Migraciones [2024] [ISSN 2341-0833]
DOI: https://doi.org/10.14422/mig.2024.016
“Nos estamos separando”: efectos del cambio demográfico y económico sobre las relaciones vecinales en un barrio obrero

“We are separating ourselves”: Effects of Demographic and Economic Change on Neighbor Relations in a Working-Class Neighborhood
Autores
Resumen

En las periferias urbanas españolas, construidas durante el desarrollismo de la dictadura, se han asentado clases populares en dos ciclos migratorios, uno regional y otro internacional. La diversificación étnica, la precarización económica y la ausencia de políticas públicas frente al deterioro de la vivienda han hecho de Las Fuentes (Zaragoza) el distrito con menor renta familiar de la ciudad. A esa evolución económica y demográfica se atribuye la emergencia de tensiones caracterizadas por la activación del prejuicio étnico grupal. Este artículo analiza estos cambios en la valoración de la convivencia a partir de grupos focales y entrevistas. Los resultados muestran que los servicios públicos y la concurrencia en los micropúblicos favorecen las estrategias cotidianas de negociación que sostienen la convivialidad. Mientras el abandono de las políticas públicas favorece nuevas tensiones en la periferia interior, que concentra las viviendas más degradadas y la población más precaria y estigmatizada del barrio.

In the Spanish urban peripheries, built during the developmentalism of the dictatorship, popular classes have settled in two migratory cycles, one regional and the other international. Ethnic diversification, economic precarization and the absence of public policies against the deterioration of housing have made Las Fuentes (Zaragoza) the district with the lowest family income in the city. This economic and demographic evolution is attributed to the emergence of tensions characterized by the activation of ethnic group prejudice. This article analyzes these changes in the evaluation of coexistence based on focus groups and interviews. The results show that public services and concurrence in micropublics favor daily negotiation strategies that sustain conviviality. Meanwhile, the abandonment of public policies favors new tensions in the inner periphery, which concentrates the most deteriorated housing and the most precarious and stigmatized population of the neighborhood.

Key words

Barrios obreros; multiculturalidad; convivencia; convivialidad; micropúblicos

Working-class neighborhoods; multiculturalism; coexistence; conviviality; micropublics

Fechas
Recibido: 06/05/2024. Aceptado: 17/07/2024

1. Introducción

En las periferias urbanas españolas, construidas durante el desarrollismo de la dictadura militar, se han asentado clases populares a lo largo de dos ciclos migratorios: uno regional, procedente de áreas rurales, durante el pasado siglo, y otro internacional, favorecido por la globalización, las dos últimas décadas (Blanco y Subirats, 2011). Esta última movilidad se ha solapado con dos cambios: una progresiva diversificación cultural y étnica, que no ha afectado a la homogeneidad de clase social, con los salarios medios más bajos de estas ciudades (Blanco y Gomà, 2022), y una sostenida precarización urbanística y social, concentrada en las viviendas diseñadas para la clase trabajadora en la segunda mitad del pasado siglo (Betrán, 2002).

Esta precarización toma la forma de espacios degradados ubicados dentro de algunos de estos barrios periféricos. Espacios congelados en el tiempo, a los que el crecimiento y la renovación de la ciudad atravesó en su recorrido, dejándolos olvidados. Estas nuevas periferias interiores (Kápstein, 2010) son identificadas también como un subtipo dentro del modelo europeo de ciudad partida (Marcuse y van Kempen, 2000), compuesto por viviendas construidas en la segunda mitad del siglo XX, en el anillo externo de los centros urbanos, con malos materiales, donde las clases trabajadoras y medias de ingresos humildes son reemplazadas progresivamente por las nuevas clases precarias. Y, en algunos casos, pueden transformarse en “espacios urbanos extremos, sin valor de centralidad, que sufren de desinversión sistemática, casi siempre estigmatizados” (Benach, 2021, p. 16).

La inserción de las personas migradas desde otros países en un estrato del mercado laboral caracterizado por los bajos salarios (Iglesias et al., 2020), así como la ausencia de políticas públicas estables y significativas en materia de rehabilitación de la vivienda (García, 2015), generan también nuevas dinámicas sociales. Al igual que en otros entornos académicos (Wise y Velayutham, 2009), estas dinámicas forman parte de una literatura emergente en castellano, que ha señalado a estos cambios económicos y demográficos como posible origen de nuevas tensiones en las relaciones vecinales de estos barrios populares multiculturales (Iglesias y Ares, 2021). Estas relaciones están caracterizadas por la activación del prejuicio étnico grupal (Bobo, 1999), sin conflictos explícitos u hostilidad abierta, predominando la coexistencia (Gómez y Torres, 2020). A este reciente campo de estudio en las ciencias sociales es al que queremos contribuir con este texto.

El objetivo del artículo es analizar la relación entre tres de estos procesos. En primer lugar, las dinámicas propias de esta tipología de barrios, con precarización económica y diversificación demográfica. En segundo lugar, los efectos sociales del abandono de las políticas públicas de vivienda. Y, en tercer lugar, los cambios en el estado de la sociabilidad. Nuestro propósito aquí es dilucidar si la suma de la precarización y el abandono de las políticas públicas influye en las relaciones vecinales del barrio de Las Fuentes (Zaragoza) y en qué sentido se produce ese impacto.

Para desarrollar el artículo, en un primer apartado presentamos brevemente la literatura sobre estos procesos en entornos urbanos similares. A continuación, describimos la configuración demográfica y económica del barrio estudiado. Posteriormente, presentamos los discursos recogidos entre habitantes de diversos perfiles y analizamos los factores que cohesionan o que tensionan esta tipología de territorios. Y, finalmente, presentamos algunas conclusiones e implicaciones para los movimientos sociales y las administraciones públicas.

2. Cambios en los barrios periféricos

Los espacios urbanos configurados para la clase trabajadora por el desarrollismo de la dictadura militar española presentan características muy similares (García, 2015). La planificación urbanística y económica concentró en algunas ciudades la nueva industria (De la Torre y García, 2012), donde encontraban empleo trabajadores manuales procedentes de áreas rurales, en un éxodo que generó dos procesos urbanos. Por un lado, grandes cinturones de chabolas y barracas autoconstruidas. Y, por otro, nueva vivienda en propiedad, para quienes residían en esos asentamientos informales o en los hogares que carecían de medios económicos para acceder al mercado de la vivienda libre. Para ello, se construyó vivienda pública —años 50 y 60— y se subvencionó la vivienda privada —años 70— (Betrán, 2002). En todos los casos, se trataba de vivienda de insuficiente calidad, en espacios sin infraestructuras básicas ni equipamientos (García, 2015).

Parte de estos déficits se cubrió gracias a la movilización vecinal (Alberich, 2007), con los primeros Ayuntamientos constitucionales. Pero la ausencia de políticas públicas de rehabilitación y la expansión urbana especulativa (López y Rodríguez, 2010) han favorecido que determinadas zonas de estos barrios se conviertan en las áreas con peores edificios y más infraviviendas en estas ciudades (García, 2015). Aun con trayectorias políticas locales diferentes, estos barrios presentan evoluciones urbanísticas y sociales similares (Sorando y Gimeno, 2021): en las periferias interiores, espacios más degradados o extremos (Benach, 2021), se concentra la población más precaria y en peores condiciones de vivienda.

