia o abandono del medio rural.
Los movimientos migratorios tienen una lógica familiar y se despliegan sobre una extensa red de familiares, amigos y conocidos que proporciona información y ayuda. Los relatos de las personas entrevistadas están llenos de referencias al funcionamiento de esa red en la que intervienen miembros de la familia nuclear, de la familia extensa y de las redes vecinales de las localidades de origen. Esos relatos nos traen la imagen de grupos familiares diseminados por el mundo, por diversas regiones españolas y países europeos, lo que confirma el carácter global del fenómeno migratorio y la importancia de las dinámicas vinculadas a las familias transnacionales (Gil Araujo y Pedone, 2014).
Tengo familia en Alicante, tengo familia en Suecia, tengo una prima por allá también, que me invita que vaya, tengo en Francia también una prima… (Hombre, Ecuador, Comarca 3)
Vemos trayectorias muy complejas que implican cambios de residencia entre diferentes localidades urbanas y rurales, regiones y países y que se apoyan siempre en esas redes de ayuda mutua.
Yo he entrado aquí con mi sobrino, ahí abajo donde Murcia. Él trabaja ahí, él trabajar ahí albañil. (…) Marchamos por ahí y me buscar trabajo, ahí todo cerrado, no sabe de hablar y no tiene quien me ayuda. Tiene un amigo ahí, de este pueblo. Y dice vienes para acá, que empezar a vendimiar. (Hombre. Bulgaria. Comarca 2)
Aquí tengo otro hermano también, sigue en ese pueblo. Este le ha traído nosotros. Siempre buscas un contrato o algo para salvar tu hermano ¿sabes? (Hombre, Marruecos, Comarca 3)
Los proyectos migratorios son proyectos de superación. Se trata de tener una vida mejor, de aliviar las fatigas de los familiares que quedaron atrás, de construir un futuro para uno/a mismo/a o para los hijos. Por ese motivo se está dispuesto a afrontar experiencias traumáticas, como la llegada al país en patera, a trabajar en oficios que nunca antes se habían realizado, a veces en condiciones de explotación, y también a soportar la ausencia de los seres queridos, la soledad y el aislamiento en el país de acogida —sobre todo si no se habla el idioma— y que en el medio rural es mayor.
Yo mi primo le ha dicho que quiero venir y me ha dicho que no, que a ti no te falta nada, no te falta dinero, que tienes tu padre, que tienes esto, esto y esto, que... Digo vamos a ver, yo no me gusta estar con mi padre ¿me entiendes? Que estar con familia siempre tienes que… a lo que te digan. Y yo quiero salir fuera. Estoy buscando otra salida. (Hombre 1, Marruecos, Comarca 2)
Y ya cuando nació nuestra hija, más por ello, por nuestra hija. Porque dijo: yo a mi hija le tengo que dar absolutamente todo. Y aquí no lo voy a conseguir. Entonces nos vamos. Y así fue. (Hombre, Ecuador, Comarca 3)
No, eso también fue muy difícil, porque… yo la traje a ella después de dos años y medio. La dejé allí con mi madre, fue muy difícil. Ella tenía 3 añitos y pico. Y la traje cuando tenía 6, eso es muy, muy, muy, eso es lo más difícil que nos puede suceder, separarnos de los hijos. (Mujer, Ecuador, Comarca 1)
El medio rural aparece siempre como un sitio en el que abunda el trabajo “para el que quiere trabajar”. Son trabajos muy duros, cuyas condiciones laborales desincentivan la participación de la población autóctona. Los testimonios de las personas entrevistadas confirman la existencia de nichos laborales étnicos (Veira, Stanek y Cachón, 2011), lo que es aceptado por los inmigrantes, que saben que no están en condiciones de rechazar estos empleos ni pueden evitar ser discriminados a la hora de acceder a entornos laborales más atractivos.
