Migraciones | n.º 55 [2022] [ISSN 2341-0833]
DOI: https://doi.org/10.14422/mig.2022.005
La (in)movilidad a debate: diez años de estudio de las migraciones en la España entre crisis (2009-2021)

Discussing (Im)Mobility: Ten Years of the Study of Migrations in Spain between Crisis (2009-2021)
Autores
María-Jesús Cabezón-Fernández
CEMyRI, Universidad de Almería
E-mail: majefcf@ual.es

ORCID: https://orcid.org/0000-0002-7522-9147

Laura Oso
ESOMI, Universidade da Coruña
E-mail: laura.oso@udc.es

ORCID: https://orcid.org/0000-0003-1532-6196

Resumen

En las últimas décadas, el campo de los estudios migratorios, tanto en España como a nivel internacional, había constatado el poder de la movilidad como agente de estratificación social en el contexto global. Sin embargo, la situación de pandemia provocada por la COVID-19, apunta al rol que está cobrando la (in)movilidad como agente de desigualdad en las sociedades de la “nueva normalidad”. En este trabajo, llevamos a cabo una revisión de diez años de producción científica española (2009-2021), con el objetivo de analizar el tratamiento de la literatura sobre los cambios que se han producido en los fenómenos migratorios en un decenio marcado por las crisis económicas y sociales, que ahora se acrecientan debido a la tercera crisis provocada por la pandemia. Todo ello, desde la óptica de la estratificación social producida por la movilidad e (in)movilidad.

In recent decades, the field of migration studies, both in Spain and internationally, had confirmed the power of mobility as an agent of social stratification in the global context. However, the pandemic situation caused by COVID-19 points to the role that (in) mobility is playing as an agent of inequality in the societies of the “new normal”. In this work, we go through ten years of Spanish scientific production (2009-2021), with the aim of analysing the literature's treatment of the changes that have taken place in migration phenomena in a decade marked by economic and social crises, which have now been exacerbated by the third crisis caused by the pandemic. All this from the perspective of the social stratification produced by mobility and (in) mobility.

Key words

Estratificación social; inmovilidad; migraciones; COVID-19; estudios migratorios

Social stratification; immobility; migrations; COVID-19; migration studies

Fechas
Recibido: 23/03/2021. Aceptado: 19/05/2022

1. Introducción

Desde la década de los 2000, la producción científica ha explicado los fenómenos migratorios enmarcados en la era de la globalización, la expansión de la economía capitalista y la construcción de desigualdades a escala global. Castles (2011) apunta cómo a partir de años noventa, la globalización neoliberal, que se acentuó tras la Guerra Fría, ha ido generando una “jerarquía global de clases”. Por un lado, las personas provenientes de países ricos, con alto capital humano, constituyen una élite con derecho, casi ilimitado, a la movilidad, mientras que los migrantes que ocupan puestos menos cualificados encuentran barreras, están sometidos a controles y expuestos a relaciones de explotación y de diferenciación. De esta forma, los regímenes de movilidad (Glick Schiller y B. Salazar, 2013) engloban diferentes dinámicas, como las producidas por las élites, ya sea migrantes ricos o “altamente calificados”, que contrastan con las protagonizadas por los migrantes forzosos, o por la migración laboral transfronteriza que se da entre mercados de trabajo internacionales, segmentados y precarios. Dinámicas generadoras de desigualdades sociales en el marco del capitalismo global.

Por otro lado, durante las últimas dos décadas, el transnacionalismo y el paradigma de la movilidad, en su intento de superar el nacionalismo metodológico, empezaron a pensar las migraciones, en su relación con la inmovilidad, prestando atención a las personas que, aun participando en las dinámicas de los hogares transnacionales (gestionando remesas, cuidando a familiares, etc.), permanecen en el lugar de origen (Wimmer y Glick Schiller, 2002).

El interés por pensar la movilidad en relación con la inmovilidad se va a acentuar a raíz de la crisis COVID-19, que ha provocado un fenómeno único en los tiempos contemporáneos: el cierre de fronteras a escala planetaria, deteniendo e, incluso, cuestionando, el movimiento en el espacio Schengen de la Unión Europea. En este contexto, la movilidad y la inmovilidad tienen que ser repensadas como marcadores de “estratificación social”. La movilidad, por un lado, aumenta aún más las desigualdades sociales entre aquellos que, ni siquiera en condiciones adversas, pueden optar por atravesar fronteras y los que, incluso en esta situación pandémica, disponen del privilegio de poder desplazarse a otro país (Lin y Yeoh, 2020). Por otro lado, la inmovilidad marca la diferencia social entre los trabajadores (inmigrantes y autóctonos) que pueden o no optar por el teletrabajo y tener menos riesgos sanitarios (Checa et al., 2020; Arango et al., 2021). Además, el control político de la movilidad, que han llevado a cabo los diferentes estados con la crisis sanitaria, categoriza y discrimina entre aquellos grupos de personas catalogados como “de riesgo” y “de bajo riesgo”, aumentando las estrategias de vigilancia y control sobre los migrantes en situaciones más precarias, que deben permanecer (in)móviles dentro del país de acogida y que no pueden optar por retornar o moverse a otro lugar con más oportunidades.

En España, el interés por las migraciones ha generado una abundante literatura en las dos últimas décadas; si bien, son pocas las publicaciones que han intentado llevar a cabo un estado de la cuestión que sintetice los principales debates y las existentes suelen centrarse en un área concreta de estudio (Arjona et al., 2009; López-Sala y Oso, 2015; Martín Mendoza, 2018). Este texto intenta cubrir este vacío, analizando la producción científica española sobre migraciones, en el periodo comprendido entre los años 2009 y 2019. Para ello hemos explotado una base de datos sobre los principales proyectos de investigación y publicaciones estatales en materia de migraciones, que fue elaborada en el marco de proyecto Cross Migration1. Este análisis ha sido completado, a través de una revisión de la literatura más reciente sobre el impacto de la crisis COVID (2020-2021), dado que el inicio de la pandemia nos hizo atisbar una tercera crisis sobre la que hemos podido incorporar literatura a posteriori. Por tanto, revisamos un periodo de análisis influido por tres acontecimientos transversales que han determinado el rumbo de los estudios migratorios en el contexto europeo y en el plano español: la crisis económica iniciada en 2008, el aumento de las migraciones forzadas a partir de 2015 y la crisis sanitaria iniciada en 2020 sobre la que esbozamos los primeros debates de la literatura al respecto.