La precarización social y económica de estos barrios periféricos no es uniforme espacialmente (Blanco y Gomà, 2022) y está atravesada por dos cambios o transiciones, que han transformado la “vieja comunidad obrera” (Iglesias y Ares, 2021, p. 60) en los actuales barrios populares multiculturales. Uno demográfico, caracterizado por el envejecimiento de aquellas primeras familias pioneras, étnicamente homogéneas, y la posterior llegada de familias migradas desde otros Estados, que han rejuvenecido y diversificado étnicamente estas zonas. Y otro económico, al fragilizarse las condiciones salariales y las rentas medias familiares, tras el encadenamiento de reformas laborales y crisis económicas de este siglo. A la estabilidad del desempleo y la mayor precariedad de las familias recién migradas, se suman los efectos de la desinversión de las políticas públicas de austeridad y del trasvase de rentas y fondos públicos a las clases medias y altas: a través de la progresiva privatización de los servicios públicos, como la educación y la sanidad (Blanco y Gomà, 2022), y del extractivismo del rentismo inmobiliario (Carmona, 2022).

3. La convivialidad en los barrios obreros multiculturales

Mientras la literatura internacional advierte de que todavía hay relativamente pocos conocimientos sobre las maneras en que las personas conviven con éxito y qué estrategias crean para poner en práctica un modus co-vivendi (Nowicka y Vertovec, 2013, p. 342), en España es objeto de reciente estudio cómo han afectado los cambios mencionados a las relaciones sociales en los barrios populares. Aquí analizamos los cambios en la sociabilidad a partir de tres estados ideales (Giménez, 2015): convivencia, coexistencia y hostilidad. Desde esa categorización, Iglesias et al. (2020) advierten de la activación progresiva del prejuicio étnico grupal, entendido como el conjunto de creencias, estereotipos, sentimientos, valores o actitudes, entre otros componentes, que las personas de un determinado grupo étnico sostienen respecto a las de otros grupos étnicos (Bobo, 1999). Este cambio no habría derivado en una mayor hostilidad, entre otros factores porque: a) el contacto directo o everyday multiculturalism (Wise y Velayutham, 2009) ha reducido el efecto de este prejuicio; y b) no ha sido necesaria su activación al recuperarse o consolidarse la ventaja nativa, como consecuencia de la preferencia de los autóctonos en determinados ámbitos sociales, administrativos y económicos (Rinken et al., 2018).

Sin embargo, en el contexto actual de aceleración de las desigualdades económicas (Blanco y Gomà, 2022), las demandas de justicia redistributiva en los barrios populares han cambiado. No se reclama un mayor reparto de riqueza, como a finales del siglo pasado (Alberich, 2007), sino restricciones en el acceso de las personas migradas desde otros Estados y sus descendientes a los servicios públicos (Aramburu, 2022). Esta profundización en los discursos excluyentes coincide con dos lógicas. Por un lado, como consecuencia de las políticas de austeridad, los servicios públicos no han recuperado su capacidad predistributiva y no son capaces de proporcionar servicios públicos de calidad, en particular salud y educación (Blanco y Gomà, 2022), favoreciendo la normalización de la competencia por recursos escasos (Rinken et al., 2018). Por otro lado, las movilidades internacionales han favorecido la retórica sobre la “invasión” (Gilroy, 2019) y el “enemigo interior” (Rigouste, 2011), representado por una población de origen migrante con “diferencias insalvables” respecto a las personas autóctonas. Desde esta mirada nostálgica a un imaginado pasado homogéneo, la diversidad es un riesgo y la coexistencia pacífica resulta impensable. La única salida es la restauración de una “monoculturalidad”, a la que apela una mezcla entre nacionalismo “culturalista” y xenofobia (Back y Sinha, 2016).

Para enfrentar este nuevo reto, Gilroy (2019, p. 9) propone basarse en lo que ya funciona, la convivialidad: “la práctica vivida, sensible, de personas dispuestas, con generosidad y honestidad, a intentar gestionar los conflictos que inevitablemente surgen entre ellas, promoviendo una mejor comunicación […] y formas más ricas de reciprocidad”. La incorporación de este concepto al estudio de las experiencias ordinarias de contacto en el sur de Europa es todavía emergente (Padilla et al., 2015). Al igual que ocurre con la investigación sobre los lugares donde las prácticas de compromiso intercultural tienen lugar a diario: los micropúblicos. Es en estos espacios compartidos (escuelas, mercados, transporte público, etc.) donde se incrementan las negociaciones mundanas de la diferencia, la convivencia, el conflicto y la exclusión (Amin, 2002), permitiendo concebir la convivialidad en términos de gradualidad (Morawska, 2014).

4. Contextualización del barrio de las Fuentes

Las Fuentes forma parte del primer anillo de los barrios obreros de Zaragoza construidos a partir de los años 60 como resultado del éxodo rural (Ebrópolis, 2023). Un barrio de estructura reticular, al este de la ciudad, compuesto por manzanas rectangulares relativamente homogéneas (Ayuntamiento de Zaragoza, 2017ª).

El barrio cuenta con 40 930 habitantes (Instituto Nacional de Estadística, 2023), un 5,9% del total de la ciudad, disminuyendo su peso en la misma este siglo. La densidad de población es superior a la media de la ciudad y dispone de equipamientos educativos, sanitarios o deportivos, construidos en los años 80 y 90, dando respuesta a las reivindicaciones vecinales (Alberich, 2007). Dos de sus calles principales vertebran el comercio local, muy afectado por la construcción de centros comerciales en la periferia, muy próximos geográficamente (Baringo y Gaviria, 2001).

Demográficamente, presenta un elevado envejecimiento, por encima de la media zaragozana, así como un porcentaje de población menor de 14 años inferior al resto de distritos (Ebrópolis, 2023). Además, tiene uno de los porcentajes de vecindario extranjero más elevados de la ciudad, un 19,0% (14,1% en Zaragoza), que procede sobre todo de Rumanía y Centroamérica, y que llega al 30% - 50% en algunas secciones censales (Ayuntamiento de Zaragoza, 2023). A esto se suman algunas áreas con un 20% de desempleo (Ayuntamiento de Zaragoza, 2017b).

Las Fuentes presenta la menor renta media por hogar (27 495€ frente a 35 503€) de toda Zaragoza. Y también peores datos a nivel educativo: 25,41% sin estudios (17,40% en Zaragoza), y solo 19,0% con educación superior (32,3% en Zaragoza) (Ayuntamiento de Zaragoza, 2023).

