Las regiones commodity son aquellos territorios producidos a partir de la concentración de una o más actividades productivas con fines de exportación, produciendo transformaciones territoriales de gran alcance en tanto el metabolismo regional y la actividad política regional se condiciona a los ciclos económicos y a la materialidad del commodity (Bustos y Prieto, 2019). En Chile una de estas regiones es Antofagasta ubicada en el norte del país. Dicha región se consolida como centro de producción minera mundial de cobre y litio, y como territorio altamente atractivo para migrantes de la región latinoamericana y migrantes internos.
La región de Antofagasta congrega aproximadamente 636 mil habitantes, siendo la ciudad homónima el área urbana de mayor concentración de población (63,1%). Antofagasta es una ciudad habitada por casi 444 mil habitantes de los cuales el 14,9% corresponde a población migrante internacional. La condición minera, así como los niveles de producción, se han consolidado como focos de atracción migratoria, especialmente de las/los migrantes de la región latinoamericana y andina. Del total de migrantes en Chile (1,4 millones), Antofagasta concentra el 6,7% de estos, siendo la segunda región con mayor presencia migratoria externa. Las/los migrantes internacionales provienen principalmente de Bolivia (38,6%), Colombia (29,4%), Perú (14,1%) y Venezuela (8,4%) (Servicio Nacional de Migraciones, 2024).
La concentración de industrias extractivas en el norte chileno explica en parte el proceso de migración internacional al menos desde la década del 2000. La región de Antofagasta concentra el 40% de las explotaciones mineras del país, aportando más del 70% al PIB regional (Cochilco, 2023). La región registra aproximadamente 600 faenas o instalaciones mineras en las cuales se produce cobre, molibdeno y cloruro de litio, entre otros. En Antofagasta coexisten compañías mineras nacionales (Pelambres, Centinela, Antucoya, Zaldivar como las más importantes) e internacionales (BHP Billiton, Antofagasta Minerals, Codelco) y casi toda la región está inscrita dentro de alguna exploración minera o un territorio altamente expuesto a la extracción de minerales. Ello explica que casi toda la ciudad de Antofagasta esté cercada por industrias, puerto y actividades terciarias dependientes de la minería.
Las distintas estrategias de desarrollo regional (EDR) implementadas en los últimos 20 años, posicionan a la ciudad de Antofagasta y su región, como centro de un clúster minero. Dichas empresas proveen servicios asociados a la producción minera, en el hinterland de la ciudad y en localidades como Calama, María Elena y San Pedro de Atacama. A pesar de los efectos económicos de la minería en la región y ciudad, ello no implica una reducción de la escala de la segregación o acceso equitativo a bienes, servicios y contratos de trabajo. La población económicamente activa tiende a vincularse laboralmente en actividades terciarias asociadas a la minería, pero altamente dependiente de empresas subcontratistas, que no aseguran condiciones laborales adecuadas.
La historia migratoria de Antofagasta no es reciente y las condiciones de precarización han estado insertas en diversas economías extractivas que han dominado la región, al menos desde el siglo XIX. La extracción de plata en el siglo XIX explica el crecimiento de la ciudad, y la atracción de migrantes internos e internacionales. La construcción de Antofagasta como territorio de oportunidades se asocia, primero, a la época de la “fiebre de la plata” (siglo XIX) y, segundo, a los efectos de la industria minera desde el siglo XX. Durante todo este periodo, la migración transfronteriza boliviana ha sido la más significativa (González, 2009), manifestada en la consolidación de comercios, bares y toda una economía que circula entre Antofagasta y Bolivia, especialmente La Paz y Santa Cruz. Según Tapia (2015), la migración boliviana depende de las diferentes fases económicas extractivas en Antofagasta, identificándose al menos dos patrones de movilidad laboral: primero, una migración de comunidades aymaras bolivianas con prácticas transfronterizas hacia valles interiores del norte chileno y, segundo, una fuerte migración desde zonas rurales de Bolivia hacia poblados y ciudades del norte del país.
Frente a este escenario —altamente atractivo para migrantes internacionales e internos— el artículo cuestiona cómo las estrategias monetarias de migrantes internacionales configuran una apropiación del espacio urbano en ciudades extractivas. El artículo solo estudia la migración internacional en Antofagasta, pero reconoce la necesidad de explorar las estrategias monetarias de migrantes internos. La discusión se estructura en cuatro apartados: primero, uno metodológico que presenta el perfil de las/los entrevistados, sus características laborales y residenciales. Segundo, se presentan algunas referencias teóricas que analizan estrategias monetarias, de ahorro e inversión de migrantes en lugares de destino. Tercero, se analizan tres tipos de migrantes según sus estrategias monetarias y prácticas espaciales. Cuarto se propone el concepto topología migrante como resultado de estrategias de ahorro e inversión de las/los entrevistados, así como también, de la observación de prácticas espaciales desiguales en la ciudad extractiva. Finalmente, se plantean las conclusiones del artículo.
El argumento se construye desde un trabajo etnográfico realizado en la ciudad de Antofagasta desde marzo 2018 a abril 2023. La tabla 1 resume el perfil de quince migrantes internacionales entrevistados(as) en más de una ocasión, a fin de conocer en profundidad su trayectoria migratoria, laboral y residencial dentro de la región latinoamericana, de Chile y en Antofagasta. En algunos casos se realizaron tres entrevistas por persona, a fin de georreferenciar y comprender sus prácticas espaciales. Del total de entrevistados(as) se realizaron cinco historias de vida específicas, que ayudan en comprenden los patrones y flujos de dinero con mayor profundidad. Las historias de vida se aplicaron a los casos que demostraron mayor confianza durante la aplicación de entrevistas.
Las/los migrantes provienen de Bolivia, Colombia, Perú y Venezuela con edades que oscilan entre 20 y 58 años. Los nombres han sido anonimizados y modificados. La mayoría habita hace más de 5 años en Antofagasta, algunos con contratos y otros con trabajos informales en jornadas laborales de 8 a 9 h. Algunos tienen más de dos ocupaciones, sorteando así el costo de vida en un territorio extractivo. Las ocupaciones son variadas: aseo doméstico, cuidado de niños, trabajos de aseo en centros comerciales o empresas constructoras, construcción de viviendas y arreglo eléctrico en residencias particulares. Un caso evidenció un proceso de movilidad sociolaboral en ascenso, ya que en la actualidad alquila una peluquería en el centro de Antofagasta dando trabajo a otros migrantes internacionales, especialmente hombres colombianos y dominicanos dedicados a la peluquería.
| Lugar de origen | Sigla | Perfil | Habita | Ocupación |
|---|---|---|---|---|
| 1. Colombia | AP | 45 años, 2 hijos, separada | Casa en asentamiento informal | Limpieza empresa con contrato |
| 2. Colombia | DAMA | 48 años, madre 2, hijos | Casa en asentamiento informal | Asesora de 2 a 3 residencias sin contrato |
| 3. Colombia | SOL | 40 años, madre, 1 hijo | Alquila pieza en el centro | Limpieza en centro comercial sin contrato |
| 4. Colombia | MON | 32 años, madre, 2 hijos | Casa en asentamiento informal | Cuidado de adultos mayores con contrato formal |
| 5. Colombia | DO | 55 mujer, sin hijos, casada | Casa en asentamiento informal | Aseo en constructora con contrato formal |
| 6. Perú | MAR | 32 años, madre, 2 hijas | Casa en asentamiento informal | Cuidadora de una niña en residencia con contrato formal |
| 7. Perú | EMA | 58 años, mujer separada y abuela | Casa en asentamiento informal | Asesora del hogar sin contrato y líder comunitaria |
| 8. Perú | PAT | 45 años, mujer en pareja, 2 hijas | Alquila pieza en el centro | Asesora del hogar sin contrato y trabajo en feria libre |
| 9. Ecuador | AURA | 34 años, 2 hijos | Casa en asentamiento informal | Aseo en el terminal con contrato formal |
| 10. Colombia | ED | 38 años, 2 hijos, en pareja | Casa en asentamiento informal | Peluquero en el centro con contrato formal |
| 11. Colombia | DIE | 55 años, casado sin hijos | Casa en asentamiento informal | Albañil sin contrato |
| 12. Venezuela | AN | 25 años, casado, sin hijos | Alquila Pieza en el centro | Trabaja en comida rápida sin contrato |
| 13. Bolivia | JA | 55 años, padre de 4 hijos, esposa reside en Bolivia. Vive entre Chile y Bolivia (birresidente) | Alquila Pieza en el centro | Jornalero en constructora sin contrato |
| 14. Colombia | AND | 57 años, casado, 2 hijos | Alquila casa en el centro | Taxista. Tiene 2 autos propios como taxi |
| 15. Venezuela | TOD | 49 años, en pareja, 1 hijo | Casa en asentamiento informal | Trabaja en constructora sin contrato |
Del total de entrevistados(as), nueve son madres trabajadoras que habitan en asentamientos informales como estrategia de ahorro y como táctica que articula sus roles productivos, reproductivos y de liderazgo comunitario. Las entrevistas se realizaron en los lugares de trabajo de los participantes o en sus residencias. En el caso de algunas mujeres, ellas prefirieron que las entrevistas se realizan al interior de los asentamientos informales, ya que son espacios donde viven y cuidan a sus familias, aspectos que favorecen una entrevista más pausada. El material recopilado fue analizado en Atlas.Ti en función de las categorías analíticas según estrategias monetarias, lugares de trabajo, prácticas espaciales y flujos del dinero. Del cruce de dimensiones se elaboró una tipología migrante que ayuda a comprender en profundidad las estrategias monetarias, de inversión y ahorro y las fricciones existentes al interior de la ciudad.