No obstante, debido a la ambición del propósito y a la necesidad de centrar y orientar este estado de la cuestión, el objetivo que nos hemos propuesto, y principal hilo argumental, ha sido analizar en qué medida las movilidades y las inmovilidades se han constituido en un marcador social en España. Argumentaremos cómo las tres crisis sobrevenidas han contribuido a alimentar la sociedad del riesgo, caracterizada por la flexibilidad laboral, el debilitamiento de la clase media y el aumento de la exclusión social. Para llevar a cabo nuestro análisis, contextualizaremos, en primer lugar, las dos primeras crisis (2008, 2015). En segundo lugar, analizaremos, a través de la literatura, cómo “se han pensado” las dinámicas migratorias durante los diez años que abarcó la base de datos realizada para Cross Migration (2009-2019). Para finalizar, discutiremos, a través de la revisión de la literatura, cómo la movilidad, así como la inmovilidad, se han configurado como marcadores de estratificación social, aportando un apunte final a la situación derivada de la tercera crisis sobrevenida, la crisis sanitaria provocada por la COVID-19. No sin antes hacer presentar unos apuntes metodológicos y que pasamos a presentar a continuación.

2. Nota metodológica

Este artículo se basa en un análisis de la producción científica sobre migraciones en España, para el periodo 2009-2019, que fue recogida en la base de datos Migration Research Hub2 y llevada a cabo en el marco del proyecto Cross Migration, liderado por la red IMISCOE (International Migration, Integration and Social Cohesion in Europe). Los socios internacionales del proyecto se encargaron de recabar las publicaciones en inglés en revistas internacionales, mientras que las autoras tenían como objetivo el mapeo de la literatura publicada en español en revistas y editoriales españolas.

Desde este punto de partida bien definido, las directrices para realizar el rastreo fueron: 1. Revisión manual de los números publicados por revistas y editoriales españolas, o publicadas en español, entre 2009 y julio de 2019; 2. Identificar los proyectos concedidos por cualquier entidad en el territorio español. Además de la revisión de fuentes secundarias para recabar la mencionada información, se solicitó información expresa sobre proyectos y publicaciones a los principales grupos de investigación españoles, así como responsables de los observatorios sobre migraciones estatales (Oberaxe) y regionales (Observatorio Permanente Andaluz de las Migraciones, Observatorio Vasco de la Inmigración, Observatorio de la Inmigración de Tenerife-ObiTen, CeiMigra) junto al Think Tank Barcelona Centre for International Affairs — CIDOB3—. Se incluyeron finalmente proyectos internacionales con la participación de algún investigador español, aunque no de manera exhaustiva; 3. Solicitud a las revistas españolas de sus bases de datos API para ser conectadas con la Migration Research Hub. Toda la información recogida quedó registrada en un fichero Excel que fue volcada de forma manual en la base de datos Migration Research Hub durante los meses de julio a octubre de 2019.

En total se recogieron 186 proyectos concedidos a investigadores/as españoles o con la participación de un investigador principal en un proyecto internacional; 338 publicaciones desglosadas en 182 artículos, 73 libros (entre monografías y libros editados), 23 capítulos de libros, 58 informes4. Debido al interés que tenía reflejar la última de la crisis COVID-19, llevamos a cabo una búsqueda bibliográfica sobre trabajos publicados en 2020 y 2021, que no pretende ser exhaustiva, sino apuntar los primeros efectos de esta tercera crisis.

Es importante apuntar que esta revisión excluye los trabajos publicados en revistas internacionales publicadas en otro idioma que no fuese el español. No obstante, el análisis realizado ofrece una guía relevante para incorporar estas producciones. En este sentido, este manuscrito tiene como objetivo indicar las principales tendencias en el estudio de las migraciones en España y los principales cambios en las mismas, sin pretender ser un análisis exhaustivo.

3. Una producción científica estatal marcada por las crisis internacionales sobrevenidas

Hasta 2008, el contexto internacional (occidental) se encontraba en un momento percibido como el triunfo del neoliberalismo, con la expansión global del sistema capitalista. Mercados internacionales desterritorializados que dominaban, desde las políticas a escala local, estatal y supranacional. Un momento en el que la internacionalización de las clases sociales (desde las élites a la clase trabajadora) (Sklair, 2000) y la transnacionalización de las desigualdades sociales (Weiβ, 2015) sustentaba un sistema económico que promovía la movilidad de personas y de información, convirtiendo ciudades en nodos locales, dentro de un complejo mapa de redes transnacionales. A las migraciones menos cualificadas, se unía la movilidad cosmopolita de las élites (Beck y Grande, 2006), que buscaban puestos de mejora de sus trayectorias profesionales en los nodos económicos internacionales, tanto en el Norte (Nueva York, Londres) (Beaverstock, 2005), como en el Sur Global (con sus polos económicos emergentes, como Dubái, Orán o Sao Paulo) (Coles y Walsh, 2010). Sin embargo, las bases del “capitalismo global” se vieron sacudidas en Estados Unidos por la quiebra de Lehman Brothers en 2008. Desde Estados Unidos, al conjunto del contexto internacional occidental, la crisis financiera sacudió a Europa en diferentes ritmos y grados, siendo los países sureños los que salieron peor parados. La destrucción de los tejidos empresariales y, por ende, el aumento del desempleo, han provocado que medidas coyunturales para superar la crisis, se hayan convertido en políticas estructurales, dando lugar a un nuevo estadio de la economía capitalista. Un mundo global y transnacional caracterizado por: mercados laborales precarizados, políticas públicas débiles y cortoplacistas, así como el aumento de la “nueva pobreza”, la sufrida por personas que incluso teniendo un puesto laboral (o varios), se encuentran en riesgo de exclusión social. Una situación que ha incrementado las desigualdades sociales existentes atendiendo a las generaciones, religión, género y etnia (Ribas Mateos y Cabezón-Fernández, 2021).

Este marco internacional ha provocado la precariedad de unas clases sociales en favor de otras, alimentando un caldo de cultivo para el aumento de discursos xenófobos dirigidos hacia las personas migrantes. Discursos reforzados por la intensidad que tomó otra dimensión del fenómeno migratorio durante el periodo analizado: las migraciones forzosas debido a la mal llamada “crisis de los refugiados” en 2015. Esta situación ha provocado la eclosión del auge de los partidos políticos de extrema derecha en Europa, frente al extranjero de escasos recursos, con especial intensidad hacia aquellas personas llegadas desde países del mundo árabe y musulmán. Un rechazo en forma de islamofobia que venía configurándose en España, sobre todo, desde inicios de la década de los 2000, debido a la larga tradición histórica de relaciones políticas, económicas y migratorias entre España y Marruecos (De Larramendi, 2001; Moreras, 2005) y que se ve intensificado en este periodo (Ali et al., 2018).

