El presente texto se elabora a partir de los primeros resultados de un amplio proceso de investigación iniciado en el barrio tinerfeño de San Matías que ha permitido establecer un positivo contexto de trabajo científico. Todo ello, en estrecha colaboración con la vecindad de una localidad de extraordinario interés en lo concerniente a su génesis y conformación desde las décadas centrales del siglo XX, al socaire de la consolidación de la conurbación capitalina de la isla de Tenerife en el archipiélago canario (Arranz et al., 2021). Recurriendo a métodos de análisis esencialmente cualitativos, hemos podido conocer y analizar un proceso continuado de construcción de comunidad desde su mismo origen.
La investigación se inserta en una dilatada trayectoria científica desarrollada en la Universidad de La Laguna, ligada al estudio de la formación de la ciudad marginal liderada por la profesora Luz Marina García Herrera (1981). También se nutre de la experiencia aplicada en intervención y desarrollo comunitario de los firmantes del artículo y de otras personas en el área objeto de estudio durante la última década (González et al., 2016; Bee et al., 2017; Zapata et al., 2017; Zapata et al., 2020; Zapata, 2022).
San Matías es un barrio popular surgido a partir de la movilidad interna de la población en el archipiélago canario (éxodo rural), a la que se suma, posteriormente, el retorno de antiguos emigrantes canarios junto a sus familias constituidas en el exterior. Carente de planificación inicial y en un contexto de enorme precariedad, apareció una localidad que transformó casi completamente el territorio preexistente. La génesis y el proceso de construcción de este enclave hasta el presente no han sido sistematizados, siendo fundamental conocer sus distintas etapas de asentamiento y diversificación humana y cultural, protagonizadas en los últimos años por la llegada de personas procedentes de distintos países latinoamericanos y en menor medida africanos.
Ese proceso migratorio ha derivado en la generación de redes, estrategias y dinámicas vecinales particulares, así como de espacios barriales con distinto significado, que, en su mayoría, lejos de interferir en la identidad comunitaria de San Matías, parece que han sumado y la han reforzado. Ello constituye un hecho esencial para poder entender la creciente diversidad poblacional y cómo se han gestionado las diferentes etapas de dificultad y crisis que se han sucedido a lo largo de la existencia del barrio, en particular las que ha traído consigo el siglo XXI. Y todo ello, en el contexto de un territorio largamente reconocido de manera oficial por su perifericidad y vulnerabilidad, en virtud de una amplia serie de indicadores socioeconómicos de desfavorable expresión que ejemplifican algunas de las carencias del sector geográfico que ahora afianza la conurbación capitalina de Tenerife en su parte meridional.
El objetivo esencial del artículo es explicar el papel que han desempeñado las relaciones vecinales, a lo largo del tiempo, en la conformación de una localidad que destaca por haber articulado un auténtico ecosistema de cuidados con efectos palpables en la esfera convivencial. Y de cómo estos intervienen en los procesos de acogida e inclusión social de la nueva vecindad, puesto que el barrio ha seguido renovando su estructura sociodemográfica.
Y en ese sentido, el texto se organiza en cinco apartados interdependientes, comenzando por la reflexión teórico-conceptual que se ha organizado para contextualizar las principales cuestiones a resolver. Luego sigue el planteamiento del marco metodológico procesual que se viene utilizando para desarrollar la investigación que enmarca el artículo. A partir de aquí, el trabajo se adentra en la caracterización sintética de San Matías y de los diversos hitos que han jalonado y explican su breve historia, vinculados en buena medida con la articulación de las relaciones vecinales. Las conclusiones sintetizan los resultados obtenidos, atendiendo a las claves de construcción de una comunidad en una localidad donde la movilidad geográfica de la población y la interacción social son protagonistas de su entera conformación.
La autoconstrucción residencial y la demanda colectiva ante importantes carencias y necesidades sociales, en áreas de recepción migratoria y urbanización marginal, incorporan elementos comunitarios que favorecen las relaciones y los espacios, así como los momentos de interacción social. Esto es más evidente en lugares especialmente vulnerables, a partir de una temprana toma de conciencia y organización vecinal donde esa experiencia ligada a la movilidad es relativamente reciente y permanecen buena parte de sus protagonistas. En ellos todavía es posible reconstruir los procesos que forjan las nuevas identidades, así como averiguar la relevancia que ha tenido la transmisión intergeneracional en la consolidación de dichos vínculos.
Reconstruir procesos que cambiaron radicalmente el tamaño y la forma de muchas ciudades en la segunda mitad del siglo XX, a través de las transformaciones más rápidas y decisivas de su historia (Nello, 2004), constituye un ejercicio del máximo interés por los aprendizajes que incorpora. A menudo, sus hacedores permanecen en los mismos barrios que contribuyeron a edificar con la finalidad de disponer de un hogar propio, que aliviase la precariedad familiar en un contexto de enorme desigualdad y segregación urbana.
Localidades con posibilidad de convertirse en sectores urbanos relegados, con el paso del tiempo y los efectos de la globalización neoliberal, caracterizados por el individualismo y una débil cohesión social (Lozano y Sala, 2014): epicentros de la precariedad, como señalan Wacquant et al. (2014, citado en García, 2019, pp. 55-56). O, por el contrario, configurar enclaves de resistencia, en los que, pese a las dificultades existentes, se desarrolla una lógica de colaboración que favorece expresiones colectivas y estrecha los vínculos sociales (Tapia, 2016).
En el segundo caso, ha sido casi siempre esencial la acción del movimiento vecinal, como “fuerza permanente que ha presionado para conseguir mejoras en los barrios” (Recio y Naya, 2004, p. 74). Con sus luces y sombras, su evolución oscilante y hasta su anquilosamiento en muchas oportunidades, tras décadas sin renovación, constituye un agente de la máxima relevancia en la historia de la transformación de las ciudades españolas y particularmente en barrios de clase obrera, populares, erigidos en las periferias urbanas, a consecuencia de los procesos migratorios que trajo consigo el tardofranquismo (Recio y Naya, 2004).
Movimientos vecinales que a veces han ido progresando hacia marcos de actuación más comunitarios, mediante la concepción de una lógica de trabajo más integral, que no solo se refiere a las reformas materiales, sino que pone en el centro de interés a la colectividad y sus múltiples necesidades. Y que, además, favorece el cuidado de las relaciones, como soporte esencial de la conformación de adecuados contextos de interacción y convivencia social (Marchioni, 2011). Tejido social que también contribuye a superar escenarios de preocupante hostilidad o mera coexistencia, en ámbitos de ascendente carácter multicultural por efecto de las migraciones internacionales (Giménez, 2013).