Y después cuando me vine aquí, pues ya vi.... por los pueblos el trabajo no falta. Bueno, yo desde que llegué aquí no he parado, eh, sigo, no he parado, sigo, sigo. (Hombre, Bolivia, Comarca 1)
Son muchas horas. No pueden aguantar (se refiere a los españoles). Nosotros lo necesitamos y aquí si fuese español te cogen en cualquier fábrica. Pero nosotros tenemos que trabajar. Como el dicho “antes de dar comida al malo del campo, dale al de tu casa”. (Hombre 2, Marruecos, Comarca 2)
Esa aceptación tiene que ver probablemente con el hecho de que son posibles trayectorias de progreso en la experiencia inmigrante, que se concretan en procesos de movilidad social ascendente. Hay una jerarquía de ocupaciones en esa trayectoria: en el caso de los varones, y de algunas mujeres también, el lugar más bajo e inicial es el empleo en explotaciones agrarias o ganaderas, en las que a la dureza del trabajo se une el aislamiento, la falta de horarios y frecuentemente la residencia en las propias explotaciones. En el caso de las mujeres ese lugar lo suele ocupar el trabajo como internas en el cuidado de personas mayores, que tiene prácticamente las mismas características. Una puerta de entrada —también muy angosta— al mercado de trabajo local es el trabajo temporero, para los varones en las campañas forestales, y para ambos géneros en la recogida de diferentes cosechas. Tras esos trabajos vienen otros que ofrecen mejor remuneración, una cierta estabilidad y formalidad, y un horario: los mataderos y criaderos de cerdos y pollos, los almacenes y fábricas de tratamiento o envasado de frutas y verduras, o las fábricas de elaboración de embutidos y otros productos alimentarios. Después aparecen en esa línea de progreso, para los varones, trabajos que además de unos ingresos más elevados ofrecen una oportunidad de promoción, incluso de llegar a ser tu propio jefe: la construcción, o el transporte. Para las mujeres, esta culminación de la trayectoria laboral inmigrante parece representarla el trabajo estable en residencias de personas mayores, la hostelería o el pequeño comercio, sobre todo cuando se consigue estar al frente del negocio.
Si, prefiero el matadero porque en la finca vivía en la montaña yo solo ahí... que no hay ni tiendas, ni dónde comprar pan, ni colegio, ni nada. Y para mí es mucho peor porque trabajas toda la semana y aquí trabajas y por lo menos tienes el fin de semana para descansar. (Hombre 2, Marruecos, Comarca 2)
El campo es mucho más duro. No, a mí no me gusta, he estado por ejemplo sembrando ajos, la viña he estado un poquito también, hace dos o tres años, pero cortando las uvas, pero no, todo el sol y eso, digo no, no, no me gusta. Si tengo que trabajarlo y no tengo esto, pues si no hay, pues lo trabajaré, igual que la fábrica, si no me queda en la hostelería. (Mujer, Bulgaria, Comarca 3)
Las trayectorias de progreso inmigrante tienen que ver también con la consecución de una cierta estabilidad y formalidad laboral (“tener nóminas”) y una vivienda para así poder reagrupar al cónyuge y los hijos menores. Es una doble trayectoria de progreso laboral y vital-familiar, en el transcurso de la cual se confirma la importancia de establecer redes de confianza con españoles (Bolíbar, 2020) y eventualmente contar con la ayuda de autoridades locales, trabajadores sociales, miembros de ONG u otras personas dispuestas a ofrecer información y apoyo de todo tipo. El éxito parece depender mucho, aparte de la suerte, de la disposición a asumir los costes físicos y emocionales de la aventura migratoria, y, obviamente, la mayor o menor dificultad para residir y trabajar legalmente de forma estable que tienen los diferentes grupos nacionales, de la consistencia de la red de apoyo que la persona inmigrante encuentre a su llegada.
¿Hay algún lugar claro para el medio rural en las trayectorias migratorias? Algunas de las personas entrevistadas llegaron directamente desde sus países a los pueblos en los que ahora residen, por estar en ellos las oportunidades de trabajo que su red de apoyo les ofrecía. Otras se trasladaron desde entornos urbanos, a raíz de la crisis económica. No parece estar, por tanto, predeterminada su condición de puerta de entrada al país ni tampoco parece establecida, como veremos más adelante, su condición de “estación de paso”. La capacidad de arraigo del medio rural tiene que ver con la posibilidad de materializar o al menos concebir en él esas trayectorias de progreso, y alcanzar los hitos que pueden transformar el proyecto básico con el que se inicia la aventura migratoria en un proyecto de arraigo.
