Los resultados que presentamos en este artículo se enmarcan en un proyecto de investigación iniciado el año 2016, fruto de la colaboración entre los Servicios Básicos de Atención Social (en adelante SBAS) del municipio de Lleida y el área de Trabajo Social y Servicios Sociales de la Universidad de Lleida. El proyecto partió de una demanda explícita de las profesionales de los SBAS. Estas observaban con preocupación el deterioro de familias a las que se les venía prestando atención social por un largo periodo de tiempo. Las profesionales percibían una escasa efectividad de las intervenciones que realizaban con un grupo de población notablemente numeroso. Ello provocaba una demanda de atención continuada en el tiempo junto con la constatación que los casos se cronificaban.
Ante dicha preocupación se inició una investigación que permitiera, en primer lugar, conocer con mayor profundidad y perspectiva los perfiles de las personas y familias en situación de cronicidad (en adelante, FSC) en los servicios sociales del municipio. En segundo lugar, se pretendió analizar las estrategias de intervención aplicadas por las profesionales sobre este grupo de población. Los resultados obtenidos en esta primera investigación han sido publicados (Pirla et al., 2019) y se utilizan actualmente para desarrollar proyectos piloto de intervención en los SBAS del municipio.
Con posterioridad, en 2018 se inició un subproyecto de investigación focalizado específicamente en las FSC con menores a cargo. Este respondía a la finalidad de diseñar y aplicar acciones preventivas que permitieran reducir la transmisión de la pobreza entre generaciones. Así, se consideró estratégico por parte de los SBAS obtener más conocimiento sobre el contexto y las características básicas que conforman la situación vital de los menores. De la misma manera, los resultados globales del subproyecto han sido publicados (Julià et al., 2021) y se pretenden utilizar para elaborar futuras acciones de intervención con esta tipología de familias.
En este artículo nos centramos en uno de los grupos de población estudiados en el subproyecto. Se trata de familias de origen inmigrante en situación de cronicidad en los servicios sociales con menores a cargo. Este análisis focalizado se justifica dada la alta tasa de familias de origen inmigrante entre el colectivo de familias en dicha situación en los SBAS. Para reflejar este aspecto cabe apuntar que, en el inicio del estudio, el año 2018, la población inmigrante del municipio de Lleida representaba el 18,1% de la población. En cambio, su peso sobre el total de los expedientes de FSC con menores en situación de cronicidad en los SBAS durante la década 2008-2018 fue del 42%. Además, la explotación cuantitativa de algunas variables clave —situación económica y laboral, barrio de residencia, nivel de estudios, y número de hijos— nos indica el alto riesgo de reproducción intergeneracional de dicho estado.
Presentamos así los resultados obtenidos en la vertiente cualitativa de la investigación para este subgrupo de población, mediante la cual hemos pretendido analizar los discursos de los progenitores acerca de tres aspectos: las relaciones que mantienen con los SBAS y sus profesionales, las fortalezas que perciben en su estructura familiar y, finalmente, las expectativas de vida acerca de sus hijos. En términos de hipótesis, planteamos que las familias de origen inmigrante analizadas, si bien se encuentran de facto en una situación de pobreza y cronicidad en los SBAS, incorporarían elementos discursivos que proyectarían expectativas de cambio, en términos de movilidad social ascendente, fruto de la inversión ya iniciada mediante el proceso migratorio.
Si bien el concepto de cronicidad no es desconocido dentro del ámbito social (Escudero, 2013; Ginesta et al., 2017) sí que resulta todavía un término vacío teóricamente y con escaso valor práctico —contrariamente a lo que sucede en el sistema sanitario donde presenta un mayor recorrido—. Sin embargo, existen otros conceptos mucho más consolidados dentro del ámbito social para referirse a aquellas familias y personas que reciben una atención continuada en el tiempo. Entre ellos, encontramos: familias multiproblemáticas (Coletti y Linares, 1997), familias desorganizadas (Minuchin et al., 1967), familias resistentes (Forrester et al., 2008), familias en crisis (Rapoport, 1962) y familias multiestresadas (Jakob, 2018).
A pesar de la riqueza terminológica existente —siendo el concepto de familia multiproblemática el más consolidado— en nuestro caso optamos por utilizar el término cronicidad a modo de categoría conceptual. Mediante este pretendemos integrar las diversas manifestaciones y tipologías asociadas al fenómeno de la temporalidad a los SBAS, independientemente de las causas concretas que las caracterizan (Miranda et al., 2020). En todos los conceptos anteriores encontramos un eje común basado en la complejidad de los casos provocada por causas intrafamiliares generadoras de disfuncionalidad social. Sin embargo, uno de los aspectos que hemos constatado desde el inicio del proyecto es que un amplio conjunto de familias en situación de cronicidad no presenta una realidad interna de especial complejidad en términos profesionales.
Así, resulta conveniente señalar que, si bien la complejidad en el abordaje de algunos de los casos que se atienden desde los SBAS acostumbra a generar cronicidad, no debe darse por sentado la situación inversa. Es decir, encontramos personas y familias que requieren de unos apoyos, más o menos intensos, pero, en cualquier caso, continuados en el tiempo, como consecuencia de una situación de vulnerabilidad asociada a necesidades materiales, que acarrean pobreza y precariedad. No obstante, no estaríamos refiriéndonos a abordajes profesionales que pudieran calificarse en su mayoría de complejos, como los que demandarían aquellos perfiles asociados a las tipologías indicadas —marcadas por conflictos intrafamiliares, bajos niveles de resiliencia y cohesión, habilidades parentales insuficientes o inadecuadas, patrones caóticos de interacción, problemas severos de carácter conductual, adicciones, entre otros—.