Movimientos vecinales que fueron más eficaces sí pudieron disponer de una lógica organizativa y el concurso de personas con visión social y capacidades para articular, de forma conveniente, las demandas y aspiraciones ciudadanas (Recio y Naya, 2004). Además pudieron mantener la mayor autonomía posible en relación con la esfera institucional, para la que suponían un molesto contrapoder en muchas oportunidades, más cuando lograron integrarse en alianzas o estructuras de segundo nivel, formalizadas o no, a partir de las que extender los aprendizajes obtenidos en el particular espacio de proximidad.
Por el contrario, la fragmentación local mediante la conformación de colectivos con distintas finalidades hace que pierdan fuerza y representatividad las organizaciones vecinales, diversificándose el tejido asociativo de mayor tradición. También influye en ello el logro de mejoras estructurales en los barrios que van llegando al conjunto de su población, así como una más amplia opción de posibilidades de ocio, deporte y entretenimiento, que compiten con la dedicación a las cuestiones del común. Las calles y los espacios públicos que se van generalizando facilitan más las actividades individuales y de grupos relativamente cerrados (clubes, agrupaciones, peñas, etc.), frente al encuentro y la interacción social en clave intergeneracional e intercultural.
Las mejoras esenciales en aspectos infraestructurales y la propia ordenación urbana, no acabaron siempre con las dificultades y el carácter marginal de muchos barrios. Y esto se reconoce, más modernamente, como situaciones de vulnerabilidad “que acumulan condiciones precarias de habitabilidad y graves problemas socioeconómicos entre sus habitantes” (García, 2019, p. 59). Todo ello requiere el desarrollo de la acción pública para evitar contextos de exclusión social, en particular en aquellos lugares que incorporan nuevos habitantes y registran acentuados procesos de diversificación etnocultural. A diferencia de etapas anteriores en las que la población mostraba una mayor homogeneidad y conciencia de clase social, aunque sus raíces estuviesen fuera del territorio considerado, la nueva configuración urbana destaca por la confluencia de personas con características y proyectos de vida enormemente variados.
No obstante, cuando se mantienen el compromiso y la implicación vecinal participando en la creación de vida social, más allá de la intervención institucional, se establece un favorable contexto de relaciones convivenciales (Illich, 1973). De esta forma se incorporan entonces valores éticos a la intervención vecinal, más allá de intereses materiales, la competencia por recursos limitados o la relación endogrupal. Y eso, en sí mismo, propicia la provisión de bienestar en la escala barrial como contribución del marco comunitario de referencia (Barañano et al., 2023). El barrio se configura entonces como un ecosistema en el que se desarrolla un determinado sentimiento de pertenencia, construyéndose una identidad social compartida donde los cuidados adquieren una relevancia central en la vida de las personas (López y Crespi-Vallbona, 2023, citado en Barañano et al., 2023), con independencia de su origen y sus diferentes características etnoculturales. “El barrio como marco de referencia básico de las personas y su vida urbana”, según afirman Gómez y Torres (2020, p. 40).
En este sentido, Marchioni (2011) también defiende el papel de las relaciones entre los protagonistas de la sociedad como axioma de la construcción comunitaria, siendo la dimensión relacional una de las nueve que Giménez (2005) presenta como factores del estado de sociabilidad de un territorio. Illich (1973) profundiza asimismo en esta premisa, que bien podría contribuir al concepto de convivencialidad que propone, en el que cada persona se define por la relación con las otras y con el entorno.
Todo este planteamiento puede contribuir a la resignificación social de los territorios —y de las personas que los habitan— que transitan contextos de marginalidad, enfrentando el expansionismo de la ciudad neoliberal, sobre todo a través del mantenimiento del encuentro y la interacción vecinal, piezas clave en la organización y construcción de comunidad según plantea Marchioni (1997). De esta manera se acaban afianzando estados de sociabilidad más próximos a la convivencia (Giménez, 2013), donde es posible sortear con mayor éxito los nuevos escenarios de complejidad que aportan la movilidad humana y las tendencias homogeneizantes que impone la globalización.
El recurso a la ciencia ciudadana para la investigación de este tipo de cuestiones está directamente vinculado con el uso de las metodologías de implicación que dirían Villasante y Montañés (2002), o de la sociopraxis que recoge las aportaciones de diversas tradiciones emancipadoras (Villasante, 2006; Red CIMAS, 2015), necesarias para incorporar nuevas perspectivas críticas en el trabajo científico, con incidencia en el tratamiento de distintas problemáticas con interés social.
Se trata de la opción elegida en esta oportunidad al considerar que, a través de estas metodologías y junto a la ciudadanía, “se acumulan más posibilidades de conseguir unos objetivos más claros y construidos críticamente con los expertos y las instituciones que correspondan y que se quieran implicar hasta donde sea posible” (Villasante y Montañés, 2002, p. 18). Todo ello, alineado con los aprendizajes derivados de la experiencia de Marchioni, para el que, “la participación de la comunidad es una dimensión que podría tener un interés político y social de tipo avanzado, progresista, para transformaciones positivas de la realidad que nos rodea” (Reutlinger y Lesta, 2022, p. 199).
Este trabajo es claro deudor de estas escuelas y líneas de pensamiento, conectadas con la idea de que los procesos de generación de conocimiento producen cambios en la sociedad en función de cómo se orienten y estructuren. Cuando las personas y las comunidades que conforman pueden ser también protagonistas en ellos, encontrando la mayor horizontalidad posible, la ciencia produce un doble efecto: conjuga su canal tradicional de transferencia, con la inmediatez de su aplicación, para contribuir a la mejora permanente de la realidad en que se interviene, incluyendo múltiples herramientas ya contrastadas, como puede ser, por ejemplo, la investigación acción participativa o IAP (Alberich, 2002).
En este sentido, una investigación que se orienta a la identificación y el análisis de las dinámicas y relaciones vecinales en contextos locales de significativa diversidad sociocultural debe aspirar a integrar a los actores que puedan facilitar las claves esenciales de procesos que no siempre han generado un reflejo documental consistente. Se trata de una oportunidad para explorar las virtudes de la ciencia ciudadana, como se ha dicho, al ser una forma de colaboración en investigación que involucra a integrantes de una comunidad en proyectos que abordan problemáticas concretas vinculadas con el mundo real (Wiggins y Crowston, 2011). Esto además puede contribuir a la progresiva mejora en la percepción de barrios estereotipados a lo largo del tiempo, reconociendo su contribución a iniciativas de positiva resignificación comunitaria.