Proyectos y trayectorias migratorias son dos realidades interrelacionadas, pero diferentes: las trayectorias migratorias nos informan de los recorridos objetivos que se van realizando a través de distintas situaciones laborales y vitales, tienen que ver en definitiva con procesos de movilidad social ascendente o descendente; los proyectos migratorios se refieren a la dimensión subjetiva que implica lo que se desea conseguir en cada momento específico de esa trayectoria. Los proyectos migratorios van transformándose con el tiempo. En un primer momento estos proyectos parecen tener siempre una referencia al país de origen: se emigra para trabajar duro y regresar. Es más importante lo que se está creando en el país de origen que lo que hay “aquí”, en el país de acogida. La vida en el país de acogida queda “en suspenso” hasta que ese objetivo esté encauzado de alguna forma. Eso que se está construyendo “allí” puede ser la ayuda a la familia que se ha quedado, o la posibilidad de tener una casa o poder montar un negocio. Es el proyecto básico o inicial y el que se corresponde con la propensión a soportar las condiciones laborales más duras, renunciando a la vida social en la comunidad local.
Un día llegas y porque puedes aguantar, pero llega un día que no puedes aguantar y nadie te coge en el trabajo. Entonces cómo vas a vivir aquí, no se puede vivir aquí, ni pagar alquiler, ni nada. Por eso primero tienes que hacer tu futuro allí y luego otra cosa. (Hombre 2, Marruecos, Comarca 2)
Africanos, sí, que están trabajando en las fábricas, pero esta gente no sale, no se gasta ni un céntimo, no son de bar, son de trabajar, trabajar, trabajar, como los negros. (…) Vienen solos, la familia está allí y ellos mandan, mandan... (Mujer, Bulgaria, Comarca 3)
La vida “aquí” comienza a ser más importante cuando se consigue una cierta estabilidad laboral, y con ella, tener una vivienda y una familia, ya sea formada aquí o reagrupada desde el país de origen. A partir de ese momento el proyecto inicial que tiene su referente en el país de origen, va siendo modificado por la vida que comienza a construirse aquí. Diferentes circunstancias influyen en ese cambio: la conciencia de que la vida que se está consiguiendo construir es mejor, por diferentes razones, aquí que allí; o el hecho de que, tras un tiempo, uno se acostumbra al país de acogida, de forma que retornar sería “empezar de cero”.
Bueno, primero era tener un trabajo fijo... bueno fijo, unas seis nóminas... y tener también una casa, un contrato de una casa, para poder presentarlo en extranjería para conseguir traer a la mujer, si no nada. (Hombre 2, Marruecos, Comarca 2)
Salí muy joven. Con 19 años. Salir de Rumanía fue un, un... supongo que la ola de emigración, de salida. Yo fui de los primeros, sí, de los que dimos el paso. La idea era salir a hacer un dinero, volver, claro. Pero luego pasa el tiempo, pasa el tiempo. Pasan los dos primeros años, no has vuelto, ya. Vas haciendo la vida, y de ahí, claro, luego tienes vida aquí. (Hombre, Rumanía, Comarca 1)
Tener una vivienda y una familia es un punto de inflexión. Un elemento importante que transforma el proyecto inicial en arraigo son los hijos: cuando el futuro de los hijos se ve más aquí que allí y cuando ellos mismos se sienten de aquí.
Mi mujer le dice pues “¿tú quieres, quieres quedarte aquí?” Tiene 9 años. “Cuando seas joven dónde quisieras quedarte, aquí o volver a Bolivia” Y él le dice “Yo de momento aquí porque no quiero pensar más” “yo por el momento, aquí”, dice, “mis amigos están aquí y aquí me quedaré”. Le digo yo a mi mujer “entonces tendremos que comprarnos una casa”, le digo yo. (Hombre, Bolivia, Comarca 1)
El retorno se vincula, entonces, únicamente a la jubilación. Para las segundas generaciones, esta es la norma general. El país de procedencia es ya solo un país al que se volverá de vacaciones.