En el caso de la cronicidad, el eje que lo dota de mayor contenido es el factor tiempo, en el sentido que las intervenciones realizadas de manera prolongada no producen cambios sustanciales ni reportan avances dentro del contexto de precariedad en el que se inscribe la familia atendida. De esta manera, el tiempo de atención pasa a convertirse en un factor de riesgo acumulativo (Escudero, 2013). Su prolongación puede resultar un exponente que daña la capacidad de hacer frente a los desafíos vitales que las familias deben afrontar (Moore, 2005), haciéndose cada vez más dependientes de la ayuda de los SBAS. Y ello como consecuencia de una lenta, pero progresiva, delegación de funciones básicas en estructuras institucionales y profesionales. En último término —si los apoyos institucionales y sociales no son suficientes para impulsar dinámicas cambio— nos situamos ante situaciones de riesgo significativo para la transmisión intergeneracional de la pobreza (Cooper y Boyden, 2007). En esta línea, existe un número abundante de evidencia científica que expone como los logros futuros de una persona, en cuanto capital económico y material, cultural y social, se encuentran estrechamente relacionados con los logros de su generación anterior. Dichos antecedentes influyen de manera significativa en los logros de la vida, añadiendo el hecho que las experiencias de la infancia determinan la pobreza en la etapa adulta (Musick y Mare, 2004).
Más allá de los factores internos de las familias que pueden provocar la necesidad de una atención social dilatada en el tiempo, la cronicidad, como categoría conceptual, permite ensanchar la mirada e integrar aquellas familias que, si bien en su mayoría mantienen un buen nivel de funcionalidad, se encuentran constreñidas por su permanente dependencia de los SBAS. Dicha dependencia se explica por un contexto de vulnerabilidad social que las condiciona y limita severamente.
La vulnerabilidad social que impacta sobre las personas y familias que se atienden desde los servicios sociales se sustenta en factores estructurales de carácter socioeconómico, cultural y político-administrativo (Balsells, 2011; Ayllon, 2015; Fernández, 2015). De manera más concreta, algunos de los principales indicadores que nos permiten profundizar en esta dimensión se corresponden con aspectos denominados de bienestar objetivo (Bruquetas y Moreno, 2015; Voukelatou et al., 2020) y bienestar subjetivo (Gil et al., 2016). La exposición a dichos factores de riesgo está más presente en el colectivo de personas y familias de origen inmigrante, aumentando de esta manera su vulnerabilidad.
Así lo demuestran estudios como el de la Fundación Foessa, en señalar que la tasa de riesgo de pobreza en menores se encuentra determinada por el lugar de nacimiento de los padres. Esta nos indica que el índice de pobreza de los hijos (menores de 18 años) de padres nacidos en España en el año 2014 era del 23%, mientras que ascendía al 55% en el caso de los hijos de padres nacidos fuera de España. O bien, la tasa de riesgo de exclusión social según origen étnico del hogar, que en 2014 afectaba al 19,3% de las personas mayores de 16 años, y que se incrementaba hasta el 35% para los ciudadanos no españoles de la UE y hasta el 47,8% para los no españoles del resto del mundo (Flores, 2016).
En el plano educativo, existen otros elementos especialmente significativos en términos de riesgo social. Uno de ellos corresponde a la incidencia negativa sobre las condiciones de educabilidad producida por el círculo perverso de la pobreza infantil (Tarabini et al., 2012). También autores como Andrés (2013), Fernández (2013) y El-Habib y otros, (2016) indican además que existe una relación directa entre las expectativas de futuro del alumnado y la composición escolar de cada centro por origen, etnia y sexo. Se trata del cleavage social por el cual algunos centros escolares desarrollan su actividad educativa con un alumnado social y culturalmente homogéneo, en entornos de socialización familiar favorables a la escuela y con expectativas educativas elevadas. Mientras que otros se enfrentan a una notable diversidad cultural y de estilos de socialización, con entornos menos favorables hacia la actividad escolar y expectativas muy desiguales sobre su formación y titulación del alumnado. Estas diferencias están más presentes en los niños y niñas de procedencia inmigrante. Así, la condición inmigrante impide que la mayoría de estos padres cuenten con las mismas posibilidades que otros para ofrecer apoyo a sus hijos en las tareas escolares.
A todo lo anterior debemos añadir que los factores de desigualdad para el logro educativo de los hijos de familias inmigrantes, se sitúan más allá del aula, de la propia escuela, del barrio o incluso, de la ciudad. Está íntimamente condicionada por la sociedad de acogida. De ahí que la participación de la ciudadanía y de la comunidad es imprescindible para llevar a buen término el proyecto educativo (Flecha y Larena, 2008; Ballester y Vecina, 2011).
Los resultados que presentamos en este artículo son fruto del análisis discursivo realizado sobre 27 progenitores de origen inmigrante con menores de edad a su cargo y en una situación de cronicidad moderada en los SBAS. Se trata de una muestra intencional sobre un universo de 1371 familias con menores en situación de cronicidad en los SBAS del municipio de Lleida, con expediente activo durante el periodo 2008-2018. De las 1371, 576 familias son de origen inmigrante. Dicho universo se extrae de la base de datos mediante la cual se gestionan los expedientes de los SBAS del municipio de Lleida.
Resulta necesario indicar que para desarrollar el proyecto de investigación hemos seleccionado un plazo temporal de 10 años en el cual dichos expedientes ya se encontraban activos en el año 2008. Además, se han establecido dos tipologías de cronicidad en función del tiempo de atención prestado: cronicidad moderada (de 6 a 9 años de atención durante el periodo 2008-2018) y alta cronicidad (10 años consecutivos de atención para el mismo periodo). Como se ha indicado, los 27 casos seleccionados para el estudio pertenecen a la categoría de cronicidad moderada. Esta resulta una decisión estratégica, dado que los proyectos de intervención piloto que se pretenden diseñar una vez finalizada la fase de investigación se dirigirán a este grupo. La razón que explica esta decisión se basa en el margen más amplio que presenta el grupo de cronicidad moderada —en comparación con la alta cronicidad— para incorporar medidas de intervención secundarias que impliquen el desarrollo de actuaciones preventivas (Domínguez, 2001)
De esta manera, las 27 familias seleccionadas cumplieron con el criterio de representatividad ponderada del universo poblacional existente, con relación a tres variables previamente determinadas: la tipología de familia, el origen y el barrio de residencia. Así, en relación con la tipología de familia, 12 de ellas son nucleares, 11 monoparentales y 4 numerosas. En lo que respecta al origen, 15 de ellas son magrebís, 6 subsaharianas, 3 sudamericanas y 3 de Europa del Este. Teniendo en cuenta el barrio de residencia, 7 lo hacen en La Mariola, otras 7 en Pardiñas; 7 más en Cappont, 6 en el Centro histórico y 5 en Balafia.
