Con el presente artículo se pretende, a través de los resultados de un cuestionario, mostrar la capacidad de resiliencia y ejemplo de superación que tienen los jóvenes que migran solos a la Ciudad Autónoma de Melilla (CAM) a pesar de todos los impedimentos económicos, políticos y sociales que se les presentan en su proceso migratorio para poder vivir en el que para ellos es “el mundo desarrollado”.
En los últimos años ha habido un incremento del número de jóvenes que han migrado solos a España, accediendo de manera irregular por Melilla, Ceuta y las costas de Andalucía, hecho que está originando un hándicap de sostenibilidad humanitaria, social, educativa y económica para la sociedad española (López Belmonte et al., 2019).
En el caso de Melilla, por su situación fronteriza con Marruecos, los menores ven esta ciudad como puente para llegar algún día a la Península en busca de trabajo y una vida mejor. Una vez en España, aunque por ley tienen derecho a ser protegidos por el sistema de atención pública, muchos se quedan en la calle (Suárez, 2004). Es relevante realizar este estudio desde Melilla, ya que forma parte importante del trayecto migratorio de estas personas.
Estos jóvenes, donde la mayoría son varones musulmanes, con una edad media de 15 años y una situación de familia numerosa en situación desfavorecida socialmente (López Belmonte et al., 2019), no migran a España por placer, sino empujados por diversas razones que quedan muy lejos de este término, como pueden ser la pobreza, el maltrato familiar, el abandono, el abuso o el paro en Marruecos (Capdevila, 2000). Asimismo, Martín De Castro et al., (2016) confirman que la mayoría de ellos ha vivido una experiencia dura que ha originado un gran impacto en su proceso vital.
Pero, más lejos de que la sociedad de acogida, que puede ejercer un papel importante como factor protector externo, les ayude a superar las situaciones traumáticas vividas en sus países de origen (haciéndoles sentirse integrados), se las hace revivir constantemente (al criminalizarlos, acusarlos, discriminarlos, segregarlos, expulsarlos, etc., continuamente), provocándoles el doble golpe (Cyrulnik, 2002), actuando más bien como un factor de riesgo, convirtiendo la resiliencia en un proceso verdaderamente difícil de lograr (Beltrán, 2019). Así, estos menores muchas veces han sido considerados como un problema, no obstante, es importante cambiar esta mirada, en muchos casos, distorsionada por los medios de comunicación y la imagen que proyectan (Durán et al., 2023). Pues, la vía policial como única forma de acceso al sistema de protección, su apariencia descuidada y la habitual concentración en grupos en los que se mezclan con mayores de edad con las mismas pretensiones genera sensación de inseguridad y alarma social, provocando actitudes de rechazo y recelo por parte de un amplio sector de la población, quedando escondida la situación de peligro en la que realmente se encuentran (García España et al., 2021).
Este artículo se ha estructurado en una parte de fundamentación teórica de los conceptos principales trabajados, quiénes son los jóvenes que migran solos, descripción del contexto donde se desarrolla el estudio y análisis del concepto de resiliencia. En una segunda parte empírica, se presentan los objetivos del estudio junto con la metodología seguida, la discusión de los resultados obtenidos y las conclusiones.
A pesar de que el término MENA (menores extranjeros no acompañados) es el más utilizado en la mayoría de la literatura especializada en este tema (Ararteko, 2005; López Belmonte et al., 2019; Senovilla, 2007; UNICEF, 2022) y el más empleado por las instituciones gubernamentales del Estado, en el presente trabajo se hará referencia a estos sujetos como “jóvenes que migran solos” (Vilà et al., 2020) por ser una de las designaciones menos ofensivas, evitando así los posibles prejuicios atribuidos al término MENA que, aunque en un principio no conllevaba prejuicios, al haberse empleado por parte de los políticos y la sociedad como una etiqueta de jóvenes problemáticos, ha adquirido una connotación muy negativa. Así, entre las críticas a este término se encuentran el uso politizado por la extrema derecha en las redes sociales, el fomento de la xenofobia y la evidente criminalización hacia estos niños y niñas, pues su uso invisibiliza el hecho de que se trata de menores de edad que han llegado a España sin sus familias y que se encuentran en situación vulnerable (Vilà et al., 2020).
En el artículo 189 del RD 557/2011, de 22 de abril, por el que se aprueba el Reglamento de la Ley Orgánica 4/2000, sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social, tras su reforma por la Ley Orgánica 2/2009, se define al joven que migra solo como:
Extranjero menor de dieciocho años que llegue a territorio español sin venir acompañado de un adulto responsable de él, ya sea legalmente o con arreglo a la costumbre, apreciándose riesgo de desprotección del menor, mientras tal adulto responsable no se haya hecho cargo efectivamente del menor, así como a cualquier menor extranjero que una vez en España se encuentre en aquella situación. (p. 118)
Estos jóvenes suelen tener una edad media de 15 años, de religión musulmana y de origen predominantemente marroquí (López Belmonte et al., 2018; Vicente Lorca, 2022), procedentes tanto de regiones urbanas como rurales (Jiménez, 2011), siendo los de entornos urbanos los que emigran por iniciativa propia y apoyándose en redes de iguales y los de contextos rurales los que son motivados por la familia, quien sufraga los gastos como parte de una “estrategia familiar” (Martínez et al., 2009). Asimismo, poseen una media superior a 3 hermanos, mantienen contacto telefónico con su familia y han migrado a España convencidos por sus familias y amigos (López Belmonte et al., 2018).
Además, poseen una madurez superior a la que corresponde su edad cronológica, tienen un proyecto migratorio claro (conseguir la documentación y trabajar lo antes posible), no contemplan el retorno a su país de nacimiento, mayoritariamente hablan árabe y “tamazigt”, conservan una relación periódica con sus familias de origen y muestran rechazo o abandono reiterado de los proyectos de acogimiento residencial (Mohamed-Abderrahman et al., 2018). Acceden al país de manera irregular, llevando la mayoría de ellos en España entre tres y cuatro años, donde gran parte afirman entender el español y tienen como expectativas de futuro la búsqueda de trabajo en otra ciudad y la marcha hacia la Península (López Belmonte et al., 2018). Presentan altas cotas de fracaso escolar, principalmente, por desconocimiento del idioma, las relaciones sociales y el desfase curricular, agravado por la escolarización tardía (López Belmonte et al., 2019).
Según el Acuerdo de la Excma. Asamblea de 18/2/2019, se pueden distinguir dos grupos: los que migran en busca de protección y los que lo hacen para mejorar su situación económica; gran parte de los menores que entran en Melilla persiguen este último objetivo.