El diseño metodológico ha contado en su definición y aplicación con un amplio grupo vecinal de San Matías, reforzando así la idea de que “sus habitantes se han ganado la fama de ser luchadores y exigentes con sus derechos. Tienen capacidad de organizarse y luchar por un barrio digno” (Comisión de Fiestas de San Matías, 1981). En esta oportunidad, las personas interesadas se han organizado en torno al denominado Grupo de Trabajo Abierto de Ciencia Ciudadana de San Matías (imagen 1), compartiendo la filosofía que se desprende del Libro Blanco sobre Ciencia Ciudadana para Europa (Serrano et al., 2015), al destacar la contribución de la ciudadanía a la ciencia con su esfuerzo intelectual, sus conocimientos sobre el entorno o sus herramientas y recursos.
Desde ahí, siguiendo la tipología de Wiggins y Crowston (2011), se ha planteado una iniciativa con objetivos de investigación científica que requiere el conocimiento exhaustivo del contexto socioterritorial y la recopilación de información relevante, siendo uno de sus propósitos esenciales la generación de aprendizajes en la propia comunidad de referencia. Pero más allá de esto, se promueve el contraste de ideas y la intervención de las personas participantes que lo deseen en los análisis efectuados. Asimismo, se realizan múltiples aportes a la logística de la investigación, facilitando contactos cualificados y creando el mejor ambiente para establecer la relación. También gestionando recursos y equipamientos para llevar a cabo las actividades programadas, siendo parte esencial de la organización de espacios y dinámicas que sirven al proceso, etc. estaríamos ante lo que Senabre et al. (2018) denominan proyectos colaborativos.
Los proyectos colaborativos son aquellos en los que las personas participantes “también analizan muestras y en ocasiones ayudan a diseñar el estudio, interpretar los datos, sacar conclusiones y difundir resultados” (Senabre et al., 2018, p. 30). En el caso que nos ocupa es posible señalar, entre otros, la elaboración participada del informe socioterritorial de San Matías, el diseño de la herramienta metodológica para el análisis de los espacios públicos o la planificación de los paseos comunitarios a realizar en el barrio para el estudio de campo. Otro aspecto relevante para señalar ha sido la utilización de los eventos que se promueven en la localidad para aterrizar la investigación, ya sean reuniones de trabajo, encuentros comunitarios, convocatorias del tejido asociativo, celebraciones diversas, actividades cotidianas, etc.
En la conformación de este tipo de contextos de trabajo ha sido sustancial la generación de un positivo ambiente de confianza que se deriva de dos elementos esenciales: por una parte, la experiencia previa del equipo científico en la zona a través del desarrollo de proyectos de intervención comunitaria con enfoque intercultural (Zapata, 2022); y, por otra, la transparencia en cuanto a la explicación de los objetivos de la investigación, junto a la visibilidad permanente de sus avances, logros y beneficios. La existencia de un grupo de trabajo de encuentro periódico y siempre abierto a la participación viene siendo básica para afianzar la posición del proyecto en el barrio, estando presente, como tal, en los eventos en que puede ser oportuno su concurso.
Las técnicas de investigación seleccionadas en el proceso científico contribuyen a esa mejor comprensión, adaptándose en esta oportunidad a las características de las personas que intervienen en cada momento en el proyecto. Es el caso de los coloquios o diálogos grupales derivados de la audición social colectiva (Marchioni et al., 2013), de los paseos comunitarios inspirados en los itinerarios planificados (Juntos En la misma dirección, 2018) o de los encuentros comunitarios que funcionan como grupos focales o de interés. Asimismo, está siendo bastante importante el ejercicio de observación efectuado, tanto participante como no participante (García, 2019), ligado a recorridos realizados por el barrio en distintos momentos para captar y analizar los identificadores de su vida cotidiana.
Fuente: Instalaciones anexas a la plaza Domingo Cubas, 25 de agosto de 2023
La recopilación de abundante material documental acerca de San Matías hace más fluido el trabajo sobre los aspectos que se desean estudiar, desde cartografía topográfica y fotografía retrospectiva hasta artículos de prensa, programas de fiestas populares y textos relacionados con la acción vecinal en distintos momentos, incluyendo actas de reuniones de la principal asociación del barrio.
En la tabla 1 se reseñan las técnicas de investigación utilizadas, con el detalle de las acciones específicas que se han desplegado para su aplicación. Han requerido una significativa presencia del equipo científico en el barrio, además de un importante compromiso vecinal que propicia su participación. Cabe destacar las entrevistas individuales y grupales realizadas a doce personas de distintas edades, sexos y momentos de llegada a San Matías, incluyendo tanto las que se instalaron durante su primer desarrollo, como las que llegaron más recientemente. Este bloque se completa, además, con los grupos focales o diálogos llevados a cabo con distintos conjuntos de vecinos y vecinas.
Técnica de investigación | Acciones realizadas | Número | Participantes |
---|---|---|---|
Audición social | Entrevistas individuales y grupales con guion abierto De las 12 personas participantes en las entrevistas individuales y grupales (máximo dos), 8 son mujeres y 4 son hombres, residentes o con actividad profesional en San Matías en algún momento de su vida. Llegadas e instaladas en distintos momentos en el barrio, procedentes tanto del interior de Tenerife y otras islas de Canarias, como de la Península y de otros países en el caso de las más jóvenes. La captación de estas personas y de las que han intervenido en el resto de las actividades de investigación programadas se ha realizado desde el Grupo de Trabajo Abierto de Ciencia Ciudadana, contando en muchos casos con el tejido asociativo de la localidad. | 9 | 12 |
Itinerarios planificados | Paseos comunitarios previamente preparados | 3 | 31 |
Grupos focales | Diálogos con personas de diferentes generaciones | 4 | 51 |
Talleres y coloquios | Talleres, world cafe y coloquios colectivos | 3 | 66 |
Eventos comunitarios | Participación en encuentros, homenajes, intercambios | 4 | +120 |
Trabajo de campo geográfico | Recorridos del equipo científico para registro de información | 7 | Equipo científico |
Observación participante | Participación en la Coordinadora de colectivos y recursos de San Matías | Mensual | 8 a 15 |
Planificación y coordinación | Grupo de Trabajo Abierto de Ciencia Ciudadana | 4 | 6 a 10 |
Sin duda, el trabajo de campo y los itinerarios planificados, realizado por el equipo científico en el primer caso y con la vecindad en el segundo, han sido fuentes primarias de excelente nivel, permitiendo el reconocimiento del barrio y sus espacios emblemáticos, de la experiencia colectiva, de problemas importantes y fórmulas para enfrentarlos, etc. Tanto el taller como las dinámicas participativas se han hecho con adolescentes y jóvenes, además de con mujeres mayores. Asimismo, se viene interviniendo de manera activa (observación participante) en la Coordinadora de colectivos y recursos, contando el Grupo de Trabajo Abierto de Ciencia Ciudadana con una participación estable
El mayor reto al utilizar un conjunto amplio de métodos en la investigación es su adecuada triangulación (Alberich, 2002). Para ello, es clave el registro organizado de la información que resulta de cada acción, bien sea mediante la grabación de entrevistas y coloquios, la obtención de imágenes significativas, la conservación de los esquemas de itinerarios que elaboran a mano las personas participantes, las tarjetas escritas durante talleres o los manteles rotulados durante el world cafe, las notas tomadas en las observaciones de campo o en los eventos a los que se asiste, e incluso, los números del boletín que se ha comenzado a elaborar en el barrio tras el desarrollo del proyecto (Coordinadora de colectivos y recursos de San Matías, 2024).