Ilustración 1. Plano de Las Fuentes (Zaragoza) y delimitación de la “periferia interior”

Fuente: (Sorando y Gimeno, 2021, p. 123)

Estas cifras se distribuyen espacialmente de forma desigual, contribuyendo a una progresiva dualización del barrio, con dos dinámicas demográficas y económicas estrechamente vinculadas a las características de la vivienda (Sorando y Gimeno, 2021). Por una parte, la salida de la población joven, más formada, que se desplaza hacia zonas con viviendas más nuevas. Al mismo tiempo, las viviendas con más carencias estructurales han quedado vacías o son habitadas ahora por nuevas vecinas, mayoritariamente migradas de otros Estados y con rentas bajas. Aunque esto genera un cierto rejuvenecimiento de algunas áreas, en la zona noreste se concentra el mayor porcentaje de vecinas mayores de 65 y de 80 años, así como un importante núcleo de hogares unipersonales. A menudo, se trata de personas viudas, con ingresos insuficientes para trasladarse a otras viviendas (Sanz et al., 2007) y, en algunas manzanas, el 50,0% de las personas mayores de 65 años no disponen de ascensor.

El segundo proceso es el empobrecimiento del noreste del barrio, que aglutina a la mayoría de las personas perceptoras de las rentas mínimas y los sueldos más bajos (Ayuntamiento de Zaragoza, 2017b), así como viviendas en mal estado, con “bastante movimiento de familias por viviendas ocupadas” (Ayuntamiento de Zaragoza, 2017b, p. 60). A pesar de los estudios que recomiendan realizar rehabilitaciones arquitectónicas que incluyan medidas de integración social, las acciones públicas se han centrado en algunas de las viviendas construidas en los años 50 (Ruiz y Rubio, 2006), que representan únicamente el 6,0% del barrio. Esto ha favorecido a quienes buscan en el noreste del barrio “inversiones propicias” (Ayuntamiento de Zaragoza, 2017a, p. 25): particulares que adquieren viviendas a bajo coste para alquilarlas a terceros, a menudo recién migrados, combinando con frecuencia bajos arrendamientos con hacinamiento.

5. Metodología

La investigación en la que se enmarca este texto cuenta con trabajo de campo en dos proyectos sucesivos, antes y después de la pandemia de COVID-19. Durante el primer proyecto1, se realizaron entrevistas a actores clave del barrio de Las Fuentes (Sorando y Gimeno, 2021), así como grupos focales en este y en otros cinco distritos de la ciudad (Gimeno y Jiménez, 2022). El objetivo de este segundo proyecto es estudiar los impactos de los cambios sociodemográficos y económicos sobre la sociabilidad y la convivencia barriales, prestando atención a las tensiones y a las dinámicas de cohesión en barrios populares de cuatro ciudades españolas. La composición multidisciplinar del equipo científico ha favorecido el acuerdo para observar estas realidades locales a partir de combinaciones metodológicas (mixed methods) y de la triangulación de técnicas de investigación (Creswell, 2010). Así, en Las Fuentes se ha analizado documentación sobre planes de rehabilitación (Sanz et al., 2007) y del Plan de Barrio (Ayuntamiento de Zaragoza, 2017b), además de explotar estadísticas municipales y estatales (Ebrópolis, 2023; INE, 2023). Para el abordaje cualitativo, que permite centrarse en las vivencias de las personas participantes y recoger los relatos desde distintas ópticas (Hernández et al., 2010), se han tenido en cuenta las advertencias de la literatura internacional sobre las dificultades para operativizar la investigación cualitativa sobre la convivialidad: no solo por la complejidad de conceptualizar esas rutinas de negociación urbana, sino porque las situaciones y relaciones que describen también son “difíciles explorar empíricamente” (Wise y Noble, 2016, p. 168). Este reto metodológico está siendo abordado con enfoques etnográficos (Noble, 2013), por lo que en este barrio se han realizado observaciones urbanas y observación participante (en la iniciativa comunitaria Salud en Red). Y, como parte de ese enfoque cualitativo más amplio, los datos presentados aquí se registraron en entrevistas individuales y grupos focales, técnicas utilizadas en otros estudios (Hollingworth y Mansaray, 2012). Mientras la entrevista permite obtener información personal detallada, en el grupo focal las preguntas abiertas permiten una mayor flexibilidad a los entrevistados para responder (Francés, 2016). En total participaron diecisiete personas y las variables para seleccionarlas fueron la edad, el origen étnico y el sexo. En una primera fase (enero a marzo de 2023), se realizaron seis entrevistas estructuradas a mujeres jóvenes, racializadas y no racializadas, atendiendo a que el impacto del género en la convivialidad permanece infraestudiado (Morawska, 2014). En una segunda fase (marzo a junio de 2023), se tuvieron en cuenta dos variables más: la edad como “categoría temática de análisis frente al racismo” (Jiménez, 2021, p. 239) y las características discursivas que añaden a la edad el origen étnico en estos barrios, con una juventud étnicamente mucho más diversificada que las personas mayores (Iglesias y Ares, 2021). Bajo ese criterio se desarrollaron dos grupos focales con residentes de ambos sexos: uno conformado por jóvenes entre 16 y 20 años (racializados y no racializados), y otro por personas de 65 años o más (no racializadas).

Todas las personas participantes debían firmar un acuerdo de confidencialidad, garantizando la privacidad y protección de la información compartida y, posteriormente, se les entregó un archivo de audio con la sesión grabada. Por último, se devolvieron los resultados a la Fundación El Tranvía y a las personas participantes, de acuerdo a nuestro enfoque metodológico participativo (Francés, 2016).

Los grupos focales y las entrevistas fueron grabadas, transcritas y analizadas temáticamente (Byrne, 2022) para identificar, categorizar y conceptualizar los cambios demográficos, económicos y en las relaciones sociales (Iglesias y Ares, 2021). Se identificaron y revisaron subtemas, lo que llevó al desarrollo de los bloques temáticos presentados en las secciones de Resultados y Discusión.

Para cumplir con los requisitos de confidencialidad y anonimato establecidos por la Universidad de Zaragoza y por el acuerdo con la Fundación El Tranvía para el desarrollo de esta investigación aplicada, se eliminó toda información que pudiera identificar a las personas participantes.

Tabla 1. Participantes
SexoEdadGrupo étnicoCódigo

Entrevistas individuales

M16No racializadaMJ1
M17Racializada (etnia gitana)MJ2
M21Racializada (nacida en otro Estado)MJ3
M21No racializadaMJ4
M25Racializada (padres extranjeros)MJ5
M29No racializadaMJ6
Grupo focal jóvenesM16-18RacializadaJ1
M18-20RacializadaJ2
M18-20RacializadaJ3
H18-20RacializadoJ4
H16-18RacializadoJ5
M18-20No racializadaJ6
Grupo focal mayoresM65-75No racializadaPM1
H+75No racializadoPM2
H+75No racializadoPM3
M+75No racializadaPM4
M+75No racializadaPM5

6. Resultados

La codificación de los datos ha dado lugar a la construcción de tres bloques temáticos, en los que se articulan los resultados: la transición demográfica, la precarización económica y residencial y los cambios en las relaciones vecinales.

