A lo largo de los últimos treinta años el fenómeno migratorio ha crecido en España, recibiendo población extracomunitaria diversa, entre ella niños, niñas y adolescentes, menores de dieciocho años, que migran sin acompañamiento de un adulto responsable. Su llegada llama la atención de los medios de comunicación y de partidos políticos. Estos niños, niñas y adolescentes aparecen en los titulares como “los/las MENA”, acrónimo de menores extranjeros/as no acompañados/as. Se trata de un acrónimo utilizado en la Ley de Extranjería del año 2000 para referirse a la persona extranjera menor de dieciocho años no perteneciente a la Unión Europea que llega a España sin un adulto responsable de ella. El término en la ley identifica a un colectivo sujeto de protección, pero que utilizado en los medios suele invisibilizar que se trata de niños, niñas y adolescentes en situación de vulnerabilidad. En este artículo evitaremos el acrónico jurídico, ya que las palabras construyen realidades, y utilizaremos los términos, niños, niñas, adolescentes y jóvenes (NNAJ), poniendo la mirada en su etapa del ciclo vital.
El frágil equilibrio entre la protección de los NNAJ que migran solos y el control de los flujos migratorios conlleva grandes dificultades a las administraciones para hacer frente al fenómeno (Quiroga et al., 2018). El aumento de las llegadas de NNAJ migrantes no acompañados en el año 2017 y las dificultades encontradas por el sistema de protección para su acogida e integración reabre el debate sobre cómo gestionar, con garantías, la protección de una infancia migrante. Esta situación conduce a repensar el circuito de protección, buscando una mayor calidad no solo en la acogida y asistencia en contextos de emergencia, sino también en la inclusión social de estos jóvenes que decidieron emprender un proyecto migratorio para mejorar sus vidas y la de sus familias.
Este replanteamiento del modelo de intervención es el objetivo principal del Proyecto I+D Menores Migrantes No Acompañados (MMNA) en España: Situación Social, Circuito de Atención y Modelo de Intervención Social y Educativa para la Inclusión (2018-2022). Para ello, el proyecto busca conocer, mediante una investigación participativa con profesionales y agentes clave del sistema de protección, así como con NNAJ atendidos, las diversas realidades del sistema de protección a nivel nacional. Este diagnóstico inicial permitirá actualizar el estado de la cuestión en España y proponer nuevas respuestas desde las diferentes administraciones autonómicas, competentes en materia de protección de menores.
Este artículo aborda parte del trabajo realizado en la primera fase del proyecto y pone el foco en la intervención profesional socio educativa con NNAJ del circuito de protección de menores en Cataluña. El objetivo es vislumbrar algunas recomendaciones para definir un modelo de intervención capaz de dar una respuesta integral a las necesidades y aspiraciones de NNAJ que llegan a solos a Cataluña.
La investigación parte de una mirada conceptual centrada en la dimensión relacional del trabajo social (TS), situando a las personas y grupos comunitarios en el centro de la intervención. Así, la relación y el vínculo son herramientas troncales que generan posibilidades de cambio y construir redes relacionales para impulsar capacidades y competencias (Cardona y Campos, 2018). Desde esta perspectiva relacional en la intervención con los/as jóvenes se vertebran e interactúan tres ejes que abordaremos a continuación: el impulso de las fortalezas y el empoderamiento, la generación de vínculos y el trabajo comunitario.
Solomon (1976) comprende el empoderamiento como un proceso que permite acompañar a las personas y comunidades a desarrollar sus competencias y lograr su capacitación para desempeñar roles sociales menos estigmatizados. Esta perspectiva implica un trabajo de capitalización de los sujetos en sus trayectorias individuales y colectivas, teniendo en cuenta la historia personal, sus relaciones y su proceso (Rodríguez, 2014). El enfoque de las fortalezas ofrece una mirada positiva de las realidades de vulnerabilidad, resaltando que las capacidades son esenciales para cambiar circunstancias vitales (Juárez y Lázaro, 2014). Así, esta perspectiva defiende que las personas y grupos tienen capacidades latentes para resolver por sí mismas los problemas (Silva y Martínez, 2004). Esta mirada permite comprender cómo jóvenes en situaciones de vulnerabilidad pueden optimizar sus competencias y empujar sus trayectorias hacia espacios de inserción. El concepto de vínculo es axial, porque permite considerar los dispositivos de atención como bases seguras para menores de edad que tal vez hayan vivenciado apegos inseguros en su devenir (Palacín et al., 2020).
En la intervención con jóvenes desde la perspectiva del empoderamiento contemplamos tres niveles: individual, grupal y comunitario (Rappaport, 1984). El individual posibilita trabajar desde la promoción de la motivación personal, considerando que cuando se experimenta capacidad propia para actuar, aumenta la motivación y se toma conciencia de la capacidad de incidir en la realidad para transformarla (Morales y Rebollo, 2014). En la escala grupal, Musitu y Huelga (2004), tomando como referencia la propuesta de Zimmerman y Rappaport (2000), establecen dos dimensiones, una “hacia fuera”, referida a la capacidad del propio grupo para incidir en su medio y lograr sus objetivos y aspiraciones, y otra “hacia dentro” que pone en valor al grupo como contexto de intervención relacional para impulsar el empoderamiento de sus miembros. El empoderamiento a nivel comunitario pretende impulsar la toma de decisiones y la incidencia colectiva. Interviniendo desde una perspectiva de respeto a la diversidad de sus miembros, haciendo hincapié en la defensa de los intereses colectivos, y en la generación de propuestas en aquellos temas que afectan a la propia comunidad que posibiliten acciones de mejora colectivas (Morales y Rebollo, 2014).