Trabajar de esta manera implica una enorme complejidad. Y aunque todavía se considera incipiente el proceso compartido, se reconocen evidentes indicios de que la experiencia reúne una serie de características que parecen señalar su afortunado planteamiento, tal y como expresa la amplia evidencia acumulada en esta materia (Alberich et al., 2009). Cuestiones como los ejercicios de reflexión conjunta, la elaboración de planes de trabajo o programaciones fruto del diálogo plural, el mapeo de actores clave, la determinación de cronologías o líneas del tiempo, además de la realización de recorridos planificados por el barrio con diversos perfiles de personas, suponen aspectos que sitúan este tipo de investigación en la línea de las buenas prácticas participativas. Resalta asimismo su potencial transformador, cual intervención comunitaria sustentada en el conocimiento.
Todo ello coronado por la configuración de un grupo de trabajo o motor, núcleo del proceso, abierto y permeable en este caso, más o menos estable, “un equipo mixto de personas, constituido por personas vecinas voluntarias y técnicas” (Alberich et al., 2009, p. 17) que interactúan junto al plantel científico. Integrantes que observan distintos niveles de participación, desde la que puede considerarse como una implicación más permanente, hasta la que ofrecen los que colaboran de manera puntual al ser requeridos, siempre con la premisa de mantener un alto grado de información del proceso que pueda alcanzar a la mayor fracción posible de la vecindad, conformando una suerte de tres círculos que avalan la teoría formulada por Marchioni (Rubio et al., 2015).
Sin embargo, este tipo de ejercicio científico también muestra algunas dificultades y limitaciones. Entre las primeras, podemos citar la comprensión profunda de los objetivos de investigación por parte de todas las personas participantes, junto a la adquisición de conciencia en relación con los aprendizajes y cambios que se pueden llegar a producir durante el proceso científico. También cabe destacar la permanencia de las personas y el mantenimiento de su propia motivación, porque, en bastantes casos, no valoran en su justa medida la relevancia de las aportaciones que realizan. El vaivén de participantes supone un esfuerzo adicional de socialización de la información imprescindible para el desarrollo del proyecto.
Entre las limitaciones, el calendario de actividades locales que se pretende aprovechar no siempre guarda correspondencia con los tiempos de la investigación. Una parte significativa de las personas implicadas presenta una avanzada edad y eso entraña problemas de movilidad y distintos grados de atención y entendimiento de las cuestiones que se abordan, además de registrar, a veces, inexactitudes en la ubicación temporal de determinados hitos de la cronología popular. Asimismo, suelen mostrar más predisposición para la producción de información que para su análisis e interpretación.
“El sector sur del municipio [de San Cristóbal de La Laguna en la isla de Tenerife] era, hasta finales del siglo XIX, un territorio completamente despoblado” (Calero, 2001, p. 285), registrando el asentamiento inicial su primera mención como Montaña de Taco en 1865 (Calero, 2001). En el arranque de los años cuarenta de la siguiente centuria apenas despunta un caserío en construcción, como prolongación del vecino núcleo de La Cuesta. Esto ocurre a partir de la progresiva extensión de las comunicaciones terrestres hacia la zona meridional de Tenerife, desde la anterior localidad y la propia capital, donde se enclava el principal puerto comercial de la isla y buena parte de la actividad productiva. Taco se convierte en la puerta del Sur y el espacio mejor posicionado para la localización industrial de la época, fuera de los sectores urbanos centrales, pero bien conectado con ellos a través de la autopista TF-5, acelerada tras la puesta en servicio y las mejoras introducidas en el cercano aeropuerto de Los Rodeos durante esa misma década (Arranz et al., 2021).
Fuente: IDE Canarias, Cartográfica de Canarias (GRAFCAN). Elaboración propia.
En este sector más meridional del municipio lagunero el poblamiento se desarrolla con lentitud, donde suelos más asequibles permiten el asentamiento de familias de las clases urbanas más modestas (Calero, 2001), así como la recepción de personas migrantes llegadas en tropel desde el interior de Tenerife y el resto de las islas del archipiélago. La propia vecindad concluye que, “hacia el año 50 surge el barrio conocido como ‘La Montaña’ en la ladera de poniente de la Montaña de Taco, nombre que luego es olvidado y por los años 70 ‘santificado’ como S. Matías y Bellavista de Taco” (Comisión de Fiestas de San Matías, 1981, p. 1). Los años cincuenta observan un lento crecimiento poblacional en el barrio, más próximo a la planicie de Taco y al entorno de mayor actividad socioeconómica. A partir de los sesenta la situación cambia de manera radical y se ponen las bases de la configuración de la actual localidad.
Se trata del periodo de mayor movilidad intra e interinsular en Canarias, como lo atestiguan los balances migratorios entre las islas capitalinas y no capitalinas, así como en el interior de las primeras (García Rodríguez, 1985), consolidándose entonces la primera expansión periférica que contribuye a coser la conurbación tinerfeña (García Herrera, 1993). De hecho, según el amplio estudio emprendido en la segunda mitad de los años setenta del siglo XX por la recientemente constituida Asociación Vecinal de San Matías, entre 1961 y 1977 se asientan en el barrio 5208 habitantes (Asociación de Vecinos La Montaña, 1977, p. 15).
