Migraciones | nº 56 [2022] [ISSN 2341-0833]
DOI: https://doi.org/10.14422/mig.2022.015
Migraciones, comunidades etnificadas y consumo de alcohol: del “tomar ecuatorianizado” en Génova

Migrations, ethnified communities and alcohol consumption: from “Ecuadorianized” drinking in Genoa
Autores
Marco Gaspari
Universidad de Jaén
E-mail: marcourania5@gmail.com

ORCID: https://orcid.org/0000-0002-8702-3779

Belén Agrela-Romero
Universidad de Jaén
E-mail: bagrela@ujaen.es

ORCID: https://orcid.org/0000-0001-8976-9710

Resumen

Este trabajo analiza, desde una perspectiva socioantropológica, el papel que adquieren algunos patrones de consumo de alcohol asociados a la masculinidad entre la comunidad ecuatoriana en Génova, Italia. La práctica del consumo de alcohol, en contextos homosociales de migración y asociada a actividades deportivas, está (re)significada bajo parámetros culturales instituidos como “ritualidad alcohólica de la masculinidad”. Alejándonos de un enfoque de patologización del consumo, y adentrándonos en el estudio de las “culturas del alcohol”, migración y consumo, exploramos sobre los significados del tomar ecuatorianizado en tres escenarios de identidad cultural en tanto que estrategias de territorialización.

This paper analyses, from a socio-anthropological perspective, the role of some alcohol consumption patterns associated with masculinity among the Ecuadorian community in Genova, Italy. The practice of alcohol consumption, in homosocial contexts of migration and associated with sporting activities, is (re)signified under cultural parameters instituted as “alcoholic rituality of masculinity”. Moving away from a pathologization approach to consumption and moving into the study of “alcohol cultures”, migration and consumption, we explore the meanings of ecuadorianised drinking in three scenarios of cultural identity as strategies of territorialization.

Key words

Consumo de alcohol; comunidad ecuatoriana; migraciones; Italia; trabajo social

Alcohol consumption; Ecuadorian community; migration; Italy; social work

Fechas
Recibido: 13/01/2022. Aceptado: 04/05/2022

1. Introducción

En el presente artículo analizamos las prácticas de consumo de alcohol por parte de población ecuatoriana en Génova (Italia) estableciendo una dialéctica analítica entre los estudios migratorios, el análisis antropológico de construcción de identidades y el consumo de alcohol. Nuestra (pre)ocupación por este tema hunde sus raíces en la reflexión sobre nuestra práctica desde el Trabajo Social y el proceso de investigación y construcción de conocimiento recorriendo un camino de “ida y vuelta”, con partida en el ejercicio profesional (con más de 15 años de experiencia como operador de proximidad en gestión de intervenciones de reducción del daño en Italia) pasando por el territorio académico de investigación, y destino de vuelta a los servicios sociales en Italia.

La inmigración femenina ecuatoriana en Italia, protagonizada por las llamadas badanti (cuidadoras de ancianos y mucamas) ha estado tradicionalmente escondida e invisibilizada en los espacios privados del hogar, frente a la migración masculina cuya presencia es manifiesta en contextos urbanos y públicos. Se trata de “espacios etnificados” donde los hombres se reúnen para beber y estar “entre los suyos” (Ambrosini, 2016). Estas prácticas de consumo, que están revestidas de simbologías relacionadas con la “masculinidad” y “hombría”, debieran ser centrales al analizar desde los patrones “mixtos” y transnacionales de consumo (de origen como de destino) desde el Trabajo Social. Estos territorios de relación e identidad social pueden considerarse como “últimos santuarios de la masculinidad”; lugares de reconocimiento(s) cultural(es) en la migración al tiempo que espacios de intervención social (Agrela-Romero, 2006).

El inicio de nuestra experiencia profesional (2007) tiene lugar con la conformación de grupos de autoayuda dirigidos a madres latinas cuyos hijos consumidores eran atendidos por Servicios Sociales. Desde aquí tomamos contacto después con los maridos/progenitores. Beber es una actividad apre(he)ndida que forma parte de la propia tradición cultural (Gaspari, 2016), por lo que, en un principio, la naturalización de su consumo no implicaba una preocupación para las familias como sí lo era, por ejemplo, el consumo de heroína asociado a la “cultura (italiana) de destino”. Partiendo de estas premisas, en nuestras investigaciones sobre migraciones, hemos analizado los modelos y patrones de acercamiento al alcohol caracterizados por baja frecuencia y alta intensidad en origen y destino. Algunas corrientes teóricas han interpretado los modelos de consumo como una “mecánica reproducción de costumbres étnicas” (Gutmann, 2002), en tanto que refiere a un problema de orden público, de adicción y consumo problemático. Sin embargo, con este trabajo, lejos de describir, hemos querido etnografiar la práctica del consumo: los hechos sociales sólo pueden explicarse y comprenderse si permanecen dentro de su “recinto de sentido”, compartido social, histórica y culturalmente por quienes los ponen en práctica.

Adicionalmente, buscamos mostrar la necesidad de revisar estas interpretaciones contribuyendo a la reflexión sobre el valor de tomar en cuenta para el trabajo social la dimensión simbólica/identitaria (de género y etnicidad) del consumo. Partimos de una revisión bibliográfica y marco teórico en el que analizamos los procesos de (in)visibilización e (hiper)visibilización de la migración de varones ecuatorianos a Italia, así como las estrategias de territorialización de los espacios públicos relacionados con la (re)producción de consumo de alcohol y las prácticas deportivas. En nuestro estudio analizamos tres contextos homosociales que revelan las prácticas identitarias de ecuatorianización en contextos de migración.

2. Marco teórico

2.1. Enmarcando miradas analíticas

La investigación realizada está organizada en torno a tres grandes (pre)ocupaciones y unidades análisis. La primera unidad refiere a los estudios sobre la migración ecuatoriana en la ciudad de Génova, Italia, siguiendo la línea de los trabajos de Lagomarsino (2006) y Pagnotta (2005) quienes por primera vez estudiaron los procesos migratorios de las pioneras ecuatorianas en la ciudad de Génova y su articulación con la maternidad transnacional. Le complementan los aportes de Queirolo (2010) sobre la construcción mediática de la inmigración como fenómeno social, así como de las bandas en Génova y los procesos de estigmatización sufridos por los jóvenes de origen latino en Italia. La segunda unidad de análisis concierne a los estudios sobre las modificaciones y transformaciones urbanas y de los espacios públicos como resultado de la migración, además del impacto que ha tenido sobre la percepción y gestión de la diversidad; las ciudades en tanto que lugares de “superdiversidad” (Vertovec, 2007). Esta noción se ubica entre las prácticas de hiper-culturización de las diferencias y el asimilacionismo puro, que pretende declinar la migración como elemento constitutivo de las personas migrantes. En estos espacios tienen lugar procesos continuos de “diversificación” y gestión de las diferencias (Boccagni, 2014; Vertovec, 2007) que se declinan en ámbitos diferentes de la vida pública y privada, como, por ejemplo, los servicios socio sanitarios, los barrios, las escuelas, el mundo laboral, de ocio y tiempo libre. La tercera unidad de análisis alude a los estudios de corte cultural, de enfoque claramente antropológico, sobre la relación entre consumo de alcohol y la inmigración, profusamente desarrollados en países como los Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Francia, Holanda y, más recientemente en España (Conde y Herranz, 2004; Perocco, 1999). Sin embargo, en países como Italia, esta temática de estudio ha pasado más inadvertida en las (pre)ocupaciones sobre inmigración.