De manera más general, los datos socioeconómicos perfilan unas familias en situación de pobreza. La media de sus ingresos económicos para el periodo estudiado es de 667 € mensuales. La renta media per cápita es de 180,2 €. Este dato las sitúa por debajo del umbral de riesgo de pobreza establecido en la tasa AROPE para el año 20181. Tampoco obtienen una garantía ingresos que les permita alterar su relación de dependencia con los servicios sociales.
El proyecto marco iniciado el año 2016 contemplaba una metodología mixta de investigación. Por una parte, mediante la explotación cuantitativa de la base de datos facilitada por los SBAS para el período 2008-2018. Por otra, mediante la puesta en marcha de un proceso cualitativo basado en la investigación-acción participativa (en adelante, IAP).
Des del inicio consideramos que la IAP podía resultar una metodología adecuada a causa del contexto y de las características de la petición que se nos presentaba. Esto se explica dado que el proyecto parte, fundamentalmente, de la demandas y necesidades sentidas por las profesionales (en este caso trabajadoras sociales de los SBAS) que intervienen directamente con las FSC, así como de su voluntad explícita en asumir un rol activo y comprometido para diseñar y ejecutar futuras acciones de mejora. Partiendo de esta situación, la metodología fundamentada en la IAP (Barbera, 2008; Walker et al., 2002) nos permitía llevar a cabo los cuatro aspectos siguientes: incorporar a las profesionales en el proceso de investigación; implicarlas en una dinámica de reflexión y acción compartida; nutrir el estudio a partir de su comprensión de la realidad; y finalmente, plantear el proceso de investigación como una vía estratégica de movilización y mejora de los abordajes profesionales con las FSC.
En el marco de esta orientación metodológica, se creó un equipo mixto de trabajo conformado por 11 trabajadoras sociales de los SBAS y 3 investigadores de la Universidad de Lleida. En él se estableció el reparto de diferentes tareas. El diseño de las técnicas, la formación a las profesionales, el vaciado de datos y su análisis quedó a cargo de los investigadores. Por otro lado, el desarrollo de los coloquios familiares, así como la participación en los grupos de discusión y la elaboración de las autoevaluaciones formó parte de las responsabilidades de las profesionales de los SBAS. De manera conjunta, el equipo ha efectuado sesiones periódicas de reflexión y elaboración de resultados durante el proceso investigador, así como de diseño de acciones piloto de intervención.
En lo que se refiere a las técnicas, si bien se han utilizado las tres anteriormente mencionadas a lo largo del proyecto marco, los datos que presentamos en este artículo se derivan de la aplicación de los coloquios familiares. Esta es una técnica planteada por Marchioni (2002, 2015) y que se lleva a cabo en el espacio natural de relación de la persona/grupo participante. En nuestro caso, el domicilio de las familias. De manera sintética, el coloquio plantea el diseño de un esquema de referencia que puede centrarse en uno o varios temas. No se trata de una entrevista con preguntas y respuestas, sino que su formulación resulta más abierta. La premisa básica para su buen desarrollo se fundamenta en la capacidad para generar un clima de confianza suficiente como para que la familia pueda expresarse de manera libre.
En términos operativos, y siguiendo la orientación metodológica de la técnica, se consideró idóneo que fuera el grupo de trabajadoras sociales las que llevaran a cabo el desarrollo de los coloquios en el domicilio de las FSC. Ello permitía incorporar un avance en su relación con las familias con respecto a las tradicionales entrevistas de despacho hasta el momento realizadas. De esta manera, dos trabajadoras sociales (siendo en todos los casos una de ellas referente en los SBAS de la familia) concertaron la visita y procedieron a la realización del coloquio. Cabe señalar también que se contemplaron y ponderaron los posibles efectos negativos o sesgos que podían derivarse de esta elección. El más destacado se vincula precisamente a la capacidad de adaptación a un nuevo escenario y de generar un clima idóneo entre profesionales y usuarias acostumbradas a una relación mediada por el marco institucional del sistema de servicios sociales.
En línea con los objetivos planteados, presentamos los principales resultados hallados en tres dimensiones. Una primera vinculada a la relación de las familias con los SBAS y las profesionales que las atienden. En segundo lugar, nos centramos en la capacidad de las familias para identificar y expresar sus fortalezas. Y, finalmente, nos centramos en los elementos asociados a sus expectativas de futuro sobre los menores.
El inicio de la relación con los SBAS se sitúa, en muchos casos, en el momento que las familias comienzan a tener descendencia. La llegada de los nuevos miembros introduce elementos que inciden en el equilibrio familiar. En muchas ocasiones este equilibrio es frágil y a su vez precario, generando situaciones complejas y difíciles de afrontar por la presión psicológica que suponen. Esta nueva realidad ligada al nacimiento de los hijos, tensiona el núcleo familiar. Las demandas más habituales se vinculan al hecho de cubrir aspectos básicos como la alimentación, ropa, pañales y productos de primera necesidad para la crianza y subsistencia del núcleo familiar.
Antes no pedía ayudas a la asistenta social pero últimamente cuando tuve a mis hijos ya es diferente. (Familia nuclear marroquí, Cappont 1)
Otra causa común que provoca este inicio de la relación coincide con ciertas crisis en el ciclo vital de las familias, como pueden ser las rupturas familiares, separaciones, casos de violencia de género, defunciones o abandonos por parte de uno de los miembros del núcleo parental, generalmente la figura paterna. La situación empeora en el caso de mujeres sin formación, con bajo conocimiento del idioma, sin autonomía económica, sin apoyo familiar y con una red social muy débil.