Un tercio de los 5700 efectivos estimados para 1977 ha llegado de otras islas del archipiélago, en su fracción más importante de las Canarias occidentales, siendo mayoritaria la afluencia de familias oriundas de La Gomera y Fuerteventura (tabla 2). Una cuarta parte del interior de Tenerife y casi la misma proporción de otros barrios de los municipios de Santa Cruz de Tenerife y San Cristóbal de La Laguna. En ese mismo año, las personas nacidas en el propio barrio no llegan al 5% del censo vecinal, realizado casa a casa, a través de una investigación supervisada por la Escuela de Asistentes Sociales de Santa Cruz de Tenerife (Rueda, 1982). Considerando la misma fuente, los dos tercios de los cabezas de familia tienen menos de 40 años y el grado de analfabetismo es elevado, así como bajo el de escolarización y presencia en etapas educativas medias y superiores.
Se trata de un proceso generalizado en el área de influencia del entorno capitalino de Santa Cruz de Tenerife en su encuentro con el municipio de San Cristóbal de La Laguna, donde, “el periodo del 70 al 77 va a suponer para el conjunto comarcal un importante cambio en su estructura urbana” (Domínguez et al., 1983, p. 140). Siendo el crecimiento más significativo el que se registra en San Matías al margen de toda planificación y mediante el recurso a las viviendas unifamiliares autoconstruidas. Esto se produce con la lógica de relleno y expansión característica del urbanismo marginal, en la dinámica de conformación de la conurbación capitalina de Tenerife en el extrarradio, donde este tipo de asentamiento es el protagonista de la construcción de nueva ciudad, con casi las tres cuartas partes del total de viviendas fabricadas entre 1956 y 1977, muy por encima de la promoción pública y privada (Domínguez et al., 1983).
El menor precio del suelo en terrenos baldíos o secanos con escasos rendimientos, que son parcelados por sus propietarios, orientan el asentamiento de “una masiva avalancha” de familias con una débil capacidad económica en un contexto de inexistente previsión institucional (Martín et al., 1985, p. 212). Parcelación de fincas rústicas en pequeños lotes que producen solares rápidamente disponibles para la edificación, asumida casi siempre por la propia unidad familiar, contando con personas con experiencia en la construcción para dirigir y hacerse cargo de los aspectos estructurales de la vivienda. En ella participan activamente los negocios del entorno especializados en el suministro del instrumental y materiales de obra, facilitando en muchos casos la secuencia de la iniciativa vecinal a través de pagos diferidos o fragmentados.
Todo ello, contando además con la colaboración puntual de la vecindad para las tareas que requieren más intensidad en el trabajo, como pueden ser la sorriba o rebaje del terreno, o el techado del salón y sucesivas plantas. En sus etapas iniciales, esto se realiza sin un marco de planificación ni el consentimiento de la administración local, al albur de la pericia de la propiedad y experimentados albañiles. Así se forma lo que García Herrera acuña como ciudad marginal (1981), modelo de crecimiento urbano extendido por las periferias de las principales urbes del archipiélago canario en esa misma época. Este modelo también se generalizó en el resto de España, a través de “barriadas heterogéneas resultado del desarrollismo urbano de aluvión de la década de los sesenta y setenta, que acogía la primera oleada de emigrantes del mundo rural” (Alguacil, 2006, p. 165).
Se puede afirmar entonces que el episodio de crecimiento poblacional más importante de San Matías se concentra en las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado, encontrándose el barrio ya constituido a partir de esa época (Grupo de Participación Ciudadana Taco para todxs, 2018), puesto que, hasta la información padronal de 2001, el aumento del número de habitantes es reducido. En ese año la cifra de personas inscritas en el registro municipal asciende a 6052, según el Instituto Canario de Estadística (ISTAC), el 70,2% de las cuales ha nacido en algún municipio de la provincia tinerfeña distinto a San Cristóbal de La Laguna. Ya en ese momento comienza a despuntar, aunque todavía de manera leve, la población de origen extranjero con un exiguo pero significativo 6,2% del total. Personas que en muchos casos forman parte del proceso de retorno americano, familiares de antiguos emigrantes canarios que salieron al exterior precisamente en las etapas de mayor precariedad en la región y que, a su vuelta, encuentran acomodo en los barrios populares de la periferia urbana (Zapata, 2002).
Origen geográfico | 1977 | 2001 | 2023 |
---|---|---|---|
Mismo municipio | 18,37 | 16,82 | 24,48 |
Distinto municipio de la misma provincia | 71,12 | 70,22 | 53,25 |
Distinta provincia de la misma comunidad | 8,67 | 4,00 | 2,82 |
Distinta comunidad y nacida en el extranjero (otros lugares en 1977) | 1,76 | 8,95 | 19,44 |
Población total | 5700 | 6052 | 7025 |
Ya con la perspectiva del presente siglo, la población sigue creciendo, pero de manera gradual, contribuyendo a ello las “nuevas construcciones de protección oficial o acceso libre” (Grupo de Participación Ciudadana Taco para todxs, 2018), siendo más importante el proceso de diversificación al ampliarse, sobre todo, el peso de los habitantes de origen peninsular y extranjero, levemente en el primer caso y con mayor intensidad en el segundo. San Matías empadrona 7025 habitantes en 2023 (ISTAC), manteniendo un porcentaje de personas nacidas en el municipio de San Cristóbal de La Laguna todavía reducido, que implica a casi una cuarta parte del registro oficial.
Fuente: IDE Canarias, Cartográfica de Canarias (GRAFCAN)
También ha disminuido la incidencia de la población originaria de otras islas en esa última fecha, tanto por el efecto natural de la mortalidad a lo largo del tiempo, como por la marcha a otros lugares de familias —o de parte de estas, como su descendencia— que han mejorado su situación económica o que se han visto en la necesidad de continuar su proyecto de vida fuera de San Matías. Ahora los habitantes de origen extranjero ya suponen el 16% del total y su abanico de procedencias se ha ampliado, coincidiendo con las tendencias más generales de la movilidad internacional que conciernen al archipiélago en su conjunto (Godenau y Buraschi, 2018).
Estas circunstancias se acumulan en la temprana consideración de San Matías como un barrio marginal, debido al conjunto de factores que se han ido avanzando: su situación periférica en el área capitalina; la ausencia de toda planificación territorial en el asentamiento hasta bien avanzada la construcción de los terrenos parcelados; o la escasez de recursos y servicios a la población. También influye el origen, perfil demográfico y posición social de sus habitantes, la desatención por parte de las instituciones, la manifestación de diversas problemáticas sociales, etc. Una imagen que es todavía bien recordada por sus residentes más longevos y que aparece en textos anteriores: “El que las viviendas estén sin revestir, las calles en muy mal estado son la mayoría de tierra, y los espacios libres sean solares y vertederos, le da un aspecto lamentable al núcleo, de modo que no resulta agradable pasear por él” (Rueda, 1982, p. 25). Sin embargo, la fachada de un barrio largamente estigmatizado oculta múltiples aspectos de enorme valor en cuanto a su vida comunitaria.
