La pandemia de COVID-19 que tuvo lugar en 2020 supuso un golpe a la denominada era de la migración, concepto acuñado a finales del siglo pasado por Castles y Miller (1993), y que tuvo su traducción en los emergentes paradigmas sociales de la movilidad (Sheller y Urry, 2006). La pandemia supuso la creación de distintas restricciones a los desplazamientos, provocando la aparición de nuevas categorías de movimientos —por ejemplo: trabajadores esenciales—, y jerarquizó las posibilidades de movilidad (Martin y Bergmann, 2021). Los controles fronterizos internos en el espacio Schengen se impusieron en el contexto del COVID-19, incluso más profundamente que durante la “crisis europea de refugiados” en 2015 (Arango et al., 2021). Primero, estos registros tuvieron lugar a partir de las decisiones improvisadas de algunos estados, y posteriormente, motivados por la respuesta común de la Unión Europea. Como sostienen Sommarribas y Nienaber (2021), la pandemia sacó a relucir de nuevo la entidad compleja e incompleta del espacio Schengen. Las respuestas políticas a la crisis sanitaria se centraron en crear narrativas que asociaron la movilidad como un hecho peligroso y como una amenaza potencial, creando un vínculo entre el movimiento de personas y la propagación del virus. Sobre todo, la movilidad en espacios geográficos donde existen marcos de libre circulación, como es el caso de Europa, se consideró especialmente arriesgado (Brumat, 2020).
Así pues, de hablar de la libre movilidad en la Unión Europea, se pasó a hacerlo de la inmovilidad. No obstante, el interés por la inmovilidad en los estudios migratorios no surgió a raíz de la pandemia. Una decena de años antes se había empezado a teorizar la necesidad de integrar la perspectiva de la inmovilidad (Gruber, 2021; Schewel, 2020). Es más, se puede afirmar que la pandemia supuso un punto de inflexión en la incorporación del debate sobre el sesgo de movilidad en el campo migratorio (Cairns y Clemente, 2023; Martin y Bergmann, 2021). Todo ello sin olvidar que el espacio de libre movilidad europeo está atravesado por controvertidas lógicas selectivas y de clase (Lim, 2021; Dubucs et al., 2017).
El objetivo de este artículo es analizar cómo ha afectado la pandemia a los proyectos migratorios de la reciente emigración española a Europa; es decir, nos centramos en los flujos migratorios que empezaron a aumentar a raíz de la crisis de 2008 y que, con distinta intensidad, han continuado hasta nuestros días. Partimos de una doble dimensión temporal vinculada a la experiencia del COVID-19 por parte de emigrantes españoles en Europa: durante los primeros meses de pandemia y las consecuencias de las experiencias vividas. Así pues, nos preguntamos, por un lado, ¿cómo se han vivido las restricciones a la movilidad en el espacio Schengen durante los primeros meses de la pandemia? Por otro lado, cabe preguntarse ¿en qué medida estas experiencias han podido tener un impacto a corto o medio/largo plazo sobre los proyectos migratorios? Nos focalizamos en dos países prioritarios de destino, Francia y Reino Unido. Por una parte, Francia es un país que pertenece al espacio Schengen. En cuanto a Reino Unido, nunca ha suscrito el Tratado Schengen; no obstante, durante su pertenencia a la Unión Europea facilitaba la entrada al país e incluso residir en él sin necesidad de visado para ciudadanos comunitarios en virtud de otros tipos de acuerdos con la Unión Europea.
De este modo, los objetivos que abordamos en este capítulo son dos. En primer lugar, intentamos averiguar cómo se vivieron las restricciones a la movilidad durante los primeros meses de la pandemia y qué respuestas se dieron por parte de los emigrados para gestionar la situación. En segundo lugar, se trata de estudiar las secuelas de la pandemia en los proyectos migratorios: si existe un antes y un después, y qué influencia ha podido tener en su arraigo o no en los destinos. Para ello, se han realizado una serie de entrevistas semiestructuradas a una muestra de españoles residentes en Francia y en Reino Unido que emigraron después de 2008.
Por consiguiente, la aportación principal de este artículo es examinar cómo la coyuntura de la pandemia ha dejado huella, de mayor o menor calado, dentro de los proyectos migratorios de la reciente emigración española; que han vivido por primera vez las restricciones a la movilidad, tanto en el caso de los emigrados en Francia, acostumbrados a la libre movilidad del espacio Schengen, como en lo que respecta a los emigrados en el Reino Unido, que también la habían disfrutado en virtud de otros acuerdos bilaterales. La mayor parte de los estudios se han centrado en el impacto inmediato del COVID-19 sobre los inmigrantes extracomunitarios. En conjunto, el artículo contribuye a la escasa literatura sobre el impacto de la pandemia en las migraciones intraeuropeas, resaltando la importancia de considerar las experiencias diferenciadas de movilidad e inmovilidad en la comprensión de los proyectos migratorios contemporáneos.
El artículo se estructura en cinco partes. En primer lugar, se va a realizar un balance del cuadro conceptual en torno a los conceptos de movilidad e inmovilidad con especial alusión a su aplicación dentro de los estudios realizados sobre los efectos de la pandemia en los movimientos migratorios. A continuación, se describe cuál ha sido la metodología adoptada. En tercer lugar, se presentan los principales resultados que se distribuyen en tres bloques: el impacto durante los primeros meses de la pandemia; la adaptación de los proyectos de manera transitoria; por último, los efectos que se plantean a medio y largo plazo. El artículo finaliza con una discusión y conclusiones.
La literatura reciente se ha volcado en buscar un encuadre teórico que refleje la complejidad y diversidad de los movimientos migratorios contemporáneos. En primer lugar, al inicio de este siglo, desde el nuevo paradigma de la movilidad (Sheller, 2014); y, a continuación, señalando precisamente un sesgo en dicho enfoque que reclamaba la necesidad de incorporar un giro a la inmovilidad (Schewel, 2020). Es el caso, por ejemplo, de los estudios que han abordado la inmovilidad dentro de la movilidad: cómo la movilidad socioespacial de algunos migrantes es bloqueada y limitada debido a las restricciones legales (Bélanger y Silvey, 2020).