2.2. Trazos sobre la visibilidad migratoria ecuatoriana en Italia

A diferencia de otras migraciones internacionales más visibilizadas y documentadas (como la de mexicanos hacia EE. UU., marroquíes hacia Europa, o albaneses hacia Italia), la procedencia desde el país andino se configuró desde sus inicios como una migración fuertemente caracterizada “en femenino” (Lagomarsino, 2006), hecho que ha condicionado también las formas académicas de aproximarse a la misma. Las valoraciones del “éxito migratorio” de las mujeres, como pioneras e iniciadoras de una cadena de reagrupación familiar, han estado asociadas al estudio de los cambios, redefiniciones, transiciones y rupturas con los antiguos esquemas asimétricos en los que se basaban las familias de origen en Ecuador (Pagnotta, 2005). Las investigaciones sobre migraciones desde la perspectiva de género permitieron mostrar estos desplazamientos, al tiempo que fomentaron una hipervisualización analítica de los estudios que dejaron “en la sombra” la posición de los varones en los contextos familiares.

Con el tiempo, la “feminización” de la migración ecuatoriana en los contextos de destino desvió el eje del poder económico y decisional al interior de la familia, desplazándolo de los hombres a las mujeres (Lagomarsino, 2006). La transformación de los roles productivos/reproductivos, así como de las relaciones de género, han sido aspectos esenciales hondamente estudiados. El histórico papel del hombre como proveedor (male breadwinner) sobre el que se construye la identidad masculina/machista en Latinoamérica fue seriamente renegociado y cuestionado con la migración, a partir de las dificultades de los varones para encontrar un trabajo en el nuevo contexto (Ambrosini, 2016). En consecuencia, la dimensión femenina de la migración ecuatoriana está más ampliamente analizada por su relación con los aspectos relativos a la integración laboral (Ambrosini, 2016) así como por el empuje de los estudios sobre las cadenas globales de cuidados (Pedone, 2008). La concepción del migrante exclusivamente como mera fuerza de trabajo “ha forzado” el cambio de las miradas de los estudios que privilegiaban a quienes eran pensados como “sujetos activos” en términos económicos. Las mujeres fueron consideradas como sujetos “productivos” en tanto que trabajadoras del sector doméstico y cuidadoras externas de los hogares empleadores, y muy especialmente, en calidad de emisoras de remesas para mantener a sus personas dependientes en los países de origen. Son ellas quienes, desde su rol productivo-reproductivo transnacional, sostienen los hogares en origen y destino.

En el caso de Italia, el interés investigador sobre los varones, identificados como “meros acompañantes”, quedó relegado a un segundo plano. Muy a pesar de que, a nivel social y mediático, fueron creciendo las referencias hacia la migración masculina ecuatoriana a medida que habitaban los espacios del contexto urbano y territorios públicos (Quierolo, 2010). Las mujeres ecuatorianas, en sus inicios, en tanto que trabajadoras en los espacios domésticos como internas en los hogares, transitaban su vida social en lugares de relación social más privada, como las iglesias y las viviendas. Con la llegada posterior de los varones, maridos e hijos, especialmente con las reagrupaciones del 2010, se acrecentó la percepción del hecho inmigratorio ecuatoriano en Génova.

Alrededor del 2010-2012, enclaves como las plazas, las calles y los bares fueron parcialmente resignificados, redefinidos y reconvertidos en espacios “etnificados” (Torres, 2008) considerados como espacios de recreación de la comunidad originaria de una migración. Estos lugares se significan por la presencia masculina mono-nacional ecuatoriana y por patrones de consumo masivo y público de alcohol, caracterizado por la baja frecuencia semanal (desde la tarde del viernes hasta la madrugada del lunes) y la alta intensidad de consumo.

2.3. De las discretas a los visibles

La “aparición” del universo masculino ecuatoriano en la ciudad de Génova es el resultado de los procesos de reunificación familiar a partir de la migración femenina a la capital de Liguria, siendo la comunidad extranjera más numerosa en el contexto urbano y extraurbano genovés. Hasta el 31 de diciembre 2019, según los últimos datos disponibles (Ufficio Municipale di Statistica, 2020) la comunidad ecuatoriana contaba con 17 146 personas (27,7% del total de inmigrantes en Génova) de los cuales el 57,2% son mujeres y 48,2% son hombres, siendo Génova, la segunda ciudad italiana, después de Milán, con mayor presencia de ecuatorianas/os. La edad media ronda los 41 años, por debajo del promedio genovés (de casi 48 años, uno de los más viejos de Italia) y del nacional (47 años). El origen ecuatoriano es el más estable de entre las poblaciones extranjeras en la ciudad, si bien en los últimos seis años las llegadas han disminuido; en comparación con el año 2017 se produjo un ligero descenso (-3,7%), resultado también de la nacionalización de 1215 personas (años 2018 y 2019), registrados con ciudadanía italiana.

Desde 2003, con la llegada de los varones y la conformación de la “colonia” (Sayad, 1999), la aprehensión de la inmigración ecuatoriana se visibiliza y masculiniza. De la presencia discreta de las mujeres asistimos a una “colonización” de plazas, bares y lugares públicos (Pagnotta, 2005) en su mayoría, abandonados por la población autóctona; los vecindarios fueron resignificándose y readaptándose a las necesidades de quienes recién llegan. Los lugares de tránsito temporal se transformaron en lugares de habitación comunitaria, repoblados por hombres jóvenes y adultos que hablaban un idioma diferente (Queirolo, 2010). Al entrar en contacto nuevos y antiguos usuarios del espacio público tiene lugar una dialéctica relacional entre diversas (y en ocasiones opuestas) modalidades de uso y disfrute del mismo espacio (Queirolo, 2010). Como ilustra este investigador, la “etnización” de los espacios públicos es el producto de la combinación de dos elementos: las prácticas de reapropiación de algunos lugares, y las distintas modalidades de uso de la esfera pública con respecto a las/os autóctonos. Los bares adyacentes a las zonas de agregación se “etnicizaron” con el gradual y constante abandono por parte de la clientela italiana, produciendo verdaderos procesos de transformación de la ciudad y de sus entornos.

Vertovec (2007) plantea que las ciudades son lugares de cada vez más superdiversidad, en las cuales se producen constantes procesos de diversificación y gestión de la diferencia. Este autor toma como referencias de diversidad criterios que van más allá de la noción de cultura o nacionalidad, reflexionando sobre cómo transcurren en la vida pública/privada de las personas. Mientras el lugar de trabajo esconde, camufla e invisibiliza al migrante (Grimson, 1999), el tiempo del no-trabajo y de ocio son terrenos donde su imagen e identidad se recomponen. Tienen lugar de este modo los procesos de apropiación espacial donde la presencia migrante se hace manifiesta, en tanto que extranjero asociado a fuerza de trabajo (Gatrell, 2020). Chulilla (2005) los define como procesos de re-territorilización por los cuales los inmigrantes ganan espacios como grupo o minoría étnica, apropiándose de determinados territorios; refiere a cómo comunidades étnicas hacen privativos espacios físicos de la ciudad. Este autor lo entiende como una compensación por la pérdida de territorios en su país de origen, en consonancia con lo que Sayad (1999) teoriza sobre el espacio público como la representación “plástica” de la colonia a través de un proceso de des-invisibilizaición.