La historia de San Matías congrega a personas, colectivos y organizaciones que fueron llegando de manera progresiva a un lugar por hacer, en el que era esencial hilvanar un sentimiento de pertenencia comunitario a partir del establecimiento de nuevas relaciones y la fijación de finalidades comunes: “Fue fácil porque aquí había muchas necesidades primarias” (vecina de San Matías, antigua religiosa de la Asunción). Y el pegamento para ello fue la Iglesia y su mirada renovadora ligada a la teología de la liberación (Dueñas, 2015), encarnada en el barrio en una pequeña congregación religiosa de la Orden de la Asunción, instalada con la finalidad de impulsar la construcción del colegio público, junto al desarrollo de comunidades cristianas de base (Díaz, 2009) y la implicación de nueva vecindad participante en la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC).
Tempranamente, se asentaron en el barrio personas con capacitación y motivación para desplegar una acción enmarcada en las ideas de justicia social y apoyo a las comunidades más desfavorecidas, tal y como se había desprendido del Concilio Vaticano II celebrado entre 1962 y 1965 (Morello, 2007). En el plano educativo esta acción estará también imbuida de la filosofía de Paulo Freire, para el que la praxis ofrece como resultado la transformación de la situación de las personas desprotegidas y la lucha contra la opresión (Cruz, 2020).
Así se fue conformando un colectivo de personas que se encontraban con cierta regularidad para conocer mejor el barrio y determinar sus necesidades más acuciantes. De modo que, en la segunda mitad de los años setenta del siglo XX, se pone en marcha un proceso de trabajo orientado en las premisas del desarrollo comunitario, conectado con la creación de una asociación vecinal en San Matías que cristaliza en 1977 (Rueda, 1982). Todo ello surge en una etapa de enorme convulsión política en el país, después de la celebración de las primeras elecciones democráticas tras la muerte del dictador Franco y en plena elaboración de la nueva Constitución.
La nueva asociación vecinal tendrá que afrontar una tarea inmensa, orientando a las personas que la integran con las conclusiones de un estudio profundo de la realidad de la localidad, que la propia entidad promovió de manera participada entre 1977 y 1980. Su diagnóstico se refiere a un “barrio clandestino, de inmigración, sin infraestructura, sin historia, sin organización social y marginal” (Rueda, 1982, p. 32). En 2001 San Matías es reconocido como área estadística vulnerable junto a otras localidades del entorno capitalino, superando en 2011 los tres indicadores básicos de vulnerabilidad: población analfabeta y sin estudios, viviendas familiares en mala situación, y elevado desempleo (tabla 3).
Indicador | Formulación del indicador | San Matías | Valor de referencia |
---|---|---|---|
Estudios | Porcentaje de población analfabeta y sin estudios de 16 años y más, sobre el total de población de 16 años o más | 16,58 | 16,38 |
Vivienda | Porcentaje de viviendas familiares en edificios en estado ruinoso, malo o deficiente, sobre el total de viviendas familiares | 22,42 | 17,50 |
Paro | Porcentaje de población de 16 años o más en situación de paro, respecto al total de población activa de 16 años o más | 49,60 | 42,33 |
Enfrentar el individualismo y la apatía en relación con la realización de acciones comunes, suponen algunos de sus objetivos declarados, además de dotar al barrio de una organización estable que sirviera para forjar vínculos entre la vecindad, puesto que, en ese momento, “el aspecto externo del Barrio era desolador sin los elementos indispensables para la vida comunitaria” (Rueda, 1982, p. 67). De hecho, la asociación consigue movilizar a la vecindad para lograr el reconocimiento de San Matías en la planificación y en la necesaria orientación de recursos públicos para la incorporación de infraestructuras y equipamientos sociales, la dotación de instalaciones educativas y el desarrollo de la esfera cultural.
Otro de los retos del nuevo asentamiento fue la construcción de un colegio público que permitiera dar respuesta a las necesidades educativas existentes en el propio barrio (Rueda, 1982). Ese proceso fue altamente reivindicativo y hacedor de comunidad en San Matías, según los testimonios recogidos, en el que participaron muchos de sus vecinos y vecinas, particularmente las segundas. El centro se inaugura en 1978 y la Asociación de Padres de Alumnos se constituye un año después. El barrio dispone además desde fechas tempranas de una biblioteca pública, auspiciada también por la asociación. Y en 1997 abre sus puertas el instituto de enseñanza secundaria, que ha alcanzado una importante relevancia tanto dentro como fuera de la localidad.
La asociación asimismo se suma al movimiento vecinal existente en esa etapa en el término municipal, e incluso, propone un candidato para las primeras elecciones locales que resulta elegido como concejal y desarrolla tareas de gobierno temporalmente en la primera legislatura democrática (Rueda, 1982). Se consigue la movilización del barrio en asambleas, manifestaciones, reuniones y actividades diversas, y “ciertamente, los protagonistas eran los vecinos (vecina de San Matías, antigua religiosa de la Asunción)”. Sin duda, esta experiencia contribuyó a crear mayor conciencia democrática y comunitaria en San Matías, consolidando relaciones y espacios de encuentro vecinal que han llegado a nuestros días.
Se trata de una movilización vecinal que tiene efectos concretos e inmediatos en lo material, puesto que consigue el reconocimiento institucional de las carencias del barrio y la formulación de iniciativas estructurales para afrontarlas. El Plan Parcial de Ordenación Urbana redactado en noviembre de 1978, a instancias del Cabildo Insular, constituye el primer resultado esperanzador para la población residente en ese momento y para las previsiones de futuro crecimiento de la localidad. Y de seguido, la elaboración del Proyecto de urbanización del barrio de San Matías, que viene a superar las consecuencias de un asentamiento intenso “sin que el proceso urbanizador se produjese con la antelación suficiente para racionalizar el desarrollo de la edificación” (Ayuntamiento de San Cristóbal de La Laguna, 1985).
En estos procesos de planificación se involucra la asociación vecinal y con ella, parte de la vecindad, realizando acciones que promueven la interacción y fortalecen las relaciones sociales en el barrio. A partir de aquí van llegando, no sin dificultades, el resto de infraestructuras y servicios básicos, siendo un hito en este sector de la geografía lagunera la aprobación del Plan URBAN La Cuesta-Taco 2000-2006 (Arranz et al., 2021), que ya reconoce en su diagnóstico la delicada situación de San Matías y las dificultades para la intervención, a partir de “la conformación de una sociedad compleja y heterogénea por la propia procedencia múltiple de la población” (Ayuntamiento de San Cristóbal de La Laguna, 2000, p. 28). Esta iniciativa europea introduce distintos elementos en lo material y en lo social que suponen un destacado revulsivo para el barrio y su entorno y que serán continuados años más tarde por la Estrategia de Desarrollo Urbano Sostenible e Integrado promovida por el Cabildo de Tenerife (Afonso, 2022).