La CAM, considerada en geopolítica como “ciudad frontera” por su situación limítrofe con Marruecos, favorece intercambios de toda naturaleza con este país, ya sean comerciales, humanos, culturales, etc. En este caso, muchos de los jóvenes que migran solos perciben Melilla como un puente para llegar a la Península en busca de trabajo y una vida mejor. Sin embargo, una vez en Melilla, aunque tienen derecho a ser protegidos por el sistema de atención pública, muchos de ellos están malviviendo en la calle, esperando acceder de manera irregular a un barco con rumbo a la Península (Suárez, 2004).
Según el “Registro de Menores Extranjeros No Acompañados” (RMENA) del Ministerio del Interior (UNICEF, 2022), el número de jóvenes que migran solos en España en 2021 fue de 8642. A nivel autonómico, según los datos proporcionados por el Ministerio del Interior, recogidos en El País, a 31 de diciembre de 2020 Melilla ocupaba la cuarta posición respecto a las ciudades y comunidades españolas con mayor número de estos menores (798), superada tan solo por Andalucía (2507), Canarias (1849) y Cataluña (1168). No obstante, a 30 de junio de 2021, la CAM experimentó una bajada, pasando a la quinta posición (con 595 menores), superada también por Ceuta (con 991) donde el número de estos jóvenes incrementó notablemente (UNICEF, 2022).
Actualmente el acogimiento de estos sujetos se realiza en los centros y hogares que existen en Melilla, gestionados por empresas de servicios u ONG, supervisándose su labor desde la Dirección General del Menor y la Familia de la CAM. Estos centros y hogares son los siguientes: “Fuerte Purísima”, “Gota de Leche” y “Divina Infantita”.
Es evidente que cada persona es diferente y tiene diferentes capacidades de resiliencia ante situaciones adversas que se pueden plantear en la vida. Cada persona ha nacido en un contexto socio-familiar diferente, ha vivido diferentes experiencias y tiene capacidades innatas diferentes. Lo mismo ocurre con estos jóvenes que migran solos, algunos muestran más capacidad de recuperarse de las experiencias tan adversas que les ha tocado vivir mientras realizan su proyecto migratorio. ¿Por qué sucede esto? Desde el punto de vista de la Psicología Tradicional, se considera que “lo normal” es que, si un sujeto vive una experiencia traumática, desarrolle alguna patología respecto a esa vivencia (Carretero, 2010). En cambio, Cyrulnick (2002) considera que el hecho de que un individuo haya tenido una infancia/adolescencia adversa no determina necesariamente que en su desarrollo posterior existan patologías del comportamiento y de la personalidad. Según Masten (2001 en Carretero, 2010), diversas investigaciones manifiestan que la resiliencia es un fenómeno común entre las personas que se enfrentan a experiencias adversas y que surge de funciones y procesos adaptativos normales del ser humano. Así, la psicología positiva considera al individuo como sujeto resiliente por naturaleza.
A pesar de las situaciones traumáticas que han vivido estos chavales, son muchos los que consiguen afrontar con éxito estas situaciones adversas. Este hecho, aún poco estudiado, genera la curiosidad de conocer y analizar aquellas variables que favorecen la resiliencia en este colectivo. Pues, hay personas que, a pesar de atravesar adversidades importantes que las han llevado a vivir al límite, son capaces no solo de superarlas con éxito, sino de aprender de ellas, salir fortalecidas y desarrollarse a partir de las mismas (Beltrán, 2019). Los niños y adolescentes resilientes son activos, flexibles, adaptables, autónomos, con expectativas de futuro, empáticos, con habilidades para comunicarse con facilidad, para resolver problemas… (González Arratia, 2016). Por tanto, conocer el grado de resiliencia de los jóvenes que han migrado solos, estudiar los perfiles que existen y averiguar qué factores pueden favorecer o dificultar esta capacidad pueden ser aspectos relevantes a considerar para ayudar a este colectivo y a otros jóvenes que han experimentado situaciones similares (jóvenes que se encuentren solos, alejados de sus familias) a afrontar los traumas vividos, a fomentar aquellos factores protectores y a llevar a cabo un desarrollo normal de su vida. Además, es importante sacar a la luz estos datos porque los jóvenes que migran solos resilientes pueden contribuir de forma productiva a la sociedad, ayudando también a cambiar la imagen generalizada que se tiene de ellos como menores que vienen al país solo a beneficiarse de los recursos sin ofrecer nada a cambio.
De autores como Carretero (2010), Duque (2012), Fergus y Zimmerman (2005), González Arratia (2016), Lázaro (2014), Luthar (2003), Masten y Powell (2003) y Santos (2015), se puede concluir que un joven que migra solo es resiliente si ha tenido la capacidad de afrontar y superar las adversidades con las que se ha enfrentado, es decir, de recuperarse de las mismas, entendidas éstas como todos los episodios traumáticos (factores de riego vividos) sufridos desde la infancia (en su hogar, país de origen o proceso migratorio) hasta el asentamiento estable en el país de acogida. Esto conlleva evitar todas las trayectorias vitales negativas asociadas a los riesgos que lleva implícito ser un joven que migra solo (vivir en la calle, pasar hambre y frío, sufrir abusos, separarse o haber sido separado de su familia, emprender un viaje solo y de manera irregular, etc., siendo, sobre todo, menor).
Para que se dé esta resiliencia deben existir tanto factores de riesgo como factores de protección (Fergus y Zimmerman, 2005). De acuerdo con González Arratia (2016), entre los factores de riesgo que han vivido estos sujetos se encuentran las experiencias traumáticas (como la muerte de un ser querido), la pobreza, los conflictos familiares (como el divorcio, el rechazo por parte de los progenitores, el abandono…), la exposición continua al maltrato, el desempleo, la injusticia social, etc. En cuanto a los factores protectores, de autores como Manciaux (2003 en González Arratia, 2016) y Rodriguez-Piaggio (2009), se puede extraer que los jóvenes resilientes son aquellos que poseen habilidades y facilidad para comunicarse (se apañan aunque no conozcan el idioma), para entablar relaciones, para resolver problemas (buscan soluciones alternativas), son independientes (desde muy pequeños), tienen control de los impulsos, autoestima, iniciativa, seguridad, autoconfianza, empatía, inteligencia, temperamento, sentido del humor, actitud positiva, autorregulación de las emociones, expectativas de futuro, objetivos claros y motivación para alcanzarlos, fe en un futuro mejor, creencia en que Dios les protege y ayuda, facilidad para adaptarse al país de acogida y, al menos, un adulto (en el país de acogida o de origen) que les ofrece apoyo emocional.