Ni me apetece irme a vivir allí, porque qué voy a hacer, allí ni nadie me conoce ni nada. Tenía que empezar como quien dice de cero, pero de cero, cero, cero y ahí pues son otras formas, son otras costumbres, en la hostelería también es diferente, no es nada como aquí, pero ni me lo he planteado. Si nos tienen que echar en alguna época de aquí, yo que sé, que pase algo con los presidentes que digan algo, que los extranjeros se tienen que marchar, pues nos marchamos. Si no... (Mujer, Bulgaria, Comarca 3)
En los relatos de las personas entrevistadas están muy presentes los efectos de la crisis económica de 2008. Ninguna de ellas, salvo las que fueron reagrupadas por sus familiares ya instalados en España, ha llegado con posterioridad a esa fecha. Hay además una diferencia notable en el grado de consecución de trayectorias de progreso entre los que vinieron en la época de bonanza económica y los que se encontraron, nada más llegar, con la tormenta económica desencadenada en 2008. Las primeras han tenido tiempo para consolidar su situación laboral y familiar y, a pesar de haber visto cómo sus condiciones económicas empeoraban, han continuado percibiendo esas trayectorias como posibles. Las personas que han llegado más tarde, como pioneras, han visto cómo éstas se paralizaban o incluso se revertían.
“Una persona familia mía busca, antes cuando España está un poquito buena ¿sabes? Habla con otra persona, español mandó otro contrato para trabajar, quería el español peones. Primero el primo, el familiar mío prepara el contrato… yo subo con contrato, con papeles, todos bien. Primero vengo de Marruecos a España, a este pueblo.” (Hombre, Marruecos, Comarca 1)
“Pero hemos cambiado para algo, para mejorar la vida un poco. Pero esto creo que ha salido muy mal, hemos venido a vivir el sueño español y no hemos pensado bien. (…) Pero de la vida, la peor cosa que hay ahora es el trabajo, porque ya ves, estamos pasando mucha crisis, el país está pasando por una crisis y nosotros hemos venido con la crisis.” (Hombre 2, Marruecos, Comarca 2)
Nos encontramos con dos tipos de cambios provocados por la crisis.
En primer lugar, cambios en las condiciones laborales: ahora los sueldos y las condiciones de trabajo empeoran; hay personas también que han tenido que ponerse a trabajar por su cuenta ante la quiebra de las empresas que los empleaban.
“Donde trabajo, para tienes a vivir normal con ese dinero, de momento, de momento. Llega, se paga su luz, agua, este... Y se queda todo un poquito. Antes puede ser algún... mucho. Y ahora se queda poco.” (Hombre, Bulgaria, Comarca 2)
“Y trabajo para él, dado de alta, estamos mucha gente. Y luego cuando... con la crisis van jubilando, van jubilando los mayores y luego ha quedado yo con su nieto. Y luego ya a partir de allí me ha puesto de autónomo. Y así de autónomo trabajando siempre (…) Porque nosotros solo autónomos se hace obras pequeñas, reformas ¿entiendes? Reformas pequeñas.” (Hombre 1, Marruecos, Comarca 2)
Y tenemos la llegada al medio rural de personas que abandonan las áreas urbanas, sobre todo a raíz de la crisis de la construcción. Para ellas el medio rural es un lugar donde hay trabajo, al menos para uno de los miembros de la pareja, o donde es posible iniciar un proyecto empresarial.
“Mi marido trabaja en las obras, construcción. Pero claro, ya desde 2008, que fue cuando yo vine aquí, pues ya había poco, pues él tenía poco trabajo, y ya pues yo decidí pues empezar a trabajar. En Almería cuidaba una señora mayor. Que falleció. Y cuando falleció pues ya me quedé sin trabajo y estuve unos meses que fue cuando me llamó mi cuñada y me vine aquí.” (Mujer, Marruecos, Comarca 1)
“Llegué con una patera hasta España, de ahí a Pamplona, estuve 4 años sin papeles y luego ya hice papeles y ya había trabajo. Y luego como afectó mucho la crisis, y no había trabajo para albañiles ni encofradores, después de dos años de crisis sin trabajo vine aquí a trabajar a una finca y luego tuve otro jefe en matadero y hasta ahora con él.” (Hombre 2, Marruecos, Comarca 2)
El entorno rural aparece en la inmensa mayoría de los relatos como un entorno agradable para vivir. Las percepciones son también positivas en relación con los servicios sanitarios o educativos. Se valoran los servicios y comodidades que ofrecen los centros comarcales, frente al mayor aislamiento y falta de dotaciones de los pequeños núcleos, así como la posibilidad de trasladarse fácilmente a algún centro urbano importante.