La exploración teórica —realizada en una lógica de teoría fundada, es decir, después de realizado el trabajo de campo— instó a revisar dos cuerpos conceptuales complementarios: literatura sobre migración y flujos monetarios y discusiones sobre topología y ciudad. Mientras la primera permitió alimentar la reflexión sobre trayectorias migratorias y categorías analíticas para entender las estrategias monetarias de migrantes internacionales, la segunda ayudó en la comprensión de los efectos de dichas estrategias en los territorios de actual residencia. Proponemos la topología migrante como resultado del trabajo de campo y como entrada epistemológica y metodológica (Martin y Secor, 2014), que permite analizar las relaciones de conexión o transformación que se visibilizan en las distintas trayectorias de apropiación espacial de los migrantes.
El concepto topología cuestiona cómo las ciudades son producidas, experimentadas, percibidas y negociadas (MacFarlane, 2016), y también ayuda a comprender desde las estrategias migrantes qué factores limitan o posibilitan la apropiación territorial y los deseos de permanencia o retorno. Las topologías refieren a las relaciones que las personas establecen entre todos los nodos que configuran su día a día. El concepto topología orienta en comprender cómo se articula la ciudad migrante con la ciudad minera, e incluso, qué relaciones, diferencias o similitudes existen entre migrantes internos e internacionales, aunque en este artículo solo se analizan los migrantes internacionales. La noción topología implica la forma como se articulan los nodos que articulan la vida cotidiana de las personas (Awan, 2015), de ahí que conceptualmente pueda ser usada para cualquier sujeto de investigación.
Un ejemplo del uso de la topología es el desarrollado por Harker (2017) quien propone la idea de ecología financiera a fin de describir el espacio producido por las prácticas espaciales derivadas de las deudas financieras adquiridas por migrantes. Awan y Langley (2013) y Awan (2015), utilizan la idea de topologías para sustentar que la ciudad migrante es fruto de la interacción entre trayectorias, expectativas, experiencias pasadas relacionadas con poder y política que van produciendo paisajes de pertenencia y apropiación. Lo anterior, parece un acercamiento para pensar las prácticas de ahorro desde la lógica de las topologías, ya que conecta la experiencia de cada individuo, visibilizando de manera relacional el tipo de ciudad que emerge desde la experiencia migrante.
Los estudios migratorios abordan temáticas complejas como los factores que empujan el impulso migratorio (Parkins, 2010) o las redes del trayecto migratorio (Contreras et al., 2017). No obstante, al revisar estudios internacionales sobre flujos de dinero, existe una abundante literatura sobre los efectos económicos de migrantes en su país de origen a través de las remesas y en menor medida, las estrategias de sobrevivencia en lugares de destino o actual residencia. La literatura en torno al efecto económico y alcances políticos de las remesas aborda desde los montos de las transferencias fronterizas (Berger et al., 2011; Boccagni y Decimo, 2013), los destinos y efectos de dichos dineros (Zarate, 2004) y los ciclos migratorios en relación con los flujos financieros (Carling, 2008). Los pocos estudios que abordan los flujos de dinero de migrantes en el lugar de destino discuten las estrategias de acumulación de capital ya sea físico, social o financiero como mecanismo de integración.
En este sentido, destaca el trabajo de Oso y Suárez (2017) quienes, estudiando el caso de migrantes latinos en España, sostienen que las decisiones sobre dónde acumular capital dependerán de la posición migratoria, las circunstancias familiares, las perspectivas migratorias y la generación familiar. En Chile son escasas las investigaciones que indagan sobre estrategias de acumulación de migrantes. Un reciente estudio realizado por el Centro Nacional de Estudios Migratorios (CENEM, 2023), indaga sobre la vulnerabilidad económica y financiera de refugiados y migrantes en Chile. De un total de 1053 entrevistados(as) concluyen que el 51,7% de ellos “en caso de perder el trabajo, no tienen reservas económicas para cubrir los gastos de un mes, y al mismo tiempo, la mayoría de ellos usa trabajos extras para incrementar sus ahorros. En relación al financiamiento formal evidencian que más de la mitad no tiene acceso. En el caso de las mujeres, el 64,5% accede a financiamiento para cubrir necesidades básicas y deudas como vestimenta y dividendos”1.
Lo anterior da cuenta de las dificultades que migrantes y refugiados tienen en Chile para la acumulación de capital económico y financiero dada las condiciones de precariedad en las que se encuentran, e incluso en la inserción en mercados laborales informales y precarios. Bajo este contexto, las posibilidades de tener tiempos de ocio, descanso y de ahorro parecen complejas, si a su vez carecen de seguridad social dada la alta exposición a trabajos con demanda física y sin contratos (Stefoni et al., 2017). A nivel internacional los estudios en torno a las estrategias de flujo de dinero en el lugar de destino identifican dos macrotipos: maximizar ingresos o minimizar gastos. La diferencia entre una y otra dependerá de las estrategias individuales y familiares, pero también están permeadas por las condiciones del mercado laboral, especialmente cuando los trabajos son informales o no existen mecanismos de defensa frente a vulneración de derechos.
Datta et al. (2009) analizando la migración en Londres identifican tres estrategias de acumulación de capital: (i) aumentar ingresos asumiendo más trabajos con efectos en la calidad de vida; (ii) cambiar la calidad del recurso humano —estudiar en lugar de destino para insertarse en mejores condiciones— y (iii) recurrir al capital social y redes como mecanismo de acceso a mejores ingresos. Basilio et al. (2007), estudiando el contexto familiar de migrantes residentes en Alemania, concluyen que un miembro de la familia se especializa, mientras el otro se sacrifica para mejorar los ingresos. Las estrategias migrantes individuales tienden a privilegiar maximizar ingresos, mientras que las estrategias familiares facilitan la minimización de gastos. Las estrategias monetarias, también estarán determinadas por la etapa del ciclo de vida de cada individuo y su familia, pero también, mediadas por la inserción migratoria en territorio de destino.
Las estrategias monetarias y de ahorro dependerán de la densidad de redes sociales y familiares para regular las formas en que maximizan o minimizan sus recursos las/los migrantes. De esta revisión se destacan cuatro elementos fundamentales para estudiar migración y flujos de dinero. Primero, la agencia de migrantes, es decir, las acciones y estrategias para acumular capital. Segundo, la simultaneidad de decisiones individuales, familiares y comunitarias como eje de las estrategias monetarias, o sea, los aprendizajes sobre qué, cómo y dónde acumular vienen mediados por contextos de economía política que marcan tanto las trayectorias migratorias como su sentido de responsabilidad y pertenencia a un colectivo.
Tercero, las estrategias monetarias dependerán de la temporalidad del proyecto migratorio e incluso de la forma de ingreso al país (Contreras et al., 2015). Los estudios muestran que, al inicio, las/los migrantes destinan mayor parte de sus ingresos a enviar al lugar de origen (remesas), mientras que aquellos con más tiempo en destino, comienzan a invertir en mejorar sus condiciones de vida en donde proyecten su vejez o donde articulan residencia, trabajo y cuidado. Cuarto, el estatus migratorio en lugar de destino (residencia temporal, visa residente, visa por reunificación familiar, sujeto a contrato) juega un rol importante en la forma que los flujos de dinero adquieren, ya sea para ahorro, sobrevivencia, inversión o remesa. Kim y Chatterjee (2011) señalan que existe bajo acceso a bancarización de migrantes pese a estar en condición de legalidad.