La finalidad de este trabajo es conocer el perfil de los jóvenes que han migrado solos a Melilla (desde países africanos) e identificar y analizar las conductas o elementos que favorecen su resiliencia, con los siguientes objetivos específicos:
Analizar las condiciones de llegada y la situación de estos jóvenes en Melilla.
Averiguar qué factores influyen en algunos menores para abandonar el centro de acogida.
Identificar las expectativas que se plantean para el futuro.
Analizar los perfiles de resiliencia de estos jóvenes.
Las hipótesis de las que parte esta investigación son las siguientes:
Existen dos grupos de jóvenes que han migrado solos a Melilla según sus motivos de migración: los que migran en busca de protección y los que lo hacen para mejorar su situación económica, siendo estos últimos los que rechazan el sistema de acogida prefiriendo permanecer en la calle para viajar de manera irregular y lo antes posible a la Península.
Los jóvenes que han migrado solos a Melilla con un nivel más alto de resiliencia son los que han vivido situaciones más adversas y los que poseen mayores expectativas de futuro.
Los jóvenes que han migrado solos a Melilla poseen factores protectores como el apoyo de un familiar/educador, expectativas de futuro, autopercepción positiva, empatía, etc., que les permiten afrontar con éxito los factores de adversidad vividos.
La población está compuesta por los jóvenes que migran solos acogidos en los centros de Melilla “Fuerte Purísima” y “Gota de Leche” y por aquellos que viven en las calles de esta ciudad.
Según ha declarado el Viceconsejero del Menor y la Familia a COPE Melilla, a día 25 de abril de 2021, hay menos de 50 jóvenes que migran solos que viven en las calles de la CAM. En cuanto al número de menores acogidos en “Gota de Leche”, a 20 de julio de 2021, este es de 120, según el Convenio de colaboración entre la Consejería de Distritos, Juventud, Participación ciudadana, Familia y Menor y el Centro Asistencial de Melilla para el desarrollo de un programa de acogida y atención de menores no acompañados y socialmente desfavorecidos, para el año 2021. Respecto al número de menores acogidos en “Fuerte Purísima”, a 19 de julio de 2021, este es de 300, según la noticia publicada por Europa Press1.
Por otra parte, la muestra está formada por 148 jóvenes que migran solos: 42 de la calle, 59 de “Gota de Leche” (30 niñas y 29 niños) y 47 de “Fuerte Purísima”, elegidos por muestreo probabilístico, considerando un nivel de confianza del 95% para poblaciones finitas (p y q = 0,5), lo que supone un margen de error de ± 0,068 con un resultado de 0,211 en la prueba de Kolmogorov-Smirnov y una significación de 0,000.
La edad asignada de los jóvenes encuestados oscila entre los 9 y los 19 años (media = 15,094). Excepto 7 que acaban de cumplir la mayoría de edad y 2 que tienen 19 años, el resto son todos menores de edad. En cuanto al tiempo que llevan en Melilla, éste va de 1 mes a 12 años (media = 3,105 años). Respecto al origen, el 96% son de Marruecos y el 4% de otros países africanos. Asimismo, excepto 3 aconfesionales, el resto son musulmanes. Respecto al sexo, se ha comprobado que no hay chicas en “situación de calle” ni en “Fuerte Purísima”, encontrándose ellas tan solo en “Gota de Leche”. Debido a que la presencia de mujeres se encuentra únicamente en “Gota de Leche” y en un número equitativo al de hombres, las comparaciones en cuanto al sexo se realizarán únicamente respecto a este centro de acogida.
Para llevar a cabo este trabajo, donde se ha empleado un diseño no experimental transversal, se ha utilizado un cuestionario estructurado (tabla 1) con preguntas cerradas y una escala de resiliencia, que permite determinar el nivel de resiliencia y analizar las conductas y elementos resilientes de los participantes, así como otros datos relevantes de los mismos.
Dimensiones | Ítems | Alfa de Crombach |
---|---|---|
Datos sociodemográficos | 10 ítems | - |
Datos migratorios: motivos, acceso, antigüedad | 3 ítems | - |
Datos familiares: relación, frecuencia y medio de comunicación, población de origen y n.º de hermanos | 5 ítems | - |
Datos académicos | 2 ítems | - |
Expectativas de futuro | 3 ítems | - |
Escala de resiliencia | 32 ítems | 0.970 |
La escala de resiliencia se ha adaptado de González Arratia (2011) con resultados positivos, siendo un instrumento válido y fiable (González Arratia, 2016). Consta de 32 ítems, de opciones de respuesta tipo Likert de cinco puntos, dividida en tres dimensiones: factores protectores internos, factores protectores externos y empatía. Para calcular el nivel total de resiliencia se utiliza el siguiente puntaje (González Arratia, 2016):
Resiliencia baja: de 32 a 74 puntos.
Resiliencia moderada: de 75 a 117 puntos.
Resiliencia alta: de 118 a 160 puntos.
Para la construcción del cuestionario se realizó, en primer lugar, una búsqueda y análisis exhaustivo de la literatura sobre jóvenes que migran solos, procesos migratorios y factores de resiliencia. Una vez elaborado el primer cuestionario, fue expuesto a un procedimiento de validez del contenido por medio del procedimiento de juicio de expertos, realizando las correcciones propuestas por los mismos. Fueron 9 los jueces2 que evaluaron el instrumento bajo criterios de suficiencia, claridad, coherencia y relevancia. Posteriormente, se sometió a un pilotaje con 30 jóvenes (10 de “Fuerte Purísima”, 10 de “Gota de Leche” y 10 de la calle), realizando las modificaciones pertinentes y comprobando la adecuación del instrumento a la población objeto de este estudio, analizando los datos con resultados positivos de validez y fiabilidad. Por último, se aplicó a la muestra seleccionada y se realizaron los análisis estadísticos. En la escala se ha considerado también la fiabilidad, utilizando el coeficiente alfa de Cronbach (tabla 1).
Los datos obtenidos se han procesado mediante el programa IBM SPSS Statistics 25. Se ha realizado un análisis descriptivo de los datos recogidos (frecuencias, descriptivos, tablas cruzadas, etc., definiendo conjuntos de variables para los casos de respuesta múltiple, transformando variables, segmentando archivos según sexo, centro de acogida…) y, posteriormente, un análisis inferencial de los mismos (correlación, chi-cuadrado…), comparando medias mediante pruebas paramétricas (T-Student y ANOVA) y no paramétricas (U de Mann-Whitney y H de Kruskal-Wallis).
Para dar respuesta al último objetivo, se ha aplicado el procedimiento de análisis de conglomerados en dos fases (bietápico), el cual permite seleccionar automáticamente el número óptimo de conglomerados (Bacher et al., 2004).