Los tiempos de bonanza económica de aquella década se vieron acompañados por la promoción de un orden internacional polarizado entre Occidente y Oriente, que favorecía la expansión del capitalismo, por parte de las economías occidentales. El origen de esa polarización fueron los atentados de Nueva York el 11 de septiembre de 2001, que convirtieron al islam en el nuevo enemigo de Occidente, en el nuevo agente al que tener miedo (Martín Muñoz y Grosfoguel, 2012). Durante la década de los 2000 y en la siguiente, se hicieron patentes en el Norte global los efectos de la intervención política y militar en países del Mundo Árabe y Musulmán. El auge del terrorismo extremista islámico, el aumento de las intervenciones militares en los países del Mundo Árabe y Musulmán en la lucha por los “espacios de libertad y seguridad”, frente a los discursos de “contención frente al terror” (Noor, 2012), tuvo su respuesta en las Primaveras Árabes de 20115, junto a otras acciones políticas y civiles. Unas situaciones de tensión que han configurado un contexto internacional de inestabilidad y conflictos armados, provocando el aumento de desplazamientos y migraciones forzadas en numerosos países de esta región del mundo. La situación de conflicto armado, sostenido en el tiempo en Afganistán y Siria, provocó, en 2015, la salida, en búsqueda de protección internacional, de migrantes principalmente hacia países vecinos, y también hacia Europa, en la mal llamada “crisis de los refugiados” (Ferrero-Turrión y Pinyol-Jiménez, 2016). Según recoge Eurostat, Alemania fue el país en recibir mayor número de solicitudes de asilo desde 2012, registrando el valor más alto en 2016 (más de 700.000 solicitudes), seguida de Italia, con algo más de 120.000 solicitudes en el mismo año. Tradicionalmente, las personas refugiadas y solicitantes de asilo provenían de la región de Oriente Medio, Siria, Afganistán e Iraq, así como de Turquía y Paquistán. Sin embargo, en 2019, se registró el aumento de las solicitudes de ciudadanos de Venezuela y Colombia, situándose en el tercer y cuarto puesto entre los solicitantes de asilo en Europa. A su vez, este fenómeno ha provocado que, en 2019, España se convirtiera en el tercer país en número de solicitudes de asilo registradas, por detrás de Alemania y Francia, superando a Grecia o Italia, debido al aumento de la llegada de solicitantes de Venezuela (40 305), Colombia (28 880), Honduras (6730), Nicaragua (5840) y El Salvador (4715)6. A estas crisis indicadas, se ha incorporado la crisis económica y social derivada de la pandemia provocada por la COVID-19 que se inició en marzo de 2020. Una situación que está provocando cambios en las dinámicas y procesos migratorios en el contexto estatal e internacional.

En las siguientes secciones analizamos la evolución de la producción científica sobre migraciones generada en España en el contexto de estas crisis, documentando cómo la intensidad sobre unos temas de investigación u otros ha ido variando entre 2009 y 2021 como se muestra en la figura 1.

Figura 1. Desarrollo de las principales líneas de investigación 2009-2021
Crisis económica 2008-2021Crisis humanitaria 2015Crisis sanitaria 2020-2022
201320152020-2021
Tema predominante

Emigración española

Emigración jóvenes cualificados

Destinos en el Norte Global

Retorno de inmigrantes nacionalidad española

Gestión de fronteras y acogida

Flujos migraciones forzosas y caracterización perfiles

Sistema de asilo internacional vs. sistema de asilo estatal

Efectos de la COVID-19 en la movilidad e (in)movilidad

Receso en la intensidad de los flujos migratorios confinamiento inicial

Movilidad geográfica vs. privilegio social

Temas adicionales

Adaptación alumnado de origen extranjero

Gestión fronteras

Familias como objeto de estudio

Emigración española

Diversificación del estudio de los perfiles y destinos

Situación de los inmigrados durante el periodo de crisis económica

Estratificación social-precariedad laboral

Discursos discriminantes hacia la población inmigrante

Tema transversal Enfoque de género, estrategias familiares y perspectiva transnacional

4. El impacto de la crisis económica de 2008

Uno de los primeros intereses de la comunidad científica fue conocer la magnitud de los crecientes flujos de salida al extranjero tras el recrudecimiento de la crisis económica (Alloza et al., 2009), así como el origen y las características socioeconómicas de los actores del éxodo. El estudio de los perfiles de los emigrantes salidos de España destacó la reactivación de la tendencia migratoria Sur-Norte y Norte-Sur. Además, identificaron que estos flujos de salida estaban protagonizados no sólo por “españoles de origen” (nacidos en España, de nacionalidad española), sino también por personas inmigrantes o sus descendientes, que disponían de la nacionalidad y que, por tanto, entraban en la categoría de emigrantes españoles. De manera que los flujos de salida estaban representados por inmigrantes (con o sin nacionalidad española) que protagonizaban migraciones de retorno, reemigración a otros países o migración circular, y, por otro lado, españoles autóctonos que emigraban atraídos por mercados de trabajo dinámicos.

La producción científica analizó “la nueva emigración”, en el marco de las dinámicas de los diversos sistemas migratorios (López-Sala y Oso, 2015). Cabe citar los trabajos realizados sobre las migraciones entre España y América Latina (Argentina, Ecuador, Bolivia o México) (Lagunas Arias, 2017) Otro grupo de literatura abordó las corrientes migratorias en el marco del sistema intraeuropeo (Lafleur y Staneck, 2017; Bermúdez y Oso, 2020), destacando los trabajos sobre las regiones del Sur y el Este de Europa (hacia Rumanía, por ejemplo, Viruela, 2016). Se añadiría la literatura que aborda las movilidades en el espacio Euro-Mediterráneo, como España y Marruecos (Domingo y Sabater, 2013; Capote, 2015). Algunos de estos trabajos revisaron, desde un enfoque transnacional, conceptos clásicos como el retorno (López de Lera y Pérez Camarés, 2015; Martínez Buján, 2016; Resino García et al., 2018), la reemigración o la movilidad circular (Viruela Martínez y Torres Pérez, 2015).

Unas dinámicas migratorias con multiplicidad de perfiles y trayectorias que supusieron la salida de la “España de la inmigración” para adentrarnos en lo que hemos querido denominar como la “España bisagra” consecuencia del cambio del ciclo migratorio: del protagonismo de las entradas a la revitalización de las salidas (Domingo y Recaño, 2010). Unas dinámicas que pusieron de manifiesto la brecha de desigualdades sociales que la crisis financiera abrió y su impacto en la reconfiguración de los sistemas migratorios.