En relación con estos debates, Agustoni y Alietti (2016) plantean que esta resignificación y reapropiación de los espacios urbanos a menudo se interpretan en clave securitaria. La colonización pública de la ciudad a través de prácticas de reconfiguración de las comunidades inmigrantes provoca alarma en la opinión pública y el vecindario. Las plazas y áreas semiabandonadas se transforman en lugres de diversión okupados por “no nativos”; desnaturalizados de la supuesta conexión estática entre espacio y cultura; caracterizados por una dimensión temporal inmutable que se manifiesta como la garantía de una ruptura espacial entre el aquí y el allá como “otredad”. La apropiación del espacio público por inmigrantes ocasiona una hipervisibilización del sujeto ajeno (Aramburu, 2014; Moncusí, 2017), en el proceso para autóctonos, por una parte, de una “colectivización” del otro, y por otra para extranjeros, de una etnogénesis catalizadora de identidad, de integración y pertenencia que posibilita un referente simbólico y cultural.

Algunas zonas de Génova, como Campasso, Sampierdarena o Val Polcevera, caracterizadas por una fuerte presencia pública de hombres ecuatorianos son miradas como “espacios etnificados” de la movida latina, donde se reúnen varones de determinados grupos de vecinos inmigrantes para estar con los suyos, encontrarse, sociabilizar entre iguales y recrear un entorno identitario. Siguiendo a Rosas (2010), quien trabajó este tema referente a peruanos en el contexto urbano argentino, podemos considerar estos espacios como los “últimos santuarios de la masculinidad”, reflejo de la lejanía geográfica y cultural y, sobre todo, como lugares de reconocimientos culturales, indispensables en situación de anomia y fuerte cambio producido por la migración. Otros estudios como los de Bourgois (2009) o Castillo (2014) parecen indicar que el uso/abuso de alcohol en contextos de migración y en “recintos espaciales étnicos” ejerce una fuerte función simbólica y de recuperación identitaria. En consecuencia, en estos encuentros, el consumo de alcohol de alta intensidad, en público y entre hombres durante los fines de semana, ocasionan numerosos problemas de convivencia con la vecindad, no tanto por la práctica de consumo en sí, que también realizan genoveses, como por la otredad étnica de quienes la ejercen.

2.4. Machismo, reproducción de modelos hegemónicos de género y consumo de alcohol

Numerosos trabajos de investigación (Fuller, 2012; Gutmann, 2002; Rosas, 2010) han mostrado que, algunos modelos de uso/abuso de alcohol en espacios homosociales latinos en contextos de inmigración, pueden estar asociados con “estrategias de integración” en las sociedades de acogida; con actividades de (auto)exclusión, estigmatización y separación entre autóctonos y foráneos; y con prácticas de conservación y reproducción de modelos asimétricos de género. Autores como Randall y Saignes (1993) y Bourgois (2009) analizaron cómo el consumo de alcohol representa una frontera simbólica; el límite entre lo ordinario y lo extraordinario, entre el mundo laboral y el de la fiesta, entre el tiempo “que pasa invencible” y el tiempo sagrado. El consumo de alcohol no constituye tanto un elemento del contexto de ocio y divertimento, sino que representa “el momento de fiesta”. En contextos de consumo de alcohol, como cerveza, whisky o chicha, las relaciones sociales y de género se (re)crean, consolidan y perpetúan. En este sentido, la migración parece provocar, según Fuller (2012) y Rosas (2010), efectos “multiplicadores” generados por la lejanía, la nostalgia, las dificultades de la inmigración y la imagen idealizada del país remoto. El bar y los lugares públicos de encuentro en los países de destino son “el lugar simbólico de la memoria” (Rosas, 2010). Esto es, la doble frontera entre el presente vivido y el pasado rememorado, entre “el acá y el allá” (Rosas, 2010).

Para nuestro estudio nos ha resultado de gran valor la etnografía sobre ritos de traslado a Ciudad de México de Gutman (2002), perfectamente equiparable al contexto de ecuatorianos en Italia. Este autor analiza cómo la performance alcohólica pública representa uno de los pilares sobre los que se apoya la identidad machista; el estatus en ciertas comunidades se define por la capacidad de aguantar el alcohol. Un “buen hombre”, “un hombre de verdad”, tiene que saber beber, y esta herramienta debe ser socializada de hijos a padres. En este sentido, Lewis (1970) ya mostraba cómo la adquisición de la competencia alcohólica es un auténtico rito de paso.

El consumo de alcohol con/entre amigos en el espacio público o bares es para determinadas comunidades, siguiendo a Fuller (2012), una forma de socialización masculina indispensable para poder construir, obtener y mantener el estatus de hombre. El modelo hegemónico de masculinidad y heterosexualidad se caracteriza por diversos elementos como la obligación de someterse a continuas pruebas de competencia en contextos homosociales; la necesidad de reafirmar continuamente la propia hombría (Fuller, 2012; Gutmann, 2002) mediante la plena y total disponibilidad del tiempo libre; la sexualidad activa; el control de la sexualidad de la mujer, o la capacidad de soportar el alcohol (Bourgois, 2009). De acuerdo con estos trabajos, ser mujer se define por su dimensión biológica, naturalizada, por su capacidad reproductiva y de maternidad como elementos fundadores y de una feminidad estable. Por el contrario, ser hombre refiere a una práctica social sometida constantemente a pruebas de reafirmación por parte del grupo de iguales que son quienes “otorgan” la patente de hombría (Bourgois, 2009). Ser hombre es una significación en permanente estado de exhibición de muestras que legitimen y ratifiquen la masculinidad.

En contextos latinoamericanos, el trabajo de Rosas (2010) es excelente para indagar sobre cómo los espacios homosociales son lugares de reproducción, perpetuación y conservación del modelo hegemónico masculino, que encuentra en el machismo latino una de sus actuaciones prácticas. Esta autora plantea que los bares y los espacios de consumo homosocial responden a la exigencia de recuperar territorios de libertad perdidos en el matrimonio. En esta línea de trabajos, el consumo de alcohol, según Brandes (2002), representa un lugar por excelencia donde los hombres pueden expresarse libremente, sin que su propia masculinidad quede cuestionada.

2.5. “Culturas del alcohol”, migración y consumo

Uno de los primeros trabajos que contribuyeron al análisis de las culturas del alcohol fue el realizado por Lewis (1970) sobre campesinos originarios del Estado de Oaxaca desplazados a los extrarradios urbanos marginales de México. En su investigación mostró cómo, en contextos de fuerte cambio y riesgo de pérdida de los valores comunitarios que caracterizaban las sociedades campesinas mexicanas, el uso/abuso de alcohol actúa como instrumento de mantenimiento y estabilización de la identidad originaria. El consumo, aunque ya desvinculado de los recintos rituales de la Sierra, sigue constituyendo un elemento de conexión con la historia propia. La creciente tendencia al abuso, observada principalmente entre varones, se interpreta como el resultado de una progresiva des-ritualización de las prácticas sociales relacionadas con el consumo de alcohol y el “descubrimiento” de la borrachera como instrumento de alejamiento de una realidad cada vez más dura y opresiva.

Desde una perspectiva comparada, la investigación coordinada por Monaci (2014) en los contextos de Italia, Estados Unidos y Latinoamérica, posibilitó la formulación de interesantes teorizaciones sobre la relación entre migración y consumo de alcohol. Este estudio muestra cómo el beber representa un instrumento de reducción de la ansiedad individual en situaciones de fuerte estrés personal, así como las significaciones que implica en tanto que actividad de recuperación de la cohesión de grupo en los procesos de cambio rápido, fuerte aculturación y profunda desculturización. Para el caso concreto de Latinoamérica, este autor sostiene que el consumo de alcohol es un dispositivo de hegemonía masculina.