6.1. Transición demográfica: diversificación étnica y envejecimiento

La transición demográfica forma parte de todos los discursos registrados, en los que, por un lado, se constata la progresiva llegada de personas de origen extranjero y, por otro lado, que en la población nativa predominan las familias con personas mayores: Principalmente población mayor de 65 años e inmigrantes (MJ4). Esta última población, instalada como familias jóvenes cuando el barrio se construyó, ha ido envejeciendo y posteriormente sus descendientes se han trasladado a otras zonas de la ciudad a vivir, con viviendas de mejor calidad: Todos vinimos al barrio jóvenes, ahora [...] la juventud se ha ido fuera. Ahora vas por las calles y na más [sic] ves gente mayor(PM1).

La diversificación cultural se refleja, sobre todo, en los grupos de iguales que comparten las personas más jóvenes, que cuentan entre sus amistades con jóvenes nacidos en familias procedentes tanto de otros países como del grupo étnico mayoritario. Su espacio de socialización suele ser el centro escolar o el centro de tiempo libre: En mi caso las relaciones sociales se basan en las que he hecho en el colegio y las casas de juventud(J5, racializado).

Esa diversidad cultural no interfiere en el tipo de relaciones que tienen: No influye el origen, porque estamos acostumbrados a vivir con la diversidad, estamos más unidos (MJ3, racializada). No obstante, algunas personas sí que observan que el origen puede provocar cierto distanciamiento. Este toma la forma de una tendencia a agruparse con aquellas personas con las que comparten características étnicas: “Ahora, cuando veo grupos de niños [...], casi siempre veo que dentro del mismo grupo son o todos africanos, o marroquíes, o gitanos, pero apenas veo grupos multiculturales” (MJ4).

La presencia de personas de orígenes diversos en el barrio puede provocar, como exponen algunas personas jóvenes, cierto prejuicio: Después de todo, hay gente que tendrá más en cuenta el concepto del prejuicio, como hay gente que no (J5, racializado). Este prejuicio, ocasionalmente, va acompañado de actitudes o comentarios racistas: Yo en mi caso, alguna vez he estado en el bar o dando un paseo y sí que he escuchado algún comentario un poco racista. Solo eso, nada más (J2, racializada).

Las reacciones contrarias a la diversificación étnica, sin embargo, no son percibidas por todas las personas entrevistadas, existiendo también la percepción de que no hay rechazo a las minorías: Yo creo que no, la mayoría de gente no y que la mayoría de gente va con personas de diferentes nacionalidades y diferentes orígenes (MJ1).

6.2. Precarización económica y residencial: de barrio obrero a barrio pobre

La sostenida precarización de la situación económica de las personas que residen en el barrio concierne, para todas las personas entrevistadas, a muchos jóvenes. Estos son los más afectados por el desempleo y, entre quienes tienen un empleo, este suele ser precario: “Hay mucho paro y cuando terminan los estudios los jóvenes no pueden acceder al mundo laboral por no tener experiencia [...] Mucha gente [...] consiguen solo contratos temporales” (MJ6).

En la población mayor, la precariedad afecta más a las mujeres, por sus bajas pensiones, consecuencia de la falta de reconocimiento de su empleo sumergido mientras estuvieron activas: “Yo tengo la pensión de viudedad, porque [...] yo de lo que había trabajado era en el campo [...] Allí [...] no cotizabas (PM4).

Tanto jóvenes como personas mayores constatan no solo un empeoramiento de la situación económica de las personas residentes en el barrio, sino también un empeoramiento de los servicios públicos del mismo. De forma general, señalan que el sistema sanitario de atención primaria, competencia del Gobierno autonómico, se ha visto muy afectado: Más cola en el médico, no dan tantos servicios, te puedes pegar toda la mañana en el médico (MJ2, racializada). Pero los servicios peor valorados son de competencia municipal, como el transporte: “Sí he notado el deterioro en servicios públicos, como por ejemplo con la huelga de buses (MJ1).

La calidad de los servicios municipales muestra también las diferencias en las percepciones según la edad. Por un lado, las personas más jóvenes dan cuenta de la buena calidad de esos servicios, como la biblioteca municipal o la casa de juventud: A mí me gustan los servicios en el sentido de que los he usado y genial (J2, racializada). Mientras, las personas mayores coinciden en que la calidad ha empeorado, de forma especial el citado transporte público: “Antes teníamos el autobús 30, que iba hasta [hospital público], y ahora para ir tenemos que hacer varios transbordos (PM3).

Del mismo modo que en los servicios del barrio, el deterioro se percibe también en la situación de la vivienda. Las Fuentes cuenta con un parque inmobiliario muy envejecido, sin apenas rehabilitación. Una parte significativa de las viviendas no cuentan con calefacción, ni ascensor ni rampa de acceso para personas con movilidad reducida: Hay pisos que no están bien acondicionados. Nosotros, gracias a la ayuda de [sociedad municipal de la vivienda], pudimos meter un ascensor pequeño en nuestra vivienda (PM1).

Buena parte de las viviendas no son accesibles ni están adecuadas a las necesidades particulares de sus residentes: Son viviendas antiguas, bloques con muchos pisos, sin ascensor y la mayoría sin calefacción, sin rampas, y portales muy poco cuidados(MJ1). Esta visión es compartida por todas las personas entrevistadas. Por un lado, hay quienes señalan que sus propias residencias carecen de estas mejoras y necesitan acometerse ciertas obras: La mejora sería de la accesibilidad, la instalación de ascensores y calefacción(MJ4). Y, por otro lado, otras personas señalan que sus viviendas sí que cuentan con estas mejoras: En mi casa no hay rampa, pero hay ascensor [...] De calefacción está bien(J4, racializado).

En este mismo ámbito también registramos discursos sobre la sobreocupación, con varias familias conviviendo en un mismo domicilio, incluso en un mismo dormitorio. Esta situación afecta sobre todo a las familias recién migradas desde otros países: “Sí, nicaragüenses, que pagan mucho para poder tener un techo, y son una familia viviendo en una habitación, con una sola cama de matrimonio (MJ6). Así como a otras familias, con las que comparten la condición de los bajos ingresos: Yo conozco gente que tiene arrendadas habitaciones para poder pagar el piso (PM4). Entre estas destacan las familias gitanas: Sí, sobre todo de gitanos. Un conocido que viven abuelos, tíos (J2, racializada). El origen de este hacinamiento está en la subida sostenida de los precios del alquiler: “En los pisos en los que viven extranjeros, viven mucha gente, [...] para poder pagar el piso, no sé cómo se las apañan (PM2). Todas estas trabas al acceso a una vivienda digna también estuvieron presentes en la etapa de fundación del barrio, tal y como advierten las personas mayores que padecieron esta exclusión residencial.

Las percepciones sobre la baja calidad, el reducido tamaño o el deterioro de la vivienda señalan especialmente a una determinada zona del barrio, en el noreste, donde se concentran más intensamente estas problemáticas. En torno a estos espacios se articulan igualmente dos conjuntos de percepciones. Por una parte, son los lugares donde la sensación de inseguridad aumenta, activando prejuicios que describimos más adelante: “Un amigo [...] me decía, ‘por esta calle de noche no te metas’, ‘por aquí no’, ‘ten cuidado con este grupito’ y me decía las zonas por las que podía ir o no sola de noche” (J2, racializada).