La irrupción de la pandemia en los primeros meses de 2020 se tradujo, para muchas personas, en experiencias de inmovilidad. Entre ellas podemos destacar los episodios de movimientos restringidos vividos por las personas inmigradas en contextos distintos. Las recientes investigaciones se han centrado en personas inmigrantes en situaciones de especial vulnerabilidad: con limitaciones a la circularidad migratoria, e incluso, analizando el estigma de ser considerados un peligro sanitario como sucedía con los migrantes temporales (Gatica y Blanco, 2022). Por otro lado, otros estudios se centran en cuantificar el volumen de personas que no pudieron regresar a sus países de origen, cifradas por la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) en casi tres millones de migrantes (Gomes, 2022). También contamos con aportes con enfoque de género en el campo de las migraciones, que nos muestran cómo las mujeres que, viviendo la inmovilidad en la movilidad desde antes ya de la pandemia, ven aumentar su vulnerabilidad al no disponer de una red social de apoyo durante los primeros meses de la pandemia (Datta, 2022).
Las experiencias de inmovilidad dentro de la movilidad también se han vivido dentro de la Unión Europea durante los primeros meses de la crisis sanitaria. Spagnuolo (2022) ha estudiado cómo la pandemia afectó a los jóvenes italianos residentes en Gales que sufrieron por primera vez restricciones fronterizas. Se enfrentaron a una nueva realidad en la que regresar a los lugares de origen fue durante unos meses una opción incierta. Entre las conclusiones del estudio destaca que ninguno de los jóvenes entrevistados reconsideró poner fin a su proyecto migratorio, más bien al contrario, desarrollaron estrategias de adaptación ante esta situación, como un mayor arraigo en la comunidad local de acogida. En una línea semejante, la publicación de Cairns et al. (2021) se centra en el impacto de la inmovilidad durante la pandemia de los jóvenes estudiantes internacionales en Portugal, mostrándonos las diferencias entre los estudiantes europeos en movilidad y los que proceden de países extracomunitarios. Los estudiantes europeos que se encontraban en Portugal pudieron volver a sus países, seguir las clases de forma virtual desde Portugal, y los ingresos de sus familias estaban más protegidos que en el caso de estudiantes de otras latitudes.
Mayores dificultades para la movilidad en la Unión Europea tuvieron los migrantes procedentes de terceros países o los comunitarios con empleos más precarios. Kempny (2023) analizó en Irlanda del Norte la inmovilidad involuntaria experimentada por mujeres empleadas en puestos que no permitían el trabajo remoto y, además, con contratos temporales. La incertidumbre y el miedo a perder el empleo las obligaba a no desplazarse, con el añadido de la doble carga de cuidados para atender tanto a la familia en origen como en destino. Pero en el lado opuesto, vemos cómo la Comisión Europea y los estados miembros permitieron la libre movilidad de trabajadores intraeuropeos que ejercían ocupaciones críticas que continuaron recibiendo un trato preferente en sus opciones de movilidad (Mantu, 2020). Por su parte, Danaj, Kayran y Geyer (2023), basándose en la realidad austríaca, han estudiado el caso de los trabajadores transfronterizos temporales de la Unión Europea y la vulnerabilidad a la que tuvieron que enfrentarse.
Como ponen de relieve Cabezón y Oso (2022), tanto la movilidad como la inmovilidad deben ser enfocadas como marcadores de “estratificación social”. En este sentido, el concepto sociológico de estratificación social incluye una serie de dinámicas de desigualdad, derivadas de complejas instituciones sociales que clasifican e influyen en la posición social de los individuos (Grusky, 1994). Si bien la estratificación social se concibe como un fenómeno multidimensional (Mola, 2009), en nuestra investigación nos centramos en uno de los aspectos clave que perfila dicha estratificación en los procesos migratorios: la cualificación y el tipo de inserción en el mercado de trabajo de los países de destino (atendiendo particularmente a las condiciones laborales de dichos empleos).
En el caso específico de la pandemia, la literatura subraya que el COVID-19 ha venido a intensificar las movilidades diferenciadas en los movimientos migratorios contemporáneos, y también ha supuesto una reconfiguración de las desigualdades de movilidades existentes (Skovgaard-Smith, 2023). En este sentido, uno de los ejes centrales de nuestro análisis se sitúa en el impacto de las condiciones laborales de los empleos: la pandemia de COVID-19 ha subrayado la diferencia entre inmigrantes en sectores formales y cualificados frente a otros que trabajan en sectores menos cualificados (Šímová, 2023) y con condiciones laborales marcadas por la temporalidad y a veces la parcialidad. Los primeros pudieron más fácilmente adaptarse, sobre todo en los meses iniciales, por poder amoldar su actividad al teletrabajo. Así pues, la crisis sanitaria ha planteado graves desafíos para aquellos trabajadores esenciales que no podían adaptarse al teletrabajo, así como para los inmigrantes que se encontraban en una situación más vulnerable (Martin y Bergmann, 2021; Brynjolfsson et al., 2020).
El carácter repentino y de incertidumbre de la pandemia en los primeros meses de 2020 ha dado como fruto, distintas propuestas teóricas para abordar sus efectos disruptivos sobre los movimientos migratorios. Xiang et al. (2022) proponen el concepto de movilidad/inmovilidad de choque para hacer referencia a las alteraciones en las rutinas migratorias como réplica a la gestión de los gobiernos ante la pandemia, tanto en el país de origen como en el de destino. Cubre una amplitud amplia de reacciones como el plantearse un retorno improvisado pese al riesgo de perder el trabajo, las repatriaciones forzosas o vivir una inmovilidad involuntaria que llevó a muchos migrantes a una situación de aislamiento y bloqueo en sus itinerarios migratorios.
Por su parte, también en el contexto de la pandemia, Gomes (2022, p. 529) propone el concepto de temporalidad de choque. La define como “aquella en la que los desafíos planteados por una crisis dejan en suspenso las agendas y aspiraciones profesionales y personales de un migrante transitorio debido a una temporalidad repentina y prolongada”. El autor lo aplica a migrantes temporales, concretamente a estudiantes internacionales que ven cómo se interrumpen sus planes por factores externos, en este caso por la eclosión disruptiva de la pandemia y la gestión de los gobiernos. Tiene lugar una reconfiguración de las expectativas provisionalmente al tener que enfrentarse a situaciones adversas y situaciones de precariedad.