Tuve que ir a pedir ayuda porque no podía con dos niños, embarazada y mi exmarido pegándome y dejándome en la calle. (Familia monoparental numerosa ecuatoriana, Cappont 7)
La valoración que realizan las familias es, en general, positiva en relación con el apoyo recibido por parte de las profesionales de los SBAS. Ya sea por el apoyo emocional, así como la asignación de recursos o servicios. En algunas ocasiones esta es tan positiva que bordean la admiración, y en cierto modo se produce lo que, en términos sistémicos, se conoce como “mito de salvación”.
Yo estaba de parto y yo no me lo esperaba (…) llego a casa y no sabía qué hacer, estaba descolocada totalmente, por lo tanto, me pasó por la cabeza… vete a los servicios sociales y allí me encontré a Carmen. Vinieron a casa, no tenía el bolso de la niña hecho para ir al hospital y me hicieron el bolso y me llevaron al hospital. Por lo tanto, es para mí algo muy especial, es algo que nunca en mi vida olvidaré, aunque me vaya de aquí, aunque pasen cien años, para mí es algo muy especial. (Familia monoparental marroquí, Centro histórico 3)
En otras ocasiones el inicio de la relación con los SBAS se produce a causa de necesidades educativas de los hijos una vez iniciada la etapa escolar. Las necesidades varían y aumentan a medida que avanza la escolarización. Al principio son las becas de comedor y la ayuda para obtenerla matrícula gratuita. Más adelante se suman becas para libros, ayudas para la realización de actividades escolares o extraescolares, entre otras nuevas demandas.
Bueno… para mejorar… si nos pudieran ayudar con los gastos de la escuela de los niños, eso se podría mejorar. Como si se empieza la escuela, para comprar libros, la ropa de la escuela… se podría mejorar. (Familia numerosa togolesa, Cappont 4)
Para estas familias, cubrir las necesidades y exigencias que conlleva el seguimiento del curso escolar con normalidad es una fuente de sufrimiento constante y, por lo tanto, de demandas continuas. Las familias buscan conseguir el máximo apoyo y complicidad por parte de los diferentes sistemas de bienestar para alcanzar el objetivo de garantizar unos estudios a sus hijos, así como proyectar unas expectativas de futuro mejores que las que ellas tuvieron.
Bueno yo con el tema este del cole que por ejemplo ahora… porque el cole ahora me cuesta mucho, casi 700 € para dos niños. Cada año es mucho dinero y yo no puedo pagar tanto dinero y además tengo que pagar para que él también estudie porque no me gusta que le falta nada, ya que a mí me da igual que me falte, pero para mis hijos no… y yo quiero que estudien, que es importante. (Familia nuclear marroquí, Mariola 5)
También encontramos, si bien con menor frecuencia, discursos autocríticos sobre la propia relación establecida con los SBAS. Son familias que preferirían no tener esta dependencia de los SBAS y tener un trabajo que les permitiera gozar de autonomía económica y personal.
Bueno, mira, todos los servicios sociales no pueden ayudar a una persona para todo. Hay algunas ayudas, pocas, pero para que la persona como yo puede salir adelante ¿me entiendes? Para estar bien debo tener trabajo. (Familia monoparental marroquí, Cappont 6)
Sobre la figura de la trabajadora social y la defensa de sus derechos, encontramos por un lado a las familias que sienten que han sido muy apoyadas y que se las ha informado y aconsejado de todo lo que podían realizar.
Ella me lo dijo que antes de hacer nada, hemos hecho un informe con tu situación, etc. y ella me lo explicaba. (Familia monoparental polaca, Cappont 3)
Por otro lado, encontramos, aunque de forma menos significativa, familias que afirman que han sido ellas las que se han movilizado para ir descubriendo sus derechos y así reclamarlos. Aun así, se puede observar —debido a la relación positiva y también a cierto temor por las consecuencias de sus palabras— una cierta dificultad por parte de las familias a ser críticas con el sistema, y en especial, hacia la labor de las profesionales referentes de los SBAS.
Pregunta de la TS: ¿Sientes que se han defendido y se ha decidido con la profesional cual sería lo mejor para tu familia? ¿Quién ha decidido lo mejor para tu familia, tú o los dos? ¿Tú sola o con nosotras? Por ejemplo, lo de defender el piso, ¿crees que lo haces tú sola o con nosotras?
Respuesta de la familia: Pues la verdad que nosotras.
(Familia monoparental marroquí, Mariola 3)
Por su parte, las obligaciones se reconocen con más facilidad, siendo la más extendida y compartida por las familias la de informar a las profesionales de los cambios que se produzcan en su situación vital. Entre ellas, el hecho de iniciar una relación laboral, los ingresos percibidos, otras compensaciones económicas de algún tipo, o la previsión de realizar un viaje fuera del país. También coinciden en la importancia de asistir a las entrevistas que sus referentes les programan. En general se desprende una idea que se resume en términos de cumplimiento y obediencia.
Bueno, cumplir con vosotros. (Familia nuclear argelina, Balafia 4)
Podemos ver que, en términos generales, los derechos y obligaciones como familias usuarias de los SBAS no quedan bien resueltos en cuanto a los procesos de comunicación de estos. Para las FSC, estos derechos y obligaciones se focalizan básicamente en las ayudas, las prestaciones y en aspectos más de tipo económico o material. El binomio clásico de demanda-recurso es el que se impone en el imaginario de las familias.
Un elemento fundamental para el diagnóstico familiar es la importancia de poner en valor las fortalezas de sus miembros y de la familia en su conjunto. Observamos como a las madres les cuesta mayormente reconocer abiertamente sus puntos fuertes o incluso anteponen en su discurso sus puntos débiles. Se desprende una tendencia a la vergüenza hacia la autovaloración, lo cual dificulta que hablen de ellas en positivo y de forma abierta, más allá de los aspectos ligados a la tarea doméstica y reproductiva.