Lo bueno, lo bueno: la libertad. No tenemos esa obligación de mantener el ritmo de la gente en la ciudad, sí. Vas por la calle y vas a la velocidad que andan todos, aunque vayas tú de paseo tranquilo. Sabes a lo que me refiero. (Hombre, Rumanía, Comarca 1)
Tenemos un polideportivo, colegio hay, piscina, está muy bien. (Hombre, Bolivia, Comarca 1)
Aparecen con frecuencia alusiones a los problemas asociados a la movilidad, ya que la fragilidad de las redes transporte público afecta a quien no tiene posibilidad de utilizar transporte privado, sobre todo mujeres que o no tienen carné de conducir o no pueden disponer libremente del vehículo familiar.
El farmacéutico nos trae las medicinas a casa. El problema es el autobús, solo hay uno al día (a la capital de provincia) (…) Tarda un montón porque va parando en todos lo pueblitos, pero claro entre que llegas allí a las 10 de la mañana y hasta la 1 de la tarde, es que no te da tiempo a nada. (…) Es un problema, si no conduces. Estás un poco perdido. Dependiendo de todo y de todos. (Mujer, Ecuador, Comarca 1)
Esta percepción básicamente positiva, y bastante asimilable a la de la población autóctona, coexiste con una visión del medio rural muy condicionada por su capacidad para satisfacer las aspiraciones que conforman el proyecto migratorio. Algo que tiene que ver muy directamente con el acceso al empleo y la vivienda. La vivienda aparece como uno de los grandes problemas de la población inmigrante: hay alusiones repetidas a su escasez, al elevado precio de los alquileres y a las dificultades para conseguir condiciones habitacionales dignas.
Aquí igual hay muchas casas que se están cayendo. Sí. Muchas casas que se están cayendo y yo hace un año atrás, pregunté por una casa así de esas y me costaba más caro que un piso Y dije: “nooo, adónde va” ¿Sabes? (Hombre, Bolivia, Comarca 1)
Lo difícil de aquí es conseguir dónde vivir. Es muy difícil conseguir un departamento en condiciones aquí. Aquí yo cuando vine quise irme, pero no encontraba dónde, y encontré un par de sitios pero, sabes, en condiciones… uffff. o sea, yo no iba a meter a mi hija ahí más que todo. Porque uno como adulto, mi mujer y yo, podemos ir a vivir, aunque sea una habitación solo. Pero a mi hija no. (Hombre, Ecuador, Comarca 3)
En relación con la importancia de las necesidades no materiales, llama la atención que uno de los grandes atractivos que para nuestros entrevistados tiene vivir “aquí” es la calidad democrática de nuestra sociedad, en comparación con la existente en los países de origen. Este valor no tiene que ver con estrictamente con el medio rural, pero es un activo del que se beneficia igual al que las ciudades de nuestro país.
Nuestro país es una ruina. En nuestro país no hay derechos como hay aquí. No hay.... médicos, aquí por lo menos sí, te dan médicos y te dan todo lo que quieras, pero allá no hay... bueno sí, hay médicos, clínicas, pero tienes que poner el dinero... no hay nada gratis, no hay urgencias ni hostias, ni ley... que si quiero coger un papel para pedirlo tienes que estar ahí dos horas... y si te dan, si no te mandan a la hostia. Bueno no hay mucha ley, democracia no hay. (Hombre 2, Marruecos, Comarca 2)
Hombre los derechos que tienes aquí. Hay más. (…) Has tenido un accidente de coche y la culpa la tienes tú, tienes dinero vas, pagas y ya está. (La justicia) está muy mal, mal, fatal. A mí eso no me gusta y creo que no se va a poner bien nunca, como aquí no, no lo van a hacer. (Mujer, Bulgaria, Comarca 3)
La percepción del medio rural como ámbito de relación social está cargada de ambigüedad. Se tienden a resaltar más las buenas experiencias que las malas, aunque está claro que estas últimas existen. Integrarse se ve como una responsabilidad individual. Es necesario hacer un esfuerzo para ser aceptado.