Para el TS relacional el acompañamiento y el vínculo son herramientas profesionales, que permiten prestar atención al aspecto emocional de las relaciones humanas (Howe, 1997). Generar vínculo supone, promover experiencias relacionales para acompañar procesos de cambio (Navarro, 2017), y también permanecer en la relación, dialogar y escuchar, en un ejercicio permanente de potenciación de las capacidades de las personas a las que acompañamos (Darder y Vázquez, 1998)
Esta forma de vinculación supone profesionalmente aceptar que cada persona es única e irremplazable, compleja y autónoma y asumir su derecho a tomar decisiones, desde el respeto a su dignidad y libertad (Ituarte, 2017). Se trata, por tanto, de acompañar para que sean las propias personas quienes puedan, desde su propio proceso de empoderamiento, ir encontrando alternativas y tomar decisiones de manera individual y colectiva para superar los obstáculos a afrontar en los momentos de dificultad de sus trayectorias vitales.
El enfoque comunitario es fundamental en la intervención con los jóvenes de cara a su inclusión en la sociedad de acogida. La exclusión y la inserción se manifiestan, producen y reproducen a través de mecanismos y relaciones sociales estructurales, pero también de interacciones que se explicitan en diversos espacios de la vida cotidiana. Wrigth (2014) anima a aplicar un enfoque ecológico en la evaluación de sus necesidades. Blancas y Belén (2010) destacan la importancia de hacer un trabajo de observación directa para conocer sus estilos de vida y las formas de organización social del colectivo. Curbelo y Rosado (2014) aplican la perspectiva sistémica relacional para comprender a los/las adolescentes y jóvenes como seres y actores sociales en el contexto de sus redes sociales.
El informe sobre jóvenes migrantes sin referentes familiares Ararteko (2021), incide en potenciar la integración comunitaria de los NNAJ, considerando que construir sentimientos de pertenencia es tarea de dos: la propia persona y la comunidad. Pero, la acogida comunitaria no siempre es amistosa y con frecuencia las personas jóvenes migrantes sufren discriminación y racismo. El trabajo con la comunidad posibilita transformar el círculo vicioso de desconfianza mutua, superando la estigmatización que genera rechazo y minimizando el desarrollo de prejuicios de los/as jóvenes hacia la gente del país y la tendencia a aislarse en grupos cerrados.
El trabajo comunitario, por una parte, permite abrir espacios colectivos para abordar el desafío de la inclusión de estos/as jóvenes y orienta sobre cómo articular un trabajo que involucre a la comunidad para hacer frente a la génesis estructural de los problemas sociales que bloquean la inclusión social de los NNAJ (Gimeno, 2020). Para Espelde (2017), a través de la red social se genera y acumula el capital social, permitiendo ampliar las redes de integración social. Pero, también destaca la tarea de favorecer la participación de los/las adolescentes y jóvenes migrantes en la vida de la comunidad para promover su integración sociocultural y romper las barreras y prejuicios existentes (Consola, 2016; Gimeno, 2020). Para ello es necesario el acompañamiento de procesos colectivos generadores de empoderamiento y cambio.
La finalidad del Proyecto I+D Menores Migrantes No Acompañados en España: Situación Social, Circuito de Atención y Modelo de Intervención Social y Educativa para la Inclusión (2018-2022) es realizar un diagnóstico, mediante una aproximación participativa, de la situación de los/las jóvenes y las respuestas institucionales proporcionadas para que sirva de punto de partida para construir un itinerario de atención integral a nivel estatal y proponer un programa de intervención social y educativa que mitigue los factores de riesgo y vulnerabilidad, priorizando la integración del colectivo en nuestra sociedad.
Se parte de la hipótesis de que es necesario repensar el circuito de protección actual, no solo para acoger y asistir en el momento de las llegadas, sino también para la inclusión social de estos jóvenes. Además, se reconoce la necesidad de reflexionar y planificar de forma rigurosa entre todos los agentes implicados (profesionales, entidades, administraciones, ciudadanía) y los propios jóvenes, itinerarios de acogida a largo plazo, para lograr que la integración en la sociedad sea una realidad y no solo un conjunto de buenas intenciones. Por todo ello, el proyecto desarrolla una investigación con un diseño descriptivo a través de una metodología cualitativa, que permite permanecer próximos al mundo empírico y, por tanto, comprender “las propias palabras de las personas, habladas o escritas, y la conducta observable” (Taylor y Bogdan, 1987, p. 20), y que se entiende también como una acción participativa, en la medida que implica a los diversos actores que forman parte de la situación estudiada, pretendiendo coconstruir un nuevo modelo de intervención.
Como ya hemos avanzado, para los propósitos de este artículo nos enfocaremos en presentar el diagnóstico de la intervención social y educativa en Cataluña, con el objetivo de orientar la construcción del itinerario de atención y la definición del programa marco de intervención en Cataluña, que se pondrá en diálogo, en publicaciones futuras, con los resultados obtenidos en las otras comunidades autónomas participantes en el proyecto.
En la tabla 1, a continuación, se presentan las técnicas de recolección de datos utilizadas desde octubre a diciembre de 2019 para la realización del diagnóstico de la intervención socioeducativa en Cataluña:
Técnica | N | Participantes | Código | Temas abordados |
---|---|---|---|---|
Entrevistas semiestructuradas | 22 | 22 adolescentes y jóvenes | EJ | Motivos de la emigración, contactos en el país de acogida, grado de integración, experiencias de marginalidad, etc. |
Talleres | 4 | 23 adolescentes y jóvenes | TJ | Proyecto migratorio y dificultades que encuentran para su desarrollo. |
Grupos de discusión | 6 | 78 profesionales | GDP | Ideas y percepciones de la temática de los/las jóvenes migrantes no acompañados/as. |
Mesas redondas | 6 | Responsables organizativos, profesionales de la intervención social y representantes de asociaciones de jóvenes migrantes | MRP MRJ | Desafíos del sistema de protección, de la intervención social con NNAJ y de la integración de los jóvenes tras pasar por el sistema de protección. |
La muestra para aproximarnos a esta situación ha sido no-probabilística y propositiva, según los parámetros específicos del estudio, con la intención de encontrar la máxima variación y heterogeneidad. El acceso a esta población se realizó mediante el contacto y la colaboración con los organismos de protección a la infancia y entidades y asociaciones que trabajan en la detección o intervención con los/las adolescentes y jóvenes.