Y, por otra parte, basculan la percepción global del barrio hacia una menor deseabilidad, frente a otros que, compartiendo la misma clase social, han mejorado en términos comparativos:

Comparado con La Jota o Vadorrey, que me muevo mucho por ahí, esa zona es más moderna. Picarral también se parece a Las Fuentes, pero es más moderno. Las Fuentes es el barrio más viejo en el que me muevo. (MJ2, racializada)

El origen de este factor diferencial se sitúa en el abandono de las políticas públicas, atribuidas especialmente al Ayuntamiento. Este deterioro se generaliza al resto de los barrios de clase trabajadora: “Están matando los barrios, no es aquí solo. Es en todos los barrios” (PM1). Aunque, para el barrio de Las Fuentes, se verbaliza una discriminación específica: “El barrio de Las Fuentes tiene un montón de cosas que deberían estar arregladas y no se arreglan. Y los impuestos los pagamos nosotros” (PM2). Este abandono se manifiesta en que, en este distrito, la rehabilitación de viviendas se ha impulsado puntualmente y con poco alcance, quedando siempre incompleta: “Desde que nací han ido poniendo más ascensores en edificios y modernizando algunos portales. Aun así, la mayoría son portales y fachadas viejos y sin ascensor” (MJ4). Lo que es también favorecido por actores privados, representados por propietarios rentistas que dificultan la rehabilitación de los edificios: “Mucha gente se ha ido de la vivienda y la ha alquilado, y no quieren poner ascensores” (PM1).

6.3. Cambios en las relaciones: de la coexistencia al prejuicio étnico grupal

El tercer bloque de preguntas se centraba en la relación de los cambios demográficos y económicos con los cambios en las relaciones vecinales. La primera categoría de respuestas nos indica que existen diferencias en el modo de percibir los cambios en la composición étnica del barrio, en función de la edad de las personas observadas. De este modo, los jóvenes, que han conocido esta diversidad cultural durante toda su vida, la perciben mayoritariamente casi de una forma orgánica: “Muy bien, el grupo es variado en nacionalidades y eso, y en clase también todo normal y bien. Compartimos buenas cosas y tal, y aprendemos de las culturas y todo eso” (J3, racializada).

Esta mixité llega hasta la esfera privada, dado que, en su mayoría, comparten amistades con personas de diversas nacionalidades: “Amigos de mi edad o un poco más mayores, de origen español, colombiano, rumano, ecuatoriano [...] Son relaciones buenas y agradables y no hay nunca problemas” (MJ1). Sin embargo, el tratamiento de los datos también detecta que las personas jóvenes de origen extranjero o de etnia gitana expresan tener menos amigos del grupo étnico mayoritario. Ambos perfiles, además, expresan no contar con redes relacionales fuertes en el propio barrio: “Apenas tengo amigos de origen español, la mayoría son africanas o latinas, solo tengo una amiga en la universidad de origen español” (MJ5, racializada); “Mis amigos son de otros barrios y no son españoles” (MJ2, racializada).

Por su parte, entre las personas mayores se comparte la percepción de un importante cambio demográfico en el barrio: “De la noche al día, en todos los aspectos” (PM3). Y, a pesar de esta transición demográfica, del mismo modo que las personas jóvenes, también expresan mantener una buena relación con las vecinas y vecinos de origen extranjero: “Los extranjeros, les tratamos bien y somos correspondidos de la misma forma” (PM3).

No obstante, mucho más frecuentemente que las personas jóvenes, las personas de más edad afrontan la nueva composición étnica del barrio desde la distancia y la escasez de interacciones, sobre todo en la esfera privada: “No tengo amigos extranjeros, nunca han sido como una familia; pero siempre en armonía, tú vives en tu casa, yo en la mía” (PM2) o “Cada una a sus cosas” (PM1).

Una segunda categoría de respuestas hace referencia a la presencia o a la visibilidad del prejuicio étnico y a los posibles actos de discriminación. Para todas estas formas de exclusión tanto jóvenes como mayores confirman su existencia; si bien todas coinciden igualmente en que estas situaciones no predominan en las relaciones en el barrio.

Para expresar esta situación, entre las personas jóvenes se registran opiniones diversas. Algunas expresan no ser conscientes de este tipo de casos: “Yo en el barrio de Las Fuentes no he visto casi nada de [...] discriminación ni nada de eso” (J4, racializado). O también que, aunque se habla de ello, nunca los han presenciado: “No creo haber visto nunca algún caso de discriminación [...] Aunque se presume mucho de que hay este tipo de casos normalmente en los grados de Educación Secundaria” (J5, racializado).

Otras sí las han presenciado, dirigidas a población de origen migrado o a alumnado gitano: “Sí. En el colegio e instituto se apartaba mucho a las personas gitanas y marroquís” (MJ6). Y jóvenes con esos perfiles étnicos expresan haber sufrido situaciones de discriminación: “Sí, en mi instituto ha habido varios problemas. A mí, por ejemplo, me han insultado por ser gitana” (MJ2, racializada). Estas mismas jóvenes son las más claras al expresar que han vivido situaciones de racismo silencioso en el barrio: “Sí. Muchas veces te miran por la calle, no son habladas, pero solo con la cara se nota” (MJ2, racializada).

Por su parte, las personas de mayor edad reconocen ese mismo tipo de situaciones, que categorizan como puntuales: “Hay algunos que los apartan, que no los ayudan [...]. Sí que hay gente que dice cosas como ‘ay, los morenos’” (PM2). Es a estas personas mayores a las que señalan las más jóvenes como las más renuentes a la diversificación étnica de las nuevas generaciones: “Sobre todo las personas mayores tienen comentarios de eres moro o rumano [...] Algunas personas mayores tienen mentalidad cerrada” (MJ3, racializada). O como portadoras de cierto chauvinismo del Estado del bienestar.

Una tercera categoría de respuestas se refiere a la vinculación de estos prejuicios con la imagen que desde los medios de comunicación se transmite sobre el barrio. Esta estigmatización mediática puede estar contribuyendo a la activación de los prejuicios. Aunque varios participantes, si bien han escuchado historias sobre la peligrosidad de algunas zonas, en su mayoría no han sufrido ningún incidente en este sentido “Lo pintan como si hubiese gente delincuente, pero realmente solo hay diferentes culturas, lo que a mi parecer no es un sinónimo de peligrosidad” (MJ6).

Las personas jóvenes, que son también las más conscientes de la inadecuación de la imagen de peligrosidad que transmiten los media locales, identifican los lugares menos seguros con los espacios menos transitados, como parques o zonas periurbanas, dentro de una lógica propia de cualquier espacio de la ciudad: “A mí me han contado que Las Fuentes, como muchos barrios de Zaragoza, es un poco peligroso. A ver, [...] en los parques por la noche, siempre me han contado de no pasar por ahí” (J2, racializada).