En la andadura del barrio, las relaciones vecinales no han estado exentas de conflictividad. Se han producido episodios de baja intensidad y carácter más cotidiano, junto a confrontaciones de mayor nivel entre la población del barrio y las administraciones, o dentro de la propia localidad, a partir de cuestiones que han enfrentado a su vecindad de manera puntual. Desde la titularidad del Salón del Barrio en la parte final de los años setenta del siglo pasado, o las disputas derivadas de la incorporación de una segunda farmacia más tarde, hasta el movimiento de reivindicación del cese de las agresiones medioambientales a la Montaña de Taco junto a otros barrios del mismo distrito.
Así han surgido nuevas entidades como la Plataforma en Defensa de San Matías o se han sumado distintas organizaciones a la Plataforma Parque Urbano Montaña de Taco. El caso más reciente es el de la Coordinadora de colectivos y recursos de San Matías, auspiciada desde la asociación vecinal, cuya primera reunión se celebra a principios de 2019, pero que debe esperar para su consolidación a los meses finales de 2021, tras la superación de la pandemia por COVID-19, “[...] para seguir construyendo un barrio mejor, donde las buenas relaciones, el cuidado, el aprecio de unas personas a otras, siga siendo el mayor valor con el que contamos desde que San Matías es San Matías” (Coordinadora de colectivos y recursos de San Matías, 2024, p. 3). Esta interacción ha generado múltiples y diversos aprendizajes en lo comunitario, que redundan en la existencia de una situación presente de positiva normalidad, disponiendo incluso de espacios que favorecen el encuentro y el diálogo individual y colectivo.
Fuente: Centro Ciudadano San Matías II, 8 de julio de 2024
De hecho, la población de Taco en su conjunto hacía una valoración positiva en 2015 acerca de sus relaciones vecinales, destacando la tendencia a dialogar y a cooperar por parte de la ciudadanía de sus distintos barrios. Para una de cada siete personas primaba en ese momento la amistad, invitar y quedar entre vecinos y vecinas para compartir espacios y actividades, algo sustancial, que situaba a este territorio en un estado de sociabilidad más próximo al binomio coexistencia-convivencia, frente a un estado de hostilidad (Giménez et al., 2015, p. 11).
A ello contribuyó el desarrollo del proyecto de Intervención Comunitaria Intercultural (ICI Taco), financiado por la Obra Social “la Caixa” entre 2014 y 2020, sobre todo en lo relativo a la creación de nuevos espacios de relación entre las Administraciones públicas, desde sus representantes institucionales hasta los recursos técnicos y profesionales, junto a la ciudadanía. Asimismo, incorporó un importante esfuerzo de capacitación social en lo comunitario, para afrontar procesos de escucha de cara al diagnóstico y la definición de planes de actuación participados en la escala de barrio. Ello ha sido precursor del proyecto Comunidad, que ha permitido continuar acompañando iniciativas vecinales que se llevan a cabo en este sector de la geografía lagunera (Arranz et al., 2021).
En la actualidad y en ese mismo contexto socioterritorial, San Matías es percibida como una localidad en la que prima la convivencia, salvo conflictos puntuales, destacando las relaciones entre su vecindad, entre esta y los centros educativos, entre las entidades sociales, en el uso de los espacios públicos y de los recursos existentes, etc. Destacan además aspectos en el discurso de la ciudadanía que se vinculan con la tolerancia y la solidaridad, la seguridad del entorno o el respeto a la diversidad cultural. “Un objetivo era que los que vivíamos aquí sintiésemos que éramos de aquí, viniésemos de donde viniésemos” (vecina de San Matías, antigua religiosa de la Asunción). Todo ello conduce, en buena medida y a nivel interno, a que el barrio sea percibido como un buen lugar para vivir.
San Matías muestra, en definitiva, una corta pero intensa experiencia barrial que engloba unos setenta años, caracterizada por la precariedad material, extrema sobre todo en las primeras etapas de asentamiento y organización de una incipiente comunidad. Ha sido también una experiencia plena de interacciones sociales, por la necesidad de resolver tanto cuestiones particulares como aspectos colectivos. “Aquí había cuevas en la montaña, la gente se metía allí; cuando hacía su casa decía, ven pa’ca que ya la cueva está vacía” (vecino de San Matías, antiguo líder vecinal). En este contexto, cuajó un activo y comprometido movimiento vecinal (Grupo de Participación Ciudadana Taco para todxs, 2018), permanente en el tiempo, aunque con distinta intensidad y repercusión en cuanto a su acción, que ha impulsado un variado conjunto de procesos reivindicativos sin obviar el imprescindible trabajo comunitario en el barrio.
Con los recursos e instrumentos existentes en cada momento, se han tenido que enfrentar y sortear diversas crisis importantes, junto a situaciones adversas con un carácter más local, lo que ha ido aquilatando una cierta resiliencia socioterritorial. Indispensable asimismo para resistir al estigma que ha recaído en la localidad desde que se comenzó a dibujar junto a la Montaña de Taco, inicialmente en la periferia o extrarradio de centros urbanos en proceso de conurbación. Dichos elementos también vienen conformando un favorable contexto de acogida ante la más reciente incidencia de la inmigración internacional.
Fuente: Cuaderno y registro de investigación
El barrio de San Matías se ha construido en tres generaciones, desde las décadas centrales del pasado siglo, tanto en lo material como en lo comunitario, a partir de un proceso que ha observado la transformación plena de un territorio periférico y casi desprovisto de habitantes. El progresivo vaciamiento de los campos isleños y la emigración hacia centros urbanos y turísticos que requieren trabajadores y trabajadoras dispuestas a adaptarse a condiciones laborales y residenciales enormemente precarias, en muchos casos explican el rápido desarrollo de localidades al margen de toda planificación y ausencia de infraestructuras y servicios básicos.
Allí una comunidad en ciernes es capaz de organizarse aprovechando nuevos aires de renovación. Sin renunciar nunca a su movilización, teje una tupida red de relaciones y complicidades que forjan un favorable marco de sociabilidad, formalizado además en torno a entidades que funcionan con principios de generosidad y solidaridad. En realidad, son personas actuando de manera continuada sobre los asuntos públicos y en el espacio público, abonando las relaciones de cuidado, tanto en lo individual como en lo colectivo, que ha contado con algunos elementos clave, como es el caso de disponer de un positivo relevo generacional.