En el contexto de Italia, Cottino y Rolli (1992) son pioneros de los estudios culturales sobre el alto consumo de alcohol entre los inmigrantes meridionales en el Norte de Italia indagando sobre la “doble función” de la alcoholización: 1) como potente instrumento de estigmatización negativa producido por los autóctonos, y 2) como poderoso símbolo de “auto-diferenciación” empleado por los inmigrantes para instrumentalizar una afirmación de identidad y conciencia de clase.

Nuestra investigación también es heredera de las claves teóricas aportadas por el estudio de Conde y Herranz (2004) sobre el uso/abuso de alcohol en contextos de migración en las ciudades de Madrid y Alcalá de Henares. En su investigación etnográfica analizaron el modo en el que correlacionan diferentes modelos de acercamiento al alcohol por parte de cuatro grupos nacionales: Colombia, Ecuador, República Dominicana y Polonia. Sus resultados aportaron luz sobre los diferentes niveles de integración social, constatando que la conservación y el relativo abandono de modelos “étnicos” de consumo está asociado con el tiempo de permanencia en el país de acogida y que los modelos étnicos parecen ser más persistentes en las personas que residen en otro país durante períodos cortos. Inciden en la idea de que, en situación de conflicto y de dificultades de integración social y laboral, determinadas prácticas sociales, como los modelos de acercamiento al alcohol, pueden convertirse en una fuerte llamada a la identidad (Gutmann, 2002). Igualmente infieren que, el hecho de referirse a las personas inmigrantes sólo como “trabajadores”, pensados en términos laborales, implica que cuando están desempleados o exhibiendo ociosidad se incremente el rechazo de su presencia. Especialmente en periodos de crisis económica en los que su estancia pareciera ser más visible en los espacios públicos. Todo ello precipita dificultades en las relaciones entre inmigrantes y autóctonos, situando a los primeros en espacios sociales marginales donde predominan únicamente las relaciones intercomunitarias (Brandes, 2002).

Este último aspecto conecta con lo que plantea Gutmann (2002) cuando afirma que los modelos étnicos de consumo son expresión y síntoma del conjunto de condiciones de exclusión social vivido por quienes emigran. Asimismo, añade que los “espacios étnicos de encuentro”, a la larga, pueden desencadenar procesos de auto y hetero-distanciamiento. En situaciones personales de fuerte privación, estigmatización social y dificultad para la integración, existe un verdadero riesgo de “interiorización de la mirada que observa” desde el punto de vista identitario; esto es: “si dicen que soy un borracho, me vuelvo borracho”. El consumo se torna como parte de una supuesta “latinidad” que reivindica identidad, de tal manera que la reiteración de modelos de acercamiento al alcohol definidos como “étnicos” puede ser una de las posibles respuestas a estos procesos de hetero-definición (Gutmann, 2002). Sin embargo, nos planteamos hasta qué punto la construcción de la identidad deviene tan solo de “asignaciones desde fuera”, asumiendo que las personas migrantes son “sujetos pasivos” que en situaciones de estigmatización incorporan sin cuestionar estas nociones. Desde este mismo horizonte teórico, Torres (2008) analiza la función de los espacios etnificados como contra respuesta a los procesos de estigmatización que acaban por retroalimentar estos estereotipos y marginación de determinados grupos. En nuestra investigación sobre el tomar de ecuatorianos en Génova, seguimos esta senda interpretativa.

En referencia a los aspectos culturales de la borrachera, el trabajo de Randall y Saignes (1993) en los Andes peruanos y ecuatorianos en los suburbios de Lima, Quito y Guayaquil, detecta dimensiones analíticas importantes sobre el consumo de alcohol como que: 1) estuvo históricamente caracterizado por patrones de uso de alta intensidad y baja frecuencia, 2) en contextos rurales representa el límite entre el tiempo ordinario del trabajo y el tiempo extraordinario de la fiesta y de lo sagrado, 3) en las áreas urbanas de Lima, Quito y Guayaquil responde a la necesidad de mantener vivas costumbres, tradiciones e identidades de la Sierra en una situación de grave riesgo de anomia, por lo que el consumo es “lugar de la memoria y del mantenimiento de la identidad”, 4) acontece una progresiva des-ritualización del consumo, sobre todo en áreas urbanas y pobres, que con el tiempo favorece el incremento de situaciones de abuso de alcohol, y 5) las gramáticas de acercamiento al alcohol en Ecuador y Perú se han mantenido en un marco principalmente comunitario y no individual.

Investigaciones más recientes (Braganza, 2017) inciden en que el consumo excesivo de alcohol está arraigado a la cultura ecuatoriana, concretamente en clases bajas, y en menor medida a la peruana. Este autor analiza cómo las personas sin empleo, con menor escolaridad y con mayores índices de pobreza son más propensas al consumo excesivo de alcohol. Esta práctica se acrecienta en las fiestas populares, donde se bebe para celebrar, festejar o enfrentar algún tipo de problema, argumento que está en línea con las aportaciones de Villacís (2012) quien mostró las conexiones culturales entre la recurrencia a las bebidas alcohólicas de los pueblos originarios como forma de ritual, con la Conquista a partir de la cual el consumo se convirtió en una estrategia para enfrentar los problemas en el encuentro de culturas. El dilema, subraya este autor, es que el consumo está estrechamente arraigado a lo cultural en las celebraciones, ritos de paso y formas de recreación para los jóvenes, llegando a significarse como facilitador social de las conductas y relaciones sociales.

3. Metodología

Hemos desarrollado el trabajo de campo en la ciudad de Génova. El embrión motivacional surge de un proyecto de mediación comunitaria de los conflictos articulado desde la Comuna de Génova (2012) con el Departamento de Ciencia de la Formación (Universidad de Génova), la Asociación San Marcelino y la Asociación Ciedepax, cuya finalidad fue introducir el enfoque cultural en la mediación, previamente utilizado con éxito en América Latina sobre la gestión, trasformación y resolución de conflictos urbanos. A partir de aquí surgieron diferentes derivaciones y proyectos de investigación-acción desde donde fue tomando forma nuestra (pre)ocupación y motivaciones (objetivos) por este tema, cuya narrativa inicial podría ejemplificarse en este extracto:

Un grupo de hombres tomando en interior de uno entre los muchos bares “latinos” en la zona de Sampierdarena, rigurosamente en círculo, según el viejo rito del vaso único que rueda. Un grupo de chavales que juegan al fútbol en la Piastra en el barrio de Staglieno y para finalizar, litros de cerveza tomada cada sábado y domingo en la cancha de Granarolo donde diferentes equipos de ecuatorianos a menudo se enfrentan en la Liga Latina ¿Qué tienen en común todos estos escenarios cuyos protagonistas son varones ecuatorianos en espacios públicos italianos? (Diario de campo, junio 2017)

Enunciamos a continuación las dos principales preguntas de investigación que nos (en)caminaron: ¿se pueden definir los modelos de acercamiento al alcohol observados en el contexto genovés como una mecánica de reproducción de los modelos observables en el país de origen o adquieren en contextos de migración funciones y características diferentes, relacionadas con la experiencia migratoria?; en contextos de migración, ¿debieran comprenderse estos modelos de consumo como símbolos de diferenciación e instrumentos de afirmación de la identidad latina?