El 62% de los casos señalan haber migrado para trabajar y el 43% indican haberlo hecho para estudiar, ayudar a su familia, mejorar su vida o porque en su país de origen no tienen futuro. El 30% lo han hecho porque creen que en Europa se vive mejor o por su situación familiar de pobreza. El 19% afirma haber migrado porque otras personas lo han hecho. El 10% expresan haberlo hecho para reagruparse con su familia, por problemas familiares o por haber sido convencidos por sus amigos. Menos del 10% han migrado por haberse quedado huérfanos, por haber sido abandonados, por haber sido convencidos por sus familias, por haber sido obligados a desempeñar trabajos ilegales o por haber sido maltratados por sus padres. Como se puede observar, la mayoría han migrado para trabajar, como indican los resultados de otros trabajos, como en López Belmonte et al. (2018), López Belmonte et al. (2019) y el Acuerdo de la Excma. Asamblea de 18/2/2019.
Respecto al país de origen, el 96% nació en Marruecos y el 4% en otros países africanos (Angola, Argelia, Costa de Marfil, Gambia, Guinea y Mali), datos en concordancia con otros estudios, como Conde Gallego (2022), López Belmonte et al., (2018) y Vicente Lorca (2022). Además, en cuanto al tipo de población de procedencia, el 80% proviene de un entorno urbano, frente al 20% que viene del campo (Jiménez, 2011). Este último grupo destaca en haber migrado convencido por su familia, como ya apuntaron otros estudios como en Martínez et al. (2009).
Los jóvenes que migran solos pueden acceder a Melilla, principalmente, de tres maneras: cruzando por las fronteras con la ciudad vecina (Nador), por la costa o traspasando la valla que separa Melilla de Nador. Así, el 62% de los encuestados ha accedido cruzando por alguna de las fronteras de Melilla con Nador, el 23% lo ha hecho por la costa y el 15%, traspasando la valla. La mayoría de los jóvenes en “situación de calle” ha accedido por la costa y traspasando la valla, mientras el 98% de los acogidos en “Gota de Leche” ha entrado por la frontera, al igual que la mitad de los encuestados de “Fuerte Purísima”. Casi todos han accedido a la CAM de manera irregular, compartiendo estos resultados con los recogidos en López Belmonte et al. (2018).
Los encuestados tienen entre 0 y 11 hermanos, situándose la media entre 3 y 4 y la moda en 3. Solo 11 participantes son hijos únicos y son muy pocos los que tienen 8 o más hermanos. Estos resultados también muestran concordancia con los obtenidos en López Belmonte et al. (2018), expresados anteriormente.
El 55% conserva buena relación con su familia, el 21% mantiene una relación normal y el 9% tiene mala relación. Por otra parte, el 6% ha perdido la relación y el 9% manifiesta no tener familia. El 15% habla con su familia todos los días, el 30% lo hace una vez a la semana, el 17%, más de una vez a la semana y el 12%, una vez al mes. El 17% de los participantes no habla con su familia. La mayoría se comunica con su familia mediante el teléfono, ya sea a través de llamadas (35%) o WhatsApp y redes sociales (30%), como se indica en López Belmonte et al. (2018) y en Mohamed-Abderrahman et al. (2018). Un 11% recibe la visita de su familia en persona y el 15% ha perdido el contacto con su familia.
Los participantes manifiestan hablar más de una lengua. El idioma que más dominan es el árabe (89% de los casos), seguido del español (61%) y el tamazigt (51%), existiendo menos casos donde se emplee el francés (10%), el inglés (7%) u otros idiomas (1%). Por tanto, se puede apreciar que un número significativo de estos menores muestra interés por la lengua española, como se recoge también en López Belmonte et al. (2018) y en Mohamed-Abderrahman et al. (2018).
Todos los jóvenes en “situación de calle” están sin escolarizar, así como el 17% de “Fuerte Purísima” (8 sujetos) y el 15% de “Gota de Leche” (9 sujetos: 3 niños y 6 niñas). Por tanto, se puede observar que alrededor de un 15% están sin escolarizar, como se ha obtenido en López Belmonte et al. (2018). Un número significativo de los encuestados (27) se encuentran matriculados en cursos inferiores a los que les corresponden por edad, sobre todo, en la Educación Secundaria Obligatoria, debido al desfase curricular, agravado por la escolarización tardía. Estos resultados muestran concordancia con los hallados en López Belmonte et al. (2019).
El 74% de los encuestados se siente marroquí y solo el 26% se siente español. Al analizar los datos en función de la localización, se ha podido apreciar que los menores de “Fuerte Purísima” destacan en sentirse más marroquíes que los de “Gota de Leche” y en “situación de calle”. Por otra parte, los acogidos en “Gota de Leche” son los que más se sienten españoles, destacando los varones. Así, los acogidos en “Gota de Leche” manifiestan sentirse más integrados en la sociedad que los acoge, mientras que los acogidos en “Fuerte Purísima” se sienten marginados. Esto se debe, entre otros factores, a que mientras la mayoría de los acogidos en “Gota de Leche” son escolarizados en centros escolares y comparten el aula con sus iguales melillenses, son muy pocos los encuestados de “Fuerte Purísima” que se encuentran en esta situación. Pues la mayoría de los sujetos de “Fuerte Purísima” son matriculados en cursos de formación destinada solo para ellos, donde se tienen como compañeros de clase a ellos mismos. Se ha observado que en enseñanzas básicas (Educación Primaria y Educación Secundaria Obligatoria) hay un 64% de acogidos de “Gota de Leche” y un 26% de “Fuerte Purísima” y fuera de estas enseñanzas, es decir, en cursos y talleres formativos (peluquería, albañilería, hostelería, inmersión lingüística…), hay un 20% de “Gota de Leche” y un 57% de “Fuerte Purísima”.
La antigüedad que mantienen los encuestados en la CAM va desde 1 mes hasta los 12 años, con una media de 3,1 años, guardando similitud con los resultados obtenidos en López Belmonte et al. (2018). Esta antigüedad varía según la localización de los sujetos. Así, los jóvenes de “Fuerte Purísima” llevan en Melilla entre 1 mes y 4 años, situándose la media en 1,5 años y la moda en 3. En cuanto a “Gota de Leche”, el tiempo en la Ciudad oscila entre 1 y 12 años para ambos sexos, con medias diferentes y una moda de 9 años para los chicos y 1 año para las chicas. Por último, la antigüedad de los individuos en “situación de calle” varía desde 1 mes hasta 10 años, con una media de 1,5 y una moda de 3 meses. Estas diferencias por centro son estadísticamente significativas (F=47.469, p=0,000).