Los débiles a lo mejor es que soy un poco tímida. (Familia nuclear marroquí, Balafia 3)
Sin embargo, hay mujeres que muestran tener una alta autoestima y describen abiertamente sus potencialidades. Son mujeres que han tenido que tomar decisiones drásticas y valientes, que han gestionado conflictos familiares y de pareja y que han supuesto un gran y costoso trabajo de gestión emocional por su parte.
Yo tengo power. (Familia nuclear nigeriana, Cappont 2)
Me considero una persona activa y que me gusta estar lo que es con movimiento y haciendo cosas. (Familia monoparental marroquí, Pardiñas 3)
Otras fortalezas que manifiestan tener las madres se refieren a las capacidades y habilidades sociales que las ayudan a afrontar la vida en un sentido más amplio, como, por ejemplo, el trabajo o las relaciones sociales. No obstante, siempre aflora la responsabilidad de ser la cuidadora principal de la familia, ya sea en los casos de monoparentalidad, pero también en el resto de los casos.
Pienso mucho en los niños, quiero que los niños estudien, que por ejemplo el grande le gusta el fútbol y quiere ser policía. Siempre pienso para mis hijos cosas buenas, mejor que yo y mi marido. (Familia nuclear marroquí, Mariola 5)
Cuando los progenitores deben valorar los puntos fuertes que observan en sus hijos menores, lo hacen de una forma muy emotiva y afectiva, llena de anécdotas y explicaciones. Pasar muchas horas con ellos en circunstancias difíciles a nivel económico y de acceso a los recursos conlleva, en general, que antepongan aspectos positivos y potencialidades por encima de carencias o debilidades que puedan detectar.
¡La Sara siempre pregunta! Quiere aprender todo. Sí, es muy inteligente. En el colegio también va muy adelantada. Aprende rápido. (Familia nuclear marroquí, Cappont 1)
Cuando existe más de un descendiente, las dificultades aumentan considerablemente y los frentes abiertos son más numerosos. Muchas veces se trata de problemas de salud o de aprendizaje, entre otras situaciones que, sumadas a otras de tipo económico y laboral, empujan a la familia, un poco más si cabe, a una prueba de superación permanente.
La pequeña está bien, pero ella tiene un problema. Ha tenido un ataque. Una convulsión. Hace el año pasado. En mayo, en verano y en noviembre también. Tres veces. Pero este año bien. Tuvo que salir en helicóptero, muy grave. En el hospital y para Barcelona con el helicóptero. La última vez con la ambulancia aquí a Lleida estuvimos allí dos semanas con ella… pero bueno Dios es muy grande. Pero es muy fuerte aprender a caminar, a cómo hablar. (Familia nuclear nigeriana, Cappont 2)
La fusión emocional entre madre e hijos, propia de familias aglutinadas, y especialmente en las familias monoparentales que han sufrido abandono o violencia de género, acarrea ciertos riesgos que pueden desembocar en la sobreprotección u otras actitudes familiares generadoras de dependencia e inseguridades. Dificultades que pueden agravarse en el momento que se inicie el proceso de diferenciación de sus familias de origen.
Yo a mi hijo grande siempre lo he tenido como en una burbujita, que no le he dejado hacer cosas, que a lo mejor ahora con 8 años me las hace, que de pequeño no me las hacía. Porque yo no le dejé, porque siempre he estado con ese miedo de a ver si le ha pasado algo y… vamos, que lo pasó muy mal y claro yo creo que sí y de eso le viene que sea tan protector. (Familia monoparental polaca, Cappont 3)
Cabe destacar la alta valoración que los padres expresan sobre sus parejas y sus capacidades y cualidades que son las que realmente permiten la supervivencia familiar en el día a día. Se observa a lo largo de los coloquios la importancia de la mujer como madre y como eje vertebrador de la unidad familiar.
No, ella no es como yo. Ella cuando me pasa alguna cosa, ella siempre con tranquilidad me pregunta “¿que estás nervioso?” o “¿qué está pensando?”, ¿entiendes? (Familia nuclear marroquí, Balafia 1)
Las madres, por su parte, destacan de sus parejas el factor trabajo. El hecho de tratarse de familias con dificultades económicas importantes y con hijos a cargo, conlleva que el trabajo sea un aspecto clave para el proyecto de vida. En este sentido, tener una pareja trabajadora es muy importante y necesario para la subsistencia.
Por ejemplo, él es trabajador. Es un hombre que no tiene que esperar, es muy trabajador y quiere trabajar. (Familia nuclear marroquí, Mariola 5)
Los padres también muestran cierto pudor y dificultad en expresar sus puntos fuertes o cualidades, llegando a mostrarse autocríticos. En la autocrítica subyace el hecho de reconocer que las mujeres son las que asumen en la mayoría de los casos las riendas de las tareas domésticas y reproductivas de la familia, y que ellos muchas veces no están a la altura de las circunstancias.
Sí y bueno… y soy responsable y familiar. A veces que estoy un poco golfo con los niños y me escapo. (Familia nuclear marroquí, Balafia 3)
La relación paterno filial y las actividades realizadas conjuntamente son fundamentales para una buena comunicación familiar, para el ejercicio de una parentalidad positiva y la educación de los menores. El éxito escolar está condicionado por la implicación de los progenitores, no sólo en las tareas escolares y su seguimiento, sino también en aspectos afectivos, emocionales, lúdicos y recreativos. Las familias que han participado en el estudio valoran muy positivamente el hecho de estar juntos y unidos, así como también expresan que les gusta compartir actividades conjuntas fuera del hogar.
Sí, los llevamos a la piscina. (Familia nuclear marroquí, Balafia 3)
El nivel de relación con respecto a las actividades de la vida cotidiana y de la vida diaria es muy alto. Las madres de las familias entrevistadas dedican gran parte de su jornada a cuidar de sus hijos, y por tanto a las actividades esenciales, como comer, ir al parque, jugar, comprar o realizar el acompañamiento al estudio. Los padres también lo valoran muy positivamente, aunque reconocen que su presencia es menor en el día a día.