La metodología de investigación de este trabajo está construida como una etnografía procesual, sustentada sobre la base de una investigación situada e implicada (Haraway, 1988). Los intereses de conocimiento gravitan en torno a la deconstrucción y comprensión del rol de la experiencia de la migración en el mantenimiento, la transición o el relativo abandono de los modelos “étnicos” de acercamiento al alcohol entre los hombres ecuatorianos en la ciudad de Génova. En su fase preliminar, están planteados a partir de las vivencias diarias como trabajador social con el grupo de personas sujetos de este estudio, redireccionado en una fase posterior en una investigación que pretende establecer formas dialógicas de escucha. En línea con ello, para producir los datos hemos utilizado principalmente un enfoque metodológico de parámetros cualitativos (Della Porta, 2010) porque las herramientas de producción discursiva nos permiten aprehender la creación de narrativas de significados en torno al uso/consumo de alcohol en contextos de masculinidad ecuatoriana y migración.

Las tres técnicas principales utilizadas son: 1) La observación participante, implicada y posicional (Braidotti, 2021), dirigida hacia la captación de significados de las prácticas y gramáticas del consumo, aplicada sobre diversos espacios públicos y privado-sociales/familiares, como son los eventos deportivos y fiestas que acontecen en Génova, así como en reuniones de asociaciones de ecuatorianos y participación en programas de intervención de trabajo social de calle en lugares de mayor consumo de la ciudad. El trabajo de campo intensivo tiene dos momentos principales: junio-septiembre del 2018 y mayo-septiembre del 2019. Esta técnica fue esencial para identificar a los gatekeepers (guardabarreras) que nos permitieron el acceso a la comunidad ecuatoriana en Italia y Ecuador. También nos posibilitaron encontrar un grado de proximidad y de correlación y reposición constante (Pennacini, 2010). Algunos de los lugares destacados de observación han sido: la cancha de Granarolo (un lugar relacionado al juego del futbol), la Piastra de Staglieno (resignificado por la presencia ecuatoriana relacionado al fenómeno de fulvaso: una mezcla de fútbol y consumo de alcohol muy populares entre los jóvenes), y Il Circolo degli Amici (una taberna muy conocida y frecuentada por los hombres ecuatorianos en Sampierdarena). El eje temático central de registro de datos ha sido las diferentes formas de ritualidad, exhibición y prácticas significantes relacionadas con el contexto de la acción de consumir. 2) La entrevista semiestructurada nos posibilitó un diálogo reflexivo con varones ecuatorianos frecuentadores de lugares de alto consumo de alcohol. Hemos entrevistado, en distintos momentos, a 20 adultos varones y a 11 jóvenes (entre 19 y 28 años), siguiendo como ejes temáticos del diálogo su auto-reflexividad con respecto a la acción de consumir; la relación entre ritualidad, práctica y contexto; los códigos significativos (in)conscientes del consumo; la experiencia histórico-cultural entre el pasado (origen) y presente (destino) (Alonso et al., 2014). Y 3) los grupos de discusión conformados por mediadores interculturales, líderes comunitarios y personas representativas de la comunidad (9 en cada grupo). Realizamos 3 grupos que nos permitieron activar el intercambio y producción de sentido entre los participantes quienes, en sus debates referentes al consumo, dialogaron sobre las diferentes prácticas, el consumo en relación con la historia y cultura ecuatoriana, la migración, las formas de habitar la ciudad y la relación vecinal, los cambios y modificaciones de los roles de género, el mantenimiento de la identidad Latina o el nivel de integración sociolaboral.

Las entrevistas y grupos de discusión fueron realizados, grabados y transcritos en castellano, siguiendo los criterios éticos y código de buenas prácticas de investigación en la UJA, incluyendo un consentimiento informado de los participantes. Posteriormente realizamos una codificación de sus enunciados agrupando según los criterios de saturación del discurso, para posteriormente conectarlos de forma más selectiva e interpretativa con las prácticas sociales y registros de observación. Siguiendo un método de análisis temático inductivo y reflexivo, hemos interpretado el sentido del consumo incorporando también la posición social del investigador (Ricoeur, 1995).

4. Resultados del análisis

4.1. Los bares latinos en Sampierdarena: reconstrucción de la taberna popular ecuatoriana

Los apodados en Italia como “bares latinos” en Sampierdarena, Génova, surgen en gran medida a partir de los procesos de reagrupación familiar de los varones (maridos e hijos), quienes ocupan algunas plazas, calles, parques o esquinas urbanas como “espacios de vida” (Torres, 2008). exhibición despiertan la toma de conciencia por parte de la población nativa italiana, quienes reaccionan en contra para “hacer algo contra la invasión y el consumo de alcohol” (Diario de campo, marzo 2018). Desde el 2006, la vida cotidiana de la diáspora ecuatoriana acontece y se visibiliza diariamente en estos espacios públicos, habitados por ecuatorianos que establecen sus relaciones homosociales acompañadas de un consumo excesivo de alcohol. Estas prácticas de exhibición despiertan la toma de conciencia por parte de la población nativa italiana, quienes reaccionan en contra para “hacer algo contra la invasión y el consumo de alcohol” (Diario de campo, marzo 2018).

Imagen 1. Circolo degli Amici, Sampierdarena

11 de septiembre de 2019

En este contexto, fruto de diferentes tensiones entre las disputas ocasionadas para delimitar los contextos de apropiación del terreno, alrededor de los años 2008-2009, surgen varias asociaciones vecinales y comités de barrios de foráneos/as que reivindican el uso privativo de espacios que consideran propios. En este escenario de confrontación, la prensa funcionó como activador decisivo direccionando el descontento popular. El periódico Il Secolo XIX publicó un artículo titulado “Lega: no ai bivacchi nelle aree pubbliche della città” (15/06/2018) donde se relataba:

¿Qué está pasando? Es un problema que se repite todos los veranos y que hay que resolver de una vez por todas. Ahora que empieza el calor, tenemos algunos de los jardines y de los espacios públicos ciudadanos llenados de inmigrantes. Más allá de la irregularidad de muchos de ellos que son clandestinos, hay un riesgo de que estos espacios se vivan de forma diferente respecto a la función por los cuales nacieron [...]. Ya todos los domingos del año los sudamericanos transforman algunos parques y algunos espacios en grillarías: vivaquean, almuerzan y, sobre todo, beben y se emborrachan. (Indini, 2018)1

Lejos de resolverse con un acercamiento entre comunidades, tiene lugar un proceso de intensificación del reemplazo; la salida de nacionales italianos/as se acompaña de una estigmatización del espacio urbano, una descapitalización de los barrios y depreciación de las viviendas cuyos alquileres se hacen más accesibles (económica y socialmente) para personas extranjeras con menos recursos. El paisaje y habitantes del barrio de Sampierdarena se ecuatorianiza: algunos varones obtienen la licencia para abrir establecimientos de venta de comida y de alcohol justo en los locales de algunos bares italianos emblemáticos.

Los conflictos entre italianos/as que permanecen y ecuatorianos son habituales. Los bares son “open para todos”, como los califican sus propietarios, pero por lo general están frecuentados mayoritariamente por varones latinoamericanos, más concretamente, ecuatorianos. La presencia de italianos/as es insólita, y la de mujeres es minoritaria, limitada, si acaso, por la noche, asociada a los tiempos de libertad y pacto entre los géneros, como nos explicaban en unos de los grupos de discusión entre mediadores y líderes comunitarios:

Hay una especie de pacto, del tipo: yo te dejo irte con tus amigos una noche a la semana como si estuviéramos en Ecuador, teniendo bien claro que, seguramente, algunos van a tomar demasiado [...] y tú, en cambio, haces que yo haga lo mismo con mis amigas una vez a semana. (Mediador 3, 20 de mayo de 2018)

Este pacto refiere, por una parte, a una aceptación del valor central que adquieren estos lugares para los hombres de primera generación y, por otra, a una reafirmación y confirmación de la modificación en las relaciones de género en contextos de migración. Alude al reconocimiento mutuo de un lento proceso de simetrización: el poder adquirido en los años de vida en Italia se manifiesta y refleja también la gestión de los tiempos de ocio.