Un porcentaje importante de los jóvenes que han migrado solos a Melilla lo conforman aquellos que se encuentran en “situación de calle”, es decir, que rechazan o abandonan el centro de acogida, prefiriendo permanecer en la calle, como se recoge en Mohamed-Abderrahman et al. (2018). En este estudio, el 28% de la muestra (42 sujetos de 148) lo constituyen los jóvenes que viven en la calle. Dar a conocer los motivos que empujan a estos menores a rechazar el sistema de acogida es importante, sobre todo, para que tomen conciencia las autoridades e instituciones competentes en materia de su acogida y protección. Además, este perfil de chicos reúne unas características que lo hacen más resiliente que el de los acogidos en los centros (como se muestra más adelante) y, por tanto, resulta interesante comparar estos grupos y conocer dichos rasgos.
Así, a la pregunta “¿por qué no estás en un centro de acogida?”, dirigida solo a los que viven en la calle, el 27% ha señalado que prefiere quedarse en la calle para hacer “risky” (colarse en un barco sin ser visto para viajar a la Península), por haber cumplido la mayoría de edad, porque le han hablado mal del centro o porque considera que permanecer en el mismo será una pérdida de tiempo. Además, el 14% manifiesta que no está acogido porque le tratan mal, el 13% porque no le permiten acceder por encontrarse el centro cerrado por confinamiento (debido a la presencia de contagiados por COVID-19), el 9% porque no le gustan las normas del centro, el 8% porque le gusta estar en libertad, otro 8% porque le han expulsado del centro y el 6% porque no le gusta la comida.
Después de conocer estas razones, surge la siguiente cuestión: ¿qué factores influyen en los menores que viven en la calle para no estar acogidos en un centro de la CAM? Para dar respuesta a esta pregunta, a continuación se compara el grupo formado por los sujetos en “situación de calle” con los acogidos en “Fuerte Purísima” y en “Gota de Leche” en aquellas variables donde se aprecian diferencias significativas. Así, se obtiene lo siguiente (tabla 2):
Factores | Fundamentos |
---|---|
Género masculino | Los jóvenes que viven en la calle son todos varones de entre 12 y 19 años. |
Idioma y cultura | Solo el 36% de los que viven en la calle habla español, en comparación con el 55% de “Fuerte Purísima” y el 83% de “Gota de Leche”. Así, son el único grupo donde el 100% habla árabe y donde menos sujetos dominan el tamazigt. El tamazigt solo se habla en las zonas de Nador más próximas a la frontera con Melilla, en el resto de Marruecos se habla el árabe. Existe más afinidad entre los imazighen (sujetos de Nador/Melilla que hablan tamazigt) que entre estos y los igarbíen (de ciudades marroquíes alejadas de Nador). Así, durante las encuestas se han observado grupos de jóvenes que migran solos formados por imazighen y otros grupos formados por igarbíen, donde algunos de estos menores imazighen han hablado de manera despectiva de los igarbíen, con comentarios como “esos son los que esnifan pegamento” o “esos son los que roban”. La gran mayoría de los sujetos menores en “situación de calle” son igarbíen. Este hecho puede indicar que estos jóvenes no quieren estar acogidos porque se sienten discriminados y/o porque encuentran menos apoyo que los imazighen. |
Procedencia | Relacionado con el factor anterior, solo el 21% de los que viven en la calle proviene de Nador, en comparación con el 70% de “Fuerte Purísima” y el 75% de “Gota de Leche”, proviniendo el resto (79%) de otras ciudades marroquíes más alejadas de Melilla (Fez, Casablanca, Oujda). |
Motivos de migración | los que no están acogidos coinciden en haber migrado principalmente para hacer “risky”, trabajar y mejorar su situación y no para reagruparse con su familia, por problemas familiares, abandono o maltrato, donde destacan los otros grupos. Es por ello que no buscan protección, sino trabajo. Estos resultados guardan relación con lo que se indica en el Acuerdo de la Excma. Asamblea de 18/2/2019. |
Forma de acceso a Melilla | La mayoría de los que viven en la calle ha accedido a Melilla por la costa o saltando la valla (74%), en comparación con el 51% de “Fuerte Purísima” y el 2% de “Gota de Leche”. Por tanto, comparten como factor haber accedido a la Ciudad de una manera más agresiva. Se debe tener en cuenta que los 24 sujetos (de los 42 que viven en la calle) que han estado acogidos en algún momento lo han estado en el centro “Fuerte Purísima”. |
Antigüedad en Melilla | Los que viven en la calle son los que menos tiempo llevan en Melilla y no pretenden quedarse en la misma, sino que la perciben como el puente hacia la Península, haciendo “risky” lo antes posible, coincidiendo con lo recogido en el Acuerdo de la Excma. Asamblea de 18/2/2019. |
Expectativas de futuro | En cuanto a las expectativas de futuro, los que viven en la calle destacan en imaginarse casados, con trabajo estable y residiendo en otra ciudad española o país europeo. Por tanto, tienen un proyecto migratorio claro donde Melilla solo es parte del camino que los llevará a su destino, coincidiendo también con lo establecido en el Acuerdo de la Excma. Asamblea de 18/2/2019. |
El 61% cree que dentro de 10 años estará casado/a, el 24% piensa que tendrá pareja y el 15% supone que permanecerá soltero/a. El 79% de los participantes se imagina ejerciendo un trabajo estable dentro de 10 años, el 5% desarrollando trabajos ilegales y solo el 1% piensa que estará desempleado. Asimismo, al 16% de estos jóvenes le gustaría estar estudiando. Entrando más en detalle respecto al sexo de los encuestados acogidos en “Gota de Leche”, se puede apreciar que al 67% de las niñas le gustaría estar trabajando en el futuro, frente al 31% de los niños. Así, el 20% de las chicas piensa que estará ejerciendo trabajos ilegales, frente al 3% de los chicos. En cambio, el 62% de los varones prefiere estar estudiando dentro de 10 años, en comparación con el 13% del sexo femenino.
En cuanto al destino definitivo en el que les gustaría estar dentro de 10 años, el 13% de los encuestados desearía quedarse en Melilla y más de la mitad (52%) preferiría estar en otra ciudad española. A casi un tercio de estos menores (32%) le gustaría estar en otro país europeo y solo el 3% querría estar fuera de Europa. A ninguno de los participantes le gustaría estar en su país de origen en el futuro. Si se analizan estos datos según el sexo de los jóvenes encuestados de “Gota de Leche”, se puede observar que el 52% de los chicos preferiría quedarse en Melilla, frente al 7% de las chicas. Así, al 63% de las niñas le gustaría estar en otra ciudad española, en comparación con el 38% de los niños. Además, el 17% del género femenino desearía estar en otro país europeo, frente al 10% del género masculino.