Las entrevistas con los/las adolescentes y jóvenes se realizaron en diferentes entidades del sistema de protección en la ciudad de Barcelona y su área metropolitana, concretamente: centro de acogida (4 chicos), centro de emancipación (7 chicos), centro de día para jóvenes extutelados (5 chicos) y centro de acogida para chicas (6 chicas). También se realizó un taller en cada uno de estos utilizando técnicas de dinámicas participativas como mapas para hablar del trayecto migratorio y dibujos para que pudiesen expresar sus valoraciones. El objetivo era generar un ambiente más distendido y fomentar la participación de los y las jóvenes. En la tabla 2 se presenta el perfil sociodemográfico de los/las participantes.
Técnica | Edad | Origen | Sexo |
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Entrevistas semiestructuradas | 16-17años (10) 18-20años (12) | 30 de Marruecos 1 de Ghana 1 de Argelia | 16 chicos 6 chicas |
Talleres | 16-17años (11) 18-21años (12) | 17 de Marruecos 1 de Argelia 5 subsaharianos | 20 chicos 3 chicas |
En los grupos de discusión con los profesionales participaron una media de 9 personas, organizadas según el tipo de servicio y papel desarrollado en el circuito de protección (políticos, emergencia, acogida, integración, emancipación, atención en calle y atención a chicas). Para completar esta información se ha considerado relevante utilizar el contenido de las seis mesas redondas realizadas en el marco de unas jornadas sobre NNAJ migrantes realizadas en noviembre de 2019 en la Universidad de Barcelona.
El análisis de estos datos cualitativos se ha realizado a través del software de gestión de datos ATLAS-ti utilizando la técnica de análisis de contenido cualitativo. Se identificaron tres dimensiones en la intervención social y educativa para acompañar procesos de inclusión de los y las adolescentes y jóvenes migrantes:
El vínculo en el proceso de acompañamiento del proyecto migratorio.
Las intervenciones individuales y familiares para garantizar los derechos básicos: documentación, formación, trabajo, salud (física, mental y consumo de tóxicos), familia (origen, extensa en territorio y acogida).
El ámbito relacional/comunitario como espacio de inclusión.
Así, la lógica de este análisis se estructura a continuación en tres aspectos claves a contemplar en la intervención socio educativa con los jóvenes que fueron identificados en el análisis del discurso de las personas participantes en la investigación. En primer lugar, abordaremos la centralidad del vínculo en el proceso de intervención para acompañar el proyecto migratorio. En segundo lugar, el análisis aborda temas relacionados con las intervenciones a nivel individual y familiar, identificando los diferentes aspectos (documentación, salud, formación, familia) que se ponen en juego en el proceso de promover el empoderamiento de los y las jóvenes. En tercer lugar, se aborda la perspectiva comunitaria, mostrando los retos de las intervenciones colectivas para potenciar la inclusión social.
El vínculo y el acompañamiento emocional se configuran, tanto en las intervenciones individuales como colectivas, como ejes prioritarios de la intervención en Cataluña. Sobre ellos pivota la relación entre profesionales, adolescentes y jóvenes y la comunidad, y los objetivos derivados de la misma. Pero no siempre resulta sencilla la vinculación, debido a las peculiaridades del sistema de acogida y a las propias trayectorias:
Para mí lo primero y lo más importante es crear vinculación, si yo no tengo una vinculación no hay nada que pueda llegar a desarrollar, el menor no tendrá confianza en mí y si no hay confianza no hay vínculo, y si no hay confianza no hay nada que hacer . . . Por suerte ahora desde la distancia los chicos pasan entre 3 y 4 meses, que ya podemos empezar a hacer una vinculación podemos empezar a hacer procesos asamblearios y metodología participativa, entonces buscar espacios a nivel individual con el educador, referente o tutor, a nivel grupal con el grupo de iguales y a nivel comunitario en espacios comunitarios que también puedan expresarse y también escucharlos, sin vínculo para mí no hay nada. (GDP4)
Este vínculo entre profesional y joven permite establecer una base segura para el desarrollo de nuevos espacios de intervención (Bowlby, 1989). Este vínculo se deberá trabajar por parte del profesional a lo largo del proceso y su consolidación dependerá de la historia del joven, de las oportunidades que brinde el profesional y de las facilidades que ofrezcan las organizaciones teniendo en cuenta que, a menudo, están condicionadas por un tiempo de intervención limitado que dificulta al profesional asumir la figura de tutor o tutora referente de manera estable (Bruun y Kanics, 2010).
Los proyectos educativos varían entre los diferentes centros que tienen a su cargo a los/las jóvenes, sin embargo, aunque estén pensados para brindar las herramientas necesarias para su independencia y lo que implica: autonomía, convivencia, inserción laboral, etc., los/las profesionales se ven enfrentados a sus propios límites relacionados con el desbordamiento, la falta de formación especializada o el soporte para hacer frente a las dificultades que se encuentran en la intervención. Para un acompañamiento efectivo que tenga en cuenta las características y factores anteriormente señalados para la creación y el mantenimiento de la relación vincular, se precisa también de un acompañamiento a los/las profesionales que les ofrezca un soporte y posibilite evitar el desgaste profesional.
Respecto a la elaboración de compromisos o acuerdos con el/la joven, una de las cuestiones que subyace en el proceso de acompañamiento es el papel del/la profesional como alguien que no define los objetivos de manera unilateral, sino que colabora en su modelaje, poniendo así en valor la perspectiva del empoderamiento y por tanto potenciando su responsabilidad y autonomía: “Nosotros le ayudamos a darle un poco de forma y decirles que si quieren esto lo tenemos que hacer así, poner los objetivos del plan de trabajo en la persona, porque es quien va a tener que hacerlo” (GDP2).