Esta misma lógica se atribuye a la inseguridad que produce el progresivo cierre de los comercios y al factor horario y al sexo de las personas, siendo las mujeres jóvenes las que evitan ciertos espacios y horarios o las que son objeto de mayor presión social en ese sentido: “Sí que hay espacios donde me siento más segura y en otros menos segura. Donde hay más afluencia de gente y gente más mayor me siento más segura, como por ejemplo en [zona comercial]” (MJ1); “Yo me siento segura en el barrio, si tengo miedo alguna vez es el mismo que sentiría en otros barrios [...] En el [barrio residencial] también sentiría miedo, ya que es por ser mujer, no por el barrio” (MJ6).

Por otra parte, entre las personas jóvenes sí que se identifican zonas y espacios públicos del barrio de especial riesgo, ubicadas en la periferia interior: “Creo que sí que hay partes más chungas y por las que hay que ir con más cuidado, como por ejemplo la barriada” (MJ1).

Mientras que los discursos sobre la seguridad están más presentes entre la población juvenil, las personas mayores expresan de forma más general la percepción sobre el deterioro en las relaciones vecinales, comparándolas con décadas anteriores: “Yo lo veo muy deteriorao [sic]. Antes había mucha vida, ahora no ves más que los autobuses que van y vienen. Pero, lo que se llama ‘el barrio’, ha perdido un 80%, para mí” (PM2).

Además de estos factores de tensión, los discursos sobre las relaciones vecinales también permiten encontrar elementos cohesionadores. Por una parte, las nuevas relaciones, que implican nuevas reciprocidades, y que son expresadas con mayor frecuencia en el caso de las personas mayores que cohabitan con vecinas de origen extranjero: “Todos mis vecinos me han ayudado cuando les he necesitado” (PM4).

Y, por otra parte, las personas jóvenes hacen más hincapié en la inclusividad de las actividades desarrolladas en el barrio, especialmente desde los servicios públicos: “No creo que haya muchas cosas que se dividan por eso [origen, género, nivel económico]. Igual si te vas más para el centro sí, pero aquí no. Yo creo que [aquí] es todo más equitativo” (J7).

Todos estos factores acaban incidiendo, finalmente, en el sentido de pertenencia al barrio. Mientras que en el caso de las personas mayores la pertenencia es algo universal y se expresa vinculándola al origen rural de aquellas primeras habitantes, en el de las personas jóvenes esta es ambivalente. Para unas este sentido se ve afectado por la comparación con otros barrios similares, donde ha habido un proceso de renovación urbana y que son percibidos como más deseables; otras se quedarían en el barrio en un futuro; y otras preferirían mudarse a un barrio “más nuevo”, constituyéndose el distrito como un territorio de paso: “Las Fuentes parece un pueblo, un pueblo grande” (PM1); “Es un barrio que me gusta bastante, hay gente muy maja y he tenido la suerte de toparme con gente maja que nos aprecie a pesar de ser de fuera” (MJ3, racializada); “Orgullosa como tal no sé, me gusta porque me he criado ahí, pero no es un barrio que me guste mucho, las calles huelen mal [...], las calles están muy sucias [...] Me cambiaría a otro sitio más nuevo” (MJ2, racializada).

7. Discusión

La siguiente discusión aborda tres temas que emergen de los resultados obtenidos: la cohesión vecinal en torno a los micropúblicos, los efectos de la dualización urbana y las características del prejuicio étnico grupal en territorios como el estudiado. Nuestro análisis apunta a que en Las Fuentes no se da una generalización del welfare chauvinism (Bradby et al., 2020) ni del prejuicio étnico grupal, todavía minoritarios y que se compensan con dinámicas de cohesión, pero que podrían crecer por la influencia de dinámicas supralocales (Rama et al., 2021) y por el abandono de las políticas públicas (Sorando y Gimeno, 2021).

7.1. Micropúblicos: espacios de convivialidad

Los servicios públicos de Las Fuentes se constituyen como espacios de mezcla, donde se desarrolla la multiculturalidad cotidiana (Pratsinakis et al., 2017), funcionando como una fuerza cohesiva, que resiste a “la fragmentación y la división” (Werbner, 2013, p. 416), especialmente entre las personas jóvenes. El contacto diario en los micropúblicos del Estado del bienestar (Berg et al., 2019), incluye “prosaicas negociaciones con la diferencia a través de la proximidad íntima, que a menudo son obligatorias y necesarias” (Back y Sinha, 2016, p. 524). Esta negociación diaria, registrada en algunos contextos de Las Fuentes, favorece interacciones cordiales de convivialidad. Un modelo social en el que las particularidades raciales, lingüísticas y religiosas no conllevan problemas insuperables de comunicación, y donde las diferencias se convierten en ordinarias (Gilroy, 2006, 2008).

Las personas jóvenes son las más expuestas a estos contextos, dado que su edad no les limita el acceso a determinados servicios del ámbito educativo y del tiempo libre, donde la negociación citada es la norma. Estas jóvenes han crecido asumiendo el “compromiso cosmopolita”, que concede “valor cívico y ético al proceso de exponerse a la otredad” (Gilroy, 2008, p. 131), y permite adquirir un autoconocimiento al que solo se accede mediante el contacto con extraños. Como micropúblicos, además, los centros educativos pueden generar relaciones de amistad entre adultos, poniendo de relieve cómo la educación puede ser una experiencia colectiva, compartida a lo largo del tiempo, en la que es difícil evitar la interacción social entre desconocidos y vecindario de orígenes diferentes (Neal et al., 2016). Sin embargo, las personas mayores participantes en la investigación no señalan explícitamente esos espacios de encuentros improbables (Lasheras y Andueza, 2018) entre una población de orígenes y edades diversas.

Si el barrio aparece como un nivel clave para la vida social de las personas migradas (Pratsinakis et al., 2017), en el caso de los jóvenes, los resultados sitúan los servicios públicos de estos distritos, especialmente aquellos en que se socializan (bibliotecas, centros juveniles o centros escolares), como una oportunidad para promover la equidad en la escala urbana, frente al centro de la ciudad. En cuanto a las personas mayores, algunos micropúblicos estudiados, tanto públicos (e.g. centros de salud) como privados (e.g. centro comunitario), favorecen el contacto con personas de grupos de edad y orígenes étnicos ajenos a su círculo de socialización inicial, más homogéneo. Lo que converge con la idea de que la empatía hacia las personas recién llegadas es un subproducto situado de la experiencia de convivencia. Esto es, la convivencia está estrechamente vinculada a la “comodidad cívica” (civic ease) en el espacio (Amin, 2008, p. 19).

En Las Fuentes, esta convivencia también cuenta, a diferencia de los cercanos barrios populares franceses, más segregados étnicamente (Epstein y Kirszbaum, 2016), con una cohabitación entre personas nativas pioneras y personas recién migradas en los edificios residenciales. Como expresan algunas participantes mayores, esto es una oportunidad para que puedan adquirir nuevas habilidades para negociar. Frente a esa idílica comunidad homogénea “perdida” (Gidley, 2013), que también anhelan estas personas mayores, la negociación en la que están inmersos en su vejez requiere de “hábitos cotidianos de interacción intercultural bastante banales, para sentar las bases del diálogo” (Noble, 2013, p. 164).