4.1. El cambio de ciclo migratorio: de la “España inmigrante” a la “nueva emigración”

En el decenio analizado se incorpora a la producción científica el estudio de la “nueva emigración española” o la emigración de españoles de origen (nacidos en España, con nacionalidad española) tal y como mostramos en la figura 1. Las investigaciones tuvieron que afrontar la dificultad estadística para determinar si las salidas de población reflejaban una emigración española de origen, o estaban nutridas por “inmigrantes”, que disponían de la nacionalidad (Ortega-Rivera et al., 2016), ya sea por adquisición o por ser descendientes de españoles7. A esta dificultad se añadía la reticencia de los emigrantes de comunicar el cambio de residencia en el Padrón y de registrarse en los consulados españoles a la llegada. Esto se explica, en primer lugar, debido a que no es obligatorio y, en segundo lugar, por el miedo a una posible pérdida de derechos vinculados al empadronamiento (atención sanitaria en España, etc.) (Pérez-Camarés, 2017; Cabezón-Fernández y Sempere Souvannavong, 2017). Estas dificultades metodológicas se plasmaron en algunas de las primeras publicaciones (González Enríquez, 2013; González-Ferrer, 2013).

En un inicio, el foco de atención se puso en las migraciones de jóvenes cualificados, uno de los colectivos más afectados por el desempleo provocado por la crisis económica de 2008 (Domingo y Blanes, 2016). Estos jóvenes han reavivado las migraciones intraeuropeas eligiendo destinos como Reino Unido (González-Enríquez y Martínez Romera, 2017), Alemania (Pérez-Camarés, 2017) e incluso promoviendo las dinámicas Norte-Sur, con la emigración a algunos destinos en América Latina, como Ecuador (Rodríguez-Fariñas et al., 2015) o México. En definitiva, una emigración que ha vuelto a reactivar algunos de los campos sociales transnacionales (Oso, 2017) que se configuraron con las migraciones históricas, a finales del siglo XIX e inicios del XX, de población española a América Latina y norte de África o las migraciones fordistas de los años 60-70 hacia Francia, Alemania o Suiza.

El trabajo de González-Enríquez y Martínez Romera (2017), mediante el análisis de los datos de la encuesta Emigrating in times of crisis, apunta algunas tendencias de la emigración española, comparándola con la protagonizada por jóvenes originarios de Italia, Irlanda, Portugal y Grecia. En el caso español, los jóvenes españoles han dilatado más en el tiempo en inicio de la estrategia migratoria, han sufrido en mayor medida procesos de descualificación debido, en gran parte, el desconocimiento del idioma del país destino. Una realidad diferente fue la de los españoles cualificados que emigraron a Ecuador (Rodríguez-Fariñas, 2016) y que ocupan puestos acordes a su nivel de estudios (sobre todo, aquellos dedicados a la docencia universitaria). Trabajos que apuntan a la configuración desigual de las dinámicas de clase que vivirá la “nueva emigración”, constatándose un mayor aumento del estatus social entre los jóvenes cualificados que protagonizaron la migración del Norte al Sur global, que entre aquellos que se desplazaron desde el Sur al Norte de Europa.

Además, la producción científica también sacó a la luz que la emigración española no respondía sólo una estrategia de los jóvenes cualificados, sino también de otros colectivos afectados por la crisis, como muestra, para el caso de Alemania, Pérez-Caramés (2017). Jóvenes cualificados/as, personas que trabajan en la academia y que tradicionalmente han tenido que moverse, trabajadores/as expatriados, y personas “escupidas” por la crisis de la “burbuja del pelotazo” (Pérez-Caramés, 2017, p. 105), con menor cualificación y, en numerosas ocasiones, con familias a su cargo. Otro ejemplo es el de las mujeres españolas que se emplean en París en el servicio doméstico u otros empleos de baja cualificación (Oso, 2017, 2020) o el de aquellas personas que han encontrado una salida en otros destinos del Sur global, como el caso de Argelia (Cabezón-Fernández y Sempere Souvannavong, 2021), ejemplo de economía emergente que ofrecía alternativas de negocio a los mercados colapsados en regiones del Norte global, como es el caso de España. Argelia, que recibido a expatriados cualificados durante los años 2005 a 2008 se convirtió en una salida para empresas de la construcción e infraestructuras, así como para pequeños empresarios del sector.

No obstante, con independencia del perfil socioeconómico, la emigración de españoles de origen coincide en plantear la estrategia migratoria como un proyecto temporal, para desarrollar una actividad profesional (de la misma cualificación o no) en el extranjero, mientras “escampa la crisis” en España (Pumares Fernández, 2015). La movilidad espacial transnacional se configura como una estrategia para hacer frente al desempleo, o para mantener la posición social de las familias en España. Diferentes estudios han planteado la cuestión de las expectativas de retorno en diferentes etapas de la emigración española8. Algunos de ellos han realizado el análisis antes de la migración, durante el proceso de toma de decisión (Moscoso y Moyano, 2010; Rodríguez-Fariñas et al., 2015; Pumares y González Martín, 2016; López-Sala, 2017). Otros han realizado trabajos de campo multisituados para interrogar a los emigrantes o migrantes durante su vida transnacional entre ambos países (González-Enríquez y Martínez Romera, 2017; Rodríguez-Puertas, y Entrena-Durán, 2017). En este segundo caso, algunos análisis han permitido comprobar cómo, lo que en un inicio se proyectaba como una estrategia temporal, se convierte con el recrudecimiento de la crisis, en una estrategia a medio plazo, como es el caso de los expatriados españoles contemporáneos en el norte de Argelia (Cabezón-Fernández y Sempere Souvannavong, 2017). Si bien, más allá de abordar la emigración, la producción científica se ocupó también es de estudiar el impacto de la recesión en la población inmigrante en España.

4.2. El colectivo inmigrante, azotado por la recesión

Fueron abundantes los trabajos que se centraron en el análisis del impacto de la crisis en el colectivo inmigrado, el primero en sufrir los efectos de la recesión (Parella y Petroff, 2014). Sobre esta línea de investigación, el Anuario de la Inmigración publicado por CIDOB en 2009 (Arango et al., 2010) abordaba, con el título La inmigración en tiempos de crisis, los efectos de la recesión en el colectivo inmigrado. Algunas contribuciones de este volumen indican los efectos del cambio del ciclo migratorio (del protagonismo de la inmigración al incremento de las salidas) en las políticas públicas y el impacto demográfico (Domingo Valls y Recaño Valverde, 2009). Publicación pionera (surgida un año después del inicio de la crisis económica), seguida por otros trabajos, como el coordinado por Torres y Gadea publicado en 2015, que recoge capítulos sobre las trayectorias de ecuatorianos y rumanos (citado anteriormente), la pérdida de derechos sanitarios (Moraes, 2015), la reconfiguración de los espacios urbanos (Torres y Moncusí, 2015) o la desposesión de servicios públicos por parte de la población migrante (Pedreño et al., 2015).