Podemos deducir que ambos conceptos, (in)movilidad de choque y temporalidad de choque, se complementan: mientras que el primero hace referencia a las actuaciones repentinas que llevan a cabo los migrantes ante la incertidumbre de la pandemia y en muchos casos se ven abocados a la inmovilidad, el segundo aborda la dimensión temporal de tal disrupción y su impacto en los proyectos migratorios, ya sea a corto o medio plazo.
La metodología empleada en este estudio es de naturaleza cualitativa y se sustenta en una serie de entrevistas semiestructuradas realizadas a ciudadanos españoles que han emigrado al Reino Unido y Francia. El análisis de los datos cualitativos en este artículo tiene como objetivo principal abordar el impacto de la pandemia en los proyectos migratorios, buscando conocer las narrativas de los emigrantes españoles en Europa sobre cómo la pandemia ha transformado sus proyectos migratorios. De esta manera, el método cualitativo se adapta de manera idónea a la exploración de información relacionada con procesos y motivaciones desde la perspectiva de las experiencias de los entrevistados (Denzin y Lincoln, 2012). Este enfoque nos permite ahondar en el discurso de los emigrantes en torno a sus vivencias durante la pandemia y los significados configurados por los informantes, generando una resignificación del proyecto migratorio (Valles, 1997).
El trabajo de campo fue realizado de forma presencial en los dos países y también a través de entrevistas en formato virtual cuando así lo requería la persona participante, lo que implicó el uso de plataformas digitales para este fin (Eguiluz et al., 2022). Las entrevistas se realizaron entre marzo de 2021 y diciembre de 2022. La realización de las entrevistas presenciales tuvo lugar en espacios públicos —habitualmente en cafeterías— indicados por los/as entrevistados/as en las ciudades de París y Londres, principalmente. En el caso de las entrevistas virtuales, el entrevistado/a se encontraba en su domicilio en el momento de realización de la entrevista. La mayor parte de las entrevistas tiene lugar el fin de semana, o a última hora de la tarde cuando finalizaban sus jornadas laborales.
El muestreo adoptado fue de conveniencia, pero intentando garantizar una cierta heterogeneidad de los perfiles en función de tres variables: país de emigración (Francia y Reino Unido), nivel de estudios máximo alcanzado y profesión. Los participantes fueron reclutados a través de contactos personales de los miembros del equipo de investigación y, sobre todo, a través de las redes sociales. Posteriormente, se puso en marcha la técnica de bola de nieve a través de las personas entrevistadas. Los miembros del equipo de investigación se presentaban en las redes sociales como científicos/as vinculados al proyecto de investigación, y se garantizaban los principios éticos, de protección de datos y de anonimato en la recogida y tratamiento de la información.
La muestra está compuesta por 40 personas, 18 hombres y 22 mujeres. De las cuales 18 corresponden a emigrados en Reino Unido y 22 a Francia. La media de edad de los entrevistados de la muestra es de 36,1 años. La duración media de la residencia en Francia y Reino Unido es de 7,2 años, distinguiéndose personas con signos de arraigo frente a otras en las primeras fases de su proyecto migratorio, pero con al menos dos años de residencia en los destinos. La mayor parte de la muestra cuenta con formación universitaria, lo que refleja proporciones aproximadas de titulados universitarios entre los emigrantes españoles actuales. No obstante, también se ha intentado que estuvieran presentes personas con formación profesional o estudios básicos. El estado civil mayoritario de los entrevistados es soltero, aunque más de la mitad cuenta con pareja. En relación con la profesión podemos ver ciertas diferencias entre los perfiles de españoles en Francia y Reino Unido. Entre los entrevistados españoles en Francia dominan los perfiles de científicos trabajando en el sector público o privado, los profesionales de la fisioterapia, profesores/as de español y ligados a instituciones españoles, trabajadores del sector de la moda, y finalmente, entre los menos cualificados nos encontramos también con empleados en parques de atracciones. En el caso del Reino Unido, nos encontramos con perfiles más variados que van desde empleados en el sector bancario, enfermeras, veterinarios, profesoras, ingenieras, organizadoras de eventos, hasta perfiles con menor cualificación educativa ejerciendo de riders, empleados de una empresa distribuidora de productos a escala global o trabajadores en el sector turístico o en la hostelería.
Las entrevistas fueron grabadas en audio y se transcribieron literalmente. Posteriormente se analizaron temáticamente y se codificaron utilizando ATLAS.Ti. En el proceso de codificación se utilizaron categorías temáticas basadas en el marco teórico y las preguntas de investigación del proyecto de investigación general, que se ampliaron y refinaron en códigos específicos a lo largo del proceso de recopilación de datos basándose en los temas emergentes. Dos de los investigadores codificaron los datos por separado y las discrepancias se resolvieron posteriormente por consenso. Para este artículo, volvió a examinar los códigos de datos relacionados con el impacto de la pandemia en el proceso migratorio: más específicamente, sobre la movilidad (voluntaria e involuntaria) o sobre la inmovilidad (voluntaria e involuntaria); sobre los impactos transitorios de la pandemia; sobre las decisiones tomadas durante la pandemia, y sobre el impacto de la crisis pandémica en el proceso migratorio a medio y largo plazo. Finalmente, cabe señalar que los extractos de las entrevistas han sido seudonimizados.
El estado de alarma en España se decretó el 13 de marzo de 2020 y al día siguiente comenzó el confinamiento. Las fronteras internacionales se cerraron tres días más tarde, y se abrieron parcialmente el 21 de junio de 2020. Pocos días después, tanto en Francia como en Reino Unido también se tomaron medidas. En Francia el estado de emergencia sanitaria se aprobó unos días más tarde que en España, el 20 de marzo, y el confinamiento se inició cuatro días después. Las fronteras internacionales se cerraron el mismo día que en España y se abrieron también parcialmente el 21 de junio de 2020. En Reino Unido la emergencia nacional se declaró el 23 de marzo, con el confinamiento domiciliario que se levantó ese 13 de mayo. Las fronteras internacionales no se llegaron a cerrar, pero sí hubo recomendación para no salir del país. Por otra parte, hay que recordar que Reino Unido dejó de formar parte de la Unión Europea el 31 de enero de 2020; no obstante, se abrió un periodo transitorio que duró hasta el 31 de diciembre del mismo año, haciéndose efectiva su salida el 31 de enero de 2021. Durante este periodo de transición, los derechos de los ciudadanos de la Unión Europea en el Reino Unido se mantuvieron sin cambios.