Y con la gente muy bien, hay algunos que, pues que yo qué sé, que…. se… ¿no? Hay algunos que son más cerrados ¿no? Que tienen la mentalidad un poco rara, te miran mal o lo que sea, algunos ni te saludan, pero la verdad es que hay gente muy buena. (Mujer, Marruecos, Comarca 1)
Una cosa, uno que quiere oír, yo oigo; otro que no quiere oír, no oye. Así que yo no sé, yo no oí. (Mujer, Lituania, Comarca 2)
“Hola, qué tal, bien”, así […] No, no, no, este pueblo me gusta, todos los “gentes” españoles todos se portan bien. Está bien, no hay problemas. Cuando tú te portas bien qué problema va a haber. (Mujer, Bulgaria, Comarca 1)
Como han señalado algunos trabajos académicos (por ejemplo, Pugh, 2003), el medio rural es un contexto propicio para poder personalizar a los inmigrantes y disolver así estereotipos y prejuicios negativos. Una anécdota relatada por una de nuestras entrevistadas da buena muestra de ello:
La verdad al principio ahí sí que lo pasamos un poco mal. Porque éramos la primera familia marroquí ¿no? que entra a ese pueblo. Entonces la gente como que...que le... nos miraban un poco raro, ¿sabes? Raros así y tal... y había una vecina que recogía firmas para que nos echaran de ahí. (…) Sí, sí, sí... pero al final bien, cuando tuve a mi hija te puedes imaginar que esa señora me trajo pañales, me trajo regalos... de todo... (Mujer, Marruecos, Comarca 1)
Con todo es innegable que la población inmigrante se siente observada a veces con reticencia, con frialdad o bajo la luz distorsionada de diferentes prejuicios.
Sí, sí, sí, sí, ese interrogatorio lo he sentido muchas veces. (…) Pero ese examen que te hacen… no te preguntan la talla de las bragas de milagro. Pero en general me he sentido muy acogida. (Mujer, Ecuador, Comarca 1)
Hay hombres ahora trabajando con nosotros que si te encuentras en el matadero puede decirte hola, pero si te encuentras aquí en el pueblo igual que si no te conoce. Eso también quiere decir muchas cosas. Y entras en el bar y te miran. (Hombre 2, Marruecos, Comarca 2)
En otros casos los relatos nos hablan de situaciones claras de racismo, que sufren sobre todo las personas de origen marroquí. Unas situaciones que parecen darse más en contextos en que el número de personas inmigrantes es mayor y tienden a formarse comunidades coétnicas más cerradas.
Aquí si no tienes enchufe para el alquiler la gente es un poco radical, y la mayoría para nosotros, los africanos... que cuando venimos de Marruecos, de Senegal o de Mali o así, a la gente no le gusta alquilar a nosotros. Lo alquilan a los rumanos, tenemos compañeros de trabajo rumanos que pagan menos que nosotros y ellos rápido encuentran piso. Pero nosotros, hostias. (Hombre 2, Marruecos, Comarca 2)
Por ejemplo, en este pueblo hay 7 iglesias, pero pides una mezquita y te miran mal, porque van a pensar que somos muchos aquí y que no quieren. (…) Y hemos tenido apoyo de esos dos nada más, dos españoles nada más. (Hombre 2, Marruecos, Comarca 2)
Son así, cada uno las culturas que tendrán, o las costumbres que tendrán, pero mucha... pero muchos también tenemos costumbres, pero nos adaptamos. Pero ellos no se adaptan. Yo creo que igual que las marroquís, las chicas, también. Aquí hay muchos marroquíes que conozco y no, no salen de su círculo. (Mujer, Bulgaria, Comarca 3)
Los proyectos migratorios están en construcción. No son proyectos cerrados. El arraigo en el país de acogida puede ir surgiendo en la medida en que sea posible una trayectoria de progreso que conduzca a una vida buena y a la percepción de que esa vida puede ser mejor “aquí” que “allí”, que volver allí sería “comenzar de cero”, que se ha construido un hogar y un proyecto de futuro.
En Salamanca teníamos gracias a dios todas las comodidades, y luego vienes aquí, te encuentras con esto y dices “yo no voy a poder”, pero yo eso lo he transformado en un hogar. (Mujer, Ecuador, Comarca 1)
Sí, y me gusta mucho el pueblo para vivir aquí. Si le saco otro trabajo mejor en una fábrica... Aquí hay muchas fábricas y estoy haciendo curriculums... A mí lo único que me hace falta aquí es el amor de mi familia, por lo demás nada. (Hombre 2, Marruecos, Comarca 2)
El abandono por tanto se condiciona a la interrupción de esa trayectoria de progreso que da sentido a la aventura migratoria.