Las transformaciones en la segmentación del mercado laboral, debido a los efectos de la crisis en el empleo de los inmigrantes (Torres y Gadea, 2010; Esteban, 2015), ha sido otro de los temas más abordados por la comunidad científica. El primer impacto más visible fue el desempleo de los hombres migrantes dedicados al sector de la construcción y las infraestructuras; si bien, en su conjunto, la población inmigrante demostró resiliencia en la primera etapa. Fue en el segundo periodo, a partir de 2013, cuando podemos hablar de una mayor vulnerabilidad de la población inmigrante, debido a lo que Oliver i Alonso (2014) ha denominado como la “segunda recesión”, coincidiendo con ese periodo de debilitamiento de las estructuras públicas. Estos trabajos pusieron de relieve cómo las desigualdades sociales entre autóctonos y migrantes se acentuaron durante la crisis financiera. Además del interés que suscitó la crisis de 2008 en la producción científica sobre migraciones en España, otro de los temas que ha despertado el interés durante el periodo analizado ha sido el enfoque de género.

4.3. Género y hogares transnacionales: dos cambios de enfoque para profundizar en la situación inmigratoria

Desde los inicios del desarrollo de los estudios migratorios en España, el análisis de las movilidades, en su relación con las dinámicas del mercado de trabajo, ha sido uno de los temas predominantes. La crisis económica y social que se inició en 2008 revitalizó el análisis de la segmentación del mercado laboral, incorporando, además, el enfoque de género (Muñoz Comet, 2013; Arjona et al., 2014; Gil-Alonso y Vidal-Coso, 2015, Arranz et al., 2017). Desde una mirada cualitativa destaca el trabajo de Gualda (2012), sobre las mujeres marroquíes temporeras en el campo de Huelva y desde un enfoque cuantitativo de Shershneva y Fernández Aragón (2018), que aborda la sobrecualificación de las mujeres migrantes en Euskadi. Cabe citar, igualmente, los estudios sobre empresariado étnico de origen chino que, desde la perspectiva de las estrategias familiares analizan cómo la crisis ha influido en esta población en comparación con otros colectivos de inmigrantes (Beltrán Antolín y Sáiz López, 2017).

Además, se fortalece el enfoque iniciado por algunos trabajos previos, que pasa de la perspectiva centrada en el actor individual para abordar la familia/hogar como unidad de análisis (Soronella Masdeu, 2010; Oso y Ribas-Mateos, 2012; Parella Rubio, 2012) como reflejamos en la Figura 1. Este cambio de mirada a las migraciones ha proporcionado mayor profundidad al análisis, destacando los trabajos que han abordado las trayectorias migratorias y de movilidad espacial y social. Estudios, algunos de ellos, que muestran las dinámicas productivas y reproductivas de los hogares transnacionales (Herrera Mosquera, 2016); y que ponen en valor la necesidad de analizar la movilidad en relación con la (in)movilidad, en el marco de las estrategias de las familias transnacionales (Oso, Saíz y Cortés, 2017).

Un ejemplo de cómo el cambio de enfoque ha diversificado la producción científica lo encontramos en el estudio del binomio inmigración-educación. Los trabajos revisados muestran cómo se ha incluido en la ecuación no sólo a los menores de origen extranjero, sino al resto de agentes sociales que configuran la comunidad educativa: padres y madres (Carrasco Pons et al., 2009; Rego et al., 2011), profesorado y personal administrativo, así como actores de servicios sociales (Arjona et al., 2011) o incluso asociaciones de inmigrantes (Soriano-Ayala y González-Jiménez, 2010). La educación obligatoria es la que ha recibido mayor atención, dada la relevancia a la hora de analizar la movilidad social de los menores de origen extranjero (ya sean recién llegados o nacidos en España), sus trayectorias educativas, los retos que surgen de la relación (o no) entre los agentes sociales (sobre todo en la comunicación entre padres/madres y profesorado), así como las cuestiones relativas a la convivencia (Carrasco et al., 2011; Cutillas Fernández y Moraes Mena, 2018). En este periodo de recesión económica, los partidos políticos a través de los medios de comunicación difundieron la idea de que el número de alumnado de origen extranjero se había reducido en las escuelas. Se trataba de un discurso beneficioso para argumentar la reducción de la inversión en educación (García et al., 2015; Capote y Nieto Calmaestra, 2017). Así, en el último decenio, se constata un mayor interés de la comunidad científica española por la relación educación-inmigración. Lo cual incluye trabajos sobre el grado de incorporación de la perspectiva de la interculturalidad en el sistema educativo (Martín-Mendoza, 2018) así como los efectos de los diferentes programas destinados al alumnado de origen extranjero: apoyo lingüístico y escolar (González-Falcón et al., 2017; González y Soriano, 2015 programas deportivos o para la mejora de la convivencia (mediación entre iguales) en las escuelas (García Pardo et al., 2014).

Así, el enfoque de género ha pasado de ser marginal en los años noventa en España, a destacar por su protagonismo, en la producción científica, en la década analizada. Y, al hacerlo, no sólo desde un departamento estanco, sino ocupando, igualmente, una posición transversal en el análisis de las dinámicas migratorias y de inserción social. Este enfoque, llevado a otras temáticas de análisis, más allá de los trabajos sobre género/mujer/migración, ha permitido desarrollar “otra mirada” a la investigación en materia de migraciones, sacando a la luz la relevancia de entender las estrategias familiares para poder abordar las trayectorias migratorias, así como de inserción social (incluida la escolar) y laboral de la población migrante. Lo cual permite, a su vez, abordar, desde el enfoque de las estrategias familiares, la movilidad espacial en relación con la movilidad social.

5. Refugio y asilo: la perspectiva de análisis española y el impacto de la crisis de 2015

El aumento del fenómeno de las migraciones forzosas y su estudio será otro eje que atraviesa los estudios migratorios en España en el decenio analizado; si bien, no se trata de una temática nueva. El interés por las migraciones forzosas ha estado íntimamente ligado al estudio de las dinámicas fronterizas y, por ende, a las políticas migratorias estatales y supranacionales en el espacio Euro-Mediterráneo. El hecho de que España tenga dos de sus fronteras terrestres en el continente africano, así como la influencia del proceso de autodeterminación no acabado en el Sáhara Occidental9 ha influido en el desarrollo de las investigaciones sobre la situación y gestión en las fronteras (de mayor longevidad) y una segunda nueva línea de investigación, enfocada al estudio de la acogida e integración de los solicitantes de asilo y beneficiarios de protección internacional, desarrollada sobre todo, a partir de 2015.