Dentro de los factores que lo explican el dominio del idioma y el mayor grado de asimilación a la cultura local resultan clave para formalizar su participación en el sistema financiero. Suárez (2017) estudiando el caso de migrantes ecuatorianos en España, expone la precariedad del acceso a crédito para migrantes ante momentos de crisis económica. En Chile sin acceso a DNI o permanencia definitiva, no es posible ser sujeto de crédito, cuestión mediada por el nivel de ingresos, el tipo de contrato de trabajo, la ocupación, las personas dependientes e, incluso, el origen y los estereotipos asociados a cada migrante.
Bajo este escenario, emergen fuentes informales de acceso al crédito que en Chile se denomina “gota a gota” o préstamo personal, sin contrato y sin trámites, estando fuertemente asociado a organizaciones criminales. De la revisión de la literatura nacional e internacional, se identifica un vacío teórico y empírico con relación a las estrategias de ahorro de migrantes internacionales, en regiones commodity. El análisis de estrategias deja fuera la producción y uso del espacio como elemento fundante y articulador de dichas estrategias. En otras palabras, se cuestiona cómo la experiencia migratoria en un territorio extractivo determina o influye en las estrategias de acumulación de capital.
Antofagasta comprende una región dentro de Chile, pero también una ciudad intermedia que se sitúa en el borde costero del país. Se ubica a casi 1400 km (870 millas) de la ciudad de Santiago, capital del país. Históricamente ha sido una ciudad-región altamente atractiva para población migrante fronteriza. Fue fundada en 1868 por el gobierno boliviano, emergiendo como puerto de desembarque dada su condición extractiva. No fue hasta 1904 cuando pasó a ser territorio chileno, manteniendo una lógica extractivista en la forma de transformar y producir los minerales y en las movilidades transfronterizas que los bolivianos establecieron con la región de Antofagasta. Las relaciones comerciales, políticas y culturales entre Chile y Bolivia se inician durante el ciclo de expansión del salitre (1880-1930). Desde esa época y hasta la fecha coexisten espacialmente chilenos, bolivianos e incluso peruanos, dada las condiciones extractivas de las regiones del norte del país (González, 2009; Tapia, 2017).
En los últimos veinte años, la composición social de la ciudad se modifica a partir del incremento de migrantes latinoamericanos, quienes visualizan Antofagasta como territorio de oportunidad laboral y mejora de las expectativas de vida. Se va construyendo así un espejismo sobre lo que podría aportar el territorio minero a la vida de migrantes internacionales e internos. Si bien el peso andino es histórico y la presencia de bolivianos y peruanos sigue siendo significativa, colombianos, dominicanos y en menor medida haitianos representan casi el 18% de la población total de la ciudad (Servicio Nacional de Migraciones, 2024).
El crecimiento urbano de Antofagasta y la región homónima se consolida económicamente con la incorporación de la minera Escondida a fines del siglo XX. Esa condición minera la configura como ciudad-región altamente atractiva para commuters y migrantes internacionales (Bustos y Prieto, 2019; Contreras, Neville y González, 2019). Si bien durante gran parte del siglo XX la actividad minera se definió por un modo de asentamiento urbano expresado en campamentos mineros (Bustos y Prieto, 2019), los últimos treinta años han visto un giro hacia lógicas de clúster y desacoplamiento de los espacios de producción y vida de los trabajadores mineros (Aroca y Atienza, 2010). Ese desacople ha incidido en el aumento de migrantes, y en procesos de dispersión urbana hacia territorios rurales y agrícolas, altamente dependientes de economías extractivas.
La vocación extractiva de Antofagasta tiene fuertes impactos en la forma de ocupación de la población. Al 2024 la conmutación interregional en la región de Antofagasta llegó a un 29%, atrayendo casi 89 mil trabajadores de larga distancia, que provienen de diferentes centros urbanos de Chile. Diversos autores (Aroca y Atienza, 2010; Pérez et al., 2025), analizan el impacto de los trabajadores de larga distancia en Antofagasta, según ingresos recibidos mensualmente, costos de alquiler e impactos de trabajado minero en las condiciones laborales de trabajadores locales. En todos los estudios se concluye que los efectos del trabajo minero precarizan el resto de las ocupaciones, aunque favorece emprendimientos y otros trabajos alrededor de la actividad minera (Bustos y Prieto, 2019; Pérez et al., 2025).
Si bien los datos no son comparables, la Subsecretaria del Trabajo (2024) identifica casi 100 mil migrantes internacionales como población en edad de trabajar. De este total, 75 mil componen la fuerza de trabajo; 68 mil están ocupados y la tasa de ocupación masculina (76,4%) es superior a la femenina (59,1%). Aproximadamente 20 mil extranjeros trabajan informalmente, aunque no existen datos certeros del total de población migrante internacional empleada en el sector minero. Tampoco existen registros sobre las estrategias monetarias de migrantes internos, internacionales y commuters.
Más allá de las cifras resulta pertinente cuestionarse cómo la alta conmutación hacia Antofagasta afectaría la vida de migrantes internacionales. A priori se identificaron tres impactos desde la revisión de la literatura y los discursos de las personas entrevistadas. Primero, la ciudad minera ya no es habitada por mineros, más bien, por trabajadores de larga distancia que en algunos casos invierten en propiedades, pero no viven en la ciudad. En los últimos años, la mayoría reside en instalaciones mineras, ya que los turnos de trabajo se han extendido (7x7 y 14x14) (Carriel et al., 2023). Segundo, la imagen de Antofagasta como territorio altamente atractivo por motivos laborales crea una imagen de una economía que podría mejorar las condiciones de vida y laborales.
En contraposición, el sector extractivo ya no necesita trabajadores altamente calificados cerca de las minas (Atienza, Lufin y Soto, 2021) o bien, requiere trabajadores que presten servicios de calidad a través de empresas contratistas con menores remuneraciones, sin derechos laborales, y bajo condiciones precarias e informales. Tercero y asociado a los dos puntos anteriores, los trabajadores de las mineras tienden a invertir en residencias que alquilan posteriormente, afectando todo el mercado inmobiliario de la ciudad-región e impactando en el acceso a la vivienda formal e informal, ya sea en alquiler o propiedad. Estudios de Contreras et al. (2015, 2019) dan cuenta de las restricciones que enfrentan migrantes internacionales por disponibilidad, precio, ubicación y condiciones de habitabilidad. Incluso, migrantes internacionales tienden a pagar más alto por costo de alquiler de habitaciones y departamentos que los trabajadores de la minería que hoy no residen en la ciudad (Contreras, Neville y González, 2019).
Bajo este contexto, Antofagasta ha sido un territorio que históricamente se ha configurado desigualmente. La ilustración 1 espacializa la distribución social de residentes de la ciudad de Antofagasta, cruzado por las tres terrazas que configuran su área urbana: borde costero (T1), planta urbana o sector plano (T2) y sector oriental o piedmont (T3). Los grupos socioeconómicos están representados en cinco categorías, concentrándose las clases altas en torno a las terrazas 1 y 2 desde el borde costero, centro y sur de la ciudad.
Las familias de altos ingresos habitan en viviendas unifamiliares en barrios cerrados, pero también, en edificios en altura cuyos valores de compra oscilan entre los 252 000 a 352 000 USD para inmuebles superiores a 220 m2. Las clases altas comprenden el 7% de los hogares de la ciudad (Ministerio de Desarrollo Social y Familia, 2015). La segunda terraza (T2) está habitada predominantemente por clase media quienes están reagrupadas en clases medias altas (10% de hogares); medias (26% de los hogares) y medias bajas (31% hogares). Las clases medias habitan en edificios de departamentos o viviendas unifamiliares en propiedad o alquiler. Los inmuebles tienen precios de compra que oscilan entre los 138 000 a 155 000 USD para departamentos con tamaños entre 60 a 100 m2. Las viviendas unifamiliares tienen precios de compra entre 110 000 a 350 000 USD con tamaños de viviendas entre 90 a 300 m2.