La conformación del lugar del consumo en destino, si bien sigue los modelos culturales del país de destino, persigue también recrear especialmente los contornos y modelos del país de origen. En los “bares latinos”, el consumo de alcohol acontece bajo formas altamente ritualizadas, por lo que los dueños de los locales nos insisten en su compromiso con “su comunidad” por reconstruir los detalles típicos de la taberna ecuatoriana y guayaquileña: desde el color de las paredes, siempre amarillas (o color pastel), a la ubicación de las mesas (bastante pocas en comparación con bares italianos), o la disposición de la barra de madera colocada en la pared (para comer “casi de pie”). La barra cumple dos funciones simbólico-prácticas: por un lado, cuando el bar está lleno de gente (sobre todo cuando hay partidos de fútbol de la selección ecuatoriana) permite aumentar el espacio de disposición; por otro, significa un espacio “más tranquillo” en los márgenes del espacio para quienes no desean consumir demasiado. Son ubicaciones donde “se toma más que se come”. La ritualidad “del tomar” necesita de un lugar amplio, donde componer un círculo en la parte central (visible) del bar. Como nos argumentan, en estas dinámicas de consumo grupo-espacial, quienes están sentado en la barra generalmente no quiere ser incluido en la ronda alcohólica (a menudo, las mujeres o cuando hay una situación “culturalmente mixta”, ecuatoriano vs. italianos, por ejemplo). Se trata de una regla no escrita ampliamente compartida.

El menú es muy simple: generalmente un sándwich de cerdo y papas fritas con mayonesa y kétchup. La cerveza que se consume, mayoritariamente tipo Pilsener, además de por económica, por ser la que más se asemeja a la ecuatoriana: es de poca gradación alcohólica, lo que favorece un consumo de poca frecuencia y de alta intensidad, sin dañar demasiado el organismo. La pantalla de televisión es imprescindible, sobre todo, para seguir los partidos de fútbol, entendidos como el “evento identitario” por excelencia que justifica el encuentro y el consumo (Rosas, 2010):

El futbol nos reúne a todos, acá como en Granarolo, y claramente, como en Granarolo, no hay futbol sin alcohol… (se ríe). Es algo automático, cultural. Acá tenemos la posibilidad de ver la liga ecuatoriana, la española y la selección. Muchos de nosotros tienen más de una pertenencia, futbolísticamente hablando [...] Siempre la liga española nos ha ejercitados una grande fascinación [...] Estar en la selección es como estar en una Iglesia. Nosotros los ecuatorianos somos cerveceros y futboleros, a pesar de que no hemos ganado a casi nadie. (Entrevista H.18, 5 de julio de 2019)

En estos espacios, la “práctica de la nostalgia” (Grimson, 1999) se concreta a través de varios elementos: 1) El género musical: el Pasillo ecuatoriano. Como plantea el historiador Vásquez (2010), El Pasillo es una expresión de la identidad musical de Ecuador, o mejor de la “ecuatorianidad”, representa el alma del pueblo mismo y como el Tango Argentino: es un poema que se canta. 2) Fotografías, de tamaño medio, que muestran lugares emblemáticos de Ecuador como Cotopaxi, Chimborazo, las playas de Guayaquil, la Amazonia y las Islas Galápagos. 3) Objetos de Ecuador, como remeras, trajes típicos, sombreros o ponchos de los Andes. 4) Folletos informativos sobre vuelos a Ecuador y Latinoamérica de agencias de viaje latinas en Génova.

Otro elemento característico es su transformación en verano, dispuesto para consumir en el exterior donde se traslada la ronda de tomada. Sin embargo, la “exterioridad del consumo” no está regulada con licencia para poner mesas y sillas afuera, por lo que se bebe en el borde de la calle. Con esta salida del consumo se nos insiste en la necesidad de recuperar la parte de ecuatorianidad; demostración de cómo el uso del espacio público en tanto que continuidad del hogar es una costumbre cultural que a menudo es reprimida por los contextos de destino. Implica por tanto una práctica de resistencia y transgresión en destino. Como también hemos observado en los contextos del Perú Andino (2011, 2014), el tomar es una actividad ubicada históricamente al borde entre lo público y lo privado. Ambas dimensiones se compenetran como parte de un mismo rito de reproducción. En este sentido es interesante relevar cómo a pesar de un contexto de migración, que obliga a modificar aspectos de los patrones de importación, algunos elementos culturales “ancestrales” se mueven entre la (in)visibilización de lo público y privado, permaneciendo entre estas dos dimensiones.

4.2. Más allá de una partida de futbol: las canchas como catalizador de identidad

La cancha de Granarolo en Génova es otro de los lugares donde se resignifica la identidad de género, de nacionalidad y de práctica del consumo en contextos de inmigración. Principalmente, ecuatorianos y peruanos suelen encontrarse por las tardes para jugar al futbol, como la práctica predilecta para socializar en el tiempo libre. Se organizan en equipos que compiten entre sí, en régimen semi-amistoso, durante los fines de semana. Granarolo es un pequeño barrio ubicado por encima del barrio de Sampierdarena, en la parte occidental de la ciudad de Génova, con vistas al puerto. Antes de la llegada de personas procedentes de Latinoamérica, las canchas estaban semiabandonadas. El Ayuntamiento desatendió el mantenimiento de las instalaciones, que dejaron de utilizarse para actividades deportivas y fueron objeto de actos de diferente vandalismo. Alrededor del año 2005, los hombres ecuatorianos recién llegados a Génova comenzaron a (re)utilizar espacios como los campos de juego para darles utilidad. El trabajo de trasformación física generó un fuerte vínculo entre los inmigrantes y el lugar como también nos argumentan en las entrevistas:

El arreglo de la cancha fue mi primer trabajo en Génova. ¡No te estoy bromando! fue realmente así. Fue más que ocupación del tiempo vacío… fue un verdadero trabajo. Había llegado hace poco en Génova, sin trabajo, sin lugares donde ir, ni cortar hierba… fue mi rescate. Es más: Granarolo para mí era Ecuador. (Entrevista H.18, 19 de septiembre de 2019)

En los años sucesivos comenzaron a organizarse los primeros partidos y campeonatos entre ecuatorianos, que posteriormente se ampliaron a otras nacionalidades latinas (sobre todo peruanos). En la actualidad, estos eventos involucran a cientos de personas que dedican tiempo y recursos para su organización. A pesar de que estas prácticas deportivas son frecuentes entre italianos, no es habitual que autóctonos e inmigrantes participe en una misma Cancha.

La transformación de la cancha de Granarolo en “cancha latina”, tal como nos explican, responde a la combinación de al menos tres factores: 1) el progresivo abandono por parte de los autóctonos, atraídos por lugares más cercanos al centro ciudad; 2) la relativa cercanía entre la cancha y el barrio de Sampierdarena donde vive la mayor parte de los inmigrantes ecuatorianos; 3) la “distancia de seguridad”, es decir, la relativa distancia con los espacios habitados, necesaria para no despertar el recelo de los vecinos y para poder ocupar el espacio ininterrumpidamente durante largas jornadas. A pesar de la relativa lejanía entre la gancha y los primeros núcleos de vecinos, fueron numerosos los intentos de expulsar a la comunidad ecuatoriana.