La ruta del Mediterráneo Occidental, de tránsito de migrantes y refugiados ha sido objeto de análisis desde los años noventa, al ser un canal de entrada para la población norteafricana en España. En la producción española de finales de la década de los noventa y de los años dos mil, los estudios sobre refugio han abordado la situación de la población saharaui, dada la intervención de la cooperación española en proyectos de ayuda al desarrollo mediante la financiación destinada desde el primer Plan Director de 2001-2004 (Grande Gascón y Ruiz Seisdedos, 2013), hasta la actualidad. Ligada a la perspectiva del refugio y el desarrollo, se ha producido conocimiento científico en relación con la situación de los refugiados saharauis en el campo de refugiados de Tinduf en Argelia, así como la educación y los programas educativos, las escuelas de verano que se celebran en España destinadas a los menores saharauis dentro de unas dinámicas transnacionales temporales (Szente-Varga, 2012), incluyendo la perspectiva de género, con el análisis de la situación de las mujeres saharauis en los campamentos (García et al., 2012).

A estas dinámicas en la frontera sur, se unían otros trabajos que abordaban el desarrollo (mínimo entonces) del sistema de acogida y protección internacional. Una temática relevante ha sido el estudio de los menores no acompañados (Checa et al., 2006; Alonso Sanz, 2009; Mendoza y Belarra, 2015; Prado Pérez, 2017). El trabajo de Nieto-Morales y sus compañeros revisan la evolución de los perfiles de estos menores que solicitaron protección internacional entre los años 2006 a 2014. Nieto-Morales et al. (2017, p. 243) sacan a la luz cómo en 2006 la mayoría de los menores no acompañados en España, solicitantes de asilo, eran de origen marroquí, ampliándose el origen de los solicitantes de Rumanía, Senegal o Mali Estos autores analizan la trayectoria de diez menores a través de sus historias de vida, arrojando luz sobre sus motivaciones, contextos familiares en origen, así como sus perspectivas de futuro.

El desarrollo de la literatura sobre acogida e integración se desarrollará a partir de 2015 (ver figura 1), en consonancia con el aumento de las cifras revisadas anteriormente. En el Anuario sobre la Inmigración de CIDOB con el título El año de los refugiados (Arango et al., 2016), se dedican varios capítulos a la caracterización del fenómeno en las costas del Mediterráneo, la política de protección internacional en la Unión Europea (Vallés Ferrero, 2016) y la aplicación del sistema de asilo en España. Diferentes trabajos abordaron la caracterización de la “crisis de los refugiados” (Ferrero-Turrión y Pinyol-Jiménez, 2016), determinado el perfil socioeconómico y las trayectorias de las personas refugiadas, analizando el funcionamiento y reajuste del sistema de asilo europeo. Iglesias, Fanjul y Manzanedo (2016) apuntaban al crecimiento de un 123% en las nuevas solicitudes de asilo, que pasaron de 562.680 en 2014 a 1.257.030 en 2015 (Iglesias et al., 2016, p. 3). Este aumento se debió a la combinación de flujos de migración económica y forzada, con motivo del conflicto sirio, que se inició en 2010. Unos flujos que se unían a los tradicionales que transitaban por la ruta del Mediterráneo oriental (que conecta Turquía y Grecia) y la ruta del Mediterráneo central (que conecta Libia e Italia) de población desplazada desde Pakistán, Iraq o Eritrea. Los autores sostienen que lejos de una “crisis de refugiados” en cuanto al número de personas — “0,24% de la UE frente al 25% en el caso del Líbano” (Iglesias et al., 2016, p. 34)— lo fue respecto a la gobernanza migratoria europea con su sistema de protección internacional y a la “voluntad política que lo sostiene” (Iglesias et al., 2016, p. 34). Una crisis humanitaria que puso de manifiesto las “dinámicas normalizadas largamente ensayadas y planificadas, que tienen entre sus consecuencias más dramáticas, la normalización de la deshumanización del otro” (Cortes Maisonave y Forina, 2016, p. 7).

Una situación que, a tenor de las publicaciones que analizan el aparataje administrativo del asilo, llega hasta nuestros días. Y es que el sistema de gestión migratoria europeo, así como su aplicación, ha acaparado parte de la producción científica. Así, la literatura se ha ocupado de analizar la recepción, el inicio y fin del proceso de solicitud de asilo (Abrisketa Uriarte, 2017), la adaptación del Sistema Europeo Común de Asilo (SECA) al caso normativo español (Vargas Gómez-Urrutia, 2016), y sus consecuencias derivadas respecto a los derechos de los solicitantes de asilo (Solanes Corella, 2013). El monográfico coordinado por Maisonave Cortés y Forina (2016) aborda cómo se aplicó la legislación en España antes de 2015 y los efectos que ha tenido la falta de gestión del fenómeno. Apunta a los problemas que presenta el sistema de protección internacional en cuanto a su puesta en práctica, con procesos de reconocimiento y evaluación basados en entrevistas, que pueden llegar a vulnerar las necesidades más básicas de las personas solicitantes de asilo o dificultar la reunificación familiar.

La rigidez de este sistema ha provocado fuertes deficiencias en la integración de las personas refugiadas en España, una problemática relevante dado el aumento de las solicitudes de asilo recogidas en los últimos años (La Spina et al., 2018; Arango et al., 2018; Urrutia et al., 2018). El trabajo de Garcés-Mascareñas y Pasetti (2019) resalta el paso de España de “estar en la cola” a ocupar los primeros puestos en la lista de países europeos con mayores solicitudes registradas. Las deficiencias del sistema de asilo en España se plasman en la no consecución de la autonomía de las personas solicitantes de asilo. La rigidez del programa, junto a las altas tasas de denegación de las solicitudes, provoca que “la autonomía se convierte en soledad y, en muchos casos, directamente en exclusión socioeconómica” (Garcés-Mascareñas y Pasetti, 2019, p. 221). Así, las personas solicitantes deben abandonar el programa de acogida y, por tanto, volver a sus países de origen o permanecer en España, de forma irregular. Esto muestra cómo se acentúan, aún más, las desigualdades sociales entre los migrantes forzosos que se enfrentan, a su vez, a la reacción de las poblaciones autóctonas ante su presencia.