A pesar de la inquietud y preocupación sobre el futuro de los hijos, gran parte de las familias creen que este será mejor. Sin embargo, son conscientes de que no resultará fácil llegar a una situación más favorable, sin una gran dosis de esfuerzo de la unidad familiar. Este esfuerzo adquiere diferentes connotaciones: económicas, como el ahorro familiar; o la dedicación en exclusiva a la crianza por parte de muchas de estas madres, especialmente, las que están solas en este cometido.
Nosotros hemos cambiado el chip… salud y por lo demás, hoy hablaba con Geanina, si tenemos arroz con pechuga me lo como con pechuga y si no, me frío tres huevos. Nosotros hemos tenido casi un divorcio entre ella y yo. Por la niña y todo y ahora cuando estás bien te da igual si el estómago te hace así. (Familia numerosa rumana, Centro histórico 4)
Sobre el deseo de un futuro mejor, será fundamental la educación que reciban sus hijos. Una gran parte de las familias sueñan con alcanzar estudios universitarios que les permitan acceder al mundo laboral. Depositan en el logro educativo y en concreto en los estudios universitarios, el factor determinante del ascensor social que los progenitores no tuvieron.
Espero que sea mejor, espero que sí… que sigan estudiando. Pero tenemos que esforzarnos mucho… Hay mucha gente que no pueden gastar tanto para poder seguir un hijo la carrera, sí… y han dejado de estudiar. (Familia nuclear marroquí, Cappont 1)
Existen también, aunque de forma más minoritaria, otros discursos más pesimistas que vislumbran tiempos futuros muy difíciles marcados por la crisis económica que arrastramos desde hace años. Esta situación reduce las esperanzas a las familias que realmente están en una situación económica muy precaria y que en muchos casos no están recibiendo ningún tipo de prestación económica. La situación se agrava cuando dentro de algunas de las familias participantes nos encontramos con los llamados trabajadores pobres (Marx y Nolan, 2013). Habitualmente son personas que trabajan a tiempo parcial o son trabajadoras autónomas que sus ingresos solo les permiten vivir al día, y que, al mismo tiempo, este trabajo les impide optar a ciertas ayudas y prestaciones.
Ahí sí un poco difícil, yo creo… porque para llegar a la universidad… dinero bastante, pero si hay becas que dicen que hay. ¿Si eres monoparental, se puede? (Familia monoparental rumana, Pardiñas 5)
Otro elemento fundamental es tener una vivienda en condiciones y que disponga de espacios adecuados para cada uno de sus miembros y especialmente para los menores que deben desarrollar tareas escolares. Esta condición en muchas de las ocasiones no se produce, contrariamente, son muchas veces precarias e insuficientes provocando conflictos y tensiones familiares. En ocasiones son aspectos estructurales del edificio, en otras son viviendas deterioradas en su interior por el paso de los años, o bien, por falta de conservación.
Les gustaría tener un espacio, y es un problema cuando duermen por la noche. La cama no es una litera, las dos camas están pegadas, por lo tanto, una duerme muy mal… que siempre tiene el pie encima de Irene, una mano, a veces son las dos piernas. Tengo al menos dos veces que levantarme para moverla. (Familia monoparental camerunesa, Centro histórico 6)
A los problemas estructurales sumamos la falta de medios informáticos como ordenadores y conexión a Internet. Las familias son conscientes de que en el momento actual son herramientas imprescindibles para seguir con garantía los estudios. El acceso a las nuevas tecnologías y la brecha digital afecta directamente a estas familias, que ven como no pueden cubrir estas necesidades educativas generándoles angustia y miedo al fracaso escolar. En definitiva, perciben como se agrava la desigualdad en relación con otros menores.
Pregunta: ¿Y los trabajos cómo los hace si no tiene ordenador? En el locutorio. Pregunta: ¿Que tenéis internet aquí en casa? Antes sí, pero ahora no. (Familia monoparental argelina, Pardiñas 1).
El entorno y el barrio son también fundamentales para el desarrollo y el éxito educativo. La valoración de las familias es positiva en la mayor parte de ellas. Aunque la vivienda no siempre es la más adecuada, están satisfechas y contentas en el barrio donde residen. Los motivos de esta satisfacción y de la valoración positiva son diversos, y se corresponden con aspectos relacionados con la proximidad de la escuela o la calidad de vida que ellos consideran que les ofrece el entorno. El hecho de tener los servicios básicos muy cerca de casa es una de las cuestiones más valoradas, independientemente del barrio donde residan.
No, porque los vecinos son tranquilos, está cerca del cole, cerca de todo. Solo 10 minutos para ir al cole. (Familia nuclear marroquí, Balafia 2)
El precio y las condiciones económicas en el momento de alquilar o comprar una vivienda, son otros de los factores determinantes para valorar una zona u otra de la ciudad. Muchas familias se ven obligadas a elegir el lugar de residencia según su capacidad económica y, en consecuencia, se ven obligadas a alojarse en viviendas más económicas, en barrios más degradados o bloques de pisos antiguos en malas condiciones y con cierta estigmatización social y territorial.
Sí, aquí estoy bien y estoy tranquilo. Si me tengo que cambiar de piso, no voy a encontrar uno más barato… es muy difícil. (Familia nuclear marroquí, Balafia 1)
Otro de los pilares para el éxito educativo es la relación entre las familias y la escuela. En el caso de las familias estudiadas, esta relación es buena y esto es así por la buena relación existente con los tutores de los menores, con el profesorado en general, e incluso con la dirección del centro. Valoran mucho la proximidad del profesorado, el trato recibido y el respeto con el que las tratan. Los aspectos afectivos y de estimación hacia los hijos también resultan significativos. Esta relación fluida y receptiva puede aumentar las expectativas de éxito escolar ya que resulta un indicador de una buena comunicación.