Fuente: Autoras desde Encuesta CASEN Adimark, (2022)
La tercera terraza (T3) se ubica en la zona oriente y norte de la ciudad. En dicha terraza habitan los hogares de bajos ingresos que incluyen familias nativas o migrantes internas que autogestionaron asentamientos informales o que accedieron a vivienda de interés social. Pero también, residen familias de clase media que se han empobrecido o que han tenido una movilidad social en descenso, como efecto de las crisis económicas que han afectado a la minería, o bien, como resultado de la crisis pandémica y habitacional posterior al COVID-19. La zona nororiente de la ciudad comprende más de 120 asentamientos informales en los cuales residen más de 8000 familias de las cuales más del 60% son migrantes latinoamericanos y del Caribe (ONG, Techo, 2023). Es una de las áreas de Chile de mayor concentración de población migrante internacional en asentamientos.
La preferencia por el borde oriente de la ciudad se explica en parte por los elevados costos de compra o alquiler en la planta urbana (Terraza 1 y Terraza 2);la disponibilidad de suelo bajo altos riesgos socionaturales; las restricciones de acceso al suelo o la vivienda dada la condición migratoria, los estereotipos sobre determinadas nacionalidades (Contreras et al., 2019), el deseo de autoconstruir una vivienda según modos de acceso a la vivienda o bien por las restricciones y ralentización del acceso al subsidio habitacional en las regiones del norte de Chile.
La condición extractiva de Antofagasta detona al menos tres situaciones que afectan las estrategias de acumulación. Primero, las/los migrantes internacionales se enfrentan a un territorio altamente productivo. No obstante, ello no asegura acceso a ocupaciones equivalentes a la movilidad de los grupos. Segundo, la condición minera transforma a la ciudad en un territorio de alta demanda de vivienda con valores de arriendo y compra restringidos para familias vulnerables (Contreras et al., 2019). Tercero, y asociado a los puntos anteriores, se consolida como ciudad desigual no solo por la concentración de casi 120 asentamientos informales, también por las restricciones de movilidad que impone habitar en sectores altos, alejados de fuentes laborales y de medios de transporte público. La tabla 2 describe los tres tipos de migrantes identificados: transfronterizo; expectante y consolidado. Son tipologías relacionales y no excluyentes entre sí, que emergen del cruce de: i) proyecto migratorio; ii) tipo de trabajo; iii) estrategia de acumulación, es decir, cómo usan el dinero (ahorro, remesa o inversión); iv) características de sus redes sociales/familiares; y, v) prácticas espaciales referidas a espacios de trabajo, ocio, residencia, compras y relaciones sociales.
| Dimensión | Transfronterizo | Expectante | Consolidado |
|---|---|---|---|
| Perfil | Su movilidad transita entre dos o más territorios fronterizos. Tiempo de residencia entre meses a 2 años. Paradojalmente su proyecto migratorio depende de la circularidad y de las condiciones familiares, económicas y materiales de los territorios por los que circula. Redes transfronterizas consolidades favorecen inserción a mercado laboral informal | Migrante que tenía como proyecto habitar un territorio minero. Reside desde meses hasta 5 años en la ciudad. Redes familiares, especialmente reunificación familiar, apoyan en inserción, aunque la mayoría tiene redes menos robustas | Con más de 5 años habitando en lugar de destino o actual residencia. Está anclado al territorio y logra articular residencia, familia, trabajo y cuidado |
| Acceso Trabajo | Trabajo informal sin contrato, jornadas extensas, trabajos flexibles | Trabajo informal sin contrato, con jornadas extensas; trabajos flexibles | Trabajo informal, jornadas extensas. Otros tienen contrato laboral. Trabajos como emprendedores de negocios propios |
Uso del dinero: | |||
| Ahorro | En efectivo | En efectivo | Ahorro en efectivo en tanto eje de la estrategia de acumulación |
| Remesa | Lleva el dinero entre lugar de origen y destino | Ingresos percibidos no aseguran el envío de remesas, aunque la mayoría ahorra para enviar dinero | No envía remesas, pero tiene activos (propiedades) en lugar de origen |
| Inversión | Ahorra para comprar vivienda en lugar de origen | No existe un patrón común de inversión. Los excedentes se ocupan en mejorar las condiciones de habitabilidad en actual residencia | Invierte en lugar de actual residencia, buscando ser propietario de un inmueble, o bien, mejorando condiciones de habitabilidad |
| Prácticas Espaciales | Práctica espacial de proximidad que maximiza ahorro e inversión | Prácticas de proximidad, articuladoras de lugares de residencia, trabajo | Prácticas de proximidad y largo alcance. Privilegia ahorro; acceden a mercados que provean productos de origen |
El migrante transfronterizo tiene características de las/los migrantes descritos en los estudios de frontera, espacio transfronterizo (Parella, 2014) o región transfronteriza (Tapia et al., 2017). Comprende aquellas personas que tienen relaciones en torno a las fronteras o cuyas prácticas son desplegadas “respecto de la frontera” (Morales, 2010, p. 191) debido a las asimetrías entre territorios próximos. Dichas condiciones favorecen el intercambio, la interacción y la producción de dependencia mutua (Tapia, 2017, p. 71). Son fronterizos especialmente migrantes bolivianos quienes hacen cruces frecuentes desde Bolivia hacia Chile por trabajo o se movilizan diaria o quincenalmente hacia Bolivia, en tanto territorio de residencia, propiedad de la vivienda y persistencia del núcleo familiar.
Las estrategias de los transfronterizos están basadas en el transnacionalismo económico, es decir, sus prácticas económicas dependen de las relaciones que establecen entre los lugares de origen, tránsito o permanencia. Tienen rasgos de lo que Parella (2014) define como prácticas transfronterizas, es decir, movilizan recursos entre fronteras a fin de aminorar las desigualdades entre espacios y tienden a una movilidad productiva sobre la reproductiva. Despliegan estrategias monetarias que se materializan en los lugares habitados y en las negociaciones que diariamente realizan para ahorrar e invertir. Residen en piezas u hostales pequeñas (inferiores a 20 m2), en espacios compartidos y con deficientes condiciones de habitabilidad (falta de privacidad, insalubridad, humedad, entre otros). Los transfronterizos privilegian el ahorro por sobre las condiciones de arrendamiento o subarrendamiento.
Un primer caso corresponde a JA (tabla 1), padre de cuatro hijos, casado, nacido en Santa Cruz, Bolivia. Llegó el 2012 a Chile luego de una enfermedad y frente a la necesidad de encontrar trabajo y acumular capital para apoyar a la familia en Bolivia. Redes sociales residentes en Santiago de Chile facilitan su llegada y posterior desplazamiento a la ciudad de Antofagasta. Su estrategia de movilidad residencial está determinada por el acceso al trabajo, pero también por la necesidad de visitar a la familia al menos cada tres meses.
Considerando las proyecciones de migrantes transfronterizos las estrategias monetarias se sustentan en el ahorro como mecanismo de sobrevivencia y en el deseo de regresar al territorio de origen. JA trabaja como jornalero en una empresa constructora. Se ha cambiado más de 4 veces de trabajo en Antofagasta por cierre de empresas; tiene la necesidad de regresar a Bolivia porque el salario es insuficiente respecto a los costos diarios que debe cubrir: pensión, comida y ahorro para remesas. Su ingreso promedio mensual es aproximadamente 555 USD, mientras el ingreso medio en Antofagasta es cercano a 985 USD (INE, 2017).
Cuando regresé allá [Bolivia] llevé un poco de plata. Yo igual he juntado mi platita aquí y he mandado, yo mando por las necesidades de la casa... entonces cuando me fui una segunda vez, yo llevé platita, la gasté y me agarré un terreno que se puede pagar a crédito. No hay mes que deje de mandar plata, aunque sea poco. En la quincena mando 200 dólares para comida y para algunas cosas de mis niños porque igual ellos necesitan ropa o zapatos (JA, boliviana, transfronteriza).
La construcción de una vivienda es parte de un proyecto familiar y una de las variables determinantes del tiempo de residencia y las estrategias monetarias. Moviliza capitales entre Chile y Bolivia vía mecanismos formales como Western Unión o cuando viaja, distinguiendo lugares de residencia, inversión y ahorro. Tal como lo identifica la literatura (Datta et al., 2009), uno de ellos hace un sacrificio a fin de asegurar la movilidad socioeducacional de quienes permanecen en el lugar de origen. El sacrificio se refleja en el tiempo de viaje entre países; habitar en lugares que no cumplen con estándares mínimos que aseguren privacidad y confort. El esfuerzo se identifica también en el ahorro por sobre el cuidado a la salud y los tiempos de descanso. La ilustración 2 espacializa lugares de residencia, trabajo, conexiones y desconexiones entre migrantes transfronterizos, expectantes y consolidados.