Además de analizar el valor otorgado a ciertos espacios en las relaciones vecinales, también se ha registrado la necesidad de crear oportunidades para el contacto entre todos los grupos de edad y perfil étnico. Aquí resultan claves los profesionales de los micropúblicos, bien del Estado del Bienestar (Berg et al., 2019), bien del Tercer Sector. Estos pueden desplegar estrategias que favorezcan avances en los estados de sociabilidad (Giménez, 2015), no solo para las personas mayores, sino también en la transición a la edad adulta, donde los resultados señalan el comienzo de las dinámicas distanciamiento social o coexistencia (Giménez, 2015), por parte de los jóvenes del grupo mayoritario, y de comunitarismo, repliegue étnico o self-segregating (Werbner, 2015), por parte de los adolescentes racializados.

Como señalaban las jóvenes racializadas participantes, estas estrategias interculturalistas no pueden obviar las dimensiones políticas de algunas divisiones, como el racismo estructural (Harris, 2016). La convivencia y el conflicto en estos barrios van acompañados de conflictos locales, exclusión étnica y mantenimiento de fronteras administrativas (Nowicka y Vertovec, 2013). Así pues, la vida comunitaria del barrio es muy ambivalente y la “virtud cotidiana de vivir con la diferencia” no es automática ni está garantizada (Noble, 2013). Las prácticas cotidianas de reciprocidad, descritas por mayores y jóvenes, conducen a una convivialidad frágil, pues esta “no se produce orgánicamente, sino que requiere un trabajo constante” y “una organización técnica y semiformal” (Nowicka y Vertovec, 2013, p. 350).

7.2. Efectos de la dualización urbana

“Nos estamos separando, por lo menos entre colegios”. De esta forma expresaba una lideresa asociativa cómo afecta la segregación escolar a las relaciones vecinales en el barrio observado (Sorando y Gimeno, 2021). Como acabamos de ver, si los servicios públicos se sitúan como principal factor cohesionador del territorio, las políticas públicas que promueven o limitan el desarrollo de estos, se constituyen como herramientas de tensionamiento de las relaciones vecinales, en dos niveles. En un primer nivel, los resultados muestran que la población del barrio es consciente de su situación periférica respecto al centro urbano (Massey, 2004). Los efectos de esta desinversión en la periferia son expresados de formas diferentes, según la experiencia de movilización de cada conglomerado vecinal. Las personas mayores, conscientes de la vinculación histórica entre movimiento vecinal y apertura de servicios públicos (Alberich, 2007), señalan que estos se están deteriorando (Blanco y Gomá, 2022). Mientras la población joven, crecida durante las políticas de austeridad, los valora como adecuados e, incluso, promotores de equidad. Para los jóvenes, además, el principal efecto de las políticas públicas es que estos barrios se convierten en espacios deteriorados urbanísticamente (“barrio viejo”), frente a los espacios que se han beneficiado de la renovación urbana. Por tanto, entre las personas participantes no hay un consenso intergeneracional sobre el origen del abandono del barrio por las administraciones y el actual “declive” (Pratsinakis et al., 2017, p. 4).

En un segundo nivel, nuestro análisis entiende que las relaciones vecinales se ven afectadas por ese abandono al quedar determinadas áreas al margen de la resistencia al declive ejercida por el resto del barrio. Los jóvenes apuntan a un “segundo barrio” (más “viejo”), sin capacidad de asumir la rehabilitación de sus edificios o sus zonas comunes, emergido dentro de otro, en el que las personas mayores sitúan a las familias que pueden asumir económicamente la renovación residencial de forma autónoma, sin apoyo institucional. En ambos grupos de edad predomina el sentimiento de haber sido abandonados “a su suerte” y que los planes desplegados han sido “testaduramente ineficaces” (Benach, 2021, p. 12 y 28), resultando un barrio que vive “a dos velocidades”.

Esta emergente periferia interior provoca dos cambios. Por un lado, se emite una nueva imagen del conjunto del barrio al resto de la ciudad (Gimeno y Jiménez, 2022), rechazada por jóvenes y mayores. Una imagen que, según el “anhelo de coherencia” de las ciudades neoliberales, da lugar a “respuestas defensivas y reaccionarias” en las élites urbanas (Massey, 1994, p. 147). Y, por otro lado, la concentración de clases populares sin vinculación al empleo o a la economía formal es rechazada por la “comunidad obrera” del resto del barrio, en la que nacen nuevos temores, descritos por las participantes jóvenes. Así, la construcción desde el centro urbano, mediante las políticas públicas, de estos espacios extremos en el interior de los barrios obreros provoca también ese (nuevo) pánico moral entre sus habitantes, que toma forma de “reperiferización” (Sorando y Gimeno, 2021, p. 136).

De acuerdo a los discursos observados, esto último incide en el carácter de “barrio de paso”, debilitando el sentido de pertenencia, especialmente entre las personas más jóvenes (Benach, 2021). Aunque estos barrios ya fueron territorios de tránsito para las primeras generaciones que los habitaron, como señalan las personas mayores participantes, ahora se adquiere dicho carácter como consecuencia del abandono de las políticas públicas.

7.3. Características del prejuicio étnico grupal emergente

El tercer tema que emerge de los resultados nos remite a la (in-)visibilidad del racismo en los discursos observados. Analizar las formas de convivialidad no significa obviar la presencia del racismo (Gilroy, 2006). En los resultados registrados tanto las personas mayores como las jóvenes señalan al racismo o la xenofobia en los discursos ajenos, de “otros” (Jiménez, 2021). Discursos que no perciben como mayoritarios y con los que cohabitan en el ámbito residencial privado. Así, en Las Fuentes el multiculturalismo cotidiano (everyday multiculturalism), que hemos observado en micropúblicos como los centros educativos, convive con la segregación (Werbner, 2015) o el comunitarismo (Gidley, 2013) en el ámbito privado.

Estas formas de prejuicio étnico grupal, sin embargo, no han devenido en hegemónicas ni explícitas, ¿por qué? Dos factores extraídos de los resultados nos permiten aproximarnos a una interpretación.

En primer lugar, las personas jóvenes participantes, crecidas en un barrio diversificado étnicamente, están generando discursos nuevos sobre la seguridad y sobre los límites entre la coexistencia y la hostilidad (Giménez, 2015). Para ellas no es el origen étnico de sus habitantes el que atribuye percepciones negativas a determinados espacios (parques, zonas periurbanas) o áreas (periferia interior); sino las conductas, individuales o grupales, así como el rol del patriarcado, como factor global de inseguridad para todas las mujeres (Eldridge, 2010): de ahí que las mujeres jóvenes racializadas entrevistadas eviten el tránsito por determinadas zonas en determinados horarios. Este vecindario joven atribuye también el origen de una parte de esa inseguridad a los efectos del vaciamiento comercial del barrio observado; apuntando así al valor del comercio local como micropúblico donde se fraguan nuevas convivialidades (Gómez, 2013; Wise y Noble, 2016).