Estas intervenciones están ajustadas a las peculiaridades de los/las adolescentes y jóvenes, como su edad, y se ven también afectadas por factores externos como no disponer de documentación o la barrera del idioma:
Pero luego dependes de un proyecto para poder hacerlo, dependes de una serie de cuestiones relativas a la edad, de que la documentación llega cuando les da la gana, y nosotros somos un equipo técnico que nos hemos especializado y ya damos el perfil sin más para hacer todo esto. (GDP3)
Los resultados de la investigación indican que el proceso de intervención requiere de una serie de condiciones que se inician con la garantía de los derechos básicos de los/las jóvenes, la construcción conjunta de un compromiso vincular, una intervención social y educativa enfocada al acompañamiento individual, familiar, a la cotidianidad del centro, a impulsar la formación y a la proyección de la vida laboral. Garantizar los derechos básicos incluye el derecho a la documentación. Esta cuestión de carácter estructural se torna crucial para el posterior desarrollo formativo y el arraigo de los/las adolescentes y jóvenes.
La garantía de derechos básicos como el derecho a la documentación (ámbito jurídico) es motivo de preocupación y frustración tanto en el discurso de los/las adolescentes y jóvenes como en el de los/las profesionales entrevistados/as. Entre los/as profesionales hay un amplio consenso en la identificación de importantes dificultades en los procesos de regularización de la situación administrativa de los/las jóvenes en un marco jurídico complejo y cierta arbitrariedad legislativa que afecta a la población migrante (Palacín, 2017) así como, en el caso de las y los adolescentes y jóvenes se expresa, una evidente contradicción entre la protección que se les ofrece como menores de edad y el desamparo de su condición de migrantes (Arce, 2020; Horcas, 2016).
Las gestiones para tramitar el permiso de residencia o trabajo se alargan en el tiempo y son más complicadas todavía si no se tiene pasaporte. El permiso de residencia carece de sentido si no viene acompañado de un permiso de trabajo: “Tengo papeles, pero no me sirven de nada… qué hacer, si no tengo dinero, no estamos trabajando” (TJ1)1.
Por lo que se refiere a la intervención social centrada en la mejora de la situación socioeconómica, existen intervenciones más especializadas según los perfiles, un ejemplo de ello es el soporte económico que se le da a los/las chicos/as y jóvenes extutelados/as cuando alcanzan la mayoría de edad con el compromiso de seguir el plan individualizado establecido con el/la profesional que incluirá aspectos de vivienda, formación, inserción laboral y seguimiento socioeducativo: “No es que sea una pensión que se da a los jóvenes, sino que la administración ofrece unos recursos junto con un compromiso por tu parte de que esto lo vas a utilizar para llevar adelante el proceso de emancipación y de autonomía” (GDP2).
Se identifica que el sistema y los protocolos de salud ofrecen una atención de calidad a los/las jóvenes, tanto durante el periodo en el que se encuentran en el sistema de protección como en el proceso de emancipación. Sin embargo, los/las informantes comunican que en los servicios de atención a la salud mental se detectan carencias en la atención, tanto en la ofrecida a los/las jóvenes específicamente, como la que se dirige a la población en general. Los/as profesionales evidencian la necesidad de recursos más especializados, para poder abordar los efectos psicológicos del proceso migratorio y la necesidad de elaborar el duelo.
Poniendo de relieve también que la atención a la salud mental de este colectivo es prioritaria, sobre todo con los/las jóvenes que se encuentran en situación de calle, ya que los condicionantes de ese contexto suelen agudizar los trastornos activos. Algunas de las barreras que inciden en la calidad de la atención a la salud mental identificadas por los/las profesionales son la escasa comprensión de la realidad de los/las jóvenes, probablemente debido al desconocimiento cultural, que provoca rechazo y, la falta de recursos de las redes de salud mental.
De manera que el sistema de salud tiene el reto de fomentar en sus profesionales una formación y un entrenamiento especializado para la atención de problemas de salud en poblaciones de inmigrantes, y en especial en el campo de la salud mental, para que puedan adquirir conocimientos de los aspectos socioculturales y de su influencia en el proceso salud-enfermedad, ayudando de este modo a disminuir las barreras culturales y optimizando la calidad de la atención prestada (Beiruti y Tesoro, 2006): “Faltan recursos que puedan entender la realidad de estos chicos, no se pueden realizar exploraciones psiquiátricas ni diagnóstico porque los Centros de Salud Mental Infantil y Juvenil no se han adaptado a la nueva realidad” (GDP2).
En el ámbito de la salud, el consumo de drogas también aparece asociado a esa necesidad de atención psiquiátrica y psicológica y esta cuestión se agrava en las situaciones en que el/la joven vive en la calle:
Todos los que quedan en la calle se vuelven locos por estar en una situación de calle. Trabajamos con chavales que la mayoría consumen . . . o sea, ahí hay el tema de consumo, drogas, politoxicómanos, cualquier cosa para evadirse de la realidad, no pasar frío y atreverse a robar. Muchos chavales con un trastorno mental, que acaba siendo un perfil que nadie quiere atender. (GDP2)
Tal como indican diversos autores (Quiroga et al., 2018; Martínez et al., 2007, Palacín, 2015) el duelo migratorio, que entendemos como la reacción psicológica interpersonal y la reacción somática a las pérdidas causadas por la migración, es una de las causas del malestar en salud mental que sufren estos adolescentes y jóvenes. El duelo migratorio es un fenómeno multicapa (Falicov, 2001) ya que las pérdidas se producen en diversas dimensiones como la familia, el idioma, la cultura, el territorio y el estatus. Por otro lado, este colectivo también vive en una situación de inseguridad por los prejuicios y estereotipos sociales que los estigmatizan, así como la precariedad de su situación legal y las dificultades en su inclusión social. Por todo ello es fundamental que el acompañamiento a estos/estas adolescentes y jóvenes ofrezca, a través de la escucha y la potenciación de su resiliencia (Martín et al., 2016), un apoyo emocional que permita, en primera instancia, la contención de su ansiedad y malestares diversos, pero que también facilite, la elaboración de los procesos de duelo por las pérdidas causadas por su proceso migratorio (Epelde, 2017).