En la investigación nos preguntamos en un primer momento cómo vivieron los emigrados españoles en Reino Unido y Francia los iniciales compases de incertidumbre de la pandemia cuando las fronteras se fueron cerrando paulatinamente y se abrieron parcialmente el 21 de junio. Mejor dicho, cómo actuaron desde que se decretó el estado de alarma en España hasta que volvieron a abrirse las fronteras a las puertas del verano de 2020: si permanecieron en Francia o Reino Unido, u optaron por regresar a España, y qué factores subyacieron en su decisión hacia la movilidad o inmovilidad entre los dos países para que fuese más o menos voluntaria.
Las respuestas de las personas entrevistadas son muy variadas y dependieron de varios factores, aunque uno de ellos fue clave: las características y condiciones laborales de los empleos que estaban desempeñando. Estamos hablando de si en su profesión pudieron optar por el teletrabajo (y si este pudiera realizarse desde cualquier lugar), así como del tipo de duración del contrato, indefinido o temporal. A ello habría que añadir otras circunstancias personales como la situación familiar (tanto en España como en el destino) o el grado de preocupación ante el nuevo contexto. Podemos distinguir tres tipos de respuesta como las más comunes que sirven de reflejo de la diversidad de la reciente emigración española:
Movilidad voluntaria: personas que optaron voluntariamente por la movilidad y regresaron transitoriamente a España, entre las cuales lo más habitual fue haber podido teletrabajar y contar con empleos más o menos estables o que, al menos, no corrían el riesgo de perder.
Inmovilidad involuntaria: personas que habrían optado también por regresar a España, pero se vieron limitadas a la hora de hacerlo. Se incluyen particularmente personas que contaban con contratos de trabajo precarios y que, pese a las medidas de protección adoptadas, la pandemia ha supuesto una caída en sus ingresos, pérdida de empleo o una inquietud vinculada a perder el trabajo.
Inmovilidad voluntaria: es el caso de personas que vivieron una inmovilidad voluntaria, es decir, reunían en principio los requisitos para desplazarse (teletrabajo y sin riesgo de perder el empleo), pero por distintas razones, no lo hicieron. Ha sido la situación menos común.
La ingeniería, los profesionales sanitarios o la investigación, son algunos de los sectores en los que se ha empleado la emigración española reciente más cualificada (Roca y Martín-Díaz, 2017). Se corresponden con algunos de los perfiles —a excepción de los profesionales sanitarios— que hemos encontrado entre los testimonios del primer grupo: personas que partían de la posibilidad de seguir ejerciendo su actividad en la distancia y optaron por regresar provisionalmente a España. A ello habría que añadir otra característica: esta respuesta ha sido más común entre los más jóvenes, por lo general emigrantes de 30 años, y que no contaban con cargas familiares en Francia o Reino Unido. Patricio es uno de estos jóvenes. Se encontraba en París, realizando su tercer año de doctorado, y contaba con una experiencia previa de un ERASMUS. Nada más decretarse el estado de alarma en España surgieron las dudas: ¿permanecer en París o regresar a España? Tenía el temor de poder contagiar a la familia, pero también de vivir el confinamiento en París en soledad. Finalmente decide viajar a España sin saber cuánto tiempo permanecería.
Esto fue también una de las decisiones de estas que dices, me muero, no me gusta nada esta situación de emigrante. Porque ahí es cuando sientes la distancia, ahí es cuando sientes la frontera, y esto es algo muy duro, cuando se te impone la frontera lo pasas mal. Entonces yo el 15 de marzo me cogí un vuelo y me fui a España, porque yo ya estaba viendo que se estaba poniendo la cosa muy feíta… No me arrepiento de haber vuelto, de haber pasado la pandemia allí, porque las fronteras estuvieron cerradas hasta junio. Y yo cada mes y medio, cada dos meses intento ir a ver a la familia. (Hombre, 27 años, científico, París)
Las inquietudes sobre el cierre de las fronteras y el temor a quedar bloqueados hicieron que otros encontraran soluciones alternativas con la movilidad como recurso. En su estudio sobre los trabajadores transfronterizos en la Unión Europea durante el primer año de pandemia, Danaj, Kayran y Geyer (2023) analizan cómo algunos de estos trabajadores para poder adaptarse a las restricciones recurrieron a su capital de movilidad. Examinaron todas las posibilidades que las políticas de apertura proporcionaban los desplazamientos denominados carriles verdes e hicieron uso de ellas en función de sus circunstancias individuales o competencias. En nuestro estudio, el caso de Jordi hace pensar en este tipo de estrategias. Era bibliotecario en París con un contrato de un año de duración, tenía expectativas de prolongación. Su primera idea fue regresar a España, pero rápidamente cambió de plan y decidió irse a Bruselas para reunirse con unos amigos y, sobre todo, garantizar la conexión con París en caso de tener que regresar, ya que la línea ferroviaria siguió funcionando entre las dos ciudades. Además, Jordi tras la pandemia y después de la experiencia vivida de separación de la pareja, negocia con él, y consigue que vaya a París, e iniciar una etapa de convivencia.