En Génova existe una larga tradición de aficionados del fútbol afiliados a diferentes ligas/asociaciones, si bien, los campeonatos latinos funcionan de forma paralela, identificados como propios de los inmigrantes latinoamericanos (esencialmente ecuatorianos y peruanos, pero también de colombianos, dominicanos, chilenos o venezolanos). Torneos distantes también de las ligas de otros inmigrantes (como rumanos, albaneses, o marroquíes). Estos campeonatos representan un espacio-tiempo diferenciado de los usos de la ciudad, que visibiliza tanto hacia dentro de la comunidad ecuatoriana como hacia fuera. La única excepción acontece en el llamado torneo antirracista, organizado desde el año 1998 en el mes de junio por el Centro Social Auto Gestionado Zapata, asociación sin fines de lucro, en las canchas del equipo de futbol Sampierdarenese.

Los campeonatos latinos son coordinados por un grupo promotor encargado de custodiar el material, organizar los partidos semanales, asignar los horarios, arbitrar y anotar resultados. Los equipos están conformados a partir de redes de amistad, frecuentemente vinculadas al proceso migratorio y proximidades de origen, por lo que los partidos suelen suceder entre balzareños, quiteños, limeños o de otras ciudades de Ecuador y Perú. En consecuencia, el campeonato latino en Génova evoca la “interregionalidad en diáspora”, donde las identidades locales y regionales están muy presentes, como evidencian igualmente los símbolos con los que se identifica cada equipo.

Imagen 2. Torneo de Balzar

22 de septiembre 2018

Uno de los primeros en formarse fue el Real Balzar, nombrado así por la localidad ubicada al norte de Guayaquil, de donde proceden sus jugadores. Los equipos toman sus nombres de los clubes de sus ciudades de origen, de sus barrios, de su tradición histórica ligada a la cultura local-regional. Los colores de las camisetas apelan a la bandera del país, del cantón o de los clubes de los que son hinchas (Barcelona de Guayaquil, Club Sport Emelec, Guayaquil City Futbol club, Sociedad Deportiva Aucas, Club Deportivo de La Universidad Católica, Alianza Lima, Sporting Cristal y Universitario de Deportes, entre otros).

En este sentido es interesante observar cómo las rivalidades locales/regionales son reactivadas y resignificadas cuando se enfrentan dos equipos del mismo país. Sin embargo, cuando el partido es entre ecuatorianos y peruanos, se activan los discursos sobre identidad nacional; el “desafío entre nacionalidades diferentes” perdura durante el tiempo del partido y desaparece cuando finaliza. No obstante, el momento más significativo del acto deportivo no es tanto el partido en sí como la fiesta posterior para compartir comida, cerveza y música: el “triángulo de diversión” latino, que funciona como aglutinante comunitario:

El futbol nos une a todos nosotros, latinoamericanos. Tú sabes que al domingo o al sábado te juntas con todos. No es necesario ponerse de acurdo, llamarte, fijar la cita... No. Todos van a estar allí. Y mira que los que juegan son una minoría, un poco por edad o por físico… Yo no puedo permitirme jugar, por ejemplo, soy 90 chiles, me muero (se ríe), pero no me pierdo un sábado. (Entrevista H.5, 19 de julio de 2019)

No es que no me guste ganar, pero lo importante es que seguimos jugando, estando juntos, pasándola bien entre nosotros. El fin de semana olvidamos todo: problemas de trabajo, de dinero… de todo. (Entrevista H.1, 22 de agosto de 2018)

Si (usted) tuviera la oportunidad de ir a Ecuador, podría darse cuenta de que es igual. El futbol para nosotros, más que deporte, es diversión, es estar entre amigos, tomar, comer. (Entrevista H.6, 6 de julio de 2018)

La relación entre consumo de alcohol y fútbol amateur es muy estrecha, asociada de forma colateral al fenómeno de las apuestas. Generalmente, un grupo de amigos apuesta por un equipo y, otros grupos, por el contrario: quien pierde, convida un giro de tomada Esto es, al desafío deportivo le sigue un otro desafío, de carácter ritual-antropológico, demostrando quién bebe más. En Génova, las apuestas alcohólicas se desarrollan tanto en la cancha de Granarolo como en la Piastra de Staglieno. Esta práctica, que ejercen mayoritariamente los adolescentes y los hombres jóvenes, con importantes significaciones en origen, se (re)significa y (re)produce en contextos de (in)migración. Como constatamos en el trabajo de campo en Perú (2011-2015), este consumo excesivo es más característico en los contextos informales y no oficiales, como partidos entre amigos o colegas, que en contextos de torneos.

4.3. La Piastra di Staglieno: el parque de los ecuatorianos

El área de la Piastra, también conocida como los jardines de Cavagnaro, está ubicada en los contornos de los dos barrios de Marassi y Staglieno, ambos pertenecientes al distrito de Valpolcevera. Este espacio ya fue objeto de una intervención de mediación social (años 2015-2016) en relación con el consumo de alcohol y problemas asociados al mismo, vinculados también con el proceso de ecuatorianización. Dicha actuación se acometió por parte de la Comuna de Génova en colaboración con la Universidad de Génova (Departamento Lenguas y Culturas Modernas), la Asociación San Marcelino y la Asociación Ciedepax (con sede en Hermosillo- México y Buenos Aires- Argentina), con la finalidad de introducir el enfoque cultural a la mediación en conflictos urbanos, siguiendo la línea de una actuación previa realizada con éxito en América Latina (Hermosillo, México, marzo de 2015) donde tuvimos la oportunidad de participar directamente (2013-2014).

La Piastra representa el único lugar ecuatoriano o “ecutorianizado” que se encuentra totalmente fuera del barrio de Sampiedarena. Este territorio es como “un área de pertenencia cultural extraterritorial” frente al cementerio monumental de Staglieno. La zona incluye tanto un espacio abierto donde practicar el fútbol o el ecuavóley (voleibol ecuatoriano) y una otra equipada con juegos para niños/as. Este enclave fue concebido en la década de los 70 para compensar a la histórica falta de espacios verdes y áreas de juego en el barrio de Staglieno (Carlini y Petrillo, 2005). Ubicado en los márgenes del río Bisagno, está flanqueado a ambos lados por dos carriles de circulación. Representa un oasis verde que irrumpe en medio de un área densamente edificada y poblada. En sus inicios fue un espacio utilizado por el vecindario que, a mitad de los 80, con la presencia cada vez mayor de personas adictas a la heroína, progresivamente quedó acotado como un espacio marginal. Tan solo la policía intervenía en este terreno para registrar, detener y expulsar a quienes tenían un aspecto sospechoso. La represión policial no fue acompañada de proyectos de reurbanización y recualificación del área por lo que la zona se convirtió en un no mans’s land y “tierra de nadie” durante muchos años hasta la segunda década de los años 2000 que comenzó a ser habitada y colonizada por latinoamericanos. Progresivamente, de una forma más espontánea que decisiva, la apropiación simbólica ha sido un hecho y la Piastra se (re)conocía como el “parque de los ecuatorianos”.