Fuente: Autoras a partir de entrevistas en profundidad
Al igual que todos las/los migrantes transfronterizos (ilustración 2), el acceso al trabajo es el motor que determina las prácticas y anclajes espaciales diversificados. Los transfronterizos —mayoritariamente hombres— se movilizan entre el centro y la periferia de Antofagasta. El centro es lugar de residencia y trabajo, aunque en menores casos, tienen trabajos en la periferia sur. Antofagasta para los transfronterizos es un territorio laboral y un espacio de ahorro en una fase que determinan transitoria, pese a que algunos tienen estas prácticas por más de 7 años.
La noción de esfuerzo y sacrificio es clave para los transfronterizos quienes están expuestos a mercados laborales y residenciales precarizados y abusivos. El mecanismo de ahorro, la fragilidad laboral y residencial, los convierte en optimizadores del tiempo. Su movilidad cotidiana es a pie, en bicicleta y en menor medida, en transporte público, en tanto, sus prácticas espaciales son de proximidad por necesidad y estrategia de ahorro (ilustración 2). Trabajan en comercios informales (ferias) donde acceden a productos de origen a bajos precios y establecen redes sociales que apoyan a buscar nuevos trabajos. En las estrategias monetarias cotidianas, el conocimiento sobre comercios más económicos resulta clave:
La Vega me queda cerca, bajo y me voy en bici, o sino a veces tomo una línea de bus que me sale más barato, $500. A veces voy por el centro, a veces pal estadio y compramos. También cuando trabajo 9 por 6, esos 9 días no voy a pagar comida; con eso ahorro para hospedaje. (JA, boliviana, transfronteriza)
Hombres transfronterizos bolivianos trabajadores de la construcción ven este tipo de trabajo como estrategia de ahorro, ya que durante el sistema de turnos (9 días en obra, 6 días de descanso), es el empleador quien solventa gastos de alojamiento y alimentación, permitiéndoles ahorrar dichos recursos para luego acceder a otros productos en grandes mercados y a precios bajos.
Un segundo caso es la historia de EMA (tabla 1), mujer peruana, 58 años, separada con 2 hijos. Reside en un asentamiento informal en el norte de Antofagasta con uno de sus hijos. Al igual que JA sus estrategias monetarias y de ahorro se construyen desde la transfrontericidad, pero limitada a su condición maternal. Nació en Trujillo, ciudad portuaria, ubicada al norponiente de Perú. Migró a Lima cuando tenía 18 años. Llegó a Chile hace más de 10 años, aunque durante el año viaja más de cinco veces a Perú, dependiendo de la continuidad laboral y la capacidad de ahorro. Trabajó en diferentes ciudades del norte de Chile como asesora del hogar con ingresos irregulares. JA llegó a la ciudad de Antofagasta, ya que varias redes sociales y familiares informaron sobre las oportunidades laborales que podría encontrar en Chile y especialmente en Antofagasta dada su condición minera. JA tuvo más de cinco cambios de residencia en Antofagasta entre los años 1999 a 2015. Dichos movimientos se explican por el aumento del valor promedio del alquiler en habitaciones compartidas, inferiores a 15 m2. La renta media que pagó durante esos años fue de 250 USD:
Podré ser muy empoderada para decir las cosas, pero tengo un sueldo de USD 437. De ese dinero USD 63 son para mis papás quienes viven con mis hijos. Hoy vivo en un campamento porque no puedo pagar alquiler. En muchas ocasiones he tenido que compartir piezas, con baños denigrantes, pagando mensualmente más de USD150. Paso mensualmente, 105 USD para mi hija en la universidad en Perú y el resto para comer y para mi otra hija. Ahorro para llevarles dinero a mis papás, cada vez que viajo. Tengo que vivir aquí en el campamento, porque es digno, y me permite ahorro. Esta ciudad pensada para los ricos de las mineras a uno no le alcanza. (EMA, peruana, transfronteriza)
EMA tiene un ingreso promedio de 437 USD como asesora del hogar. Complementa sus ingresos con trabajos extras como el cuidado de ancianos algunos fines de semanas, o bien, la venta de ropa en ferias cercanas al asentamiento. Los ingresos extras son aproximadamente 150 USD los que destina al ahorro para remesas y pago de la propiedad comprada en Lima. Tanto JA como EMA no son sujeto de créditos y no pueden acceder a la bancarización en Chile. Algunos transfronterizos cargan consigo el dinero cuando regresan a su lugar de origen, evitando así, gastos extraordinarios. La desconfianza y miedo al sistema de envíos también explica dichas decisiones, por lo que viaja cada dos a tres meses a Lima realizando diversas actividades: entregar dinero a la familia; visitar a hijas y comprar productos más económicos en Tacna para vender.
Los relatos anteriores advierten que el costo de vida en ciudades mineras implica el despliegue cotidiano de estrategias para movilizarse, comer, buscar trabajo y favorecer los autocuidados. Las estrategias monetarias tienen como objetivo el ahorro para la compra de una propiedad en sus lugares de origen. El envío de remesas y las estrategias de ahorro son para manutención de madre e hijos que habitan con ellos o en los países transfronterizos.
Las/los migrantes expectantes corresponden a quienes tienen un anclaje incierto dada sus condiciones y tiempo de permanencia. Al igual que los transfronterizos, aumentan sus ingresos con trabajos informales, sacrificando también sus condiciones de residencia. A diferencia de los transfronterizos, estos migrantes provienen de territorios más alejados dentro de la región latinoamericana, específicamente de Colombia, República Dominicana, Venezuela y Haití.
Se les identifica como migrante expectante en tanto la posibilidad de regreso al lugar de origen siempre está en el centro de sus proyecciones. La inestabilidad laboral y política imposibilita el regreso en el corto plazo. Ven con distancia poder comprar una vivienda y sus relatos advierten barreras de acceso a la permanencia definitiva y visa de trabajo. Las barreras están dominadas por su origen, especialmente cuando son colombianos o dominicanos; la falta de documentación; el desconocimiento de los trámites administrativos y la desigualdad digital. Dentro de este grupo se identifican principalmente entrevistados(as) colombianos(as), dominicanos(as) y venezolanos(as) quienes tienen como promedio de residencia 5 años.
Se trata de migrantes que desarrollan estrategias de refugio como salida involuntaria frente a conflictos armados en el caso de colombianos (as) o bien, a la crisis sociopolítica que afecta a los venezolanos. Las personas entrevistadas no pudieron acceder a asilo o condición de refugio por arbitrariedad o, bien, por carecer de documentación que garantice dicha condición. Esto último es ampliamente debatido por Echeverri (2016) quien evidencia las prácticas discriminatorias hacia mujeres colombianas negras, residentes en Antofagasta. Las/los venezolanos entrevistados (as) representan la migración más reciente hacia Chile, ya que configuran el colectivo de mayor ingreso por pasos no habilitados durante la pandemia de COVID-19 y cuyos casos han recibido mayor atención mediática.
Al igual que los transfronterizos, migrantes expectantes vienen cargados de una imagen ilusoria de lo que podría significar vivir y trabajar en ciudades mineras. Trabajan en comercios informales con salarios inferiores al mínimo nacional y sin contrato. La condición de expectante está limitada por las experiencias racistas que afecta a migrantes negros que provienen de Colombia y República Dominicana. El racismo en el relato de algunos entrevistados(as) se visibiliza al menos en tres sentidos: primero, como categoría o jerarquía que engloba inferioridad (Fanon, 2010). Segundo como estructura de dominación histórica de la sociedad chilena que en general, discrimina a migrantes de la región latinoamericana y los asocia con estereotipos como personas invasivas, peligrosas o productoras de enfermedades (Tijoux y Barrios, 2019). Tercero y relacionado a lo anterior, las/los migrantes negros entrevistados(as), consideran que tienen acceso diferenciado a salud, empleo y vivienda.