En un principio, mi reflexión fue muy clara, en España la pandemia estaba fatal, y yo dije si me voy a España, y tengo que volver a empezar a trabajar, me será más fácil cruzar la frontera belga que cruzar la frontera española. Primero porque como anularon todos los trenes internacionales, el único que no anularon fue el tren de París-Bruselas, es decir, fue el único tren que circuló durante toda la pandemia, entonces para mí fue una garantía de volver fácilmente a París. (Hombre, 51 años, bibliotecario, París)
Las personas que se agrupan en el segundo perfil se encontraban en situaciones distintas, pero con varios nexos en común: un empleo de baja cualificación, con un contrato temporal, a lo que se suma la pérdida o la incertidumbre de poder perder su empleo y, por último, la incapacidad de adaptar su empleo al teletrabajo. Es el caso de Bernardo de 41 años y residente en París desde hace siete años. Trabaja como bordador para una marca textil conocida con un empleo discontinuo. También estaba preocupado por la situación de sus padres jubilados. Pero se le añadía una inquietud más: el desasosiego de lo que pudiera ocurrir con su trabajo. La provisionalidad del cierre de las fronteras le inquietaba porque corría el riesgo de quedar aislado en España y no regresar a Francia si el trabajo se reanudaba, porque consideraba que su actividad era más creativo y valorado que en España. Finalmente tomó la decisión de permanecer en París. Este es un ejemplo que representa una inmovilidad involuntaria por motivo laboral, no solo por no poder teletrabajar, sino también por el carácter temporal y discontinuo de su contrato.
Porque aquí lo que hicieron fue: un lunes avisaron que el martes por la tarde nos confinaban. Con lo cual teníamos un día y medio para decidir dónde queríamos confinarnos y yo medité si me iba o no a España. Pero, o sea, yo irme a España, al pueblo, sin internet... que mis padres no tienen internet en casa… Me pareció que podía ser un poco duro. Y, sobre todo, además, que yo no sabía cuándo iban a volver a abrir. A mí me dijeron: “De momento cerramos dos semanas y ya veremos cómo… Con lo cual yo quería estar disponible para que en cuanto me llamaran, si me llamaban para ir el día siguiente. Yo no me podía arriesgar a estar en España, con las fronteras cerradas, sin vuelos y con el virus que me daba mucho pánico. (Hombre, 41 años, bordador, París)
El caso de Jorge muestra el impacto de la pandemia en un nicho laboral que sufrió de un modo significativo: el sector turístico. Jorge emigró a Escocia hace más de una década. Los últimos años trabaja de guía turístico, un empleo que complementa con el de rider. La pandemia supone perder su empleo vinculado al turismo, por lo que solo le queda su trabajo de repartidor en bicicleta. Si bien con ello logra sobrevivir, su pérdida de ingresos y la situación de cierre de fronteras implica no poder visitar España. Su caso ejemplifica la segmentación laboral que padecen muchos migrantes, comunitarios o no, con contratos temporales y a tiempo parcial, en definitiva, que sufren un eje de precariedad laboral que atraviesa su experiencia migratoria en Escocia y que se agrava con la pandemia.
Económicamente el COVID cierra la empresa de turismo, yo en aquel momento vivía de dos cosas, una empresa de turismo y otra repartos en bicicleta, con repartos de bicicleta me daba para vivir, pero no para vivir bien, [...]; todo el pie económico del turismo desaparece con COVID, entonces solo me quedo con ese dinero (de repartidor); con lo cual, puedo vivir, pero no puedo viajar con la frecuencia que hacía antes, y después las restricciones que empieza a haber de viajes, y confinamientos en los dos países [...] hacen que no vea a mi pareja durante cinco meses. (Hombre, 47 años, guía turístico y rider, Escocia)1
El perfil de Manuela no se corresponde con el más mediático o popular de la reciente emigración española. Ella emigró con más de 40 años, separada y dejando a sus dos hijos estudiantes en España. Su objetivo era claramente económico: saldar deudas hipotecarias en origen y enviar dinero para que sus hijos pudieran seguir formándose. En París trabaja en el sector de los cuidados asistiendo a distintas personas. La irrupción de la pandemia significó para ella una oportunidad, aunque también implicó una situación de inmovilidad que le imposibilitó desplazarse a España. Una familia la contrató como interna, asistiendo a una persona mayor las 24 horas durante el periodo de confinamiento. Cabe considerar la decisión de Manuela como un ejemplo de inmovilidad de choque involuntaria por la vulnerabilidad de su situación económica en España, la precariedad estructural de este trabajo y por la intensidad de ser cuidadora interna; un trabajo que implica “presencialidad” constante. En síntesis, si bien su empleo está considerado esencial, las condiciones laborales características de un sector feminizado como el de los cuidados, muestran la estratificación y la segregación ocupacional de género existente también en los empleos considerados esenciales. La pandemia impactó en esta trabajadora en el sector de los cuidados empeorando sus condiciones laborales, lo que tuvo consecuencias en su salud mental.
Luego llega el COVID, y su hija ya no puede venir a visitarla por la mañana, ningún día por la tarde y nada de nada. Entonces me calcula y me hace otro forfait y me propone “te quedas en casa de mi madre, comes en su casa...”. Y me quedé ahí 4 meses encerrada con la abuela, porque fueron cuatro meses… Podemos decir que fue un periodo difícil, psicológicamente, decía “si me pasa algo aquí, no pueden venir y si les pasa algo a ellos, no puedo ir”. Pero a nivel económico súper bien. Es que yo la sensación de encierro la tengo permanente. Por lo menos tengo claro que mínimo hasta que termine de pagar el piso, tengo que estar aquí. Entonces la sensación de encierro la tengo ya. (Mujer, 53 años, cuidadora, París)
Por último, la inmovilidad en algunos casos fue voluntaria, es decir, aun reuniendo las condiciones para regresar a España, se decidió no hacerlo. Es el caso de Claudia, residente en París. Su trabajo le permitía hacer labores que podía desempeñar a través del teletrabajo con otras en las que podía definirse como trabajadora esencial. Con la seguridad de que los padres estaban protegidos, se decidió a continuar en territorio francés. Para ella fue una oportunidad para poder avanzar en sus investigaciones en el laboratorio a la par que contribuía a las necesidades del momento con la realización de gel hidroalcohólico.