En el caso particular de San Matías, se ha contado, desde sus inicios, con un apoyo encomiable de las organizaciones sociales de base de carácter religioso. Esta característica del barrio, siguiendo las conclusiones de Putnam y Campbell (2010), puede haber contribuido asimismo a que la vecindad, sobre todo aquella que se vincula a las prácticas religiosas o que participa de sus estructuras, muestre una especial atención sobre las personas con necesidades, participando más activamente de la vida comunitaria. Además, determinados perfiles de inmigración más reciente de procedencia latinoamericana han reforzado estas conductas.
El interés general también ha primado en la esfera de la educación y ha contado con la corresponsabilidad de la comunidad educativa, implicada en las cuestiones cotidianas del barrio, siguiendo líneas de trabajo comprometidas con la mejora de la realidad local. Por otra parte, el origen migratorio del barrio y la intensa experiencia compartida inicial, mediante el encuentro de personas procedentes de todas las islas confluyendo en San Matías, lo han capacitado socialmente para conjugar con normalidad los cambios que aporta la dinámica migratoria más reciente, que contribuye a la ascendente diversificación de la población residente.
El trabajo de campo ha permitido desvelar cómo las relaciones se traducen en una expresión contestataria a lo que podría definirse como una opresión al territorio, procedente de forma notoria desde agentes externos que han espoleado los procesos de estigmatización, alimentados con características propias que han significado al barrio a lo largo de su desarrollo (marginalidad, escasez de recursos, analfabetismo, precariedad laboral, desempleo, etc.). Tal vez, estos elementos han alejado a San Matías de los efectos más perniciosos de la especulación u otras prácticas neoliberales, hasta la fecha, paradójicamente en una localidad carente inicialmente de toda planificación, que ha sabido mantener su cohesión e identidad social sin herramientas aparentes con las que poder hacerles frente. O sí. Si las relaciones son consideradas como un objeto tomado para un fin, bien podrían observarse como un recurso esencial para la construcción comunitaria.
A pesar de atribuírsele una connotación negativa y estigmatizadora por los agentes externos, la inmigración no ha supuesto ningún contratiempo al desarrollo del barrio y el mantenimiento del objetivo permanente de la convivencia. Las relaciones de cuidado de las que también han sido beneficiarias y han aportado las nuevas vecindades, parece que les han permitido sumarse como activos al enclave de resistencia. Quizá la lógica está en la cohesión social que ha propiciado un afán continuo por mejorar el espacio de vida común, no excluyendo, sino revalorizando el capital humano que los aportes migratorios han incorporado al barrio a lo largo del tiempo.
Cuando los barrios se desenvuelven en una escala humana y las relaciones se establecen desde la construcción de sus propios cimientos, estas permanecen y se transmiten en el tiempo, porque se van fortaleciendo a través de la experiencia vivencial compartida. Pese a la variabilidad en la intensidad de los procesos sociales, en ocasiones modulados por la propia movilidad humana y sus efectos, si las raíces son robustas y existen valores éticos, acaba emergiendo el sentimiento de comunidad para hacer frente a los nuevos retos que van apareciendo, siendo la propia vida social la que contribuye a normalizar una convivencia que siempre aspirará a ser reparadora: “el barrio se ha vuelto a reivindicar como espacio de resistencia y de creatividad comunitaria y asociativa contra la exclusión social”, señalan Pradel y García (2018, p. 25).
En lo señalado, el conocimiento que proporciona San Matías y su experiencia permiten seguir ahondando en aspectos que trascienden el objeto de esta investigación, en especial, aquellos que se derivan de las características que ofrece el territorio, el marco metodológico empleado y la información que se ha logrado recabar utilizando técnicas de análisis que favorecen la participación social. Una escala de análisis tan concreta como es el barrio, donde los procesos que han operado a lo largo del tiempo se han podido identificar con bastante precisión, hasta el punto de contar con los relatos de sus protagonistas fundacionales, permite plantearse continuar profundizando en cómo las personas son capaces de asumir la responsabilidad de su propio proceso de desarrollo y la transformación del contexto en el que (con)viven, siguiendo postulados como los expuestos por Sen (1999), sobre la mejora de su agencia, de su capacidad de hacer o poder ser.
Avanzando hacia una perspectiva más comunitaria, en lo que se refiere a la capacidad de las personas para actuar en la sociedad de manera activa y provocar cambios, puede ser de interés su conjunción con modelos de organización social y gestión pública que se vertebran desde la praxis real del ejercicio de una democracia participativa. San Matías, siguiendo lo expuesto por Marchioni (1994, p. 124), puede ser un ejemplo real en el que se ha podido “suscitar y favorecer un proceso de participación y corresponsabilización desde abajo hacia arriba que vaya (ha ido) aportando importantes contribuciones de los ciudadanos a los procesos de mejoramiento y desarrollo de la vida social de un (barrio) país”.
Se trata de modelos de sociabilidad que se afirman actualmente en el seno de espacios de encuentro, reflexión y trabajo conjunto a escala internacional, como el que representan las redes de ciudades interculturales ligadas al programa Intercultural Cities del Consejo de Europa, cuyo enfoque afianza la idea de que “la convivencia se trabaja en la cotidianidad” (Gebhardt y Pérez, 2019, p. 8). Asimismo, se encuentran en la línea que subraya el Observatorio Internacional de la Democracia Participativa (OIDP), al reconocer como positivas las experiencias que favorecen la participación e implicación de la ciudadanía en los procesos de elaboración e implementación de las políticas públicas. Considerando así la ciencia ciudadana como un marco contextual de la máxima relevancia para la adquisición de conciencia y aprendizaje social, que aspire a la mejora colectiva desde el conocimiento de la realidad local.
Todo nuestro reconocimiento al Grupo de Trabajo Abierto de Ciencia Ciudadana de San Matías y agradecimiento a todas las personas vecinas del barrio que continúan participando en el proyecto de investigación ParticipaBarrio (https://participabarrios.es), así como a su asociación vecinal y el resto de los colectivos y recursos implicados. Gratitud también al Ayuntamiento de San Cristóbal de La Laguna y a la Fundación “la Caixa”, por facilitar nuestra labor de años en los barrios de Taco desde la Universidad de La Laguna y su Fundación General.
Este artículo se inscribe en el proyecto de I+D+i PID2021-124346OB-I00, Participación, relaciones vecinales y convivencia en barrios multiculturales en pandemia. Un análisis comparativo, financiado por MCIN/AEI/10.13039/501100011033/ y por FEDER Una manera de hacer Europa.
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