Los siguientes dos relatos visibilizan el acceso inequitativo de migrantes internacionales racializados en Antofagasta:
Usted cuando llega a Chile y Antofagasta se da cuenta de lo que significa ser colombiano y negro. A uno lo discriminan y lo creen cualquier cosa, le alquilan al precio que quieran y uno no puede reclamar. Cuando llegué compartí piezas... ni le digo con cuánta gente. Dentro de los pasillos había cámaras, no sé a quienes querían vigilizar, y más encima, usté no puede reclamar nada. (ED, afrocolombiano, expectante)
Soy colombiana. Entré aquí, o sea yo vine normal como turista, pero tú sabes cómo es la vida en Colombia, está dura. Venía con la intención de quedarme como sea. Hay muy pocas probabilidades de trabajo en Colombia. Trabajo limpiando varias casas en Antofagasta. Limpiando una casa no obtengo nada, tengo que limpiar más de dos viviendas para vivir. (DAMA, afrocolombiana, expectante)
La prioridad de las/os migrantes expectantes es el acceso al trabajo dependiente de las redes sociales y familiares para definir su estrategia de acumulación. La inserción a mercados laborales y residenciales se ve favorecida por la presencia de redes familiares o sociales que llevan más de tres años en Chile. Tienen trabajos informales con jornadas laborales extendidas, flexibles, complementarias y sin posibilidades de contrato. No acceden al crédito, ya que prefieren ahorrar para mejorar las condiciones de habitabilidad, o no son sujetos de créditos dada la informalidad de los trabajos o porque se encuentran en tramitación de su permanencia. La mayor parte de venezolanos son profesionales o técnicos cuyos títulos no son reconocidos o están en proceso de convalidación.
En migrantes expectantes no existe un patrón común de inversión. AN, caraqueño de 25 años, arrienda con su esposa una pieza a familiares en la zona sur de altos ingresos en Antofagasta. Suspendió los estudios universitarios debido a la situación económica y política de Venezuela. Las redes sociales y familiares han sido clave para su inserción residencial y administrativa en Chile. Un segundo caso está representado en MON, afrocolombiana de 32 años quien alquila una habitación en el centro de la ciudad. Trabaja haciendo el aseo en un centro comercial. Su pareja es chilena, guardia de un supermercado quien postula al subsidio habitacional del Estado chileno, sin embargo, no tiene capacidad de ahorro dado el ingreso promedio mensual que tiene.
Las prácticas espaciales de migrantes expectantes son más diversas que las de los transfronterizos, con flujos de movilidad de mayor distancia (ilustración 2). La distancia está mediada por la ubicación del trabajo, las horas destinadas al empleo, la ubicación de vivienda y la posibilidad de ahorrar para mejorar las condiciones de habitabilidad:
Cuando llegué acá, llegué a la casa de mis papas. Ellos ya tenían un negocio acá en Antofagasta. Tuve que dormir como 8 meses en la parte de arriba del negocio. Hay unas habitaciones. Compartí al principio camas con amigos y primos. Los tres compartíamos la habitación y después tuve una habitación. Había dos camas, dormía yo solo y los otros dos… pues mi primo y el amigo dormían al lado de la otra cama. (ED, afrocolombiano, expectante)
El expectante es un optimizador del tiempo y del ahorro. Los ingresos se complementan con jornadas laborales extendidas o con más de un trabajo, bajo condiciones inciertas en cuanto al tiempo de trabajo y tipo de contrato. La mayoría de los y las entrevistadas aseguraron tener contratos formales, sin embargo, no tenían documentación que validara dicho discurso. Los expectantes tienden a ser más vulnerados que los transfronterizos, siendo más conscientes del abuso y racismo al que se ven expuestos cuando buscan trabajo o vivienda. Gran parte del tiempo diario lo destinan al trabajo y siempre están ahorrando. Algunos incluso, trabajan como vendedores ambulantes en la playa y, en menores casos, ocupan los balnearios durante los fines de semana como espacios de descanso. Se relacionan con connacionales para emprender negocios con comidas de los lugares de origen:
Trabajo como trece horas al día, de lunes a sábado. Tengo una hora de colación, metiendo dos horas extras. Tocó asociarme con otros venezolanos. Conocía un primo de acá, un señor que tenía cafetería. Nos asociamos, vi un chance, y le dije a mi primo y a este señor, si podíamos montar un negocio de comida de Maracaibo. El negocio fue creciendo poco a poco. (TOD, venezolano, expectante)
Las prácticas espaciales de las/los migrantes expectantes están sustentadas en maximización de los recursos monetarios; ahorro diario o mensual para cubrir múltiples gastos domésticos. Los espacios de compras ensamblan relaciones contradictorias y cambiantes, dominadas por la incerteza; la posibilidad de realizar más de un trabajo; el acceso a la permanencia definitiva y la obtención de ingresos extras.
El/la migrante consolidado ha cosechado los resultados de las estrategias de acumulación. En algún momento, fue migrante transfronterizo o expectante, o bien reunió las condiciones de ambas tipologías. La consolidación se produce por: el tiempo de residencia, la forma de conducir las relaciones laborales, familiares o residenciales, la ampliación de su núcleo familiar; el envejecimiento en Chile, la reunificación familiar, o la construcción de una vivienda acorde a sus necesidades y restricciones, indistintamente que estas se ubican en asentamientos informales. En algunos relatos se identifica una movilidad sociolaboral, especialmente cuando en las primeras plantas de sus residencias tienen comercio que asegura ingreso familiar.
La experiencia y posibilidad de tener una residencia permanente ha favorecido su movilidad sociolaboral, a pesar de que la mayoría de ellos tienen contratos informales, siendo menores los casos con contrato regular. Su movilidad es el resultado del ahorro familiar o del sacrificio de uno de sus integrantes. Trabajan en actividades del sector servicios y comercio. Al igual que el migrante expectante y transfronterizo, no trabaja ni trabajó en actividades vinculadas al sector minero, pero sí en actividades dependientes del circuito extractivo.
Establecen estrategias de acumulación de capital de manera familiar, asignándoles responsabilidades laborales y cotidianas a cada integrante. En el acceso al crédito se identifican dos perfiles: (i) quienes acceden al sistema bancario para invertir en negocios y (ii) quienes desconfían del sistema bancario dada las exigencias que impone; los impuestos que grava, o bien porque prefieren el efectivo ante cualquier urgencia familiar. El ahorro es el eje de su estrategia de acumulación, teniendo activos como propiedades en el lugar de nacimiento y espacio de actual residencia e invirtiendo recursos en los diferentes negocios que emprenden en Antofagasta. Pocos entrevistados(as) han comprado una vivienda en Antofagasta, después de la venta de la propiedad en el país de origen.
Dentro de las/los migrantes que acceden al sistema bancario destaca el caso de AND, afrocolombiano de 57 años con una experiencia migratoria de más de 17 años. Salió del sur de Colombia llegando primero a Ecuador. Arribó a Chile con visa de trabajo el año 2006, moviéndose por diferentes ciudades del centro y sur del país. Llegó hace ocho años a Antofagasta dada las redes sociales que construyó en ruta. Hoy es taxista y es propietario de otro taxi, trabajado por su hijo:
Chile es bueno para hacer negocios. Yo veo que todo negocio progresa, que la mayoría de los negocios progresan. En Colombia hay extorsión que es lo que tiene a la mayoría de la gente corriendo de nuestro país. Si fuera con este negocito cómo tengo acá ya me hubieran asaltado. Deseaba una estabilidad y la gente me la brindó acá. Vi que me estaba yendo bien y la gente quería que me quedara porque les gustaban mis jugos. (AND, afrocolombiano, consolidado)
MAR, 32 años, madre de dos hijas, nació en Arequipa (Perú) y vivió un tiempo en Tacna. Arribó a Chile con su hija mayor hace aproximadamente 6 años. La presencia de su madre en Chile; las posibilidades de trabajo y el acceso a un espacio residencial, explican en parte las decisiones de migrar. Estudió administración de empresas en Perú, no obstante, nunca logró trabajar en dicha actividad por falta de convalidación del título técnico. Tiene contrato de trabajo y cuida a una niña en el centro de la ciudad:
Tengo una mamá radicada aquí como ocho años más o menos, entonces yo decidí emigrar por esas razones, por oportunidades laborales que de pronto en mi país se me hacía un poco complicado por la informalidad laboral que hay, entonces decidí optar y venir acá con mi hija para que ella pudiera estudiar y tenga las oportunidades que de pronto yo en mi propio país no pude tener. (MAR, peruana, consolidada)
El relato anterior, evidencia su condición de migrante consolidada dada las proyecciones que tiene sobre Antofagasta. La movilidad socioprofesional es posible en Chile, a pesar de las dificultades que tienen para la convalidación de sus títulos. La movilidad depende de las proyecciones familiares, los procesos de reunificación, la posibilidad de estudiar o conseguir empleos con contratos. Quienes emprendieron con negocios dentro de los asentamientos informales o en algunos sectores del centro de Antofagasta tienen una percepción de movilidad en ascenso muy distinta a los expectantes y transfronterizos. Esa movilidad fue el resultado de una estrategia de ahorro individual y familiar. Los anclajes están sustentados en las posibilidades de inversión o de emprendimientos de trabajos que aseguran mayores ingresos; o bien, el potencial de urbanizar dentro de los asentamientos informales.