En diferentes momentos, los agentes policiales actuaban para frenar la proliferación de actividades, definidas de “ilegales”, como la venta de comida, así como para regular los usos del espacio, por ejemplo, prohibiendo el consumo de bebidas alcohólicas. A diferencia de otros parques o lugares públicos genoveses, en la Piastra el espacio adquiere una visibilidad y simbología colectiva más importante; no se trataba solo de jugar partidos de fulvaso o ecuavóley, si no re (re)construir el espacio social de una fiesta del pueblo de origen, con música, comida, mucha cerveza, puestos de mercadería variada y, sobre todo, de tener un lugar en los domingos donde “pasear”, sentarse a comer en un “restaurante improvisado”, de encontrarse con amigos o conocer gente nueva en contexto de migración. Se trata de (re)crear un lugar totalmente latino o “latino americanizado” en pleno centro de Génova. En la Piastra, la comunidad ecuatoriana de Génova no se ha (re)apropiado simplemente de un espacio-paisaje público; lo ha transformado en una extensión temporal de sus hogares privados, demasiados pequeños para acoger a familias y grupos extensos. El espacio se transfigura en un “pueblo suspendido” entre la realidad italiana y la de un “otro lugar” irreal, que significa una proyección de los deseos y recuerdos de los migrantes, capaz de crear un sentido de comunidad y de pertenencia, perceptible para propios y ajenos.

La gente venía al parque para pasear, caminar y charlar en un ambiente lleno de signos, olores y voces de un lugar de repente muy cercano todo. (Entrevista H.1, 11 de agosto de 2018)

El parque también tenía como función social posibilitar un lugar de encuentro y cruce de informaciones del contexto de origen y destino, como folletos informativos, lugares donde bailar la “salsa real” (no la italianizada), programación de próximos conciertos, ofertas de vuelos chárter hacia Sudamérica, así como establecer redes sociales de ofertas y demandas de empleo. fulvaso es un ejemplo de ello: se trata de un fenómeno típicamente juvenil, nacido en las periferias de las grandes ciudades latinoamericanas, como Buenos Aires, Lima, Bogotá, exportado por toda América Latina y Europa con las migraciones. Conjuga el futbol informal (generalmente en plazas o áreas semi abandonadas) con un alto consumo de alcohol. Una vez aceptado por el grupo para formar parte, resulta casi imposible no participar en la “borrachera de ritual” coligada a la finalización del partido. A modo de “práctica liquida”, el consumo de alcohol es un elemento identitario imprescindible en el fulvaso, aprehendido como consustancial a la “raza latina”. Estas redes “entre iguales” posibilitan la supervivencia en el nuevo contexto y el mantenimiento de la (propia) identidad “que permanece viva” (Entrevista H.1, 11 de agosto de 2018), al tiempo que facilitan las “prácticas de importación cultural”, activando estrategias de acomodación. La práctica lúdico-deportiva del fulvaso es un ejemplo de ello: se trata de un fenómeno típicamente juvenil, nacido en las periferias de las grandes ciudades latinoamericanas, como Buenos Aires, Lima, Bogotá, exportado por toda América Latina y Europa con las migraciones. Conjuga el futbol informal (generalmente en plazas o áreas semi abandonadas) con un alto consumo de alcohol. Una vez aceptado por el grupo para formar parte, resulta casi imposible no participar en la “borrachera de ritual” coligada a la finalización del partido. A modo de “práctica liquida”, el consumo de alcohol es un elemento identitario imprescindible en el fulvaso, aprehendido como consustancial a la “raza latina”.

Imagen 3. Actividades en la Piastra

12 de octubre de 2018

En los últimos cinco años, con la inauguración en Sampierdarena de varios bares y clubes, la posibilidad de alquilar espacios a precios simbólicos, como la Sala Chiamata del Porto (espacio amplio en el comienzo de Ampierdarena propiedad de la Compagnia Unica Fra i Lavoratori delle Merci Varie (CULMV), la sociedad de servicios más antigua del Puerto de Género), para la organización de eventos varios. Desde entonces, ha disminuido mucho el porcentaje de ecuatorianos adultos que asisten a la Piastra. Hoy día se caracteriza por una alta frecuentación de jóvenes y adolescentes de origen ecuatoriana y latina.

5. Conclusiones

Las prácticas del consumo de alcohol entre los hombres de mayor edad inmigrantes en Italia de origen ecuatoriano, en contextos homosociales y vinculados a la práctica del deporte, tienen significaciones altamente ritualizadas que permiten analizar las formas en las que se construye un puente imaginario entre el acá y el allá del contexto migratorio. La ecuadorianización del tiempo libre y el consumo de alcohol en grupo y en contextos públicos tiene fuertes caracterizaciones identitarias. Como plantea De Martino (2015), todo rito permite responder positivamente a la “crisis de la presencia”, y la ausencia, posibilitando sentirse “habitado” frente a posibles territorios (imaginados como) hostiles. El rito ayuda a la persona migrante a colocarse en un tiempo y espacio delimitado fijando la identidad en un lugar preciso. La obstinación por respetar, mantener y (re)crear el contexto de determinadas reglas relacionadas con “el tomar” (consumo de alcohol) fija y perpetúa entre generaciones el mito fundacional de la ecuatorianidad en el extranjero. En la performance alcohólica, el valor no está tanto en el tomar en sí, como en la red de conexiones (fundamentalmente masculinas) entre cuates que vinculan espacios de identidad.

El consumo de alcohol está estrechamente relacionado con los lugares donde acontece “el rito de la tomada en grupo”. Si bien hablamos de patrones globalizados de consumo homosocial, en los espacios etnificados que hemos estudiado, esta práctica y las relaciones de género desde las que se construye sigue patrones y gramáticas más cercanas al modelo autóctono, buscando mantener particularidades de las formas culturales de diversión como estrategias de resistencia propias frente a la estandarización y homologación cultural del consumo en destino. Como hemos podido comprobar, las prácticas y los contextos se retroalimentan, propiciando formas particulares de beber, de estar, de gozar del tiempo y del espacio, en línea de lo que plantea Grimson: “las prácticas forman parte del contexto y el contexto a su vez contribuye a construir las prácticas” (1999, p. 67). Hemos constatado cómo se conforma, reproduce y fortalece el apego identitario en distancia. Los “lugares del tomar de los ecuatorianos” en Génova, Italia, como la cancha de Granarolo o la Piastra de Staglieno, son comparables a algunos lugares del tomar de los bolivianos en Buenos Aires, como el parque indoamericano en Villa Soldati o el Cementerio de Flores, donde, por una parte, asistimos a una colectivización del otro, y, por otra, a un proceso de etnogénesis en base al origen nacional y étnico. Beber entre emigrantes ecuatorianos opera como un dispositivo de canalización de identidad e integración “hacia dentro” por el que la comunidad de pertenencia se convierte en un referente simbólico.

El análisis de lo que deviene en “estos rincones de Ecuador en Génova” debiera por tanto ser interpretado en el marco de dinámicas más complejas de “extranjerización” de las modernas ciudades occidentales y occidentalizadas. Estudios culturales como este permiten obtener claves para interpretar estas prácticas sociales más allá de lo local, enmarcando la comprensión de este campo desde las fuertes caracterizaciones identitarias, de género, migración y ecuatorianidad que lo caracterizan. Consumir en grupo es una práctica dinámica y relacional cargada de significaciones que se reconstruyen constantemente en términos de vecindad y transnacionalidad. Tomar conciencia sobre las subjetividades y reflexividades de los propios sujetos debiera ser tenido en cuenta cuando nos preguntamos sobre cómo abordar estas situaciones, especialmente, desde el Trabajo Social.

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