5.1. El auge del miedo al “otro” extranjero resultado de la España bisagra

Parte de los trabajos de investigación han abordado la dualidad teórica (y práctica), existente al categorizar a las personas migrantes: “migrante”, “persona refugiada”, “asilo”, “protección internacional”, “migrante económico” etc. (Espinar-Ruiz, 2010). El aumento de las dinámicas de refugio dio lugar a una confusión de terminología que ha sido abordada en un primer momento. Con posterioridad, se desarrollaron trabajos orientados a la sensibilización sobre la situación del refugio y de la protección internacional, así como al estudio del tratamiento de esta problemática en los medios de comunicación y las redes sociales (Valdez-Apolo et al., 2019). Una de las respuestas sociales a estos discursos fue el aumento de los movimientos políticos y civiles de extrema derecha (Ferrero Turrión, 2015; Petroff et al., 2018).

Cabe señalar que asociaciones, ayuntamientos y observatorios regionales han apoyado la promoción de la investigación, creación de campañas de sensibilización y formación sobre estereotipos y prejuicios asociados a los colectivos migrantes. Destacan las redes antirrumores como las del Ayuntamiento de Barcelona, varios ayuntamientos de Euskadi como la Diputación Foral de Gipuzkoa que, en colaboración con la Universidad de País Vasco, han desarrollado numerosas campañas entre 2013 y 2019. Por otro lado, destacan también la colección OPIA10 (Opiniones y actitudes de la población andaluza ante la inmigración) de carácter anual elaborado desde 2011 por el Observatorio Permanente Andaluz de las Migraciones en línea con los publicados a nivel estatal por el Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia (OBERAXE), así como el Informe Raxen11 elaborado por Movimiento contra la Intolerancia para el mismo observatorio, que dedicaba su informe de 2015 a las personas refugiadas.

6. La COVID-19 y la tercera crisis: una mirada a las migraciones desde la óptica de las (in)movilidades

La crisis provocada por la COVID-19 ha impactado considerablemente en las entradas y salidas de la población, sobre todo, durante el periodo de confinamiento entre los meses de marzo y junio de 2020 (gráfico 1). Como podemos observar, si el flujo de inmigración procedente del exterior en 2018 y 2019 había alcanzado 643 684 y 750 480 personas, respectivamente, esta cifra disminuye a 467 918 en 2020.

Gráfico 1. Flujo de inmigración procedente del extranjero

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos del INE

Un contexto sin precedentes en la historia reciente que en términos de producción científica está significando la revisión de temas abordados por los estudios migratorios en etapas anteriores (Figura 1). La literatura pone de manifiesto que más allá de restringir las movilidades, la tercera crisis sobrevenida, provocada por la COVID-19, ha recrudecido la situación de vulnerabilidad entre los colectivos migrantes, incrementando, igualmente, las desigualdades sociales (Anuario CIDOB de la Inmigración,2020, 2021). Tal y como puso de manifiesto Mahía (2020), se constata un aumento del paro entre la población extranjera en el primer trimestre de 2020, que alcanzó niveles muy superiores al de la población española (17,7% y 0,4% respectivamente).

La producción científica también saca a la luz cómo la crisis sanitaria trajo consigo una revalorización simbólica de algunos trabajadores, reflejada en los medios de comunicación (Matarín Rodríguez-Peral, 2020), que fueron denominados como esenciales (sector agrícola, sanitarios, limpieza y mantenimiento, cadenas de distribución de mercancías) (López Sala, 2021; Arango et al., 2021).

El régimen de inmovilidad implantado durante el confinamiento limitó la llegada de mano de obra temporal, por lo que el gobierno tuvo que aprobar (abril 2020) unas medidas extraordinarias para potenciar la llegada de trabajadores agrícolas; si bien, las personas en situación de irregularidad jurídica no pudieron acogerse a las mismas, lo cual es puesto de manifiesto en algunos trabajos (López Sala, 2021). Además, la literatura puso de manifiesto cómo, a pesar de su “esencialidad”, la crisis sanitaria también sacó a la luz la precariedad, en cuanto a las condiciones de trabajo y de vida (hacinamiento, etc.), y la vulnerabilidad de los trabajadores agrícolas, incluyendo una mayor exposición al virus (Pedreño Cánovas, 2020; Corrado y Palumbo, 2022).

Esta misma problemática se visibilizó, por parte de la producción científica, para las empleadas domésticas y cuidadoras inmigrantes. A pesar de haberse configurado en un pilar esencial durante la pandemia, estas trabajadoras sufrieron un considerable deterioro de sus condiciones laborales. Muchas de ellas perdieron su empleo o vieron disminuir las horas de trabajo, debido al confinamiento, el miedo al contagio y la pérdida de poder adquisitivo de las familias empleadoras. El confinamiento aumentó la carga de trabajo en cuidados, sobre todo para las empleadas domésticas y cuidadoras internas. Además, no pudieron beneficiarse de las medidas generales de protección laboral implementadas por el gobierno, que tuvo que aprobar un subsidio de desempleo excepcional para este sector (marzo de 2020), al cual solo tuvieron acceso las trabajadoras dadas de alta a la Seguridad Social. La situación de irregularidad también dificultó para estas mujeres la justificación de sus desplazamientos durante confinamiento, con el consecuente riesgo de ser multadas (Martínez-Virto et al., 2021). La situación ha sido especialmente difícil para las personas migrantes que se dedican a la venta ambulante (Arango et al., 2021).

La literatura ha destacado cómo la crisis COVID ha tenido un impacto negativo entre la población inmigrante, por ejemplo, dificultando la realización de los trámites de renovación, de reagrupación familiar y la solicitud de arraigo. Lo cual se explica por las dificultades para llevar a cabo presencialmente gestiones, para operar telemáticamente o por los retrasos y bloqueos que se han producido en la administración, estando especialmente perjudicados los solicitantes de asilo (López Sala, 2021; Arango et al., 2021).

Además, la pandemia ha tenido un fuerte impacto en los países de origen de la población inmigrante, al haber afectado al envío de remesas, tal y como ponen de relieve varios trabajos. Un estudio puso de manifiesto que, durante el confinamiento y, sobre todo, en el mes de abril, se observa una caída pronunciada de las remesas desde España hacia América Latina. En los países latinoamericanos la pandemia ha tenido, por un lado, un impacto directo con un incremento de las tasas de desempleo, afectando a la economía y el consumo, así como al sector informal. Por otro lado, la reducción de las remesas hace que éstas ya no puedan actuar como “mecanismo de amortiguación” (Cardozo-Silva et al., 2020). El Banco Mundial también observa una disminución del volumen de las remesas para al segundo trimestre de 2020. En el caso de los envíos desde España el impacto fue negativo para el caso de las remesas enviadas en 2020 a Bolivia (-16 %), Paraguay (12,4 %) y Perú (-11,7 %) (Banco Mundial, 2021).