Las/los migrantes consolidados se movilizan por las tres terrazas que configuran la ciudad, es decir, borde costero, planta urbana y borde cerro (ilustración 2). Su relación con el territorio no se sustenta exclusivamente en la proximidad, pero sí en la necesidad de articular prácticas diarias con la movilidad de cuidado de hijas (os) y ancianos (as) y las posibilidades de trabajar en espacios comerciales que aseguren rentabilidad al negocio y estrategias de acumulación de capital. Los consolidados conocen más la ciudad, no solo por el tiempo que llevan, sino más bien, por la robustez de sus redes familiares o sociales que han favorecido una mejor inserción y acumulación. Al igual que las/los migrantes transfronterizos, ahorran y privilegian la compra de alimentos de sus lugares de origen. Las compras están sustentadas en estrategias monetarias que incluye la división de gastos entre quienes residen y aportan ingresos al hogar.
Las/los entrevistados ven la proximidad a su lugar de residencia, a mercados de abastos y ferias libres como recursos y capital de movilidad (tabla n.º 2), en tanto existen redes previas que aseguran un acceso menos restringido, o bien desarrollan estrategias de venta de productos en espacios informales. El acceso al transporte público, en términos de distancias recorridas y costo por viaje es cercano a 0,86 USD por viaje, cuestión que también influye en sus estrategias de ahorro. Para las mujeres entrevistadas, cada decisión laboral está mediada por la articulación en proximidad de cuidado de hijos(as), residencia, redes familiares y trabajo.
La topología migrante emerge teóricamente al combinar las tipologías migrantes (transfronterizo, expectante y consolidado), las estrategias de ahorro y las prácticas espaciales que expresan una relación laboral, productiva y reproductiva con la ciudad migrante. Del cruce de estas variables, surge un patrón de apropiación espacial que se denomina topología migrante, es decir, un espacio de fricción, un adentro y un afuera o un espacio que evidencia tensión entre la ciudad migrante y la ciudad minera. La fricción se refleja en las contradicciones entre dos espacios que se requieren mutuamente, pero que reflejan acceso inequitativo a bienes y recursos. La ilustración 3 da cuenta de dicha fricción. De un lado, emerge la ciudad minera que gira en torno al borde costero, planta urbana e hinterland urbano-rural. Del otro lado y en oposición, surge la ciudad migrante alejada del centro, desprovista de bienes y servicios, siendo representativa de los efectos desiguales del sector extractivo.
La circulación de capital y trabajo (Awan, 2015), define microterritorios que le dan a la ciudad minera de Antofagasta el carácter de ciudad migrante, superponiendo así territorialidades y experiencias diversas. La ciudad migrante coexiste con la ciudad minera (ilustración 3) a través de la fricción en los espacios de vivienda, donde la especulación inmobiliaria eleva el valor de arriendos y propiedades y construye una ciudad desigual. Ambas ciudades conviven en espacios de complementariedad siendo el trabajo una dimensión que provee oportunidades y genera circuitos laborales y residenciales en torno a ella, pero también, esa misma ciudad minera, restringe las prácticas espaciales de otros y precariza la vida de quienes son más vulnerables. La fricción se podría representar en la movilidad laboral de algunas mujeres entrevistadas. Todas dependen de la ciudad minera, pero habitan la ciudad migrante a través de asentamientos informales como respuesta a la precarización de la vivienda en la ciudad minera y los precios especulativos que emergen en ella. Para las entrevistadas, la ciudad migrante en los asentamientos informales se configura como un espacio de articulación laboral, productiva, reproductiva, de cuidado y de liderazgo como estrategia de inserción territorial.

Fuente: Autoras a partir de Entrevistas en profundidad
La topografía migrante es un esquema de representación de la ciudad minera en oposición a la ciudad habitada y recorrida por migrantes internacionales. Esa oposición se observa desde las prácticas espaciales de migrantes internacionales e incluso en relación con migrantes internos, que si bien no fueron sujeto de discusión, configuran parte de los habitantes que cohabitan en asentamientos informales. La ciudad minera produce una ilusión territorial tanto en migrantes internacionales como internos, ya que es un espacio aparentemente atractivo para el trabajo y para mejorar sus condiciones de vida. Sin embargo, si no tienes contrato directo con la industria minera y trabajas para terceros o contratistas, es decir, intermediarios entre la industria y el trabajador, te insertas en una espiral de precarización de las condiciones laborales, con menores pagos, menores condiciones laborales y menor posibilidad de reclamar derechos sociales. La mayoría de nuestras/os entrevistados(as) trabajan en torno a los servicios que presta la industria minera y en menores condiciones laborales.
En la fricción entre ciudad minera y ciudad migrante se desdibujan las categorías migrante transfronterizo, expectante o consolidado, en tanto lo que los vuelve comunes es la coexistencia en el sector más desfavorecido del territorio. La ciudad minera está representada por la figura típica de un hombre minero que habita en edificios modernos, próximos al mar y que accede a bienes restrictivos para otros grupos. Las mujeres entrevistadas dan cuenta de esa representación masculinizada de la ciudad minera, en tanto los tiempos están pensados para personas que no son cuidadoras, que pueden movilizarse hacia lugares más apartados e incluso que pueden habitar en regiones distintas a los sitios de trabajo. En contraposición, la ciudad migrante se produce donde habitan personas de bajos ingresos o que se han empobrecido, tanto migrantes internos, nacidos en Chile y grupos discriminados.
Las estrategias monetarias producen la “ciudad migrante” como reverso continuo de la ciudad minera (ilustración 3), visibilizando tipologías migrantes donde emerge una ciudad vivida y donde las estrategias de ahorro y de acumulación de capital determinan su grado de inserción y fricción con la ciudad de destino. La fricción refleja el quiebre del sueño de una ciudad minera que podría asegurar una movilidad social ascendente cuando se inicia un proyecto migratorio. Estas topologías no son específicas de una nacionalidad, más bien se asocian a las expectativas migratorias y la relación con estrategias monetarias, pero también están dominadas por la discriminación y el racismo hacia migrantes de la región.
Las estrategias de vivienda privilegian aquellas que implican minimizar costos (tomas de terreno, arriendo de piezas compartidas, allegados en casa de familiares). Las tácticas de transporte minimizan gastos en desplazamientos. Existe una fuerte influencia de redes sociales y familiares en aconsejar u orientar dónde realizar compras que aseguren el ahorro. El transporte público (ilustración 3) es provisto en la ciudad minera, pero es limitado en la ciudad migrante. Las familias que habitan en el borde cerro construyen movilidades alternativas a través de autos compartidos, Uber, taxis o caminatas hacia las principales avenidas.
Emerge, así, una ciudad fragmentada por la desigualdad socioeconómica que resulta de la acumulación desigual de la actividad minera en el territorio, sobre la cual los migrantes se mueven maximizando ahorros, buscando condiciones individuales y familiares de lo que podría ser una vivienda digna en proximidad al trabajo. Las y los migrantes no tienen capacidad de negociar su posición en el mercado laboral formal, y se concentran en el sector de servicios y de comercio, que es mal remunerado y con condiciones laborales precarias. Algunas mujeres agregan una tercera jornada laboral al liderar Comités de Vivienda que aseguren su permanencia en los lugares y que eviten desalojos.