Otro derecho básico de los/as adolescentes y jóvenes en relación con la intervención es el acompañamiento a la formación o capacitación. Favorecer el conocimiento de los idiomas autóctonos, es una de las herramientas prioritarias para facilitar el vínculo con la sociedad de acogida, y ser un canal de acceso a la inserción laboral o la inserción formativa en tanto competencia fundamental a lo largo de todo el proceso (Menéndez, 2014; Figueredo et al., 2017). Comúnmente se inician con los cursos de idioma, castellano y catalán como primer paso para acceder a otros cursos de formación profesional donde aprenden distintos oficios, como mozo de almacén, camarero, jardinería, entre otros. Aunque las y los jóvenes acostumbran a manifestar una preferencia por el trabajo, también valoran la formación que les pueda ayudar a obtenerlo (Alonso et al., 2020). En la orientación de los itinerarios formativos es importante contemplar las necesidades del mercado de trabajo para conseguir que los procesos de inserción laboral sean lo más exitosos posible.
Los casos de chicos/as que siguen de manera más consistente el circuito de intervención, logran acceder a diversas opciones de formación profesional y por tanto se perciben más tranquilos/as y contentos/as con su trayectoria migratoria. Se debe mencionar también que realizar actividades formativas implica constancia y una dedicación fuerte y de alto compromiso:
Sí porque el año pasado estaba ahí en un curso de camarero sabes y de puta madre sabes y ahora lo sabía todo de camarero, hago cafés, la limpieza… El año pasado también estaba en un curso de camarero y en un curso de inglés para hostelería…Y luego sabes que tienes que estudiar, al menos un año para hablar perfecto… Sí y otro de comercio. (EJ1)
Sin embargo, los/las chicos/as que cuentan con estas posibilidades a veces se quedan fuera del sistema y los cursos formativos a los que pueden acceder no se ajustan a sus necesidades y expectativas. En este sentido, es fundamental conocer individualmente las expectativas de los y las chicos/as, ya sea para ofrecerles oportunidades acordes con lo que desean, o para trabajar el reajuste de esas expectativas en los casos necesarios:
Las posibilidades de formación no están... tampoco... antes estaban yendo todos a los PFI ahora este año... el año pasado... todos cursos de catalán, este año han ido todos a los PFI y los que van aprobando van a ciclos de grado medio. Pero los cursos de PFI son cursos para Menas ahora porque solo hay jóvenes migrantes y yo creo que en este sentido sí que...vamos un poco tarde e igual el departamento de educación tendría que ver las necesidades y conocer el colectivo y que necesitan igual... introducirlos dentro del sistema... (GDP2)
Por último, es importante destacar que en el acompañamiento individual para construir su proyecto vital también hay que contemplar el contacto con la familia en origen teniendo en cuenta que la falta de apoyo familiar en los países de recepción es una condición adversa para los/las adolescentes y jóvenes migrantes (O'Toole et al., 2017). En ocasiones, este contacto está condicionado por el miedo que sienten los/las chicos/as a la devolución al país de procedencia, aunque no sea una circunstancia real. Como menores no acompañados tienen derecho a residir en España y a pesar de existir un acuerdo entre España y Marruecos para la repatriación de menores no acompañados estas no suelen ocurrir en la práctica: “Sí que habría siempre que hacer un contacto inicial con la familia, a pesar del tipo de migración dificultan el contacto (incluso lo imposibilitan) y está mediado por el miedo a la repatriación” (GDP1).
En el trabajo con las familias principalmente se trata de reestablecer o potenciar los vínculos con la familia de origen, reconociendo su papel relevante en el proceso socio educativo:
Hacer presentes a las familias de origen, estos chavales tienen familias, aunque han llegado solos tienen familias, y estas familias tienen que saber dónde están sus hijos, siempre y cuando podamos contactar con ellos, y en este caso las videoconferencias con las familias que están en origen, divulgativas, las familias de allí tienen que saber que sus hijos están haciendo aquí, ¿no? . . . Entonces recuperar la parte bondadosa, la parte preservada de esas familias es muy importante. Que las chicas con las que trabajamos se den cuenta que nosotros respetamos aquella parte preservada de sus padres. (MRP1)
El trabajo con la familia extensa que reside en el territorio, cuando hay constancia de esta, puede conllevar dificultades para que asuma el cuidado, pese a existir la posibilidad de custodia en familia extensa. Esta dificultad de compromiso puede estar relacionada con la desconfianza que genera el sistema y la percepción del sistema familiar respecto a que si asume la custodia se perderá la relación con el dispositivo y la gestión institucional del caso. Este aspecto queda reflejado en el estudio de Gimeno (2013), en el que han detectado otros itinerarios migratorios en los que existe la presencia de la familia extensa en el territorio, pero esta no asume la tutela del menor de edad, ya que considera que el estatus de “no acompañado/a” genera mayores posibilidades de protección.
Muchos de los chicos a los que estamos atendiendo tienen familia en el territorio, lo que pasa que es muy difícil el trabajo con esta familia para que quiera asumir o acoger al chico, o sea muchas veces porque por el miedo, es decir, si está ahí, estudiará, tendrá unos estudios y tendrá papeles, eh, entonces es como es la garantía de que así regularemos su situación y le daremos una formación. (GDP1)
En el reto del acompañamiento a los NNJA también debemos tener en cuenta que parte del trabajo a realizar se desarrolla en contextos grupales y en contactos más o menos intensos con la comunidad; para lograr que la experiencia sea significativa, de compromiso con su situación, los suyos y la sociedad. Nos parece fundamental comprender los diferentes niveles de intervención de forma integral y entrelazada, entendiendo que cuando la persona mejora la confianza en sí misma también tiene mayores oportunidades para participar en la comunidad y que, a su vez, esta participación favorece su autoconfianza y su capacidad de manejar su propia vida (Lord y Hutchison, 1993).
En el proceso de acompañamiento es fundamental favorecer el área relacional del/la adolescente o joven ofreciendo oportunidades de interacción con los pares o en entornos más amplios y profesionales. Mediante la experiencia de vinculación y conexión proporcionada por la participación en diferentes grupos que existen en el contexto comunitario, las personas se vuelven más conscientes de las relaciones sociales de las que forman parte y se potencia el sentimiento de arraigo y pertenencia.
