Confesiones papales
Abstract
En el paso a la Edad Media Moderna el «Barco de locos», una sátira moral del humanista de Basilea Sebatian Brant, puso en el punto de mira de su crítica las locuras de entonces y entre ellas la insensatez de querer negar la propia culpa. «Un loco es aquel que se atreve a decir que no está manchado por la culpa. Pero acaba puesto en evidencia de pretender no ser lo que de hecho es». Que esta locura se hallaba extendida también en la Iglesia lo supo por propia experiencia el humanista holandés Adriano, preceptor de Carlos V e Inquisidor en España, cuando en 1522 inesperadamente fue elegido Papa. Poco después, ya como Adriano VI, indicó a su Legado que ante el Consejo de Nürnberg no se limitase a condenar la división de la Iglesia, sino que confesara ambién las culpas de la Curia. «Conocemos que también en esta Santa Sede desde hace muchos años han sucedido cosas abominables, muchos abusos en cosas espirituales, transgresión de mandamientos y que todo ha ido cambiando a peor». Por ello la reforma debería comenzar por la Curia, de la cual partió la corrupción, aun cuando los abusos no se puedan extirpar de un solo golpe.
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