Esa tercera jornada laboral resulta clave en un territorio extractivo como Antofagasta ya que, si no estás contratado en la industria minera, dependes de una economía informal que no favorece el reclamo de derechos sociales, laborales y de vivienda. Agregar una tercera jornada laboral implica desde los relatos al menos dos cosas: la precarización y pobreza que produce un territorio minero y las menores condiciones de vida que entrega, a pesar de crear una ilusión distinta. Segundo, habitar en asentamientos informales favorece a algunas mujeres el reclamo de derechos o bien, permite articular su condición de mujeres trabajadoras, mujeres madres y mujeres dirigentes sociales. El relato de MAR resulta pertinente:
Llegué a esta ciudad que prometía trabajo minero. Del tiempo que llevo nunca pude trabajar en una minera. Es difícil trabajar siendo migrante, y además, siendo mujer. Además, esta ciudad es costosa, no puedes comprar nada, no puedes alquilar, porque todo está hecho para el minero rico. Más encima, ese minero dónde usté cree que vive… en Santiago… en La Serena…. acá no invierte, pero somos los que quedamos los que tenemos que pagar más caro, porque a nadie le importa. Por lo menos, acá en el campamento yo puedo trabajar, conectarme con otras personas, e ir a reclamar a la Alcalde, a cualquier ministerio. (MAR, peruana, consolidada)
El relato anterior evidencia la precarización que deriva de la industria minera y de las escasas oportunidades que tienen las personas que no están vinculadas directamente en el trabajo minero. Los migrantes están excluidos de los espacios de ocio (playa, cines), ya que en la mayoría de las/los entrevistados el tiempo de disfrute es escaso por proximidad y tiempo. Las mujeres residentes en asentamientos informales valoran la vista hacia el mar desde los sectores altos y recuperan algunos espacios para la construcción de áreas verdes o puntos de encuentro, que favorezcan la organización comunitaria dentro del asentamiento.
La ciudad migrante emerge del cruce de distintas tensiones negociadas en función de cada proyecto migratorio. Una ciudad expandida, implica sacrificar distancia de desplazamiento entre trabajo y vivienda, con miras a ahorrar en costos de vida. Mientras que una ciudad atomizada implica la proximidad como eje de la estrategia de ahorro en función de cercanía entre trabajo, vivienda y compras, sacrificando quizás aumentar los ingresos con mejores trabajos. En ambos casos, la necesidad de acceder a insumos que les permitan mantener nexos sociales o identitarios con su país de origen, guían los desplazamientos asumiendo una topología reticular cuyo eje está en los mercados informales de la zona norte y oriente. Lo reticular se explica por el sentido que tienen la calle, plazas, comercios informales, especialmente dentro de asentamientos informales o en la ciudad migrante por donde se movilizan las/los entrevistados. La retícula articula nodos desde la precarización laboral, las restricciones de migrantes de acceso a la vivienda por precio, origen, tipo de familia, tamaño de la familia y situación migratoria. Las dificultades de ser madres cuidadoras también define una retícula concentrada dentro de la ciudad migrante, la que favorece trabajo, cuidado y acceso a la vivienda.
En los espacios informales las/los migrantes van configurando un ser político que reclama derechos sociales o bien que se agrupa a fin de debatir con autoridades y visibilizar que un asentamiento informal, emerge como respuesta a la restricción de acceso al trabajo minero, a la vivienda adecuada, al cuidado, entre otras dimensiones ampliamente observadas por las/los migrantes entrevistados(as). Ellos crean una ciudad articulada de nodos que resultan invisibles para las empresas mineras nacionales e internacionales presentes en Antofagasta. Incluso, las autoridades regionales y nacionales no se cuestionan por qué la industria minera produce tanta precarización a pesar de ser espacios altamente atractivos para el trabajo.
El trabajo de campo muestra que las estrategias monetarias de migrantes internacionales en regiones commodity tienen elementos comunes, por ejemplo, decisiones de ahorro y acceso a residencia, pero elementos diferenciadores, basados en las decisiones de inversión, acceso al trabajo y la vivienda. Estos últimos no dependen solo del tiempo de permanencia, también del grado de apropiación espacial que logren en la ciudad de destino o los vínculos que mantienen con sus lugares de origen. Nuestro argumento a lo largo de este trabajo ha sido que las estrategias monetarias producen la “ciudad migrante” como reverso continuo de la ciudad minera, visibilizando topologías migrantes donde emerge una ciudad vivida y donde las estrategias de ahorro determinan su grado de inserción y fricción con el territorio de destino.
Uno de los hallazgos significativos derivados del trabajo de campo fue la conceptualización de las topologías como construcción teórica que facilita la comprensión de las configuraciones de apropiación espacial, generadas por los migrantes mediante sus prácticas financieras. La ciudad minera y la ciudad migrante aparecen como entidades distinguibles (ilustración 3), pero permanentemente interconectadas a través de las dinámicas de acumulación y espacialidad inherentes al modo de producción minero.
Considerando que los estudios migratorios centrados en flujos monetarios y estrategias de ahorro suelen omitir el análisis de la desigualdad en relación con los territorios de acumulación de capital, de la intersección entre estrategias de ahorro, prácticas espaciales y la tipología de migrantes (transfronterizo, expectante y consolidado), se propone la topografía migrante como cinta de Moebius o metáfora que permite entender la fricción y continuidad entre la ciudad minera y la ciudad migrante. La pregunta inicial buscaba identificar cómo las estrategias monetarias de los migrantes internacionales explican su uso y apropiación del espacio de destino o actual residencia.
Para dar respuesta se construyeron categorías migratorias que dieran cuenta de cómo las/los migrantes entrevistados usan la ciudad y construyen espacio. Estas categorías no son determinantes, más bien una apuesta adicional a la literatura en relación con sus estrategias de acumulación en territorios mineros, que reflejan precariedad y acceso inequitativo a bienes y servicios. En el trabajo de campo se observó que la vida cotidiana de los migrantes transfronterizos, expectantes y consolidados se concentra en torno a los sitios de comercio en las terrazas superiores y en ferias próximas a las viviendas. En contrapartida, el puerto y el borde costero representan un espacio altamente productivo y especulativo, pero a la vez, son espacios representativos de los efectos de la contaminación minera y portuaria y de la decadencia del espacio urbano. En estos espacios las/los entrevistados se integran como trabajadores de aseo u otros servicios complementarios a la industria extractiva.
Nuestros hallazgos invitan a pensar políticas migratorias, laborales y residenciales que reduzcan la desigualdad que se produce en ciudades dependiente de economías extractivas y estimulen mecanismos de ahorro e inversión, especialmente en aquellos casos de migrantes que autogeneran una movilidad socioeducacional y profesional en ascenso. Los hallazgos visibilizan que la posición migratoria de las/los entrevistados y la forma de ingreso a Chile ha sido clave para definir una estrategia de inversión o de ahorro de capital. Los procesos de reunificación familiar o las dificultades que se observan para regresar al territorio de origen también definen sus estrategias de acumulación de capital. Si hay posibilidad de regreso los ahorros se invierten en territorios de origen. Antofagasta se caracteriza por su marcado carácter internacional, manifestado en su condición simultánea de ciudad portuaria, minera y territorio transfronterizo. Constituye un espacio históricamente migrante donde coexisten familias de diversas procedencias, sin embargo, la metáfora de la cinta de Moebius evidencia una ciudad que, si bien es diversa, presenta profundas desigualdades y contradicciones, así como fenómenos persistentes de discriminación.
Si bien inicialmente se priorizó la comprensión de las diferencias entre migrantes internacionales, particularmente aquellos provenientes de la región latinoamericana y caribeña, los hallazgos obtenidos propiciaron una reflexión más profunda acerca la posible diferenciación en las estrategias de acumulación, ahorro e inversión entre migrantes internos e internacionales, lo que finalmente nos permite afirmar que las estrategias individuales de acumulación están significativamente determinadas por el tipo de trabajo, las condiciones laborales, los proyectos familiares y las aspiraciones residenciales o migratorias. El presente artículo concluye su análisis en la comprensión de cómo las estrategias de acumulación de capital migrante en territorios extractivos visibilizan desigualdades estructurales que han sido insuficientemente abordadas en la literatura especializada, donde el concepto topología se constituye en una interesante entrada para fortalecer el análisis.
El artículo fue posible a partir del financiamiento ANID FONDECYT Regular N.º 1231116 Territorio Informal como develador de injusticia espacial, socioambiental y como productor de múltiples riesgos de desastres; FONDECYT Regular N.º 1160848 ¿Regiones Commodity? Examinando las transformaciones territoriales de 40 años del modelo exportador. Comparando las Experiencias de las regiones de Antofagasta (minería) y Los Lagos (salmonicultura).
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