En definitiva, un número importante de estos jóvenes posee expectativas de futuro, sobre todo, relacionadas con la búsqueda de trabajo en otra ciudad española, coincidiendo con López Belmonte et al. (2018) y Segú et al. (2023).
Los participantes presentan a nivel general, puntuaciones moderadamente elevadas respecto a su nivel de resiliencia (tabla 3). Concretamente, la media de los participantes es de 130 puntos (sobre 160) en el total de la escala. Según González Arratia (2016), los participantes se sitúan en un nivel de resiliencia alta (entre 118 y 160 puntos). Destacan también con puntuaciones elevadas en las tres dimensiones (factores protectores internos, externos y empatía).
Dimensiones | n | P. mínima teórica | P. máxima teórica | Media observada | Desv. típ. |
---|---|---|---|---|---|
Factores protectores internos | 148 | 14 | 70 | 56,98 | 13.41 |
Factores protectores externos | 148 | 11 | 55 | 44,90 | 9.78 |
Empatía | 148 | 7 | 35 | 28,30 | 6.99 |
Total en la escala de resiliencia | 148 | 32 | 160 | 130,18 | 28.44 |
Estos datos sobre la resiliencia de las y los jóvenes no presentan diferencias estadísticamente significativas en función de la mayoría de variables del cuestionario, a excepción de su localización actual, el tipo de enseñanza que están cursando y sus expectativas de futuro en cuanto a relaciones sentimentales (tabla 4).
Dentro de 10 años, ¿cómo crees que estarás? | |||||
---|---|---|---|---|---|
Dimensiones | Soltero/a Media | Con pareja Media | Casado/a Media | F | Sig. |
Factores protectores internos | 49,04 | 60,77 | 57,53 | 5,871 | ,004 |
Factores protectores externos | 39,26 | 46,34 | 45,78 | 4,802 | ,010 |
Empatía | 24,48 | 28,77 | 29,09 | 4,276 | ,016 |
Total escala de Resiliencia | 112,78 | 135,89 | 132,40 | 5,615 | ,004 |
Localización | |||||
---|---|---|---|---|---|
F. Purísima Media | Gota de Leche Media | Vive en la calle Media | F | Sig. | |
Factores protectores internos | 42.89 | 60.66 | 67.57 | 92.859 | .000 |
Factores protectores externos | 36.70 | 46.54 | 51.76 | 43.786 | .000 |
Empatía | 22.55 | 29.10 | 33.60 | 45.511 | .000 |
Total escala de Resiliencia | 102.15 | 136.31 | 152.93 | 76.107 | .000 |
Tipo de enseñanza | ||||||
---|---|---|---|---|---|---|
EP Media | ESO Media | E. no básicas Media | No escolar. Media | F | Sig. | |
Factores protectores internos | 59.28 | 56.38 | 48.03 | 62.53 | 11.337 | .000 |
Factores protectores externos | 47.00 | 45.47 | 38.74 | 48.02 | 8.620 | .000 |
Empatía | 29.17 | 28.91 | 24.05 | 30.51 | 7.925 | .000 |
Total escala de Resiliencia | 135.44 | 130.75 | 110.82 | 141.05 | 10.961 | .000 |
De esta forma, las personas más resilientes son aquellas que viven en “situación de calle”, que no están escolarizadas o que se perciben en el futuro con pareja. Estos grupos tienen un nivel de resiliencia alto según la tipología de González Arratia (2016). Y las menos resilientes responden a los residentes en “Fuerte Purísima”, estudiando enseñanzas no básicas o que en 10 años se perciben solteros/as. Estos grupos tienen un nivel de resiliencia moderado según la tipología de González Arratia (2016).
El clúster bietápico se ha calculado con la variable de la escala de resiliencia, junto a las variables anteriores significativas: expectativas de futuro, localización del joven y tipo de enseñanza. Se identifican tres conglomerados o clústers con un nivel de calidad bueno (figura 1).
Estos tres conglomerados corresponden a perfiles de jóvenes con niveles diferentes de resiliencia (tabla 5).
Clúster | 1 | 2 | 3 | |
Perfil | 2 | 1 | 3 | |
Nivel de resiliencia | Alto | Moderado | Muy alto | |
Tamaño | 39,9% (59) | 32,4% (48) | 27,7% (41) | |
Entradas | Localización | Gota de Leche (100%) | Fuerte Purísima (97,9%) | Vive en la calle (100%) |
Tipo de enseñanza | ESO (33,9%) | No básicas (56,2%) | No escolarizado (100%) | |
Expec. de futuro | Con pareja (52,5%) | Casado/a (77,1%) | Casado/a (92,7%) | |
Escala resiliencia | 136,31 | 101,35 | 155,10 |
Concretamente, al caracterizar los tres conglomerados se identifican de la siguiente forma:
Perfil 1. Un perfil de resiliencia moderada (48 jóvenes). Este grupo puntúa de forma menos elevada en la escala de resiliencia (101 puntos de media). Son jóvenes en su gran mayoría (98%) de “Fuerte Purísima”. Más de la mitad cursan enseñanzas no básicas. El 77% se percibe casado en los futuros 10 años.
Perfil 2. Un perfil de resiliencia alta (59 jóvenes). Este grupo puntúa de forma elevada en la escala de resiliencia (136 puntos de media). Son todos los jóvenes de “Gota de Leche”. El 34% cursa estudios de Educación Secundaria Obligatoria. El 53% tiene la expectativa de tener pareja en los próximos 10 años.
Perfil 3. Un perfil de resiliencia muy alta (41 jóvenes). Este es el grupo que puntúa de forma más elevada en la escala de resiliencia (155 puntos de media). Son todos los jóvenes que viven en la calle. Ninguno está escolarizado y la gran mayoría (93%) se percibe casado en los futuros 10 años.
A continuación, se profundiza en la caracterización de los tres perfiles de resiliencia, en relación con el resto de las variables del cuestionario (tabla 6). Al estudiar qué características estaban relacionadas con los perfiles hallados se encontró, en síntesis, que fueron significativas las variables cómo llegó a Melilla, cómo es la relación con su familia, dónde vivían y sus expectativas de futuro laborales y de lugar de residencia.