Yo seguí trabajando, no me confinaron, yo seguí yendo a trabajar todos los días y el estar tranquila en el laboratorio sin que nadie me toque las narices, durante tres meses hacer mi trabajo cuando yo quiera sin interrupciones. Me hice pasar por personal totalmente necesario, me dediqué, durante dos horas al día yo hacía gel hidroalcohólico, oye si hay que hacerlo se hace, pero si las otras siete horas del día yo puedo investigar mis cosas, hago litros y toneladas de gel, si hace falta. (Mujer, 36 años, científica, París)
Tomar la decisión entre partir o quedarse fue uno de los dilemas que enfrentaron las personas entrevistadas en los primeros meses de la pandemia. Además, algunas se vieron obligadas a tomar medidas para ajustar o transformar sus proyectos migratorios, especialmente durante el primer año, aunque fuesen decisiones transitorias. Cabe preguntarse en qué medida tuvieron lugar lo que se ha denominado temporalidades de choque (Gomes, 2022): dejar en letargo los proyectos y las aspiraciones personales en curso de manera repentina y adoptar estrategias de adaptación ante las nuevas circunstancias. En nuestro estudio, se ha hecho especialmente hincapié a las temporalidades de choque que han afectado a los planes o aspiraciones profesionales/estudios.
Gomes (2022) en su estudio mostraba que estas temporalidades de choque podrían haber estado especialmente presentes en proyectos migratorios de carácter temporal, como es la migración por estudios. Es el caso de Álvaro, joven gallego que realizaba un doctorado en bioquímica en París. La irrupción de la crisis paralizó sus experimentos y la marcha de su tesis. Le prolongaron más tarde el contrato seis meses más, a modo de compensación, pero insuficientes para finalizar su doctorado. Por lo que tuvo que tomar decisiones como salir de la ciudad universitaria, adaptarse a vivir recibiendo la prestación por desempleo durante varios meses, compartir vivienda, etc. Como él mismo dice, tuvo que salir de su zona de confort y readaptarse. Todo ello le ha hecho reflexionar sobre sus planes futuros.
Entonces los últimos meses estuve trabajando sin contrato y eso sí que lo considero que no me valoraron del todo. Fue negativo en el sentido de que me fastidió el trabajo de muchos meses y me obligó a quedarme a hacer la tesis y a buscarme la vida para en algunos momentos buscar alojamiento. Vivir aquí con el paro que económicamente es un poco justo… Pero también he tenido experiencias gratificantes. La verdad que salir de la ciudad universitaria me ha cambiado bastante. La zona de confort que había creado en la ciudad universitaria con amigos españoles y extranjeros. (Hombre, 33 años, científico, París)
Como otros países del entorno, Reino Unido puso también en marcha desde el inicio de la pandemia un Programa de Retención de Empleo (Jobs Retention Scheme), en principio hasta el mes de octubre de 2020, pero que se acabó prolongando. Laura es una joven cordobesa que tuvo que ajustarse a un ERTE en Londres. Emigró en 2017 como au pair. Después estuvo trabajando en el sector de la hostelería. Cuando irrumpió la pandemia tenía un puesto administrativo en una agencia comercial internacional. La empresa aplicó un ERTE a la plantilla. A los seis meses volvió, pero con otras condiciones laborales: le habían reducido sustancialmente el número de horas, insuficientes dado el elevado coste del nivel de vida en Londres. Por lo que tuvo que volver a trabajar en la hostelería de recepcionista en un hotel hasta que llegó un confinamiento en Reino Unido y un segundo ERTE. Llegado ese momento, tuvo que tomar una decisión: reciclarse profesionalmente y volver a estudiar.
Me metí en ERTE otra vez y fue cuando decidí… dije: “Pues mira, esto del ERTE y de las cuarentenas parece que va a ser algo constante… Pues me voy a poner a estudiar otra vez… Pues nada, he estado trabajando por un año, que he estado trabajando para un negocio pequeñito de Recursos Humanos y estaba haciendo toda la parte de contabilidad y también llevando los libros y tal, un poco la parte de finanzas. Y ahora, justamente, he cambiado de trabajo y estoy trabajando para una empresa norteamericana. (Mujer, 30 años, comercial, Londres)
Diversos estudios han revelado que las actuales migraciones de retorno en el marco de la Unión Europea están forjando pautas migratorias basadas en la circularidad (Krisjane et al., 2018; White, 2014). En ese sentido, los proyectos repentinos de adaptación durante el primer año de la pandemia han podido también conllevar un retorno a España y una posterior reemigración. De nuevo, la movilidad como recurso. Se abre un periodo de adaptación sujeto a la improvisación en el que se experimenta con varias posibilidades. Ismael y Vanesa son dos jóvenes andaluces que emigraron a Escocia siguiendo el consejo de una amiga que había partido antes. Trabajaban en un hotel rural cuando llegó la pandemia. Ante la incertidumbre, deciden pasar el primer confinamiento en Escocia. Finalmente regresan a Córdoba al inicio del verano y junto a los otros vecinos emigrados del pueblo, alquilan un apartamento en lugar de regresar con los padres:
También era, porque desde aquí, era: “No, eso para, para octubre, seguramente estamos funcionando”, claro, en la ignorancia, y en las previsiones, parecía que iba a ser así, pero ya llegó un punto, que dices: “Esto va más serio”, y ya pues me activé otra vez, busqué campo (agricultura), busqué un poco, el movimiento de lo que había antes. (Hombre, 33 años, hostelería, Invernes)
Así pues, en otoño, la víspera de que se iniciase la campaña de la recogida de la aceituna, Ismael busca trabajo en la agricultura y Vanesa en una academia de inglés. La campaña termina y hay que tomar de nuevo una decisión. Finalmente, deciden regresar a Escocia, porque el hotel rural vuelve a abrir y no quieren reproducir de nuevo la cadena de trabajos temporales que tuvieron en España antes de emigrar:
Seguramente el verano lo echaba en un bar, después acaba en Francia, cortando uvas, y ya empezaba con el ciclo de perderme un poco del mapa. Y fue un poco en plan de, también con el tema del COVID, que no sabíamos que iba a pasar, si yo me venía y cerraban otra vez el hotel, por mil demonios, por el COVID. Y fue un poco en plan de: “Acaba con el contrato, queda bien con esta gente, por si tengo que, tenemos que volver ¿no?”, que tener las puertas abiertas, y yo me volví solo, y estuve aquí como un par de meses, y esos meses se me hicieron duros, se me hicieron duros, la verdad es que sí.