Buah, no sé. Aquí para adelante que salga otro trabajo bueno. A ver, yo pienso siempre aquí en este pueblo. Sí, yo no lo sé (...) cuando aquí no hay, seguro que yo también buscará un pueblo tener más trabajo. Igual que amigos antes, ya aquí no están, ya no está aquí nada, cada uno coge el camino. (Hombre, Marruecos, Comarca 1)
O sea, que hemos empezado por un sitio muy bueno, porque esa disponibilidad y ese recibimiento, como de sí, veniros, aunque no os conozcamos, aunque seáis de fuera, para nada. Eso se valora mucho, pero, claro, nuestro negocio son las ovejas, si las ovejas no tienen pasto suficiente… (Hombre, Rumanía, Comarca 1)
El futuro a medio y largo plazo es una decisión que está sometida a negociación entre todos los miembros de la familia y en la que la felicidad y el futuro de los hijos juegan un papel clave. Los escasos testimonios en que se expresa una voluntad clara de irse a la ciudad tienen que ver precisamente con el futuro de los hijos.
Mi esposa me dice bueno, yo te voy a apuntar con una condición, me dice así. Para irnos a Ecuador. El día que me vaya a Ecuador pues tengo que tener una casa donde ir a vivir. Que de momento no la tenemos. Y tú tendrías que tener un trabajo. Si no, no me voy a ir, me dijo. Porque allí no voy a ir a sufrir. (Hombre, Ecuador, Comarca 3)
Yo no tengo intención de quedarme aquí... o sea, de estar aquí toda la vida. Me gustaría pues yo qué sé, ir a una ciudad más grande, pues darles a mis hijos lo mejor ¿no? De estudios y de todo, porque aquí hay poca cosa. Porque aquí tenemos Primaria y nada más, y entonces claro. (Mujer, Marruecos, Comarca 1)
El arraigo toma en los discursos de las personas entrevistadas la forma de una casa. De ahí que la vivienda, más allá de su dimensión material, parezca también tener una dimensión simbólica. Tener una casa es ya formar parte de un lugar y por ello de la comunidad que lo habita.
P- ¿Y tus planes de futuro? ¿Has pensado en ir a vivir en una ciudad más grande? O cambiar…
R- No, No. Hasta ahora yo tengo mi casa, bien. ¡La he hecho yo! La he hecho yo. Sí, la he comprado, la he tirado y la ha hecho. (Hombre 1, Marruecos, Comarca 2)
Me veo aquí. Muchas veces cuando he hablado con mi marido. Yo me veo aquí, ojalá que esto fuera tan productivo para poder comprar una casita aunque estuviera destrozada, pero eso no lo sabemos. (Mujer, Ecuador, Comarca 1)
A través de los relatos de una muestra estructural de personas inmigrantes en tres comarcas de Castilla y León, hemos analizado el papel que el medio rural juega en sus trayectorias y proyectos migratorios; el impacto que la crisis de 2008 ha tenido en esas trayectorias y proyectos; su percepción del medio rural como ámbito de vida y trabajo, y sus planes de futuro, en lo que respecta a la permanencia o abandono del mismo.
Frente a la tradicional concepción del medio rural como “estación de paso”, no se desprende de nuestra investigación que los pueblos sean un mero lugar de entrada al país de acogida, que urge abandonar cuando las circunstancias así lo permitan. El medio rural es presentado como un espacio donde hay abundante trabajo, para quien esté dispuesto a trabajar, y es valorado tanto en cuanto permite desarrollar las trayectorias de progreso que dan sentido a la aventura migratoria, y que en último término se materializan en procesos de movilidad social ascendente.
El proyecto migratorio, como proyecto de superación familiar e individual, implica siempre la disposición al sacrificio (a “aguantar” o “tirar palante” o asumir “lo que toca”) es decir, a soportar condiciones laborales muy exigentes en sectores que se saben propios de inmigrantes. Los inmigrantes saben que hay “trabajos de inmigrantes” y lo aceptan. Esa aceptación tiene que ver sin duda con la percepción de que existen trayectorias de progreso posibles.