De igual manera, la relación con iguales posibilita fortalecer los vínculos de pertenencia de los/las chicos/as, mediante actividades grupales en asociaciones que trabajan para no desvincularlos de su origen, para la preservación de la cultura de procedencia y el reconocimiento de sus saberes. La responsabilidad colectiva lograda mediante el reconocimiento y la definición común de las situaciones hace posible que los problemas y las soluciones se expresen en colectividad (De los Ríos et al., 2020). Se trata de procesos fundamentales para que puedan desarrollar sus proyectos de vida integrando su proceso migratorio y facilitando la redefinición de la propia identidad (Quiroga et al., 2021):
. . . me preguntaba que, igual que se ha contemplado la necesidad de la psicología transcultural para tratar con respeto, conociendo la cultura de los menores, me preguntaba si se había contemplado poder vincular a estos menores con entidades de autoorganización o comunidades que mantuvieran, bueno que, si mantuvieran las culturas que tienen para así no, no desvincularlos de su origen y que no perdieran sus orígenes o sus conocimientos y saberes. (MRP3)
Al mismo tiempo también se destaca la importancia de incorporar la dimensión comunitaria en los procesos de intervención social para favorecer una intervención que enlace a la persona en los diferentes espacios donde teje sus relaciones sociales y se desarrolla como sujeto. (Navarro, 2004; Alemany, 2014). Para ello es importante que los/las profesionales ayuden a los adolescentes y jóvenes a conocer la cultura autóctona, pero sin forzar el proceso, dejando que ellos sigan su ritmo y se vinculen con lo que les interesa:
El trabajo comunitario tiene que estar dentro, o sea, no tiene sentido, porque si no, no hay inclusión, es que si no hay trabajo comunitario no hay inclusión… que es como abrirles el mapa y que ellos puedan escoger donde estar…pues también abrir el abanico de la comunidad, no solo en una práctica, es que a veces también nos obcecamos… (GDP4)
Por otra parte, se debe tener en cuenta que, sobre el colectivo de NNAJ migrantes, se produce una situación de discriminación, responsabilizando a los/las adolescentes y jóvenes de la situación de precariedad en la que viven para, así, problematizar los movimientos migratorios y consolidar la construcción de representaciones estigmatizantes sobre el colectivo en una sociedad de recepción que se ve amenazada (Santamaria, 2002; Quiroga et al., 2020). Los/las profesionales destacan que en la tarea de sensibilización para corregir o superar los estereotipos y prejuicios también es importante trabajar con los/las jóvenes para que tomen conciencia de la situación y contribuyan a cambiar la imagen que se tiene de ellos/as, evitando que las representaciones estigmatizantes impidan la visualización de las individualidades de cada menor (Horcas, 2016):
Participar más en el barrio era la manera por una parte de integrarlos y por otra de visualizarlos y romper un poco con el estigma… y además hemos trabajado mucho con los chicos, les hemos puesto artículos, las noticias para que vean lo que hay, lo que se dice, para que tomen conciencia y también de alguna forma potenciar que imagen queremos dar. (MRP4)
Muchos/as profesionales y jóvenes son conscientes de que el arraigo social de los estereotipos negativos y prejuicios entorno a los/las MMNA es un obstáculo importante en su tarea de favorecer su inclusión social, cobrando relevancia la tarea de sensibilización social.
Los medios, las redes sociales atacan, desprestigian a los menores, desprestigian a las políticas sociales, desprestigian también a los trabajadores/as de los centros que están denunciando los casos de los recursos que están haciendo propuestas de solución, pero todavía ésta alarma está haciendo que la sociedad no vea todo el trabajo que hay allí. (MRP3)
Con el fin de disminuir los prejuicios que se tienen contra los/las chicos/as en diversos sectores de la población, también se han llevado a cabo estrategias de sensibilización donde uno de los elementos principales es el conocimiento del trabajo que realizan, las características de los diversos actores sociales y la relación que guardan entre sí.
Muchas veces la policía ve a los menores como delincuentes y los menores ven a la policía como una amenaza y hay que juntar a esos dos grupos para que se conozcan, para que puedan colaborar en grupos de menores que pudieran hablar con la policía y decir cuando son víctimas de delito y eso antes era imposible antes huirían de la policía. (MRP1)
En esta tarea de sensibilización es especialmente relevante el papel que juegan las asociaciones de personas inmigrantes que han vivido situaciones similares, ya que mediante la organización de actividades y espacios que facilitan el encuentro entre jóvenes de distintas procedencias, ayudan a comprender la experiencia de los/las jóvenes migrantes que no tienen un espacio para vivir y, en definitiva, proyectan una visión más positiva del colectivo.
Somos un grupo de jóvenes que algunos han estado en el centro, algunos que no han estado, algunos que han vivido la situación y todo, y somos un grupo de, ahora somos 8 personas. Ex Menas surgió por motivos, o sea, los centros, los chavales cuando vienen aquí, no tienen a dónde ir, vienen no acompañados, vienen menores y luego entran al centro y salen mayores, y no saben lo que tienen que hacer, y bueno, y pues nosotros como ex-MENAS pues nosotros como yo, yo bueno yo vine con mi familia aquí con los 12 años. (MRJ2)
Las asociaciones en Cataluña de jóvenes migrantes (exmenas) como de jóvenes extutelados (UJEC) proponen un nivel de participación no solo simbólica y cultural, sino también a nivel relacional y político, acompañando a los y las jóvenes cuando salen de los centros de protección y haciendo una tarea encomiable de concienciación de sus derechos individuales y colectivos (Quiroga et al., 2021).
Los/las profesionales también señalan la pertinencia de realizar un trabajo educativo para favorecer el compromiso social de los/las jóvenes. Por ejemplo, a través de la creación de comités de acompañamiento y mentoría entre iguales, se trata de experiencias que generan compromiso y retorno social, así como un mayor vínculo de los/las jóvenes con sus contextos. A través de la participación de los/las adolescentes y jóvenes en la vida social y comunitaria de los territorios donde viven (utilizando los equipamientos públicos, participando en las asociaciones, haciendo voluntariado, etc.) se articula la cohesión social y se construye una sociedad de acogida (Herrera, 1994).