Son organizados, es muy buen cole. Es tranquilo. Los padres son tranquilos. (Familia monoparental brasileña, Mariola 2)
A pesar de estas expectativas positivas y de la preocupación material y de seguimiento emocional que realizan las familias con relación a sus hijos, las dificultades más habituales para una buena relación familia-escuela suelen derivarse de aspectos como la precariedad económica y la necesidad imperiosa de conseguir ingresos para complementar la economía familiar. Estas dificultades se traducen en problemas para realizar algunos pagos de matrículas, cuotas y otros gastos relacionados con actividades incluidas en el curso lectivo, así como extraescolares.
El pobrecito está sin nada. En el cole todos hacen actividades y él está sin hacer nada y siempre le digo que tiene que esperar porque son 70 € el año, nos queda 30 €. Siempre nos sale algo. Hay otras cosas saliendo. (Familia monoparental marroquí, Cappont 6)
Unido a las expectativas están los sueños. Las familias sueñan con una vida mejor en la que puedan trabajar, dejar de recibir ayudas, de ser trabajadores pobres y poder cubrir todas las necesidades básicas que les permita afrontar la vida con menos sufrimiento y restricciones. Otro de los sueños es educar a los hijos para que tengan un futuro mejor de lo que han tenido ellos como padres y evitar caer en la normalización de la dependencia de servicios sociales y de la amenaza de la pobreza permanente.
La felicidad, todo. Estabilidad. Criar a los hijos, que estudien, que tengan un buen sitio de trabajo y eso. (Familia nuclear marroquí, Mariola 4)
Poder estudiar o seguir estudiando es otro de los sueños que manifiestan los progenitores. Las familias, especialmente las madres, esperan el momento en que esto será posible. Intentar formarse y así aumentar las posibilidades de encontrar un empleo digno que les dé más autonomía e independencia personal.
Sí, yo quiero aprender para ser buena cocinera. Como yo sé ingles podría ser profesora de inglés con los niños. (Familia numerosa nigeriana, Cappont 5)
Los miedos también aparecen en este futuro que proyectan. En primer lugar, aparecen una vez más, los miedos basados en las dificultades para cubrir las necesidades básicas. Destacamos el tema de la vivienda, ya que, a pesar de ser una necesidad básica para la protección y seguridad de las familias, es un derecho no garantizado que, por lo tanto, preocupa mucho a estas familias que ven el fantasma del desahucio como una posibilidad muy real.
Me da mucho miedo. Si tienes un techo… que tienes a tus hijos… y tienen donde dormir. (Familia nuclear marroquí, Mariola 4)
Existe otro gran miedo ligado al hecho de no poder cumplir las expectativas educativas, y por lo tanto, las esperanzas de futuro. Este miedo se refiere a dejar a sus hijos solos, ya sea por problemas de salud o incluso por la propia muerte de los progenitores. Al tratarse de familias con un equilibrio frágil debido a la precariedad material, se genera un miedo a dejar sus hijos menores abocados a la pobreza o una posible institucionalización, por ausencia de familiares cercanos que pudieran asumir su crianza.
Cuando me pongo mal yo muchas veces, mis hijos que son pequeños… y si él se pone mal… y si no podemos seguir trabajando… tengo que volver otra vez a pedir las ayudas y tardan mucho… ¿no?... Eso me da miedo. (Familia nuclear senegalesa, Pardiñas 7)
También encontramos algunos casos de familias que no expresan miedo. Se trata de familias creyentes, donde la religión las ayuda a afrontar las situaciones que viven en el presente, y proyectar el futuro con más optimismo y confianza. La religión les provee de protección y refugio en los momentos difíciles y también de esperanza. Muchas de las familias entrevistadas son religiosas y practicantes, aunque muy pocas lo han verbalizado en el transcurso de la entrevista.
No tengo miedo a nada, cuando Dios nos cuida, no tengo miedo. (Familia nuclear marroquí, Balafia 2).
La situación en la que viven las familias analizadas conlleva dos grandes efectos. En primer lugar, una gran cantidad de privaciones materiales que influyen irremediablemente en los logros de vida futuros de los menores (McLanahan, 2009; Morris et al., 2018; Sharkey, 2008; Cueto et al., 2017). En segundo lugar, una posible causalidad entre pobreza y bajo rendimiento escolar, por el efecto negativo que ésta tiene sobre los procesos de aprendizaje de la infancia. La insuficiente cobertura de necesidades básicas como vivienda, alimentación o salud y el impacto destructivo de la precariedad sobre las relaciones familiares, condicionan el desarrollo cognitivo, biológico y social de la infancia, de modo que los menores de contextos frágiles o vulnerables tienen mayor dificultad para conseguir el éxito escolar (Ferguson et al., 2007; Longás, 2015; Silva et al., 2020).
Aun así, podemos hablar de familias resilientes. A pesar de las situaciones absolutamente desfavorables que viven, son capaces de articular un conjunto de factores de protección que les ayudan a superar estas situaciones adversas. Estas estrategias pretenden, en todos los casos, preservar la seguridad de sus hijos, y evitar al máximo la temida desadaptación social. Las principales fortalezas de las familias se corresponden con la fuerza y motivación para salir adelante, así como con la responsabilidad y la actitud de colaboración y respeto hacia los servicios y profesionales. En esta línea, cabe apuntar que la motivación para el cambio, así como las actitudes de los padres hacia la intervención y el servicio se asocia con un pronóstico más favorable de estos (Rodrigo et al., 2009).
Destacamos el hecho que las madres sean el pilar fundamental de estas familias. Son mujeres que asumen las tareas de crianza y reproductivas de forma natural y se convierten en la pieza imprescindible para resistir en los tiempos más difíciles, si bien su estatus queda ligado a un rol tradicionalmente reproductivo (Oso, 1998; Gregorio, 1998; Ribas, 2000, 2004; Parella, 2003).
El análisis revela otro factor implícito determinante como es la buena alianza terapéutica observada con las profesionales de los SBAS. Se desprende, en términos generales, la construcción de un vínculo sólido con las familias, el cual hace posible y significativa la intervención social. En términos de pronóstico, este es un elemento muy relevante y que debe ser tenido en cuenta para futuras acciones desde los SBAS. En este sentido, existen evidencias en la literatura que indican como esta variable se configura como el factor común con más relevancia para la obtención de unos resultados positivos (Carr, 2009; Coady, 2012).