Más allá de las estrategias de adaptación o cambios transitorios que ha supuesto la pandemia, cabe preguntarse hasta qué punto ha tenido una repercusión de más amplio alcance sobre los proyectos migratorios. Anteriormente, hemos visto que algunos estudios han revelado que, en muchos casos, más que un estímulo para el retorno, el primer año de pandemia, con los confinamientos y restricciones a la movilidad, se ha traducido en fomentar los signos de arraigo (Spagnuolo, 2022). Ya antes de la pandemia, distintos estudios habían mostrado que frente a la migración líquida con la que se había conceptualizado las migraciones intraeuropeas contemporáneas, muchos jóvenes apostaban con el tiempo por la estabilidad económica, social y geográfica de permanecer en un lugar (Bygnes y Erdal, 2017). Herrero-Arias et al. (2020) a través de una investigación sobre parejas jóvenes asentadas en Noruega, muestran que los migrantes del sur de Europa enfatizan sus deseos hacia un proyecto de encontrar el arraigo en un lugar que les garantice la estabilidad familiar. En la misma línea, Franceschelli (2022) en un estudio en Londres, también revela que la ausencia de restricciones legales en el interior de la Unión Europea (antes del brexit) propició un espíritu de movilidad que con el tiempo acabó reclamando en muchos jóvenes italianos una estabilidad socioeconómica anclada en un lugar.
Haciendo abstracción de los casos de retorno, para la gran mayoría de las personas entrevistadas en Reino Unido y Francia, la pandemia no les hizo sopesar la idea de regresar a España. De hecho, algunos estudios han mostrado que la pandemia en sí misma no ha constituido un motivo para el retorno, aunque sí ha podido tener influencia final en situaciones en las que se estaba ya planteando previamente regresar a los lugares de origen (Capote et al., 2024; Fredheim y Varpina, 2023). Es decir, cabe pensar que la pandemia pudo tener impacto en la decisión de volver, pero en yuxtaposición con otros factores (la salida de la Unión Europea en el caso de Reino Unido, la situación laboral, la situación familiar en España, etc.). En lo que respecta a las personas entrevistadas, una gran parte se encontraba en fase de estabilización de sus proyectos migratorios cuando irrumpió la pandemia, en términos de consolidación profesional, a la par que arraigo en el lugar. Otros no consideraban todavía oportuno regresar a España por la falta de oportunidades o expectativas que seguían percibiendo. Así pues, preguntamos directamente a las personas entrevistadas si había un antes y un después en sus proyectos migratorios en los destinos tras las experiencias vividas durante los primeros meses de pandemia.
Lo que se desprende de los testimonios es que, si bien la pandemia no siempre ha implicado cambios sustanciales en los proyectos migratorios, sí reconocen que se han tomado decisiones de cara al futuro bajo la influencia de las experiencias vividas y que se dirigen, en cierta medida, a fortalecer más el arraigo. Estas decisiones se han orientado a una reconversión profesional, una estabilización habitacional o incluso administrativa. Uno de los aspectos que más impacto ha tenido entre las personas entrevistadas ha sido el cierre de las fronteras y el haber vivido por primera vez qué significa un control fronterizo. El cuestionamiento del espacio de libre movilidad a nivel político y la falta de coordinación entre los estados miembros ante situaciones de crisis, ha sembrado por vez primera dudas entre las personas entrevistadas frente al futuro. Como afirma Paula, profesora en París, hay un antes y un después en este sentido tras la pandemia. En 2020, pese a que las limitaciones a la libre circulación se planteaban a priori como temporales, se creó un debate hasta qué punto podría condicionar el futuro de la Unión Europea a medio y largo plazo (Martín, 2020), el cual también llegó a las personas españolas emigradas en los últimos 15 años:
Hay un antes y un después, ya digo, eso de sentir la frontera, ahí es cuando sientes que te puedes ver bloqueada en un país y no volver, o sea, ahí es cuando sientes el privilegio Schengen, el privilegio de no necesitar ni visado, ni nada por el estilo, que puedes coger un avión de un día para otro y no pasa nada y ahí es cuando sientes que realmente estás lejos de casa. (Mujer, 34 años, maestra, París)
En el caso francés, la pandemia coincidió con la puesta en marcha del convenio de nacionalidad entre España y Francia (Mountauban, 15 marzo 2021), que permitía la entrada en vigor un año más tarde del convenio de doble nacionalidad hispano-francesa. Pedir la doble nacionalidad ha sido una de las estrategias que han gestionado algunas de las personas entrevistadas en Francia, justamente a raíz de haber vivido por primera vez las constricciones a la libre movilidad del espacio Schengen. Un recurso que se percibe como garantía para garantizar la transnacionalidad (en caso de producirse una nueva crisis) al tiempo que favorece el arraigo en el destino. Es la decisión que tomó Alberto en París, con casi 10 años de residencia en Francia y en proceso de crear una familia:
Yo hice una petición de naturalización francesa al final porque, porque el coronavirus nos enseñó a todos que, en caso de pandemia, viene mejor tener dos pasaportes que uno […]. Y dije mira: Si al final algún día pasa algo en España y hay una crisis climática y pasa algo, pues yo intentaría y yo tengo la nacionalidad francesa. Yo intento traerme a mi familia aquí a Francia y que puedan ellos también beneficiarse del hecho de que alguien de su familia ha ido a vivir a otro país y escapar. (Hombre, 32 años, periodista, París)
Para otras personas de la muestra, la pandemia ha significado una reflexión y proyección de una reconversión profesional o buscar una mayor estabilidad laboral. Podemos encontrar varios casos de emigrados españoles en París en esta línea. Uno de ellos es Bernardo, el joven bordador que vimos antes. Su objetivo tras la pandemia es escapar de la temporalidad que ha conllevado su profesión en París y que, como vimos antes, la vivió con mucha inseguridad durante los primeros meses de la pandemia.
Yo creo que la pandemia sí que me ha hecho pensar… Yo antes estaba muy contento con la situación laboral tal cual era, y sí que me ha hecho pensar que sí que quiero tener un puesto más estable, si no a corto plazo a medio plazo. (Hombre, 41 años, bordador, París)
En el caso de los entrevistados en el Reino Unido, la crisis del brexit sumada a la pandemia también tiene implicaciones sobre la búsqueda de una situación administrativa estable, más aún si existe descendencia en la pareja. Este es el caso de Francisco y Antonia, ambos españoles, y que cuentan con permiso de residencia. La normativa les permitió que su hija accediese al pasaporte británico al contar uno de los dos con un permiso de residencia permanente. En definitiva, el pasaporte británico como un salvoconducto para posibilitad una mayor facilidad en la movilidad de su hija si en el caso de vivir en el futuro una situación parecida a la vivida durante los primeros meses de la pandemia.