La experiencia de formar parte de estos procesos colectivos facilita que el/la joven migrante tome conciencia de su situación social, y perciba que es una situación compartida. La acción colectiva favorece que los/las jóvenes se construyan como sujetos sociales y ciudadanos/as atendiendo su singularidad, para ayudarles a desarrollar sus capacidades y encontrar su propio lugar en la sociedad (Morales y Rebollo, 2014). Este aprendizaje, contribuye a su empoderamiento y estimula que se organicen con otros/as en un grupo de acción social en torno a un proceso de movilización para dar respuesta a sus necesidades, inquietudes y en defensa de sus derechos.
El retorno social quizás alguien lo podría ver mal, pero yo creo que es importante que los chavales con los que trabajamos tengan la conciencia de que pueden devolver algo al también a la sociedad. Tienen ese compromiso igual que nosotros tenemos que darles lo mejor que podamos, ellos deben tener el compromiso también de hacer algo por los demás. (MRP2)
Esta estrategia permite a estas entidades promover su integración en la red del territorio y por tanto promover su participación comunitaria.
Haciéndonos presentes en las estructuras de barrio, entrando a formar parte de la red de entidades de la zona, dando a conocer también a otras entidades, generar curiosidad con acciones compartidas (organizar acciones que permitan también a otras entidades diseñar una participación conjunta con nosotros). (MRP2)
Los procesos de incorporación de los centros en los barrios favorecen que las redes comunitarias se comprometan en el proceso de acogida de los/las jóvenes e incluso reaccionen en su defensa cuando hay situaciones de conflicto. En este sentido existen experiencias y proyectos de mediación intercultural que trabajan desde el ámbito de las relaciones sociales y desarrollan buenas prácticas comunitarias. Estas generan espacios de encuentro y participación de la ciudadanía que favorecen respuestas comunes entre los y las protagonistas que trabajan o viven en el territorio (Giménez, 2019).
Tenemos la suerte que el barrio donde está orientado nos ha puesto facilidades en todo momento. Si ha habido algún conflicto ha sido muy puntual y no quiero quitar mérito al trabajo que hemos hecho estos últimos años, pero desde el momento en que se instaló el centro en el barrio siempre se nos ha acogido bien al contrario se hizo un manifiesto por parte de la asociación de vecinos y todas las asociaciones del barrio hicieron un contra manifiesto. (MRP4)
En algunos centros se destaca que las estrategias de implantación en el territorio persiguen el objetivo de pertenecer a él para recibir su apoyo, pero también para participar activamente en su mejora y generar dinámicas colaborativas entre los distintos agentes comunitarios.
Nuestra estrategia de implantación en el territorio es una estrategia para pertenecer. Hablamos de que desde la fundación consideramos que la implantación de recursos en el territorio no debe sentarse en la asimilación y en la confrontación, y evidentemente debe recorrer el camino del pertenecer, ser parte de. De la capacidad de apertura y generosidad suficiente como para recibir, pero también para dar, como para adaptarse y proponer, para preservar e incorporar y donde sabemos que esa tarea es conjunta entre profesionales, jóvenes administraciones y sobre todo los vecinos. (MRP2)
Aunque los/las profesionales destacan la importancia de trabajar con la comunidad, advierten de la necesidad de coordinar y planificar las acciones profesionales y las del voluntariado para evitar que algunas prácticas de carácter asistencial no entren en contradicción con la acción socio educativa que intentan desarrollar.
Pero es cómo involucramos a la comunidad en un momento en el que la administración no está dando respuesta porque no está llegando a todo y es muy importante que la comunidad esté y la comunidad también ayude. Pero a veces, como desde la vertiente más profesional, es como… joder no le des el bocata al niño de 13 años, que yo le estoy intentando comer la cabeza para que vaya al centro y si tú le sigues dando el bocata, le sacas el café con leche, y… y dejas que se duche aquí, si no hay un programa, una intención o no está planificado, que todo eso que tus haces que es para que el niño vuelva al centro, tú me lo estás planificando en la calle… (GDP5)
Los/las profesionales destacan la necesidad de incorporar a los/as chicos/as en el territorio y a las comunidades a las que llegan como un proceso fundamental del proyecto migratorio, para que de esta manera se puedan generar intervenciones más completas. A pesar de no ser un proyecto sencillo, se busca que los chicos/as puedan desarrollar nuevas habilidades relacionales, que establezcan un vínculo con el territorio y que se conviertan en personas activas dentro de sus comunidades, participando en la vida comunitaria y desarrollando actividades de voluntariado. Así la práctica del voluntariado es una forma de incorporación social y en el caso del colectivo de jóvenes extranjeros no acompañados o sin referentes familiares adultos también supone un espacio de realización personal y de integración en la sociedad de acogida, tanto desde un plano más funcional (aprendizaje del idioma, conocimientos del funcionamiento de la nueva sociedad, aproximación al sistema de valores y cultural…) como desde otro más psicosocial (interacción con otras personas, desarrollo de habilidades de escucha empática intercambio de experiencias vitales…) (Fundación EDE, 2012).
Los/as chicos/as del centro participan de estas iniciativas, iniciar acciones de voluntariado ya sea voluntariado medioambiental, social, cultural o comunitario, un proyecto por ejemplo que estamos desarrollando ahora con mucho éxito es el transgeneracional, nuestras chicas vinculadas a gente mayor del territorio. Y nos hemos dado cuenta de que son los mejores mensajeros en este caso, son esa gente mayor para la gente de mediana edad, es decir, han aceptado mucho antes los ancianos a cualquiera de las chicas que nosotros hemos tenido allí antes que la sospecha que podía tener el resto de la comunidad. (MRP2)
Para empezar estas reflexiones finales queremos explicitar una limitación de esta investigación que pretendía poner la voz de los jóvenes en el centro y recoger de primera mano su percepción sobre el circuito de intervención. A pesar del intento, y como se puede observar a lo largo de este artículo, la voz de los y las jóvenes no está tan presente y ocupa más protagonismo la voz de los y las profesionales. Eso ocurre porque los resultados de los análisis de las entrevistas y talleres con los NNAJ arrojaron información valiosa sobre su trayecto migratorio, deseos, proyectos futuros, pero no se ha podido captar una valoración crítica sobre las estrategias de intervención del sistema de protección. Frente a esa laguna, nos apoyamos mayormente en el discurso de los y las profesionales que trabajan con los y las jóvenes. Sin embargo, a lo largo del conjunto del proceso de investigación-acción que estamos realizando seguimos trabajando para dar relevancia a la voz de los y las jóvenes, ya que su visión y experiencia son clave para mejorar los circuitos de atención.