En segundo lugar, no se han registrado discursos favorables a la preferencia nativa (Bradby et al., 2018) o a la inferioridad de las personas recién migradas (Pratsinakis, 2014) entre las personas participantes; mientras que los resultados registran dos tipos de interacciones propias del estado de sociabilidad categorizado como convivencia (Giménez, 2015): la reciprocidad y la ayuda intergeneracional, descritas por las personas mayores participantes y que sustentan una vida intercultural productiva, favoreciendo el sentimiento mutuo de humanidad e igualdad (Glick y Çağlar, 2016). Por su parte, las personas jóvenes apuntan al valor preventivo de la universalidad de los servicios públicos y la inclusividad de las actividades, públicas o privadas, diseñadas para el conjunto de la población, en lugar de para una parte de ella (Morales y Rebollo, 2014).

Estos factores de protección frente a la activación del prejuicio étnico grupal se han consolidado al mismo tiempo que surgen otros “nuevos” actores con capacidad de introducir nuevas tensiones en las relaciones vecinales. En el barrio estudiado se apunta de forma más clara al papel que están jugando los tenedores rentistas de vivienda de alquiler. Esta creciente actividad económica en los barrios populares (Carmona, 2022) implica la reducción de las inversiones en los edificios con el fin de obtener ingresos crecientes en un corto plazo, lo que contribuye a nuevas tensiones en los edificios más necesitados de rehabilitación, al oponerse estos rentistas a la instalación de ascensores, por ejemplo. Al mismo tiempo, ese deterioro progresivo de los edificios conlleva alquileres de bajo precio, en los que concurren familias extremadamente precarizadas (Benach, 2021). El consiguiente hacinamiento descrito por las participantes más mayores o el chabolismo vertical (Ayuntamiento de Zaragoza, 2017b), entre otras dinámicas, alimentan nuevos prejuicios asociados a esas zonas de los barrios, las periferias interiores, que quedan atrás de la resistencia o aparente estabilidad del resto del territorio.

8. Conclusiones e implicaciones para las políticas públicas

Este artículo ha mostrado que el cambio demográfico en este barrio multicultural, con una diversificación étnica creciente, ha activado el prejuicio étnico grupal de forma minoritaria y con menor relevancia entre las personas jóvenes que entre las mayores. Mientras que la precarización de las condiciones económicas de la mayoría social del barrio y el abandono de las políticas públicas de vivienda han generado nuevas tensiones en las relaciones vecinales. Estas están vinculadas al deterioro de los edificios residenciales en las áreas más antiguas del barrio, que constituyen una nueva periferia interior, donde confluye población muy precarizada, a menudo racializada y ajena a las biografías laborales del resto del distrito. La condición de espacio extremo que encarna esta área introduce nuevos temores en el conjunto del barrio, así como una imagen estigmatizada de este en el resto de la ciudad, que es ajena a las percepciones registradas durante el trabajo de campo.

Partiendo de este análisis, planteamos aquí dos propuestas, en cuanto a las implicaciones de nuestra investigación para las políticas públicas y las acciones deseables entre el movimiento vecinal en territorios como el observado. En primer lugar, consideramos preciso desarrollar una acción comunitaria inclusiva capaz de erosionar los efectos de las políticas públicas excluyentes (Bradby et al., 2018), implementadas por los ayuntamientos del actual ciclo político conservador (Rama et al., 2021), así como los efectos del activismo alt right, orientado a tensionar las sociedades locales (Pratsinakis et al., 2017; Gilroy, 2019). Es en esta escala local donde los individuos y los grupos evalúan sus situaciones, definen propósitos y emprenden acciones (Morawska, 2014). Así, evaluamos positivamente los “encuentros improbables” (Lasheras y Andueza, 2018) promovidos en este y en otros barrios, que ponen en contacto a vecindario con diferentes edades, géneros y orígenes étnicos, como el espacio de diálogo interreligioso y las actividades intergeneracionales. Estas acciones forman parte de un “proceso pedagógico de formación de capacidades de vida compartida” (Noble, 2013, p. 181), en el que se promocionan escenarios inclusivos, donde cultivar la amistad sea la base sobre la que construir “afectos públicos como la esperanza y la compasión” (Amin, 2012, p. 15), así como la disposición a la apertura y la reciprocidad (Glick y Çağlar, 2016).

En segundo lugar, entre otras dinámicas de cohesión observadas, valoramos como clave el papel de las alianzas vecinales y profesionales (Koutrolikou, 2012; Benach, 2021), como la iniciativa comunitaria Salud en Red, en las que, aun sin apoyo institucional, se promueven mejoras de las condiciones de vida y el empoderamiento colectivo. Desde estos espacios comunitarios se impulsan actualmente “transformaciones que pueden suponer conseguir nuevos recursos, reorganizar los existentes, satisfacer necesidades, pero a su vez implicando cambios en actitudes, valores y formas de hacer” (Morales y Rebollo, 2014, p. 13), cambios que previenen una activación más amplia del prejuicio étnico grupal.

Finalmente, esta incorporación de la perspectiva comunitaria también implica retos para la investigación desde las ciencias sociales y nos señala algunas limitaciones del estudio. Por un lado, el trabajo de campo ha tomado decisiones en cuanto a género, etnia y edad, priorizando a jóvenes y personas mayores, por lo que será necesario incorporar a los y las adultas en próximas etapas de la investigación. Al mismo tiempo consideramos preciso ampliar la mirada, por un lado, a los discursos registrados en el mismo territorio antes de la última pandemia, con los que podemos inferir cambios y tendencias (Sorando y Gimeno, 2021; Gimeno y Jiménez, 2022) y, por otro lado, hacia metodologías como la observación de las “rutinas sociales que resultan productivas a la hora de pensar en habitar la multiculturidad urbana” (Wise y Noble, 2016, p. 426). La influencia en las relaciones vecinales tanto de la estructura de la propiedad de la vivienda (rentismo, jerarquía residencial, etc.) como de las condiciones laborales (Iglesias y Ares, 2021) son otros temas pendientes. Que pueden ampliarse, dentro de una apuesta por la investigación-acción participativa, con el acompañamiento a la comunidad en la captación de personas referentes (rol model), especialmente entre las más jóvenes y el pueblo gitano (Macías y Redondo, 2012), y en la construcción de una memoria basada en las fortalezas (Itzhaky y Bustin, 2002), como parte de nuestro papel científico en la capacitación territorial (Zapata, 2017).

Agradecimientos

A las vecinas y vecinos de Las Fuentes que participaron en las entrevistas y grupos focales, así como a la Fundación El Tranvía por su apoyo y confianza en el equipo investigador.

Este artículo se inscribe en el proyecto PID2021-124346OB-I00, Participación, relaciones vecinales y convivencia en barrios multiculturales en pandemia. Un análisis comparativo, financiado por MCIN/AEI/10.13039/501100011033/ FEDER, UE.

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