Las trayectorias de progreso deben analizarse en relación con la forma en que el proyecto migratorio va transformándose con el tiempo y la relación entre “aquí” y “allí” varía. El proyecto migratorio inicial está definido en relación con el país de origen: se trata de trabajar duro para garantizarse un futuro allí. A medida que las trayectorias de progreso se van materializando, la vida “aquí” comienza a tomar protagonismo sobre la de “allí”. Tener una vivienda y una familia es un punto de inflexión. La llegada de los hijos —reagrupados o nacidos en el país de acogida— y su vida “aquí” es quizá el factor más importante para hacer que el país de origen pase a ser una segunda opción, un lugar en el que habría que “empezar de cero”, al que ya solo se ve como un destino de vacaciones o de retiro futuro.
El impacto de la Gran Recesión de 2008 está muy presente en los relatos de nuestros entrevistados. La suerte que han corrido depende mucho del momento en que han iniciado su aventura migratoria: bien “en los años buenos”, bien en los años en los que está a punto de estallar la crisis económica. Los primeros, aunque hayan visto empeorar sus condiciones económicas y laborales, han mantenido sus trayectorias de progreso, incluso si ello implicaba cambios de residencia. Los últimos han visto cómo esas trayectorias se estancaban o revertían. El impacto de la crisis en el sector de la construcción ha conducido a algunos de nuestros entrevistados desde las ciudades hacia el medio rural; allí es posible retomar esas trayectorias de progreso e incluso tener la oportunidad de emprender un negocio en el que plasmar viejas o recién descubiertas vocaciones.
La percepción del medio rural es, en general, muy positiva desde la perspectiva de su calidad medioambiental y los servicios que ofrece. En él se disfruta, además, de algo que se valora sobremanera: la calidad democrática y los derechos ciudadanos de los que goza la sociedad española. Este aprecio profundo por la igualdad convive con la aceptación de la existencia de nichos laborales étnicos con unas condiciones laborales muy duras, cercanas en ocasiones a la explotación. Es posible que esta contradicción no pueda mantenerse indefinidamente, y difícilmente en las segundas generaciones. El principal problema material que se manifiesta en el discurso de las personas entrevistadas es el acceso a la vivienda, escasa y muy cara en los entornos rurales. También, sobre todo en el caso de las mujeres, los problemas asociados a la movilidad.
La percepción que se tiene del medio rural en cuanto ámbito de relación social es ambivalente. La relación con la población autóctona se presenta como buena, correcta e incluso cordial. Pero es cierto que la población inmigrante se siente observada, a veces con reticencia y desconfianza, y que incluso, sobre todo en el caso de la población musulmana, sufre prejuicios, discriminación o directamente actitudes racistas y xenófobas.
Los planes de futuro a medio y largo plazo están abiertos y condicionados por la posibilidad de mantener y continuar esas trayectorias de progreso que dan sentido a la aventura migratoria. Si tenemos en cuenta las necesidades materiales, sin duda el trabajo y la vivienda son los dos pilares básicos. La vivienda aparece además como el mayor símbolo de arraigo. Pero lo emocional tiene también un peso importante: la sensación de haber formado un hogar, de ser bien acogidos, de formar parte de una comunidad en la que los hijos son felices y tienen un futuro es un elemento fundamental en el deseo de quedarse.
Hay entre nuestros entrevistados, por tanto, confirmando nuestra hipótesis de partida, una potencial disposición al arraigo, a formar parte de las comunidades rurales que habitan. Su percepción de la vida en los pueblos, de sus ventajas y carencias, no dista mucho de la que tienen las personas autóctonas, con la salvedad de que deben hacer frente a dificultades añadidas por su confinamiento en determinados nichos laborales, sus problemas para acceder a la vivienda y la reticencia y desconfianza con que a veces son observados. Parece pues que la mejor forma de fomentar el arraigo es hacer posible que tengan oportunidad de materializar esas trayectorias de progreso inmigrante, desde el reconocimiento de su vital aportación al futuro de los pueblos. Para ello se requiere apoyo, recursos y acompañamiento a medio y largo plazo, y la existencia de dispositivos institucionales que los proporcionen, ya que en ningún caso el medio rural está condenado a ser una mera “estación de paso”.
En definitiva, es importante reconocer la potencial disposición de las personas inmigrantes a formar parte de sus comunidades rurales, a poco que esas comunidades actúen para acoger activamente a esos nuevos vecinos. Es ahora más necesaria que nunca la construcción de comunidades acogedoras y la promoción de ese emergente cosmopolitismo rural que Woods (2018) calificara como uno de los rasgos característicos de las ruralidades contemporáneas.
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