Las conclusiones se vertebran en los tres ejes que estructuran el texto desde el punto de vista teórico: la importancia del vínculo en el proceso de acompañamiento del proyecto migratorio, la dimensión individual y familiar de las intervenciones para lograr el empoderamiento y la garantía de los derechos básicos, y el ámbito comunitario como contexto de intervención para la inclusión.
Tal como se ha reflejado en el análisis, en el reto de la intervención social y educativa para poder acompañar los procesos de transición a la vida adulta, es fundamental el establecimiento de un vínculo con su(s) profesional(es) de referencia que los escuche y oriente en su camino para encontrar su lugar en la sociedad. Por lo que se considera que si no hay vínculo no hay intervención ni acompañamiento (Ituarte, 2017). De este modo, situar el vínculo en el centro de los procesos, supone entender la relación profesional como un encuentro relacional intersubjetivo, que implica por parte del/la profesional capacidad de intervenir desde la confianza y la aceptación mutua, para poder enfrentar una tarea conjunta, que por supuesto no estará exenta de dificultades.
Los resultados muestran que en este acompañamiento se manifiestan diferentes obstáculos que generan en los/las profesionales una vivencia de sobrecarga de trabajo y energía siendo la regularización de la documentación, el punto de partida necesario para tener oportunidades de poder emanciparse. De manera que estas dificultades objetivas y estructurales que bloquean los procesos de integración social de los/las adolescentes y jóvenes migrantes dificultan poder definir los retos de la intervención social y educativa de forma más nítida. Este mal común en el Trabajo Social hace olvidar a menudo el reto sobre cómo acompañamos emocionalmente al/la joven para que (re)defina su proyecto de vida y pueda aprender a manejar su vida de manera sana y autónoma.
El vínculo entre profesional y joven puede configurar una base estable para que el profesional acompañe al adolescente o joven individualizando su proyecto socioeducativo, teniendo en cuenta sus deseos, sus expectativas y sus capacidades. Se trata de caminar a su lado para que teja una red de relaciones que le sostenga en su proceso de inclusión. En esta tarea, la conexión con las familias es fundamental. En general, el proyecto migratorio es un proyecto no solamente personal, sino que también familiar. Por eso es relevante favorecer y restablecer vínculos (familia de origen, personas referentes y familia extensa en territorio) fundamentales en la configuración de la identidad personal y social de los NNAJ migrantes.
Se destaca que, ante la ausencia o lejanía de los referentes familiares, otras figuras profesionales son las que bridan el acompañamiento. Para ello en la intervención hay que construir los vínculos de confianza necesarios, sabiendo, que es el propio chico o chica quien tiene un lugar relevante en la construcción de esa vinculación. En contextos de gran complejidad y no exentos de dificultades y obstáculos como los que hemos analizado en este artículo (dificultades en la regularización administrativa, perdida de alojamiento o de empleo, problemas de salud mental no tratados, elaboración del duelo migratorio…), el acompañamiento adquiere suma importancia de modo que en esos momentos críticos es cuando el profesional referente, que acompaña desde el apoyo emocional, el asesoramiento y la orientación, se vuelve un elemento nuclear de cualquier proceso de intervención con aspiraciones de integralidad (Ararteko, 2021).
Se identifica en el discurso de los profesionales un énfasis sobre la importancia de impulsar el trabajo comunitario para favorecer la comprensión e implicación de la sociedad en torno a la situación de los/las jóvenes, y favorecer su participación en la comunidad. Sin duda, en la situación actual, es necesario favorecer las sinergias entre los servicios públicos y el Tercer Sector comprometidos en la inclusión de los/las jóvenes migrantes (Curbelo y Rosado, 2014), teniendo en cuenta que la intervención social con este colectivo está fuertemente influida por condicionantes políticos, legales y burocráticos, a la vez que la mayor parte de los/las profesionales forman parte de entidades del Tercer Sector implicadas en hacer lo que pueden para aliviar la situación de estos/as jóvenes, pero sin las herramientas y recursos suficientes para sostener itinerarios que hagan posible la inclusión social de todos y todas.
El trabajo comunitario se debe desarrollar, en primer lugar, a partir de un esfuerzo de las entidades implicadas en el acompañamiento de los/las jóvenes para hacer una inmersión en la comunidad donde están establecidas para darse a conocer, establecer contactos y formar parte de la red comunitaria. En este proceso es importante sensibilizar a la comunidad en torno a los problemas y las potencialidades de los/las jóvenes para que se haga cargo de que su proceso de acomodación social no solo depende de su empuje y esfuerzo sino también de la capacidad de la comunidad de acogerlos reconociendo su potencialidad y singularidad (Zapata-Barrero, 2002). Pero sin olvidar que este proceso de trabajo con la red comunitaria se hace en paralelo. En segundo lugar, a la tarea de acompañar a los/las jóvenes, de manera individual o grupal hacia contextos de carácter comunitario, en su proceso de aprender a participar y encontrar su lugar en la sociedad, a descubrir el potencial de la relación con los otros, a afrontar los conflictos y valorar la importancia de su integración en la comunidad de acogida para el desarrollo de su proyecto de vida.
Investigaciones como esta son fundamentales para profundizar en el conocimiento de la situación actual de la atención que brinda el sistema de protección a los chicos y chicas que migran solas. A partir de este primer diagnóstico es posible comparar la situación de Cataluña con otros territorios nacionales y empezar a pensar en el diseño de un circuito de atención a nivel nacional que sea capaz de reconocer y atender mejor las potencialidades y necesidades de este colectivo con la complicidad de las administraciones públicas y la sociedad civil.
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