Por otro lado, el apoyo emocional y afectivo intrafamiliar resulta continuado e intenso. Observamos que los padres que tienen mayor implicación en la educación de sus hijos incrementan el sentido de autoeficacia, se comunican mejor y desarrollan habilidades parentales. Si hay expectativas por parte de los progenitores es posible que se cumplan. En este sentido es necesario remarcar la importancia de factores sociales y culturales en esta implicación. Debemos recordar que cuando una familia tiene altas expectativas en relación con sus hijos es mucho más probable que los buenos resultados se cumplan. Autores clásicos como Bourdieu (1997) y Bernstein (1998) ponen énfasis en la manera en que las actitudes fatalistas que las propias familias tienen en relación con el futuro de sus hijos les afecta. En muchos casos, estas actúan en forma de profecías autocumplidas (Merton, 1948; Rosenthal y Jacobson, 1968; Rosenthal y Rubin, 1978). De la misma manera, si el profesorado muestra actitudes receptivas, ello comporta la mejora en términos de participación de las familias (Garreta, 2008; Vigo et al., 2017; Intxausti et al., 2014)
Desde esta perspectiva, los condicionantes asociados, no sólo al capital económico, sino también al cultural y social de los progenitores, se convierten en muy significativos para medir las posibilidades de movilidad social ascendente de este grupo de población. En nuestro estudio, el hecho de tratarse de familias con escasos recursos económicos, bajo nivel formativo y trabajos precarios, les impide en muchas ocasiones poder afrontar todos estos retos. Este desgaste acaba afectando de manera directa e indirecta a los menores debido a la pérdida de confianza en la inversión educativa e incluso el abandono de los estudios al cumplir la edad obligatoria de escolarización (Santos et al., 2011).
Asociado al éxito educativo encontramos la cuestión de la segregación escolar que afecta, de una forma directa, a las familias participantes. A pesar de la valoración positiva que estas realizan sobre las escuelas a las que acuden sus hijos, muchos de estos menores asisten a unas escuelas con gran número de alumnado de origen inmigrante, a veces en barrios degradados, o en centros que se han convertido exclusivamente en la escuela del barrio para los inmigrantes. De esta manera, establecemos una correspondencia entre la segregación escolar y las expectativas académicas que parten de puntos de inicio marcadamente desiguales, según el contexto socioeconómico en las que se distribuyen (Alegre et al., 2008; Valiente, 2008; Moreno, 2011; Murillo y Martínez, 2019).
Finalmente, en lo que respecta a las contribuciones y limitaciones del estudio, cabe indicar que las aportaciones que presentamos pueden facilitar la toma de decisiones informadas por la evidencia por parte de responsables y profesionales de los servicios sociales en su actuación con familias de origen inmigrante en situación de cronicidad moderada. Sin embargo, hay que tener en consideración que los resultados que presentamos no pueden ofrecer explicaciones causales a gran escala. El trabajo empírico realizado se enmarca en un microcontexto representado por una muestra de carácter intencional. El equipo investigador es consciente de ello, y también del alto valor subjetivo de la información recogida, y de la dificultad de interpretar dicho material de una manera fiel y exacta a los significados que los participantes pretenden transmitir. Sin embargo, hemos trabajado manteniendo el criterio de objetividad en el análisis y ponderando los resultados obtenidos con el conjunto de datos —cualitativos y cuantitativos— que se vienen trabajando a lo largo del proyecto.
El desarrollo de esta investigación ha venido motivado por el impulso de los SBAS del municipio de Lleida ante la necesidad de obtener más conocimiento sobre el contexto vital y las características de las familias de origen inmigrante con menores atendidas por un largo periodo de tiempo (entre seis y nueve años). La segmentación y el análisis de este perfil de acuerdo con la variable tiempo, nos ha permitido mostrar unas familias que, si bien son dependientes de los servicios sociales, mantienen un nivel notable de funcionalidad social y no resultan casos caracterizados por la complejidad en su abordaje. Las familias participantes presentan así muestras de resistencia y resiliencia, unidas a una voluntad explícita para superar las adversidades en las que se ven envueltas. A ello se le unen componentes de esfuerzo y superación presentes en su discurso que conectan con un imaginario social posibilista, especialmente en materia de expectativas de mejora para el futuro de sus hijos.
Como hipótesis de continuidad en la investigación, planteamos que este discurso posibilista no se identificaría con la misma intensidad en las familias autóctonas con menores en situación de cronicidad. El factor diferencial estaría asociado a una apuesta de mejora intergeneracional asociado a la estrategia migratoria de las primeras. Esta hipótesis comparativa debe ser contrastada mediante la participación de un mayor número de familias autóctonas2 en los coloquios a realizar en futuras fases del proyecto.
En términos de implicaciones para la intervención desde los SBAS, se debería tener en especial consideración el remanente positivo que aparece en los discursos de los progenitores de origen inmigrante. En este sentido, la motivación para el cambio es un componente esencial para conseguir resultados más favorables. Esta motivación se sustenta en una inversión intergeneracional generadora de una expectativa más positiva para la segunda generación. Las profesionales de los SBAS participantes son conocedoras de este componente. Sin embargo, el recurso profesional y la atención directa se presentan como factores insuficientes para que se materialicen dichos avances. Estos deberían ir acompañados de más recursos económicos que permitan superar las condiciones de pobreza que las cronifican en los servicios sociales.
Esta investigación ha sido financiada por la Unidad de Desarrollo y Cooperación de la Universidad de Lleida. Convocatoria 2019 de Proyectos del Cuarto Mundo.
Los autores agradecemos la contribución en el equipo de trabajo de: M.ª Jesús Aparicio, Ester Siscart, Anna Piñol, Anna Villafranca, Núria Acosta, Elionor Ripoll, Maite Roca, Vanesa Noguera, Assun Farré, Irene Ibarz y Montse Massana. De la misma manera, agradecemos a las veintisiete familias que han participado en los coloquios.
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