Ya le hemos sacado el pasaporte británico. De hecho, podríamos haber sacado el español, que se lo sacaremos también. Como Antonia tiene el settled de estatus permanente. Pero bueno, con lo del brexit. Pues con tenerlo solo uno de los padres ya puedes sacarle el pasaporte británico. Eso le va a dar muchas ventajas a la niña. (Hombre, 38 años, rider, Londres)
En definitiva, la pandemia más que determinar la decisión de volver o seguir adelante con el proyecto migratorio, lo que ha hecho reflexionar a muchos jóvenes españoles es como fortalecer los signos de arraigo que habían ido forjando desde que emigraron.
Este artículo partía de dos preguntas estrechamente relacionadas: de un lado, cómo han vivido las restricciones a la movilidad en el seno de la Unión durante los primeros meses de la pandemia por COVID-19 las personas españolas que han emigrado a Francia y Reino Unido en los últimos años y, de otro lado, si dichas experiencias han podido dejar algún tipo de secuela, de mayor o menor calado, en sus proyectos migratorios. Todo ello sin perder de vista las movilidades diferenciales en el seno de las migraciones intraeuropeas en función del perfil de sus protagonistas.
En lo que respecta a la primera pregunta, los resultados extraídos a partir de la muestra de personas entrevistadas revelan de partida la diversidad de la reciente emigración española (estratificada por nivel de cualificación y tipo de estudios, por edad y en función de su inserción en los mercados de trabajo en los destinos). Esta diversidad se manifiesta en las estrategias de movilidad que se producen nada más irrumpir la pandemia. En concreto, esto se puso de manifiesto en la etapa del inicio de la pandemia, dado que, en nuestro trabajo de campo, el tipo de empleo y las condiciones laborales en destino han sido la influencia principal en la movilidad o inmovilidad de choque: es decir, la mayor o menor posibilidad de tomar una decisión repentina ante un momento de incertidumbre. La posibilidad de teletrabajar fue clave para decidir esa movilidad, además de una situación en mayor o menor medida estable; mientras que, de modo general, la precariedad laboral —vinculada a las condiciones de temporalidad y parcialidad— forzaron una inmovilidad fundamentalmente involuntaria (Martin y Bergmann, 2021). La crisis sanitaria acentuó la diferencia entre inmigrantes privilegiados y los que trabajan en sectores más precarizados (Símová, 2022; Skovgaard-Smith, 2023), inclusive dentro de las migraciones intraeuropeas. Un ejemplo paradigmático de este último grupo es aquellos migrantes que trabajaban en sectores duramente golpeados por la pandemia y atravesados por la precariedad laboral, como el turístico.
El primer año de pandemia se tradujo también en algunos casos en un bloqueo de los proyectos migratorios que llevó a una parte de las personas entrevistadas a improvisar proyectos transitorios de choque. De ahí el interés de poner el foco en la persona migrante como un actor susceptible de tomar iniciativas que orientan su itinerario en función de los obstáculos y las oportunidades a las que se enfrentan (Ma Mung y Hily, 2019). Dicho de otro modo, se ha tratado de tener en cuenta el know-how que los migrantes van adquiriendo a través de su experiencia migratoria. Como han revelado otros estudios centrados en la pandemia, el bloqueo en los proyectos migratorios durante la pandemia se vivió de manera tanto pasiva como activa (Kempny, 2023) con la puesta en marcha de planes transitorios de choque (Gomes, 2022), que han supuesto salir de la zona de confort en algunos casos, readaptarse de nuevo a la ciudad o reconfigurar la convivencia cotidiana. Incluso se han producido retornos alternativos a los lugares de origen que han mostrado que la readaptación en el proceso de retorno no tiene por qué ser sencilla, ni tampoco exitosa.
La mayor parte de las personas entrevistadas han crecido en el marco de libre movilidad de la Unión Europea. Lo que empujaba a preguntarnos en qué medida vivir por primera vez las restricciones a la movilidad y los controles fronterizos entre el destino y el origen, podría haber dejado algún tipo de secuela. Particularmente cuando las decisiones se adoptaron al principio a nivel nacional, sin acuerdo y coordinación por parte de las instituciones de la Unión Europea. Lo que se desprende de nuestro análisis es que, a medio y largo plazo, a medio y largo plazo, la pandemia no ha supuesto un cambio sustancial en los proyectos migratorios, pero sí ha habido un replanteamiento sobre ellos en muchos casos. En gran medida se orientan a garantizar la estabilidad en los destinos, a nivel profesional, legislativo, residencial o afectivo. La pandemia ha supuesto para muchos emigrantes “vivir la frontera” dentro de Europa, lo que los ha llevado a buscar una seguridad o estatus migratorio —por la vía de la nacionalidad o una mayor estabilidad laboral para los más vulnerables— que facilitase y legitimase el cruce de fronteras. En el caso específico del Reino Unido, conviviendo este primer año de la pandemia con el periodo de transición a la aplicación efectiva del brexit. En síntesis, tras los primeros meses de la pandemia, muchos emigrantes españoles en Reino Unido y Francia empiezan a mostrar signos de anclaje en destino, como se ha visto también para italianos (Franceschelli, 2022). Se trataba de proyectos en gran medida consolidados, pero que durante la crisis sanitaria ha podido significar tomar decisiones para perfilarlos aún más. Ahora bien, orientar los proyectos hacia proyectos migratorios consolidados en los destinos no tiene que interpretarse en oposición a una movilidad transnacional; ciertamente, visitar a los familiares en origen e ir a España de vacaciones son movilidades presentes también en este perfil de emigrantes y que justamente se intenta garantizar.
Este artículo forma parte de los resultados del proyecto de investigación: PID2019-105041RA-I00, financiado MCIN/AEI/10.13039/501100011033
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