Variables no métricas | Perfil 1 | Perfil 2 | Perfil 3 | X2 | p |
---|---|---|---|---|---|
¿Cómo llegaste a Melilla? Cruzando la Frontera | 48% | 98% | 27% | 58.72 | 0.000 |
¿Cómo llegaste a Melilla? Por la Costa | 31% | 2% | 44% | ||
¿Cómo llegaste a Melilla? Saltando la valla | 21% | 0% | 29% | ||
¿Cómo es la relación con tu familia? Buena | 77% | 34% | 61% | 26.07 | 0.001 |
¿Cómo es la relación con tu familia? Normal | 15% | 29% | 17% | ||
¿Cómo es la relación con tu familia? Mala | 4% | 14% | 7% | ||
¿Cómo es la relación con tu familia? No tengo relación | 0% | 14% | 2% | ||
¿Cómo es la relación con tu familia? No tengo familia | 4% | 10% | 12% | ||
¿Dónde vivías? En la ciudad | 65% | 93% | 80% | 13.78 | 0.001 |
¿Dónde vivías? En el campo | 35% | 7% | 20% | ||
Dentro de 10 años ¿cómo te imaginas? Estudiando | 0% | 37% | 2% | 53.13 | 0.000 |
Dentro de 10 años ¿cómo te imaginas? Trabajo estable | 100% | 49% | 98% | ||
Dentro de 10 años ¿cómo te imaginas? Trabajo ilegal | 0% | 12% | 0% | ||
Dentro de 10 años ¿cómo te imaginas? En paro | 0% | 2% | 0% | ||
Dentro de 10 años ¿dónde te gustaría? Melilla | 4% | 29% | 0% | 37.8 | 0.000 |
Dentro de 10 años ¿dónde te gustaría? Otra ciudad | 56% | 51% | 49% | ||
Dentro de 10 años ¿dónde te gustaría? Otro país europeo | 40% | 14% | 51% | ||
Dentro de 10 años ¿dónde te gustaría? Fuera de Europa | 0% | 7% | 0% |
Variables métricas | Perfil 1 | Perfil 2 | Perfil 3 | F | p |
---|---|---|---|---|---|
Factores protectores internos | 52.54 | 60.66 | 68.59 | 117.29 | 0.000 |
Factores protectores externos | 36.35 | 46.54 | 52.54 | 54.83 | 0.000 |
Empatía | 22.46 | 29.10 | 33.98 | 51.98 | 0.000 |
Edad asignada | 16.2 | 13.7 | 16.7 | 32.79 | 0.000 |
Tiempo en Melilla | 1.6 | 5.5 | 1.5 | 47.48 | 0.000 |
Tal como muestra la tabla 6, el perfil con un nivel de resiliencia moderada (perfil 1) se caracteriza por ser el que presenta menores puntuaciones también en factores protectores internos, externos y empatía. Llevan poco tiempo viviendo en Melilla y tienen una edad asignada media de 16 años. Casi la mitad llegaron a Melilla cruzando la frontera y la gran mayoría (77%) tienen una buena relación con su familia, de origen mayormente urbano (65%). En diez años se imaginan todos con un trabajo estable y más de la mitad se visualizan viviendo en otra ciudad española.
El perfil con un nivel de resiliencia alta (perfil 2) manifiesta puntuaciones moderadas o intermedias en factores protectores internos, externos y empatía, respecto a los perfiles 1 y 3. Los sujetos de este grupo son los que más tiempo llevan en la CAM, con una diferencia significativa respecto a los otros dos, así como los más jóvenes, con una edad asignada media de 13 años y medio. Casi todos estos menores accedieron a la ciudad por los pasos fronterizos (98%) y solo un tercio presenta buena relación familiar, siendo prácticamente todos de procedencia urbana (93%). La mitad se percibe con trabajo estable y viviendo en otra ciudad española dentro de diez años.
El perfil 3, que es el que posee un nivel de resiliencia muy alta es también el que presenta mayores puntuaciones en factores protectores internos, externos y empatía. Los jóvenes que conforman este grupo son los que menos tiempo llevan viviendo en la ciudad y los que tienen mayor edad asignada (16 años y medio de media). Alrededor de un tercio accedió a Melilla por la frontera, otro tercio lo hizo saltando la valla y otro, por la costa, siendo este último ligeramente superior. Más de la mitad (61%) tienen buena relación con su familia, en su mayoría de origen urbano (80%). Dentro de diez años, a la mitad le gustaría encontrarse viviendo en otra ciudad española y a la otra mitad, en otro país europeo, aunque prácticamente todos (98%) se imaginan con trabajo estable.
Estos resultados concuerdan con lo que se indica en los trabajos de Ibarrola Sosa (2019) y González Arratia (2016), donde los niños, niñas y adolescentes más resilientes poseen una mayor competencia social (destacando en habilidades como la autoestima, la empatía, la flexibilidad, la adaptación a los cambios…), capacidad para resolver problemas, autonomía y expectativas de futuro.
En el presente estudio se planteaba como objetivo general, conocer el perfil de los jóvenes que han migrado solos a Melilla e identificar y analizar las conductas o elementos que favorecen su resiliencia.
Se ha comprobado que la gran mayoría de estos menores procede de Marruecos (Conde Gallego, 2022), tiene una media de edad de 15 años y ha migrado a España de manera irregular (López Belmonte et al., 2018), principalmente, para buscar trabajo y mejorar su situación económica (Acuerdo de la Excma. Asamblea de 18/2/2019, López Belmonte et al., 2019 y Segú et al., 2023). Asimismo, el 79% se imagina ejerciendo un trabajo estable dentro de 10 años o formándose para un buen trabajo. También reflejan su facilidad para buscar soluciones y establecer relaciones cuando consideran otras alternativas para su futuro académico y profesional aspirando a viajar a otras ciudades del mundo con el fin de ayudar a su familia y mejorar su vida. Así, se ha apreciado que muestran un gran interés por la lengua española para poder comunicarse e integrarse en la sociedad que los acoge, puesto que el 61% de los casos hablan español, coincidiendo con López Belmonte et al. (2018) y Mohamed-Abderrahman et al. (2018).
Siguiendo a autores como Carretero (2010), Duque (2012), Fergus y Zimmerman (2005), González Arratia (2016), Ibarrola Sosa (2019), Lázaro (2014), Luthar (2003), Masten y Powell (2003) y Santos (2015), que determinaban que para que existiesen perfiles resilientes habría que darse dos factores, por una parte, haber vivido situaciones de riesgo o adversidad y, por otra, contar con factores de protección, se encontraron como factores de riesgo experimentados por la mayoría de estos menores, la pérdida de uno o ambos progenitores, el abandono, la expulsión forzosa de sus hogares, la pobreza extrema y los abusos o maltratos por sus padres, así como las situaciones vividas durante el proceso migratorio (ser menores y estar solos, vivir en la calle, enfrentarse a situaciones violentas y arriesgar su vida haciendo “risky”). También han destacado como factores adversos el rechazo, la marginación y la discriminación que sufren en la sociedad de acogida.