Por otro lado, la población migrante ha tenido peores condiciones sanitarias, formando parte del batallón de "expuestos" que, desde el campo, los supermercados, los cuidados personales, tienen que asumir más riesgos para su salud. A la mayor exposición se añade la escasez de recursos que hace que dispongan de menos armas para luchar contra el virus (mascarillas, gel desinfectante) y que tengan que viajar, en mayor medida, en transporte público, etc.). En este sentido, el trabajo de Checa et al. (2020) apuntan a cómo la enfermedad avanzó, en mayor medida, en los barrios de clase obrera, que experimentaron mayor movilidad urbana, en comparación con los de rentas medias y altas, que redujeron el transporte. Un añadido fue las mayores dificultades de conciliación respecto al cuidado de los hijos/a durante el confinamiento, por contar con menores redes sociales de apoyo, recursos para externalizar al mercado los cuidados y la imposibilidad de “teletrabajar”.

La literatura apunta a una paradoja y es que “[…] aunque los trabajadores migrantes han sido los más castigados por la pandemia, esta ha vuelto a poner de manifiesto la extrema necesidad que la economía española tiene de la mano de obra inmigrante en sectores económicos clave” (Arango et al., 2021, p. 24). La paradoja de la exclusión social que viven las empleadas domésticas inmigrantes, en el marco de un estado del bienestar, cuyo pilar de los cuidados está basando en la mercantilización y extranjerización del sector, ha sido apuntada en otros trabajos (Oso y Martínez Buján, 2022). La toma de conciencia de los trabajadores esenciales, en tanto tales, y la constatación de su situación de vulnerabilidad, precariedad y del bloqueo a sus derechos hizo que surgiesen movimientos sociales, como el de #RegularizaciónYa que han sido también objeto de interés por parte de la literatura (López Sala, 2021; Pedreño Cánovas, 2020).

En definitiva, la revisión de la literatura pone de relieve cómo una concatenación de situaciones, en el marco de un contexto de crisis sobrevenidas, que no hacen sino aumentar las desigualdades sociales transnacionales entre grupos de personas, especialmente aquellas que cargan en su mochila con diferencias por género, religión, etnia o generación.

7. Conclusión

A partir de esta revisión bibliográfica sobre las dinámicas migratorias acontecidas en España entre 2009 y 2019, en un contexto de crisis sobrevenidas, hemos podido observar los cambios que se han producido a la hora de abordar la movilidad e (in)movilidad como marcadores sociales o, en definitiva, como agentes de estratificación social. Como se ha indicado previamente, no toda la literatura producida se encuentra reflejada en este manuscrito, pero lo recogido nos ha servido para apuntar cambios en el estudio de las migraciones en España, sobre todo para entender cómo la movilidad e inmovilidad influyen en la escalera social.

La producción científica ha puesto de manifiesto cómo, durante la crisis económica iniciada en 2008, parte del colectivo de inmigrados con nacionalidad española o sin ella, han decidido retornar a sus países de origen, o marcharse a otros países. Del mismo modo, un colectivo de migrantes españoles autóctonos optó por la movilidad espacial como forma de mantener su posición social en España, a través de la migración hacia países como Reino Unido, Alemania o Suiza, mientras esperaban a que la situación mejorara en España. Así, aquellas personas que contaban con recursos suficientes para moverse geográficamente lo hicieron, con el objetivo de superar la situación de precariedad extendida en la sociedad española. Por el contrario, los colectivos que no tuvieron la capacidad de afrontar, económicamente o debido a su situación jurídica, la movilidad espacial permaneció en España, (in)móviles, sufriendo el recrudecimiento de la recesión en sus contextos domésticos y laborales.

Por su parte, tal y como han puesto de manifiesto las investigaciones citadas, la crisis COVID-19 ha tenido un impacto negativo en los flujos migratorios de entrada, acrecentando la vulnerabilidad y la precariedad de la población inmigrante en España y, sobre todo, de las personas que se ocupan en la economía sumergida y que se encuentran en situación de irregularidad jurídica. Además, las personas migrantes han tenido que permanecer (in)móviles, en términos de flujos internacionales, lo cual lleva aparejada otro tipo de inmovilidad, la social (estancamiento o descenso en la escalera social).

Es bien conocido y, así, lo refleja la literatura, que los hogares transnacionales recurren a la movilidad espacial de algunos de sus miembros cuando lo necesitan y, sobre todo en contextos de crisis económica, en forma de retornos selectivos, circularidad migratoria a otros países, etc. Se recurre a la movilidad también para hacer frente a los cuidados (retornos para hacerse cargo de ascendientes, inmigración de abuelas para cuidar a nietos). Todas estas estrategias han tenido que ser reestructuradas en el contexto de inmovilidad que impone la pandemia. Por otro lado, la crisis COVID-19 es global y, como hemos visto, ha impactado también a los países de origen. Esto dificultará las prácticas de protección social que, por lo general, ponen en marcha los migrantes en el espacio transnacional, tal y como se pone de manifiesto en la producción científica. En efecto, ante la llegada de una recesión en el país de origen, los móviles suelen apoyar a los inmóviles con el envío de remesas. Y esto sucede también a la inversa. ¿Cómo van a resolver las familias, si ya no cuentan con la ventaja de poder manejarse en dos espacios sociales, impactados por diferentes contextos económicos y políticos? Y es que, como pone de manifiesto Izquierdo “el capital de los migrantes es la movilidad, y, de ahí, que esta pandemia sea su ruina” (Izquierdo, 2020, p. 178).

No obstante, esta inmovilidad de los y las trabajadoras inmigrantes se conjuga con una mayor movilidad en el espacio urbano. En efecto, la investigación realizada ha puesto de manifiesto cómo, al ser los que ocupan puestos de trabajo más precarios y viven en peores condiciones, la población inmigrante está obligada a desplazarse para ir a trabajar. Por el contrario, los grupos sociales con trabajos más cualificados y en mejor situación socioeconómica, tienen las herramientas para permanecer inmóviles dentro de las fronteras estatales, garantizando menos riesgos sanitarios. Y, al mismo tiempo, pueden moverse, en caso de necesitar cruzar las fronteras.

Como hemos visto a partir de la revisión de la literatura, la pandemia ha dado un vuelco a las bases de la globalización y del transnacionalismo, que estaban más asentadas que nunca, gracias a los avances tecnológicos y en el desarrollo de los transportes, abriendo nuevos retos para la investigación, la intervención social y el diseño de políticas públicas.

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