Así, la gran mayoría de los jóvenes que han migrado solos a Melilla han obtenido resultados que se consideran de personas resilientes, distinguiéndose tres perfiles en el análisis por conglomerados, donde se han manifestado con mayor nivel de resiliencia los sujetos que han vivido situaciones más adversas, corroborándose esta hipótesis. De esta manera, a pesar de ser los que se encuentran en una situación más vulnerable, los menores en “situación de calle” obtuvieron las puntuaciones más altas (nivel muy alto de resiliencia) debido, sobre todo, a poseer expectativas de futuro, mayor autonomía y libertad (se sienten capaces de hacer lo que quieran y cuando quieran), autopercepción positiva, un proyecto migratorio claro (migran en busca de trabajo y mejoras económicas y piensan que en un centro de acogida y en Melilla no lo van a conseguir) y contar con el apoyo de la familia, de sus iguales (compañeros de viaje) y de ciertas entidades y ciudadanos melillenses. Por el contrario, han obtenido las puntuaciones más bajas (con un nivel moderado de resiliencia) los acogidos en “Fuerte Purísima”, por contar con menos apoyo familiar y de sus compañeros y educadores, y malos tratos dentro del centro de acogida, tanto por parte de sus compañeros como por el personal del centro. Además, se sienten marginados y segregados, teniendo como compañeros de clase a sus propios iguales del centro de acogida. Por último, en una posición intermedia, ocupada por los acogidos en “Gota de Leche”, que han obtenido un nivel alto de resiliencia, la ausencia del apoyo familiar se ha visto compensada por la ayuda y afecto que reciben del personal del centro, de sus compañeros de acogida y su integración en la sociedad de acogida, teniendo amigos y compañeros de clase autóctonos, siendo el grupo que más se siente español.
De esta manera, se puede concluir que son factores protectores externos importantes para favorecer la resiliencia el contar con el apoyo familiar (cuanto más apoyo, mejor relación y mayor frecuencia de comunicación con la familia, mayor ha sido el nivel de resiliencia) o, en su defecto, con un tutor de resiliencia (Cyrulnik, 2002) que escuche, apoye y muestre afecto al menor, como puede ser la figura del educador (Ibarrola Sosa, 2019; González Arratia, 2016). Asimismo, el apoyo entre iguales o sentirse integrados en el ámbito educativo y en la sociedad de acogida también son elementos que contribuyen a desarrollar esta capacidad, como también se recoge en Martín De Castro et al. (2016). Por otro lado, se han apreciado como factores protectores internos que favorecen la resiliencia el tener expectativas de futuro, un proyecto migratorio claro, autonomía, libertad para hacer lo que se quiera y cuando se quiera, autopercepción positiva y fe, coincidiendo con González Arratia (2016).
Como se ha observado, estos jóvenes pueden ser vulnerables a una serie de factores estresantes, que incluyen la separación de sus familias, la barrera del idioma, la discriminación, el racismo y la pobreza, entre otros. Ser resiliente significa que un niño tiene la capacidad de hacer frente a situaciones difíciles y superarlas de manera resolutiva. La resiliencia también ayuda a estos menores a desarrollar una identidad positiva y a adaptarse a la cultura autóctona, mientras mantienen su cultura de origen. Los niños inmigrantes resilientes tienen una mayor probabilidad de tener éxito en la escuela, construir redes sociales y mantener una buena salud mental y emocional.
Ser resiliente no significa que un niño no experimentará dificultades o que no necesite apoyo. Sin embargo, la resiliencia les ayuda a superar las situaciones difíciles y a buscar apoyo en momentos de necesidad. Para estos jóvenes, la resiliencia puede ser una herramienta importante para mejorar su bienestar y su adaptación en un nuevo país. Como se ha visto, el apoyo familiar es fundamental para que los niveles de resiliencia de estos menores sean altos. Si son resilientes, esto ayuda a que sus procesos de integración social sean más fáciles o favorables, les ayuda a hacer frente a los desafíos y dificultades que pueden enfrentar en un país extranjero, esto incrementa su bienestar y también ayuda a trasmitir una imagen social del colectivo más positiva, pudiéndose así hacer frente a todos los estereotipos negativos y al estigma que se ha creado en los últimos años alrededor de este colectivo. Así pues, a la hora de trabajar con estos jóvenes será importante reforzar esos lazos familiares y, en su ausencia, proporcionarles apoyo por parte de los organismos encargados de proteger a este colectivo, mediante profesionales que les trasmitan confianza y seguridad para seguir adelante con sus vidas.
Si tomamos todos estos elementos en cuenta, los menores inmigrantes podrían contribuir al desarrollo económico de un país, pues tienen como objetivos formarse, trabajar y formar una familia, mostrando facilidad para desplazarse a cualquier lugar en busca de trabajo. La educación que reciban puede desarrollar habilidades y conocimientos que pueden ser útiles en el mercado laboral y en el ámbito de la innovación con nuevas ideas y experiencias. Por otro lado, son mano de obra futura si falta mano de obra en ciertas áreas. Además, la presencia de los inmigrantes aporta diversidad cultural que puede enriquecer la sociedad y, con ello, fomentar el turismo y las relaciones comerciales con otros países.
Por último, se ha constatado la hipótesis que expresa que existen dos grupos de jóvenes que han migrado solos a Melilla según sus motivos de migración: los que migran en busca de protección y los que lo hacen para mejorar su situación económica, siendo estos últimos los que rechazan el sistema de acogida prefiriendo permanecer en la calle para viajar de manera irregular y lo antes posible a la Península. Este resultado concuerda totalmente con lo recogido en el Acuerdo de la Excma. Asamblea de 18/2/2019.
Así, se ha podido identificar el perfil de menores que rechazan o abandonan el sistema de protección prefiriendo permanecer en la calle, siendo factores determinantes el poco apoyo o discriminación por el lugar de procedencia (regiones lejanas a Nador, de donde proviene la mayoría de los acogidos), el idioma (solo hablan árabe) y/o la cultura (predominantemente igarbíen), los motivos de migración (todos los de la calle migran en busca de trabajo), la forma en la que han accedido a Melilla (siendo una manera más agresiva, puesto que la gran mayoría han accedido por la costa o traspasando la valla), el poco tiempo que llevan en esta ciudad y poseer expectativas de futuro y un proyecto migratorio muy claro donde Melilla solo es el puente para llegar a su destino (la Península u otro país europeo).
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